LA BARRACA. (1979
SERIE TV)
Notable adaptación a la
pequeña pantalla de la memorable novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez de
1898, Televisión Española en 1979 estrenó esta brillante serie de nueve
episodios, un año después otra gran adaptación del escritor valenciano, “Cañas
y barro”, repiten gran parte del mismo equipo, con un escenario similar, adaptada fielmente al libro por Manuel Ortí (“Cielo negro” o “Cañas y
barro. La serie”) y dirigida por León Klimovsky, con una admirable
ambientación y
Sobresaliendo un elenco actoral en estado de gracia.
El escenario la Valencia
rural de finales del SXIX, la huerta levantina, allí un anciano, el tío Barret
(Eduardo Fajardo), con cuatro hijas es echado de su barraca por Don Salvador (Adrián
Ortega), el dueño de la tierra por no pagarle las deudas, tras pasar su familia
allí generaciones en su desesperación el tío Barret mata a Don Salvador, Barret
es encarcelado hasta su muerte. Entonces la huerta como Fuenteovejuna juran que
nadie vivirá y llevará la tierra del tío Barret, el líder los hortelanos es
Pimentó (Luis Suárez), un ocioso pendenciero casado con Peteta (Lola Herrera).
Entonces pasados unos años se instala nuevos arrendatarios en la barraca, una
humilde y trabajadora familia, el patriarca es Batiste (Álvaro de Luna), su mujer Teresa (Marisa de Leza), y sus hijos Roseta (Victoria Abril), Batistet Ramón, Eustaquio y el pequeño Pasqualet. La huerta les recibe con hostilidad, haciéndoles el vacío primero, para después ir la situación en increscendo de
situaciones donde late la violencia más primaria. También tienen importancia en
la historia Tonet (Juan Carlos Naya), un joven enamorado de Roseta, el pastor
(Eduardo Calvo), un sabio ciego, Don Joaquín el maestro (Gabriel Llopart), el
médico (Miguel Ayones), una de las hijas del tío Barret (Amparo Climent), que
se ha metido a meretriz en Valencia.

La serie en un tono claramente
dramático, mezcla con inteligencia romance, humanismo y pequeñas dosis de
humor. Los episodios se mueven con una intensidad dramática sofocante, con
picos de tragedia punzante, construyendo un clima claustrofóbico, asfixiante,
viciado, en una historia desesperanzadora, donde se reflexiona sobre las
miserias de la Condición Humana, el odio, la sed de venganza, los prejuicios,
la hipocresía, el desprecio, ello enfrentado a la bondad, el amor, la fuerza
vital, la esperanza, la ilusión, la fe, el sueño de un mañana mejor, las ganas
de vivir, la dignidad, la nobleza, en un
choque de trágicas consecuencias donde lo peor de la naturaleza del ser humano
sale a flote, reflejado en una España Negra, atávica, amarrada normas
ponzoñosas, y de fondo la dura vida en el campo, un microcosmos aparte de la
civilización, con sus propias normas, ejemplo es que nadie quiere denunciar a
las autoridades las tropelías que allí ocurren, se masca crudeza de este
despiadado entorno. Ello desarrollado con diálogos profundos, mordaces,
trémulos, enervantes, con explosiones de rabia y de dolor que te pinzan los
sentimientos, todo gracias a una evolución del relato con momentos zozobrantes,
que te sacuden, que te angustian, y es que la serie teje una gran empatía con
los personajes, sobre con esta familia de perdedores que son los Batiste, te
hieren sus desventuras, las trabas que ponen a su ilusión, a sus ansias de
emerger dignamente de la pobreza, impresionante su drama como te hace
mimetizarte con su tormento, como te hace hastiarte la imcomprensión de la sin
razón de sus convecinos, narrado con una emotividad a flor de piel.



La galería de actores realizan
una labor espléndida, una delineación de caracteres esmeradamente tallados. Álvaro
de Luna está tremendo como el sufridor y noble padre coraje, un buen hombre que
defenderá con todo a su familia, sabe transmitir toda una gama de emociones,
una actuación visceral, racial, muy sentida. Marisa de Leza compone a una
conmovedora madre, desprende dulzura y mucha hondura, con una mirada muy
sensible. Luis Suárez no está tan bien como el resto, se le nota un poco
forzado, se le ve encorsetado y no demasiado natural, en sus chulerías y
bravuconerías se me hace no demasiado creíble. Victoria Abril resulta una muy
tierna presencia, desborda cariño y es complicado no enamorarse de su angelical
belleza. Lola Herrera en un rol magnífico, inunda la pantalla con su arrojo,
poderío y garra. Juan Carlos Naya interpreta con pasión al joven valiente y
sensible, posee una tremenda química con Victoria Abril, cuando los dos están
juntos sus miradas despliegan amor puro juvenil. Eduardo Fajardo en el único
capítulo que sale deja huella por su emocionante descenso a la peor de las
miserias, con un patetismo hondo nos cala su sufrimiento, maravilloso. Adrián
Ortega en su papel de cacique terrateniente desalmado compone en pocos trazos a
una víbora sibilina, de porte ratonil, extraordinario. Eduardo Calvo como el
pastor ciego encarna con hidalguía y fuerza a un hombre que a pesar de su
ceguera lo ve venir todo de lejos, con un poderío de voz estremecedor, cada vez
que habla sentencia, sublime. Gabriel Llopart recrea a una figura del maestro
muy tierna, un tipo muy culto, que habla de modo sibarita, en realidad es un
pobre hombre que vive con su mujer de modo frugal, con penurias, siendo para
ellos un café un lujo, tiene unas charlas deliciosas con Batiste. Miguel Ayones
como el doctor da un papel de gran energía, de hondura psicológica, con
soliloquios formidables con Batiste. Amparo Climent como la hija del tío Barret
que trabaja de prostituta intentando ganar dinero para comprar la barraca,
interpreta de modo furibundo e intenso su rol, escaso, pero deja huella.
La puesta en escena resulta
bastante realista, con unos parajes rurales en los que se respira campo, sol,
calor, dureza ambiental, con un vestuario feista, mugriento, macilento, esto
realzado por la fenomenal fotografía de Manuel Merino (“El Conde Drácula” o
“Cañas y barro. La serie”), muy luminosa en exteriores, acentuando el poder
abrasador del sol, y abrazando a los personajes en las penumbras nocturnas.
Asimismo es reseñable la estupenda música de Alfonso Santisteban en los
créditos iníciales, así como una linda canción en los finales, interpretada por
Victoria Abril, muy adecuada a l tono melancólico de la serie.



Momentos recordables: Cuando
el tío Barret intenta convencer a Don Salvador de que lo deje en la barraca, el
cacique le dice que quien es él para intervenir en la justicia, menudo
hipócrita, si es el que la ha azuzado es él; La pavorosa escena del tío Barret
asesinando a Don Salvador, terrorífica; La primera charla entre Peteta y la
hija del tío Barret; La ilusionante llegada de la familia Batiste a la barraca;
El desalmado juicio de las cortes del agua que sanciona a Batiste; El ácido
primer viaje de Roseta con las chiquetas a la fábrica, ella alegre saludando a
las demás y estas haciéndole el vacío, conmovedor; La paliza ruin que las chiquetas
dan a Roseta cuando esta va a por agua; El cálido primer encuentro entre Roseta
y Tonet, se respira un cariño puro, desprovisto de cualquier malicia; La paliza
desgarradora que los niños da a los tres chillos de los Batiste, siendo cruenta
la que dan al más pequeño, Pasqualet, de una alegoría violenta deshumanizadora,
nos viene a decir que el salvajismo avernal lo incuban desde niños; La visita
que el maestro y su esposa hacen a los Batiste con Pasqualet gravemente herido,
dejando una tristeza en el aire sangrante con una labia del profesor prodigiosa
en su poder de estremecer; Las charlas que el pastor tiene con Batiste, es el
duro y adusto portavoz de la huerta, sereno pero pétreo; Las charlas lapidarias
que el doctor tiene con Batiste, con el mantra de <toma el carro>; El velatorio
por Pasqualet, donde todo parece dar un giro, parece que la gente de la huerta
los ha acogido, todos son afables y amigables, de lo malo ha surgido algo bueno,
quedando asimismo demostrada la hipocresía de la gente, pues lloran como
plañideras la muerte con la familia, cuando hasta entonces no se dignaban
siquiera a saludarlos; La desgraciada visita de Batiste a la taberna, donde por
la borrachera de Pimentó se produce una bronca entre este y Batiste sin
retorno; La agria segunda charla entre Peteta y la hija del tío Barret; El
último encuentro entre Peteta y Teresa, escalofriante; La reunión familiar en
que deciden los Batiste uno a uno que se quedan; El clímax de la serie,
comienza en un tramo bucólico de cacería
de perdices de Batiste con su perro, con una música linda, y de pronto todo se
torna en un duelo a muerte, surge un disparo de la nada, Batiste intenta huir
cuando un proyectil le alcanza, cae al suelo pero consigue responder a la
sombra que ve, lo hace gritando <Pimentó!!!>, le acierta, y la figura se
aleja malherido; Cuando Batiste se entera que Pimentó ha muerto, y remarca
furibundamente que de allí no se va rompiendo el carro; La charla que Tonet tiene con Batiste sobre su hija Roseta, estremece la fuerza de voluntad de
Tonet; El trágico final, tras la muerte de Pimentó, a la noche Batiste se
levanta por oler raro, se da cuenta que la barraca ha comenzado a arder,
despavorido avisa a sus hijos y mujer, salen con los puesto a fuera, allí
observan tremebundos como la barraca está en llamas, consumiéndose rápidamente,
entre tanto el caballo, Blanco, huye aterrado ante la triste mirada de Batiste,
el hijo mayor, Batistet, corre entre las barracas vecinas a pedir ayuda, vuelve
cabizbajo diciendo que ni las ventanas han abierto; En el epílogo, por la
mañana, con poco más de lo puesto se disponen a marchar a pie del maldito
lugar, antes llega Tonet a decirle a Batiste que él va con ellos a donde ellos
vayan, como un perro dice, escalofriante final, deprimente retrato de la
Condición Humana, no da tregua a nuestro mezquino comportamiento. De los
finales que recordaras por siempre.
Encuentro raro que cuando
Batiste le rompió el taburete en la cabeza a Pimentó, el primero hiciera
guardia en la barraca, pero sin embargo cuando ocurrió algo peor, la muerte de
Pimentó, batiste se acostara tan tranquilo, me chirría. Otro elemento que echo
en falta, no sé si aparece en la novela, pero es que se supone que toda esta
gente de la huerta es muy católica, y no se les ve ir a la Iglesia, ni hay cura
por los lares, me extraña.
En conjunto
me queda una gran serie dramática que refleja brillantemente un microcosmos
opresivo angustioso que nos hace estremecernos por lo bien que han sabido que
conectemos con los personajes. Fuerza y honor!!!
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