AMANTES. (1991)
Vicente Aranda (1926-2015) |
Este 26 de mayo de 2015 ha muerto en
Madrid a los 88 años el director de cine
barcelonés Vicente Aranda (nació el 9 de noviembre de 1926), realizador
irregular con films populares como la bilogía “El Lute”, “La pasión turca” o
“Juana la Loca”, pero donde tocó la cima del cine hispano fue en 1991 con la
estremecedora en grado sumo “Amantes”, valga esta crítica a este maravillosa
obra como un tributo a su persona.
El germen del film está en la serie del guionista,
productor y director Pedro Costa Muste “La huella del crimen” (1985), recreaba
en cada episodio autoconclusivo (con directores veteranos como Ricardo Franco,
Pedro Olea, Juan Antonio Bardem, Imanol Uribe o Vicente Aranda) un crimen real de
la España negra, esto en parte gracias a que Pedro Costa había trabajado en el
periódico de sucesos “El Caso”, los capítulos trataban de fondo la problemática
geosocial de su tiempo. Para su segunda temporada en 1991 Vicente Aranda iba a
dirigir el que cerraba la temporada, pero ante el buen material del que se
disponía se decidió fuera un largo que se estrenara en cines, siendo un éxito
de taquilla y público, ganado el Goya de ese año al mejor film y al mejor
director, además del Oso de Plata del Festival de Berlín a Victoria Abril. El
crimen en el que se basa acaeció en Burgos en 1948, la acción se traslada a
mediados de los 50, se conoció como “El Crimen de la Canal”.
Arranca en el
escenario del Madrid de mediados de los 50, allí Paco (buen Jorge Sanz) es un
joven de provincias que acaba de licenciarse de la mili, tiene por novia a Trini
(gran Maribel Verdú), una remilgada e ingenua que es asistenta en casa en casa
de un comandante (Enrique Cerro). Paco mientras busca trabajo en la ciudad se
hospeda de alquiler en una habitación en la casa de una viuda, Luisa (gran
Victoria Abril), y entre Paco y Luisa comienza una tórrida relación sexual.
La película es
una radiografía gris de una España mustia, contado con un realismo que raya en
el naturalismo, una a historia de perdedores, un retrato social mordaz,
desarrollado con una crudeza que desgarra, te toca la fibra sensible sin ser
sensiblera, relato de pasiones desatadas, de lujuria, de celos, de traiciones,
de codicia, del despertar de la inocencia, enmarcado en un triángulo de amores
descarnados, posesivos, obsesivos, con una interrelación entre los
protagonistas que te sacude, te inquieta, te perturba. Acontece en la España
anclada en la posguerra, angostada en sus miserias, en sus mojigaterías religiosas,
en su doble moral, en su hipocresía, un lienzo sobre una época oscura, con
tintes del mejor cine negro, un thriller enfermizo que te va punzando el
corazón en un increscendo dramático sofocante, hasta llegar a su escalofriante
final, una de las cumbres del cine patrio. Construye un relato dominado por las
mujeres, dos leonas de diferentes caracteres luchando por su presa, por un lado
Luisa, una mujer fatal, un experimentada en el sexo, independiente, una mujer
sofisticada, lujuriosa, una timadora, y en el otro lado Trini, una criada
timorata, muy religiosa, dócil , reprimida, virginal, y de amor puro, intenta
ganarse al principio a Paco con la cocina, y en medio un títere de las dos, un
chico voluble, ocioso, dominado por los bajos instintos, se convierte en un
trozo de carne para las dos, donde el sexo es el arma de las dos, y en este
escenario sórdido, asfixiante, cerrado, el amor desesperado, el irracional, el
trágico. Edifica Aranda una tensión sexual fascinante, te crees sea un pelele
Paco en manos de Luisa, ello con escenas de sexo nada gratuitas, ardientes y
fogosos tramos necesarios para entender las motivaciones de los protagonistas,
en una evolución de amor fatalista. La narración está imbuida de una intensidad
tremebunda, que te arrastra, te remueve las entrañas, ello con una delineación
de personajes tridimensionales, matizados, defectuosos, muy humanos con los que
a pesar de sus taras morales empatizas. El ritmo es sereno y pétreo, mesurado,
te absorbe, deja que los personajes exuden profundidad. Me recuerda en cierto
modo a un cruce entre “Un lugar en el sol” (1951) y “Fuego en el cuerpo”
(1981). Muy perverso el que la historia trágica acontezca en navidad, símbolo
de la felicidad, aquí se le da la vuelta para exponernos que estas fechas de <Feliz
Navidad!> son impostadas, artificiosas, estoy de acuerdo, no me gusta la
mojigatería de cómo estamos en estas fiestas haya que estar con una sonrisa, en
realidad el crimen sucedió el 15 de mayo de 1948.
Las actuaciones
del trío son extraordinarias. Maribel Verdú jamás ha estado mejor, nunca ha
emocionado tanto, emite bondad, ilusión, candidez, buenos sentimientos,
dulzura, y cuando rompen su corazón su hastío te llega, te incomoda, te
mimetiza con ella, soberbia, su tierna entonación te abruma, con una mirada que
te enamora, con un amor que impresiona, con momentos tremebundos, toda una
lección de interpretación contenida que te arrolla, siendo Colosal su última
escena hace que los latidos de tu corazón se paren, Antológica. Victoria Abril
está maravillosa, una viuda negra, una mantis religiosa, una depredadora
sexual, su sensualidad y pasión te toca, su perfidia, su maldad, su arrogancia,
su elegancia, la naturalidad con que se mueve, la lujuria con que fornica, su
papel me recuerda al de Kathleen Turner en “Fuego en el cuerpo”, Colosal. Jorge
Sanz tiene el problema de estar entre don actrices grandiosas en sus momentos
cumbre, es un juguete roto que se mueve entre ellas, lo hace muy bien
exhibiendo falta de carácter, fragilidad, sugestión, te crees es un títere, su
desorientación es notoria, no sabe que es lo mejor para él.
La puesta en
escena es excelente, todos los elementos para provocarte sensaciones, con una
estupenda dirección artística de Josep Rosell (“Juana la Loca”, “La lengua de
las mariposas” o “El orfanato”), trasladándonos con sus escenarios de Alcalá de
Henares, Algodor (Madrid), Casa Uceda (Guadalajara), Torrelaguna (Madrid),
Madrid y el Magno uso de la Catedral de Burgos a la España de los 50, con su
ambientación de callejeo, y sobre todo con la fascinante fotografía de José
Luis Alcaide (“El sur”, “El viaje a ninguna parte” o “Belle epoque”), con un
patinado de frialdad, con cielos siempre grises, nunca se ve el sol, luz
macilenta, resaltando los marrones, con especial énfasis en la creación de un
lugar claustrofóbico del piso de Luisa, con un espectacular manejo de la lluvia
y la nieve para emitir tristeza, y esto
adornado por la deliciosa música de Pepe Nieto (“El bosque animado”, “Días
contados” o “El Caballero Don Quixote”), un acompañamiento sutil que canaliza
sentimientos, te hace zozobrar con sus notas de piano, y con un perverso uso de
los villancicos, siendo el súmmum el que se oye en el momento álgido frente a
la Catedral de Burgos.
Spoiler:
Momentos recordables: El primer encuentro entre Paco y Luisa, en el piso de ella, luisa con un kimono asiático (símbolo lujurioso), está decorando un árbol de navidad, le enseña la habitación mientras saborea un caramelo, las Puertas del Infierno se han abierto para Paco y de él ya no saldrá; Los lujuriosos tramos sexuales entre Luisa y Paco, atención al juego perverso que da un pañuelo, el calor y desenfreno se palpa; Los dos abrumadores e intensos momentos en que se encuentran Trini y Luisa, la primera vez por la calle, Trini va del brazo con Paco, la tensión se puede cortar con un cuchillo, Trini se da cuenta de todo por las miradas, formidable, el otro momento es en las escaleras del piso de Luisa, Trini tras haberse acostado (desvirgado) con Paco espera Luisa para restregarle la batalla que ha ganado, magnífico; El tramo de la visita de Paco y Trini a la madre de esta, captamos el sufrimiento de ella, le viene por vía materna; Y por supuesto todo el tramo final, un tsunami de emociones desbordadas que nos sobrecogen, como Paco engaña a Trini para viajar a Burgos a comprar supuestamente un bar, ella viaja con un cuadro del Cristo del Perpetuo Socorro (hecho real), luego tenemos el encuentro entre Paco y Luisa enfrente de la imponente Catedral de Burgos, una fuerte nevada cae a modo presagio trágico, trémulo, y ya el paroxismo dramático, uno de los zenit de la filmografía española y más, Trini se sabe engañada, se sabe perdedora del duelo contra Luisa, sale a andar por Burgos con Paco, su dolor la asfixia, llueve copiosamente, derritiendo la nieve, pide a Paco sentarse en un banco (el mismo en el que estuvo Paco con Luisa) frente a la Catedral de Burgos, Paco cubre a los dos o con una gabardina, Trini le comenta su inmensa angustia, te sobrecoge, y saca una navaja de barbero de su bolsillo, y le pide a Paco la mate pues ella no se cree capaz de hacerlo, le coge la mano con la navaja, la cámara con mucha elegancia baja a los pies de ella, vemos se quita el calzado y pone sus pies con medias sobre la fría nieve y de pronto se quedan inertes y un hilo de sangre cae del banco, se abre el plano y Paco se levanta mirándose las manos cubiertas de sangre, le deja la gabardina y se aleja, estremecedor, escalofriante, punzante, entonces la acción pasa a la estación de tren donde Luisa se ha montado para partir, Paco aparece en el andén y se acerca al vagón de Luisa que lo mira, él posa sus manos ensangrentadas sobre la ventanilla, él sonríe ella le corresponde, sale del vagón y se abraza a Paco, sublime como te hace removerte.
Una de los
mejores films del cine español, una Obra maestra que te estremece, sobrecoge y
turba por su poder de emocionar y conmover. Fuerza y honor!!!
La historia real en la que se inspira el film:
José García San Juan |
El crimen de La Canal, sirvió de base argumental para
la película, ha permanecido oculta durante más de medio siglo en el archivo de
Fotos Fede, en Burgos. En 1948 Burgos tenía 30 conventos y dos cabarés. Sus
calles estaban pobladas de hábitos y uniformes y en el paisaje urbano abundaban
más las monjas, los curas, los frailes y los militares que los civiles. En
aquel Burgos arraigadamente franquista y rancio tuvo lugar un crimen que
horrorizó a la ciudad: el crimen de La Canal. El crimen se fraguó en Madrid y
sus protagonistas nada tenían que ver con Burgos. Se originó en el madrileño barrio de Tetuán de las Victorias, en un cuartel de caballería en el que José
García San Juan (24 años) estaba destinado como ordenanza del comandante Álvaro
González Fernández-Núñez. El soldado había nacido en Prádena (Segovia) y, como
tantos otros por aquellos días, decidió quedarse a vivir en Madrid una vez
concluido el largo servicio militar. Su intención era labrarse un porvenir,
cometió un error y lo que se labró fue un sendero directo al patíbulo. Tenía
una novia formal, la cocinera del comandante del que él era asistente, Dominga
del Pino (30 años) pero se lio con una viuda que le alquiló una habitación
cuando tuvo que abandonar el cuartel. La mujer se llamaba Francisca Sánchez
Morales y casi le doblaba la edad pero, como señaló la sentencia que les
condenó a ambos a muerte, «se sintieron atraídos desde los primeros momentos y
dicha atracción se intensificó de tal forma que empezaron a hacer vida
marital». Francisca debía de ser un hacha en lo de hacer vida marital porque,
como apuntan los diarios de la época, «José se convirtió en un juguete en manos
de la pérfida viuda». Y era gran experta también en el timo «larguero o del
cuento largo», que consiste en vender o traspasar una propiedad ajena sin el
conocimiento de sus verdaderos propietarios .José se sentía en la gloria con
una novia formal y hacendosa para casarse y la viuda, que le proporcionaba una
desenfrenada experiencia sexual. Se sentía en la gloria ... pero despertó en el
infierno. Francisca se moría de celos y de desazón al pensar que «la tonta de
la cocinera» podía arrebatarle aquella bendición que el cielo había tenido a
bien regalarle. Y cuando un día, ante el raudal de insultos y mofas que
Francisca le dedicaba a «la fregona», al inocente de José se le ocurrió
comentarle que Dominga no era tan tonta ni tan poca cosa como ella consideraba,
tenía ahorradas unas 20.000 pesetas, a la viuda se le dispararon las antenas. Se
inventaron un bar en Aranda de Duero y José le mostró a Dominga un documento
conforme al cual había entregado 5.000 pesetas como paga y señal del traspaso.
Ahora tenían que viajar a Burgos a firmar los papeles definitivos ante un
notario y después, antes de abrir el negocio, se casarían. Cogieron el tren con
todas sus pertenencias, incluido un cuadro de la Virgen del Perpetuo Socorro
del que Dominga no quería separarse. Francisca, la viuda, les siguió de cerca,
acechante. Llegaron a Burgos el sábado 15 de mayo de 1948 y José y Dominga se
hospedaron en la Pensión Riojana, cenaron en Casa David y se acostaron. El
domingo José madrugó para reunirse con Francisca en un bar de la calle de la
Merced. Estaba eufórico porque ya había conseguido el dinero pero Francisca le
hizo ver que Dominga les denunciaría y acabarían en la cárcel. Sólo había una
solución y la viuda la expuso con crudeza: «La sacas al campo, la cortas el
pescuezo y ya está».Y así lo hizo, llevando consigo una botella de medio litro
de Anís del Mono para que le infundiera valor. Ya habían dado las seis cuando
llegaron a La Canal y se sentaron en el suelo, junto a la parte trasera de un
cuartel de artillería que José había visitado con su comandante. Como llovía
intermitentemente se cubrieron con la gabardina de él y así oyeron el toque de
oración del cuartel vecino. Ya oscurecía cuando José, que tenía a Dominga medio
abrazada, sacó la navaja barbera y le hizo un tajo en la garganta. Huyó
llevándose su gabardina y la botella de anís.Se encontró con Francisca en la
estación y viajaron a Valladolid. Cuando a la mañana siguiente fue descubierto
el cuerpo de la cocinera, la Policía lo expuso públicamente dando lugar a
macabras confusiones, pero finalmente fue reconocido por la camarera de Casa David
y el encargado de la Pensión Riojana. El miércoles de aquella semana los
crueles amantes fueron detenidos. Centenares de personas se aglomeraron a las
puertas de la Audiencia para increpar e insultar a los detenidos, especialmente
a Francisca, quien, según el Diario de Burgos, «correspondía a los denuestos
del público con sarcásticas sonrisas». Y el sábado 22 de mayo se llevó a cabo
la reconstrucción de los hechos.Por aquella época la Policía carecía de casi
todo, incluso de equipos fotográficos, y fueron reclamados los servicios de un
fotógrafo-reportero que trabajaba desde el final de la guerra en el Diario de
Burgos y que tenía un estudio, Fotos Fede, que todavía existe en la actualidad.
Federico Vélez, legendario fotógrafo que retrató toda la historia de Burgos
desde los años 20 a los 70, en que falleció, se presentó en La Canal con una
Voigtlander de fuelle que disparaba placas de 6x9, que habían dejado los
alemanes cuando la guerra, que alguna cosa buena al menos tenían que dejar. A
Francisca le tocó interpretar el papel de la difunta Dominga, la víctima. José
estaba muy nervioso y se mostraba atemorizado. La actitud de la viuda, en
cambio, era de tal descaro que en un momento en el que el muchacho dudó al
contestar a una pregunta del juez, ella le increpó diciéndole: «No seas julai.
Vamos, lo hemos hecho y tenemos que pagarlo. Di todo lo que hay...».Luego
vendría la condena a muerte para ambos y el recurso ante el Tribunal Supremo,
al que su defensor de oficio no se presentó alegando anginas. Las dos penas de
muerte fueron confirmadas y los amantes se beneficiarían de un indulto
particular y la conmutación por 30 años. Nunca más volvieron a verse. Francisca
falleció al poco de abandonar la cárcel y José salió en libertad a mitad de la
década de los 60, cerca de cumplir los 40. Según informadores de su Prádena
natal, logró rehacer su vida y se convirtió en un próspero empresario de la
construcción afincado en Zaragoza. Las fotos de Federico Vélez durmieron años
en su laboratorio. El crimen tan sólo tuvo una repercusión local porque en la
España de aquellos días no se permitía hablar de crímenes ni de casi nada.
(Pedro Costa)
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