LA MIRADA DEL SILENCIO. (DOC.)
Notable documental del texano Joshua Oppenheimer, nominado
al Oscar, complemento a su anterior obra estrenada dos años atrás “The act of
killing”, en la que vuelve a abordar el genocidio perpetrado en Indonesia entre
1965 y 1967, tras el golpe de estado que derrocó a los comunistas, al igual que
el anterior lo hace desde la perspectiva actual, un retrato descarnado y
deprimente de la sociedad actual indonesia, donde 50 años después hay una
democracia figurada, y siguen mandando los mismos que alentaron y consintieron
el holocausto de más de un millón de personas, por obra y gracia de escuadrones
de la muerte. En “The act of killing” el enfoque resultaba turbador un bizarro trabajo
en que se daba cuerda a los asesinos que se vanagloriaban de ello a la vez que
representaban en pantalla escenas surrealistas gangsters y musicales,
entremezclándolo con el relato estremecedor de “sus hazañas” carniceras, en
este el foco cambia a las víctimas, no hay atisbo de humor bizarro. Un documental
sobre lo peor de la raza humana, sobre la podredumbre moral, sobre el peligro
de la ignorancia, sobre como la incultura lleva a las personas a ser
manipulables por los poderosos, sobre la sinrazón, un penetrante alegato contra las
injusticias y la sensación de impunidad de asola este país. Oppenheimer
se rodó este documental al mismo tiempo que “The act of killing”, lo ocultó a fin de preservar la
seguridad de algunos que intervinieron en él. Esta obra se convierte en lienzo
desolador acerca de cómo Saturno devora a sus hijos, de un pueblo que se
consume en la aceptación sin más de este genocidio, ello en una obra con
momentos de enorme intensidad, emoción y estremecimiento, te sensibiliza, pero
sin acudir a maniqueísmos fáciles, trata al espectador de inteligente.
El
protagonista es Adi Runkun (44 años) hombre de mediana edad indonesio, Ramli,
el hermano fue salvajemente asesinado en 1965 en la “purga” de comunistas, él
nació dos años después del crimen, es optometrista y con la excusa de graduar
la vista a diferentes personas se entrevista con asesinos de estos cruentos
escuadrones de la muerte, entre ellos a los que mataron a sangre fría a su
hermano, es una visión más humanista e íntima, pone frente a frente a “carniceros”
frente y víctimas. Adi vive con sus muy ancianos padres, la madre dice que el
padre tiene más de cien años, cuida del padre senil y tan esquelético que no
puede apenas moverse.
Adi se enfrenta con mesura y
sin ánimo de venganza a los criminales, lo hace con afán de entender, utiliza
como gancho la graduación de la vista, ello como alegoría de lo distorsionada
que tienen su visión del mundo, lo hacen con preguntas serenas con contención,
y lo que encuentran en sus sádicos interlocutores es afirmación y regocijo en
lo que hicieron, se consideran salvadores de la patria, no se arrepienten de
sus “fechorías”, lo más que llega a provocar es incomodidad, que deriva en
amenazas inquietantes, de estos genocidas, algunos se escudan en la
responsabilidad colectiva, otros como el tío de Adi en el miedo a represalias,
y que solo recibía ordenes, se justifican con lo de que <... el pasado es
pasado... ya no se puede cambiar... y si lo remueves se puede llegar a
repetir...>, menuda amenaza velada. Adi...
consigue “desnudar” a estos sanguinarios, hace que los veamos como tipos
ingenuos, arrogantes, ignorantes e incluso idiotas en sus peregrinas
justificaciones. Para dar idea de cómo el imperio del terror continua en
Indonesia da idea que durante los créditos finales aparecen decenas de anónimos
tras un trabajo, hasta el co-director, tienen miedo de las represalias, y es
que durante el documental se palpa en algunas entrevistas la tensión y la
violencia latente, con veladas amenazas.
Como en su
anterior documental Oppenheimer no utiliza imágenes de archivo, se atiene a
documenta el exhibicionismo oral del que hacen gala estas “bestias”, relatan
despreocupados de su “heroicidades”, su sadismo, entrando en el canibalismo,
llegan a beberse la sangre de sus víctimas, justificándolo torticeramente en
que si no se volverían locos (es que no los están?). Gente impropia de
pertenecer a la raza humana cuentan con “orgullo” como eliminaban disidentes,
los degollaban, decapitaban, destripaban, cortaban genitales, sesgaban pechos, partían
en dos, lanzaban sus cuerpos a un río, y hasta como he dicho bebían sangre, unos
“angelitos”. A esta sinrazón se la legitimaba desde el poder oficial, desde sus
medios afines, desde las escuelas tergiversando ridículamente la verdad,
Su madre, Rohani, es todo un personaje, comenta
que aguantó el calvario gracias al nacimiento de Adi, como forma de responder
con vida a la muerte de Ramli, de este modo Adi se convierte en la prolongación
de Ramli, haciendo su espíritu muy presente. Rohani comenta con rabia
temporizada <Todos los días, cuando voy al mercado, me encuentro con los
asesinos de mi hijo. Trato de no mirarles a la cara>, dando idea del suplicio
diario que sufre esta mujer, y exponencialmente toda Indonesia teniendo que “convivir”
asesinos con familiares de asesinados crudamente.
Estremece oír a dos de estos impúdicos sádicos
relatar con sorna sus métodos de “descuartizamiento”, de cómo tras vejarlos físicamente, arrojaban sus cuerpos al río
Snake, río del que ya nadie come pescado por estar alimentados de miles de
humanos. Entonces Adi cuenta como una de esas víctimas fue su hermano Ramli,
que con las tripas colgando consiguió escapar a su casa, allí al día siguiente
lo volvieron a apresar escuadrones de la muerte, supuestamente para llevar lo
al hospital, en realidad para torturarlo aún más hasta la muerte.
El sello del film está presente en como dice el
título, la mirada del silencio, la de Adi, como una de las víctimas de esta si
razón afronta los encuentros con los asesinos de su hermano, mirada serena,
penetrante, sin ánimo vengativo, ni de resentimiento, solo busca entender y en
todo caso arrepentimiento, lo peor es que no haya ni una ni otra, las
aberraciones que oye son recibidas por él con naturalidad lacónica, asistimos a
escenas trémulas en que Adi contempla hierático videos (de “The act of
killing”), ello con reminiscencias poéticas en su pose mesurada de visión del
horror humano, su tranquilidad ante lo que oye da escalofríos, utilizándose la banda
sonora como metáfora del silencio ante la sinrazón.
Esto el realizador lo combina con imágenes de la
cotidianidad de Adi, la madre cuida cariñosamente a su enjuto padre, unos
“huesos” que respiran a duras penas, la madre lava su escasa piel desnuda con
devoción, con grimantes primeros planos del rostro de él, faz absorbida por los huesos, sin dientes, sin más cerebro
que un bebe, siendo líricamente muy humano, esto contraponiéndolo a la barbarie
que oímos, se suman secuencias de Adi con su hija pequeña y como le lee un
cuento en una libreta con la portada de Mickey Mouse, esto, como bien he leído,
puede entenderse con el subtexto de la infiltración estadounidense en esta
sociedad, que entroncaría con otra secuencia en que se ve unos niños jugando
mientras en un televisor se ve un anuncio de la marca de neumáticos Goodyear,
compañía con grandes tentáculos en el país asiático, Indonesia es uno de los
grandes exportadores de caucho con el que se hacen estos neumáticos, donde la
empresa invierte millones, esas inversiones quedaban desprotegidas con el
gobierno de Sukarno que derivaba hacia el comunismo, causa por la que USA apoyó
el golpe de estado de Suharto, estos elementos se dosifican sutilmente en el documental.
Incluso en un momento uno de estos asesinos justifica puerilmente sus
“tropelías” <Los Estados Unidos nos enseñaron a odiar a los
comunistas”, pero es que sus justificaciones son tan peregrinas que darían
lástima por su incultura si no fuera porque son indignos de provocarla, dicen
queriendo transmitir empatía en el espectador que eran “comunistas”, “no creían
en Dios”, “robaban a nuestras mujeres”,
Momentos recordables: Adi entrevistando a su tío,
celador de prisiones durante los años del genocidio, llegó a ser guardián de
Ramli, Adi le cuestiona sobre su proceder, el tío responde que no podía hacer
otra cosa, si no hubieran tomado represalias contra él, es la justificación de
los que sostienen con su aquiescencia el mal; Cuando Adi se entrevista con una
familia de un asesino de su hermano, Amir Hasan, ya muerto, la viuda dice no
saber nada de sus sanguinarias atrocidades, esto mientras Oppenheimer les saca
un portátil con imágenes de archivo en que el sádico en 2003 cuenta a cámara
orgulloso un libro con dibujos de sus torturas estilo comic heroico, tutulado cínicamente
“Rocio de sangre”, los hijos iracundos piden lo deje, Adi aguanta con una calma
sobrecogedora, tremebundo; Irritante tomadura de pelo imágenes de archivo de la
NBC de la década de 1960 donde el reportero Ted Yates entrevista a un
funcionario indonesio y este cuenta que los comunistas han pedido ser
ejecutados, sin comentarios; Dos torturadores exhiben su impunidad contando en
las idílicas orillas del río Snake el modus operandi con los “rebeldes”, relato
que hiela la sangre por lo macabro y desalmado de las “bestias que lo narran
alegremente; Cuando vemos imágenes en que un profesor cuenta a los alumnos la
tergiversada historia oficial de esos nefastos años, retorciendo de modo
nauseabundo la verdad, y es que como siempre la historia la escriben los
vencedores; Adi visita a uno de los asesinos, vive senil con los cuidados de su
hija de mediana edad, la hija al principio se siente orgullosa de lo que hizo
su padre, lo ve como un héroe, entonces el senil anciano acierta a decir que
bebía la sangre de sus víctimas para no enloquecer, el rostro de su hija se
tuerce, no sabía este horror, entonces Adi dice que uno de estos ejecutados
vilmente era su hermano Ramli, la hija ríe torpemente, como si ella hubiera
esperado que los matados por su padre fueran entes “malignos” sin familia, la
cara de ella torna a confundida, ya no ve a su padre como un “salvapatrias”, y llega
a pedir perdón, es lo más cerca que Adi está de un arrepentimiento.
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