LOS MEJORES AÑOS DE
NUESTRA VIDA.
Valiosa obra del gran William
Wyler, un cálido y entrañable homenaje a las personas que lucharon en la
Segunda Guerra Mundial y que al volver a “casa” se encuentran fuera de lugar, a
su complicada reinserción civil, vista a través de tres veteranos de distintos
ejércitos, de la infantería, la aviación y la marina, con un enfoque mosaico,
sobre sus dificultades con su familia, matrimonio, amigos, y laborales. Samuel Goldwyn se inspiró para producir una
película sobre los veteranos después de leer el 7 de agosto de 1944, un
artículo en Time sobre las dificultades
experimentadas por los hombres que regresan a la vida civil. Goldwyn contrató al ex corresponsal de guerra Mackinlay Kantor para escribir un guión, su trabajo
fue publicado por primera vez como una novela, “Glory for me”, Robert Sherwood (“Rebeca”) luego adaptó la novela como un
guión, el director Wyler había volado en misiones de combate sobre Europa en la
filmación de “Memphis belle” (1944), Wyler cambió el casting original en que aparecía un veterano que sufre trastorno de estrés
postraumático y buscó a Harold Russell, un
no profesional para asumir el papel del tullido Homer Parrish. Fue un
tremendo éxito de crítica y comercial, se convirtió en
la película más taquillera tanto en los Estados Unidos y el Reino Unido desde
de el estreno de “Lo que el viento se llevó”, vendiendo aproximadamente 55
millones de entradas en los Estados Unidos.
Asimismo ganando siete premios Oscars, incluyendo Mejor Película , Mejor Director (William Wyler), mejor actor (Fredric March), mejor actor
secundario (Harold Russell), mejor montaje (Daniel Mandell), Mejor guión adaptado (Robert Sherwood), y Mejor banda sonora original (Hugo Friedhofer), Russell también ganó un premio
especial por "traer esperanza y valor a los compañeros veteranos",
convirtiéndose en el único actor que ha ganado dos Oscar por un papel.
La acción principal tiene
lugar en Boone City, pequeña ciudad (ficticia) del Medio Oeste, entre 1945/46.
Narra la historia de 3 veteranos que regresan a sus hogares tras el final de la
IIGM. Al Stephenson (Frederich March), sargento de infantería, de media edad,
trabajaba en un banco, tiene una cariñosa esposa Milly (Myrna Loy), y dos
hijos, la joven Peggy (Teresa Wright), y el adolescente Rob (Michel Hall).
Homer Parrish (Harold Russell), marino, ha perdido en la guerra los dos brazos.
Fred Derry (Dana Andrews), piloto de bombarderos de brillante historial, de 25
años, trabajaba como dependiente en el bar de unos almacenes. Los tres tienen
problemas de adaptación familiar y laboral. Al en el banco choca con los
criterios de la dirección. Homer no se atreve a pedir a Wilma (Cathy O'Donnell),
su novia y vecina, que se case con él. Fred tiene dificultades en el trabajo y
en casa con su díscola esposa, Marie (Virginia Mayo).
Wyler muestra con mucha
fluidez narrativa este tríptico en el que a través de estos tres protagonistas
asistimos a sus temores, sus esperanzas, sus choques, sus frustraciones, sus
preocupaciones, sobre tres tipos que han luchado en la guerra y ahora deben
aprender a convivir en la paz del “hogar”, es mostrado esta travesía
existencial de modo gradual, primero con un efusivo recibimiento a los
combatientes, pero cuando la espuma baja queda la cruda realidad, su
reinserción no es lo fácil que debería para unas personas que arriesgaron su
vida por el país. Entonces en su vida ordinaria encuentran dificultades de
adaptación, por prejuicios sociales, bien sea por las secuelas físicas (de
Homer), las laborales (de Fred), o el alcoholismo (de Al), créditos para
proyectos (el tipo que va al banco a pedirlo), encontrarán el rechazo de alguna
gente que los ve como levanta-trabajos, otros que los ven como perdedores que
lucharon en una guerra equivocada, otros los ven como inútiles para el curro.
Todo desarrollado sin sentimentalismos, ni dramatismos excesivos, desde una
visión alentadora, desde el espíritu de superación se deben afrontar con coraje
los fantasmas d elos recuerdos y sus consiguientes pesadillas, sobre las ansias
de sobrevivir a después del Infierno de la Guerra, sobre salir a flote ante las
crisis, cuando la autoestima está por los suelos hay que sobreponerse, aporte
en los que te quieren.
El realizador construye con cariño y ternura a sus
personajes, los matiza y los hace tridimensionales, impregnándolos de vida
interior, de hondura psicológica, seres humanos con sus defectos y virtudes,
sabiendo sutilmente crear un halo de desencanto atmosférico, desenvolviéndolos
con situaciones y diálogos punzantes, sensibles, emocionantes, alejándose del
panfleto patriotero, mostrando una sociedad poliédrica en el recibimiento a
estos soldados héroes por un día, que después pasan a ser civiles anónimos, en
una reflexión hábil sobre la Condición Humana, todo esto aderezado por gotas de
humor desengrasante.

William Wyler deja su huella con una elegancia y saber
mostrar sensaciones de modo superlativo, ya desde su inteligente arranque, tres
soldados de los diferentes ejércitos viajan en un avión militar tras acabar la
guerra, rumbo a sus casas en Boone City, esa visión de los tres desde las
alturas de una ciudad que desde el cielo parece no haber cambiado, luego desde el
taxi miran con ilusión las calles de su ciudad, y llegamos al primero que debe
bajarse en su casa, dice que por qué no van al bar antes a tomar una copa,
denotando el temor al recibimiento, en este caso acentuado por los complejos
que tiene por no tener manos (perdidas en batalla), al final baja Homer y es
recibido con cariño por su familia, todo lo veremos en tercera persona, cual
voyeurs desde el taxi con Fred y Al, el primero dice ante lo que están viendo “Debemos felicitar a la Marina, entrenaron bien a ese
muchacho para usar esos garfios”, pero vemos el abrazo de la prometida Wilma de
Homer, con este estoico al poder abrazarla, y Al le replica a Fred “No pudieron
enseñarle como abrazar a su chica y acariciarle el cabello”, trémulo; Luego Al
es el siguiente, también inquieto por el recibimiento suelta lo de la última
copa, al final desembarca en su lujoso apartamento (marcando ya la clase alta), acogido con enorme cariño por su familia, aquí lo que destaca es el juego de
Wyler con las profundidades de campo, brillante en el pasillo como mientras
abraza Al a sus hijos al fondo se ve aparecer a su esposa estremecida; El
último es Fred, llega a la humilde casa de sus padres, Pat (Roman Bohnen) y Hortense Derry (Gladys George), remarcando la grieta social entre los civiles
(no existente en el ejército); Un primer tramo espléndido, donde quedan marcado
el sendero del metraje donde la maestría de Wyler queda exhibida en la
dirección de actores, en la edificación de escenas para el recuerdo, donde los
simbolismos y alegorías visuales son maravillosas, ejemplo la magnífica de
cuando Fred pasea por un cementerio de aviones de combate, ahora una gigantesca
chatarrería reciclable, Fred mientras observa los aparatos es inevitable que se
vea reflejado en ellos como un soldado al que reciclar.

Dana Andrews como Freed
encarna a un tipo resignado a tener que empezar de cero, el que parece sufrir
más estrés post-traumático de guerra, el símbolo de las complicaciones para
encontrar trabajo, muestra enorme dignidad, con una subtrama con su esposa y la
hija de uno de sus amigos, un tanto pastelosa y previsible, me sobra la vástaga
del amigo, solo con su hedonista mujer habría ganado en sentido dramático, la
otra mujer es una especie de imposición
de esperanza acomodaticia; Fredric March es Al, la clase alta, un acomodado
empleado de banco, que ahoga sus fantasmas en alcohol, el actor lo encarna con
carisma y mordacidad, lástima que su subtrama quede enredada en la de su hija
con el amigo; Harold Russel encarna a Homer, el ejemplo de los lisiados físicos
de guerra, de cómo se dan la mano los complejos de ellos con la condescendencia
de sus allegados, confundiéndose unos y otros, el actor amateur lo interpreta
con mucha emoción mezclándose realidad y ficción, en 1941, quedó afectado por el ataque de los japoneses a Pearl
Harbor por lo que se alistó
al ejército a la mañana siguiente. Mientras era
instructor y entrenador en la 13ª Airborne
Division en 1944, un cohete defectuoso le explotó en las manos mientras
realizaba una película de entrenamiento. Como resultado, perdió las dos manos
sustituyéndolos por dos ganchos que hacían las funciones de manos. Su actuación
dista de saber mostrar emociones más allá de su rostro pétreo, lo que nos llega
es su lenguaje físico con los ganchos, su afán de superación manejándolos con
enorme soltura y sobre todo un par de escenas en lo vemos como le quitan la
prótesis, quedando desvalido como el bien cuenta, la realidad en miscelánea con
la persona, trémulo; Teresa Wright queda un tanto pastelosa en un rol algo
forzado; Virginia Mayo borda su papel de sediciosa, superficial, hedonista;
Myrna Loy queda bien pero un tanto difusa; Cathy
O'Donnell demasiado plano su rol, sin
aparente carácter, sumisa ante la frialdad de Homer, aunque su rostro cuando
Homer se quita ante ella los garfios es enternecedora.
La cinta ha sido un poco
arrugada por el paso del tiempo, y nunca mejor dicho, pues su metraje es un
tanto excesivo para lo que cuenta, notándose alguna subtrama metida con
calzador, me refiero a la ya mencionada de Fred con Peggy, me sobra, nada
aporta, más allá de intentar dar una salida acomodada a su relato, sin ella
hubiera dado más fluidez; Tampoco la historia de Homer resulta bien
sintetizada, pues no hay evolución del personaje, y todo lo que le sucede llega
a la redundancia, una sobreexposición de su ganchos, nos quieren dar
remasticado su “problema”, ello sumado a una novia demasiado abnegada ante el
pasotismo de Homer, no muestra personalidad alguna ella, no me la creo; Tampoco su final aguanta bien al juez supremo
del paso de lustros sobre ella (spoiler).
Su puesta en escena es
excelente, con una formidable dirección artística de Perry Ferguson (“La
soga”), y George Jenkins (“Todos los hombres del presidente”), rodándose en el Condado de Arboretum de Los Ángeles y el
Jardín Botánico, en aeropuerto internacional de Ontario (California), aquí es el cementerio de aviones de combate (más de 2000), Estudios de
Raleigh, Hollywood , en Cincinati (la ciudad que desde el cielo ven los tres y que
representa la ficticia Boone), y las Samuel Goldwyn / Warner Hollywood Studios
. La fotografía es del gran Gregg Tolan (“Cumbres borrascosas”, “Las uvas de la
ira” o “Ciudadano Kane”), aportando crudeza realista a los fotogramas, jugando con
las profundidades de campo, esto va en dos vertientes, una en resaltar algo en
primer plano y segundo en dar vida a algo que ocurre en segundo plano,
maximizando la fuerza dramática de una escena, ejemplo cuando en el Bar, Homer con
Butch toca el piano ante Al, vemos en primer plano los garfios en sus ansias de
superación y en segundo plano a Fred en una cabina hacer una llamada telefónica
crucial, asimismo vemos de reflejos en espejos con personajes que intentan
auscultarse, muy bueno también la mezcla de sonido y de imagen cuando Fred
revive su tiempo en la guerra ha subido en un avión de combate para el
desguace, manejando zoom para infundir zozobra en el espectador, fenomenal. Se
suma la música de Hugo Fridhofer (“El gran carnaval”, “Veracruz” o “El baile de
los malditos”), con un estimulante score, con melodías de saxo sugerentes.
Spoiler:
Su referido final no
satisfactorio del todo, con un mensaje
bastante naif en su sentido de final feliz para todos y comieron perdices, me
queda chirriante y panfletario propagandístico, todo lo que no había sido hasta
entonces el film, igual es que fue impuesto por la censura, con un país deseoso
de mandar un grito de esperanza a sus veteranos, pero oy día me es estridente
tanto azúcar en su conclusión, por la ley de probabilidades alguno debería
haberse hundido

Momentos recordables, algunas
ya comentadas: Cuando un tipo comenta a otro sobre Fed buscando trabajo “Ahora
vuelven todos éstos como una plaga, a robar empleos y vivir del cuento. A
conseguir trabajo fácil gracias a sus uniformes y sus condecoraciones.”; Cuando
la esposa de Al le lleva el desayuno a la cama, él la abraza y tras una elipsis
vemos el desayuno intacto en la cama, que habrá pasado entre medias (ataque de
retórica)?; Milly a su esposo Al “Crees que nunca tuvimos problemas? Cuántas
veces te he dicho que te odiaba y estaba convencida de ello? Cuántas veces me
has dicho que estabas harto de mi y que todo había acabado entre nosotros? Cuántas
veces tuvimos que enamorarnos de nuevo desde el comienzo?”; El trémulo discurso
de un ebrio Al hablando sobre las garantías que piden los bancos, haciendo una
genial alegoría sobre las misiones de guerra; La discusión-pelea en el centro
comercial de Fred con un tipo que dice que los estadounidenses lucharon en el
bando equivocado; Homer rompiendo con ira
ventana con sus garfios al sentirse espiado como un monstruo de feria por su
hermana pequeña, Luella (Marlene Aames), y los amigos de ésta, escalofriante imagen
de él con sus ganchos sobresaliendo de la ventana; El clímax de Homer con su
novia en el dormitorio de este, cuando se quita ante ella los ganchos y él le
espeta "Esto es cuando sé que estoy indefenso Mis manos están ahí
abajo en la cama no puedo ponérmelas de nuevo sin tener que llamar a alguien en
busca de ayuda, no puedo fumar un
cigarrillo o leer un libro.... Si esa puerta se cierra de golpe, no puedo
abrirla y salir de la habitación. Soy tan dependiente como un bebé que no sabe
cómo conseguir algo, sino llorar por ello”, estremecedor oírlo, pues Homer y el
actor Harold Rusell son la misma persona; Capataz “Sabe usted algo acerca de la
construcción?”, Fred “No, pero hay una cosa que sí sé. Sé cómo aprender, igual
que aprendí el trabajo allá arriba”
Un clásico algo envejecido,
pero aún mantiene vigencia en su fuerza dramática y en su loa a los héroes
anónimos. Fuerza y honor!!!