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Infravalorado y valiente film
del también minusvalorado en la historia del cine Sidney Lumet, una obra adelantada
a su tiempo, una fábula, sátira dramedia que 40 años después de su estreno
sigue su mensaje tan fresco, sangrante y actual como el primer día, que ahonda con bisturí envenenado en las perversiones
que el medio catódico llevaba de mochila
con su aparente trivialidad de caja tonta de entretenimiento. El brillante
guión está escrito por el dramaturgo por Paddy Chayefsky (“Marty”,
“La leyenda de la ciudad sin nombre” o “Viaje alucinante al fondo de la mente”), escogido por el Writers Guild of America (Asociación de Escritores
Estadounidense) como uno de los diez mejores guionistas de todos los tiempos),
habiendo trabajado en el medio televisivo en su denominada “primera edad de oro”
(también trabajó en tele Lumet), sabiendo de lo que habla en este incisivo
relato, para desarrollar una mordaz deconstrucción del medio televisivo, de cómo el
sensacionalismo y la manipulación borreguil de las masas, antecedente claro de
la decadencia que se ha apoderado gradualmente de la tele cual mancha negra se ha
adueñado de ella el amarillismo y con ella la “podredumbre moral” de los realitys,
y con ella el tanto vales como audiencia tienes han hecho de gran parte del
medio una cloaca. La ágil dirección viene acompañada por un elenco actoral
sublime, en estado de gracia, protagonizada
por Faye
Dunaway, William Holden, Peter
Finch, Robert Duvall, Ned
Beatty, y Beatrice Straight (Beatrice
Straight ganó Oscar por su papel, ello y a pesar de que su aparición no supera
los cinco minutos metraje). Estuvo nominada a 10 Oscars, ganando el de mejor
actor a Peter Finch (junto a Heath Ledger,
los únicos que han ganado la estatuilla a título póstumo), a mejor actriz a Faye Dunaway (lograría el premio en su tercera nominación tras “Bonny and
Clyde” y “Chinatonw”), a mejor actriz de reparto Beatrice Straight (ello y a pesar de que su aparición no supera los
cinco minutos), y a mejor guión
original Paddy Chayefsky, perdiendo a
mejor film contra “Rocky” (increíble!!!). En 2006, Redactores de Gremios de América votaron
la escritura de Chayefsky como uno de los 10 grandes guiones en
la historia del cine, en 2007, la película era la 64º entre las 100 películas
americanas más grandes a votación del American Film Institute. Se dice que parte de inspiración para el guión de Chayefsky
supuestamente vino del suicidio en el aire de la reportera de noticias de tv Christine Chubbuck en Sarasota (Florida) dos años antes, la presentadora sufría depresión y batallas con sus editores, e incapaz de
seguir adelante, se pegó un tiro en la cámara como dejando a los espectadores aturdidos
el 15 de julio de 1974, aunque Chayefsky afirmó comenzó a escribir guión meses antes de la muerte de Chubbuck y
ya tenía previsto para Howard Beale su idea de de suicidarse en antena, el
suicidio de Chubbuck fue un paralelo inquietante. El carácter de ejecutivo de la cadena
Diana Christiansen se basó en la
NBC durante el día ejecutivo de programación de televisión Lin
Bolen. Cinta que aunque encuadrada
en la contestaría década de los 70, en un contexto de desencanto generalizado, USA
vivía crisis económica, Nixon dimitió tras el escándalo Watergate, revueltas
estudiantiles, terrorismo y la humillante derrota en Vietnam, resulta que se
mantiene intacto su enfoque hacia el esclavismo de las audiencias televisivas y
su degradación moral, donde el sensacionalismo catódico se maneja para adormecer
(intelectualmente y hacerla ignorante) a la gente.

Howard Beale (Peter Finch) es un veterano
presentador de noticias de la cadena UBS (Unión
Broadcasting System),hace poco que se ha divorciado y además le comunican que
le despiden (del dan dos semanas) por baja audiencia. Beale entra en depresión
y en directo comunica que en su último programa se suicidará en antena, entonces
la UBS ante el escándalo provocado lo despide, entonces su jefe y amigo Max
Schumacher (William Holden) intercede para que Howard pueda tener una despedida
digna, prometiendo Beale que pedirá perdón en directo, pero entonces lo que
hace es hacer un discurso incendiario contra la sociedad, derivando su
revolucionaria alocución en una subida enorme de audiencia, haciendo que le den
una sección propia en el telediario de la cadena pasando a ser conocido como el
"profeta loco de las ondas". Hay una
subtrama que implica un programa que Diana Christensen quiere poner en marcha,
un docudrama, “La hora de Mao Tse-Tung”, teniendo que lidiar la ejecutiva con líder comunista de raza negra Laureen Hobbs de un grupo llamado
"ejército ecuménico de liberación". Tendrán importancia en el relato Diana
Christensen (Faye Dunaway), directora del departamento de programación de la
cadena, Frank Hackett (Robert Duvall), alto ejecutivo del medio, Arthur Jensen
(Ned Beratty), jefe de la cadena, o Louise Schumacher (Beatrice Straight), esposa de Max.
Con la ayuda del punzante
guión de Paddy Chayefsky se construye un microcosmos de la televisión
decadente, solo preocupado de las audiencias, esto emparejado a los
deshumanizantes objetivos empresariales
subidos en el jinete del capitalismo feroz solo ansioso de aumentar sus
beneficios económicos, aunque con ello se desprecie a la gente. Una cruenta
disección de una jungla de personajes por devorar el éxito (o sea el dinero).
Ello en una historia ultracrítica contra nuestra sociedad, el cañón de su
diatriba no se atiene al medio televisivo, dispara asimismo contra una
audiencia que se deja manejar, y que a la vez disfruta con la carroña que les
ofrecen, proyectando un mundo deshumanizado, en el que prima el darwinismo de
los “shares”, done por obtener más cuota de pantalla se llega al pasteleo con terroristas
revolucionarios del todo a cien para ser más que la cadena rival.
La guerra de las audiencias
televisivas es el McGuffin, el epítome para exponernos una sociedad ultracapitalista, gobernada no por gobiernos, sino por lobbies
empresariales, la política y sus santos ideales han sido pervertidos por el
poder de las multinacionales, las que diluyen las fronteras con la misión de
multiplicar sus dividendos, donde campa a sus anchas la corrupción moral a la
que se suman con mansedumbre el “populacho” (audiencias) para ser manipuladas
cual hámster en una noria. Esto es evolucionado por Lumet con ritmo fluido, transcurriendo
varias subtramas con excelente equilibrio, con una delineación de protagonistas
extraordinaria, con matices, aristas, debilidades, imperfectos, complejos, en
consecuencia, humanos, mostrándolos en medio de situaciones intensas, con
diálogos penetrantes, cínicos, irónicos, y en algunos casos visionarios,
dejando en el espectador una turbadora sensación de risa desencajada.
Pone con acidez a la masa de
la audiencia, el morbo, el escándalo, el sensacionalismo (lo siento, pero al
poner estas palabras se me viene a la mente Tele 5), es lo que motiva a poner
un canal u otro, cuanta más basura superficial den las cadenas más gente tendrán
al otro lado del cristal, y más réditos económicos alcanzaran, avituallando a
las hienas de la audiencia con desechos, “cocineros” de inmundicias sin
escrúpulos, derivando esto en la cinta en un clima malsano, poniendo el foco en
una sociedad corrosiva.
El binomio que forman Max y
Diana, son una alegoría de la evolución de nuestra sociedad en alegoría
televisiva, Max es la televisión de los años inocentes, donde la integridad en
la noticia era ley, donde lo importante la noticia y no quien la daba; Diana es
la nueva y “moderna” tele, bonita, elegante, bien maquillada, pero tras esta
sofisticada fachada solo se excita con ganar audiencia, con el amarillismo, le
da igual humillar a trastornados mentales, o fomentar el terrorismo, el hare
prima, es una depredadora sin alma, yonki de las audiencias; Las charlas y
discusiones que tienen los dos tienen un alto grado de “mono” de la tele,
glorioso como vemos el orgasmo que tiene Diana mientras habla de la subida de
espectadores y a la vez fornica con Max; Asimismo e puede entender como el
embrujo que la vieja guardia de la tele pudo sentir por esta fachada, pero a
medida que la conoce más ve los vacía que está de humanidad, y se da cuenta de
que abandonó lo que realmente quería; La discusión-separación de Max y su
esposa Louise demuestran la desorientación de una sociedad sin brújula, que seguían
los cantos de sirenas de la juventud (alegoría de la “moderna” tele).
Hay algunos recurso y
situaciones que no funcionan todo lo bien que el resto. Me refiero por ejemplo
a su chirriante voz en off, no encaja en el tono del film. Asimismo el libreto
está descompensado, en su primer mitad la cinta pone el foco en la relación
entre Max y Howard, dos amigos, uno hastiado de los derroteros que toma la tele
a actual y el otro un perdedor deseando ser alguien en la caja tonta, esta
enriquecedora camaradería se diluye en su segunda parte, desaparece del foco
Howard, para solo aparecer en escasas (buenísimas) escenas, entonces el núcleo se
desplaza a la relación Max-Diana, excelente sí, pero me falta más Howard para
saber cómo vivía tras las cámaras.
La puesta en escena resulta
muy realista, con un notable diseño de producción de Philip Rosenberg (“Huracan
Carter” o “El informe Pelícano”), filmándose en exteriores de Nueva York, y en
interiores en los Estudios CFTO-TV en Toronto (Canadá), excelente en la
recreación del programa de “El predicador Loco de las Ondas”, esto filtrado por
la fotografía de Owen Roizman (“Frech-Connection” o “El exorcista”), con mucha
luminosidad arenosa, con electrizantes primeros planos que extraen lo mejor de
las formidables interpretaciones, travellings sugestivos, destacable es
vestuario de Mia Farrow, de Theoni V. Aldridge (“Hechizo de luna” o “La familia
Adams”), muy elegante y flamante. No hay música en of, solo la diegética,
aunque en los créditos aparece Elliot Lawrence,
pero la música que compuso se anuló de la acción.

Faye Dunaway está tremenda en su rol de depredadora de audiencias, fría, implacable,
arrolladora, carismática, hermosa, sensual, manipuladora, artera, egoísta, obsesa
del éxito, es el reflejo de lo peor del capitalismo despiadado, sin caer en la
caricatura, sublime actuación con momentos épicos, el cumbre el clímax sexual
mientras habla de su próximo y esperado proyecto boom televisivo, “La hora de Mao Tse-Tung”. William Holden encarna a Max con gran
convicción ética, con un emocional arco de desarrollo, siendo nuestra brújula
moral en la historia se muestra dubitativo, tentado por el lado oscuro, y lo
muestra en su turbia relación con Dina, muy bueno. Peter Finch está Titánico en
la actuación por la que ha pasado a la Historia del Cine, paradójicamente la
última, murió de un ataque al corazón mientras promocionaba el film de un
infarto, Colosal en su “Predicador de Loco las Ondas”, sus monólogos retumban
en nuestros oídos muchos después de acabar el film, su poder de fascinación
desborda la pantalla, su atronadora personalidad es un tsunami, esa aparición
con gabardina y pelo mojado enardeciendo a la audiencia con el grito Icónico “"Me estoy volviendo loco y no voy a soportarlo más". Robert
Duvall con el rol del alto ejecutivo Frank Hackett, da un
rendimiento vibrante, soberbio, con ententes fenomenales, con rabia, con
elocuencia enfermiza, radiante. Beatrice Straight ganó el Oscar
en la actuación con el susodicho galardón con el tiempo más breve en pantalla,
muy buena cuando Max le dice que la abandona, demuestra una estupenda mezcla
entre sobriedad e ira contenida. Ned Beatty como el jefe de la cadena Arthur
Jensen, con una sola escena deja boquiabiertos a los espectadores, pocas veces
tan poco tiempo (más el de la oscarizada Straight) han extasiado más, un
discurso eléctrico, enérgico, un ciclón que desmenuza nuestro mundo y lo peor
es que lo que dice dista (probablemente nada) de la realidad, Apoteósico,
dejando hipnotizado a Howard Beale, como a nosotros. Como anécdota de casting,
si se mira de cerca, se puede ver a un joven Tim Robbins como uno de los revolucionarios comunistas.
Spoiler:

Beale en un enfervorecidos y atemporales
soliloquios televisivos, "La televisión no es la verdad ... La televisión
es un circo, un carnaval, una compañía ambulante de acróbatas, cuentistas,
bailarines, cantantes, malabaristas, monstruos de feria, domadores de leones y
jugadores de fútbol. Nosotros estamos en el negocio de matar el aburrimiento. Pero ustedes se sientan allí día
a día, noche a noche, todas las edades, colores, creencias... Somos todo lo que
ustedes conocen. Están empezando a creer las ilusiones que estamos rodando aquí
Están empezando a pensar que el tubo es la realidad y que sus propias vidas son
irreales. Ustedes hacen lo que sea que el tubo les dice: se visten como el
tubo, comen como el tubo, educan a sus hijos como el tubo, y hasta piensan como
el tubo... Esto es locura masiva, Maniacos!; “Están empezando a pensar que
la televisión es la realidad y sus vidas son irreales”, “Hacen
todo lo que la televisión les dice. Se visten como en la tele, comen como en la
tele, crían a sus hijos como en la tele, incluso, piensan como en la tele”; “Lo último que los hombres detrás de la cortina quieren, es un público
consciente e informado capaz de tener pensamiento crítico”; Beale imbuido
en una gabardina y mojado por la lluvia suelta la famosa frase “Estoy más que harto, y no
pienso seguir soportándolo” pidiendo a la audiencia que
salgan a sus balcones a reproducir la misma, entonces vemos panorámicas y
movimientos de cámara sobre las fachadas de los edificios en los que la gente
chilla cada vez más alborotada, mientras en simbiosis climático hay una
tormenta con rayos y truenos, dando ejemplo de cómo se manipula a las masas de
con discursos hueros;
Arthur Jensen lleva al profeta
de las ondas a un solemne salón de reuniones, se baja la luz, cierra la cortina
y solo queda una luz artificial cenital hacia Jensen, y se arranca con un
furibundo encendido discurso glosando lo que es hoy (si hoy, por lo atemporal)
el mundo “No existen las naciones. No existen los
pueblos… Solo existe un sistema holístico de sistemas” (por el dólar)... No existe Estados Unidos, no
existe la democracia… Sólo existe IBM, ITT, AT&T,
DuPont, Dow, Union Carbide y Exxon (imperios multinacionales). Esas son las
naciones del mundo... El mundo es una asociación de corporaciones… El
mundo es un negocio”,
recordándome el monólogo que Brad Pitt hace en “Mátalos suavemente” al final
del film sobre que USA no existe, que esto es solo un negocio.
Original y original el modo en
que Max se despide Diana, haciendo un jocoso paralelismo entre la situación de
ruptura con una película, riéndose con mordacidad de todos los tópico del cine
romántico, al que despedaza con mucho cinismo y humor seco; Inquietante el modo
en los ejecutivos de la cadena deciden que lo mejor para un programa que ha
perdido audiencia es asesinar en directo al famoso presentador, haciendo que
encima sea algo de lo que se hable, y de paradójicamente audiencia. Siendo como
dice la voz en of la primera persona matada por su bajo share, no me extrañaría
que tal y como va la tele ocurra realmente.
Una de las grandes cintas que
sirve de claro grito de atención sobre el nefasto rumbo que estaba tomando la
tele, cual capitalismo salvaje, grito de socorro que nadie ha atendido, véase Tele
5. Fuerza y honor!!!