EL HUNDIMIENTO.
Notable y muy valiente fresco
del director germano Oliver Hirschbiegel, narra con neutralidad
desprovista de maniqueísmos la Caída del Régimen Nazi, destinado según su
mesías a perdurar mil años, por suerte fueron algunos menos, cuenta con un
vigor radiante los últimos días del nefasto tirano Hitler en su reclusión
voluntaria del búnker, un retrato que lo enfoca de modo humano, algo muy
criticado, por darle alma a este Demonio, pero es que eso es lo que debe dar
más terror que una persona común, con sentimientos, fuera capaz de provocar
tantas y tantas muertes, fuera capaz de ser seguido ciegamente por gente de
todo tipo. El audaz guión de Bernd
Eichinger (también produce), se basa en varios libros, el de Joachin Fest,
“Hasta la hora final”, el de las Memorias de Traudl Junge (secretaria personal
de Hitler en sus últimos años), co-escrito con Melissa Müller, el de las
Memorias de Albert Speer, “Dentro del Tercer Reich”, el de Gerhardt Boldt, “Los Últimos días de Hitler: Relato de
un testigo”, el del doctor Ernst-Günther Schenck, “Das Notlazarett unter der Reichskanzlei: Ein Arzt erlebt Hitlers Ende en
Berlín”, y el de Memorias “Siegfried Knappe, Soldat: Reflexiones de un soldado alemán, 1936-1949”, el libreto
consigue un lienzo desolador de la decadencia humana, con personajes encerrados
en el subsuelo, alejados de la realidad, con situaciones surrealistas,
delirantes, una especie de purgatorio, donde reina el caos, donde se hacen
fiestas bacanales con los rusos guerreando a las puertas de la ciudad, con un
protagonista absoluto que despliega sus delirios de grandeza mezclados con una
falta total de autocrítica, esputando bilis contra sus chivos expiatorios de
siempre, moviéndose por los extremos de la furia más desatada a los silencios
más absorbentes, ello interpretado por un suizo, Bruno Ganz, en estado de
gracia, transmutado en ese ser pusilánime que dominó el mundo y ahora se
encuentra preso física y psíquicamente de sus ansias de grandeza, de su
arrogancia, de4 su narcisismo, de su egolatría, y lo peor es que aún había
gente que le seguían, otros (pocos) intentaban salvaguardar la poca dignidad
que todavía les podía quedar, un micromundo de intrigas, mentiras, adhesiones
inquebrantables y mucho fanatismo, mientras en el exterior se vivía la
verdadera realidad, una ciudad masacrada por los soviética incesantemente, y enfrente
los referidos fanáticos que tenían entre sus filas a niños, dirigidos por gente
que no aceptaban la derrota, y preferían morir, no sin antes ser cómplices de
la destrucción del mundo. Sirve como un muy valioso documento histórico, una
clase de historia enérgica y muy aleccionadora, teniendo el valor añadido de haber
sido realizada por los propios alemanes, con lo difícil que debe ser mirarse el
ombligo de esta Negra época, que a muchos avergüenza.
El film arranca en 1942 en
“La Guarida del Lobo”, el Cuartel General de Hitler (grandioso Bruno Ganz) en
la Prusia Oriental, allí son convocadas varias aspirantes a secretarias del
Dictador Nazi, es elegida personalmente por el Führer Traudl Junge (Alexandra
Maria Lara), se produce una elipsis temporal y saltamos al 20 de abril de 1945, en el
56 cumpleaños de Hitler, la Batalla de Berlín está en marcha, los soviéticos se
acercan imparablemente a la capital germana, están a solo 12 km del centro de
la urbe. El cuartel General se ha trasladado a un Búnker bajo el Reichstag,
allí Hitler departe con el alto mando la situación de la contienda en un clima
caótico, la sensación de surrealismo se apodera del lugar y de los personajes,
el protagonista sufre constantes cambios de humor, manejando sobre un mapa ante
sus generales ejércitos que ya no existen, confiando en gente que ya no cree en
él, pero no se atreve a decírselo, con otros que le siguen fervientemente,
mientras los bombardeos son continuos, vemos subtramas en las calles donde se
mezcla la sinrazón de la guerra con otras personas que intentan traer algo de
dignidad a este submundo. En el relato tienen importancia personajes como la
pareja de Hitler, Eva Braun (Juliane
Köhler), Joseph Goebbels (Ulrich
Matthes), su esposa Magda (Corinna
Harfouch), el Ministro de Armamento, Albert Speer (Heino Ferch),
el SS Hermann Fegelein (Thomas Kretschmann), hermano de Eva Braun, que trabaja para el Reichsführer-SS Heinrich Himmler (Ulrich
Noethen), los Generales Wilhelm Burgdorf (Justus von
Dohnányi), Karl Koller (Hans H.
Steinberg), Helmuth
Weidling (Michael Mendl), Wilhelm Keitel (Dieter Mann)
y Alfred Jodl (Christian Redl), el Brigadeführer Wilhelm Mohnke (André Hennicke), la secretaria compañera de Traudl, Gerda Christian (Birgit Minichmayr), el doctor de las SS Ernst-Günther Schenck (Christian Berkel), un tipo que se niega a dejar Berlín a favor de asistir a enfermos de
un hospital, los gerifaltes nazis Martin Bormann (Thomas Thieme) y Hermann Göring (Mathias Gnädinger),
el chiquillo Peter Kranz (buen Donevan Gunian),
que combate a los tanques en derrumbada Berlín, y su padre Wilhelm (notable Karl Kranzkowski).
El inteligente guión trata el
tema sin posicionarse, toma distancia con los personajes, no los hace
empáticos, ni desagradables, desde la asepsia y el rigor, sin artificios
sensibleros, con imparcialidad, sin sectarismos, con gran intensidad, con enorme
naturalismo se nos exhiben los “grandes monstruos” en su lado intimista, una
visión singular que nos turba, ejemplo de esto es la singular presentación de
Hitler, en el inicio en el primer encuentro entre Traudl Junge, Hitler aparece
condescendiente, amable, comprensivo, dictando con delicadeza una carta, y
perdonando con ternura los errores en la transcripción mecanográfica, alejado
de la proyección (justa) de su imagen del Gran Satán del SXXI, nos descoloca hábilmente.
El film nos habla de la deshumanización, de no saber aceptar el fracaso, de lealtades
inquebrantables, de mantener el sentido común, de la irracionalidad de la
locura, de la delgada línea que separa el patriotismo del fanatismo, de lo confuso
de la palabra honor, de lo complicado que es mantener la nobleza y dignidad en
ambientes donde reina ferozmente la intolerancia, del la xenofobia, de si es
correcto desobedecer a tus superiores cuando crees que lo que te ordenan es
injusto, y sobre todo nos habla de lo pernicioso de los liderazgos incontestables,
del Adanismo, del Mesianismo.

Hirschbiegel dirige con ritmo
pétreo, sólido, ágil, asfixiante, componiendo personajes muy bien delineados, ricos
en matices, creando situaciones electrizantes por las emociones que desbordan, con
diálogos y soliloquios fulgurantes, en un cuadro deprimente de la Naturaleza
Humana, con gente que se cree que el mundo es solo una obra de teatro en la que
ellos son los protagonistas, y los millones que mueren son simples figurantes
sin alma, somos testigos de la patética personalidad de los canallas que
impulsaron la peor de la Guerras, de cómo el nazismo no lavó cerebros, los
centrifugó. El búnker se convierte en una especie de corte en descomposición,
donde un Hitler en el ocaso físico y mental es un rey macilento, allí las
intrigas palaciegas son continuas, traiciones, mentiras, ansias de suceder al “monarca”
a su esperada muerte, asistimos a como un demente manejaba tropas sobre un mapa
como el que juega al Risk, tropas solo imaginarias, ante la perplejidad de los
mandos, que no se atreven a decir la verdad, ello punteado por secuencias
bizarras, de borracheras, fiestas, bacanales, bailes, patéticas entregas de
medallas a niños, ejecuciones sumarísimas, ahorcamientos, calles sembradas de cadáveres,
cuerpos mutilados, acentuando el tono de Apocalipsis en que viven en el búnker,
todo con el trasfondo del sonido estridente de continuos bombardeos,
transmitiendo al espectador congoja y zozobra, lo hace sentir incómodo.

El director intenta crear un
mosaico más allá de la figura de Hitler, aunque siempre todo bajo su influjo
hay varias subtramas que dan una mirada poliédrica de los acontecimientos, está
la de la secretaria, que ve los hechos con una miscelánea de embrujo inocente y
melancolía, está la de los Goebbels, reflejo del fanatismo dogmático más
extremo hacia Hitler, está el doctor militar Ernst-Günther
Schenck, representa la sensatez y el humanitarismo en medio del horror, está la
subtrama del desencantado General Monke refleja el hastío del guerrero, pero
obligado por el sentido del deber, está la del niño Peter Kranz, un chico
empujado en su ingenuidad a combatir en las derruidas calles berlinesas,
reflejo de la sin razón de una guerra que convoca a niños a coger las armas,
esto mientras su padre Wilhelm, intenta que deje de “jugar” a la guerra, este refleja el cansancio
vital de la población civil.
Hitler es el absoluto
protagonista del film, tanto poder y fascinación desprende que cuando el no
aparece lo echamos en falta, bajando la intensidad, aún así su aura sobrevuela
cada fotograma, se nos expone con tridimensionalidad, con múltiples aristas,
pero con sutiles rasgos de humanidad, persona de carne y hueso, esto parece
dolió en su momento, el que se radiografiara al Tirano con sentimientos no gustó
a muchos, pero es que aunque duela incluso los más psicópatas arraigan algún tipo
de sentimiento, una bipolaridad que se manifiesta perturbadoramente durante
todo el metraje, donde lo vemos dar de comer con cariño a su perro Blondi, dar
las gracias por una buena comida al cocinero, mezclado con ataques de histeria,
bajones de humor que los sumen en silencios, colérico, adanista, monólogos
iracundos contra sus demonios personales, los judíos, e incluso el pueblo
alemán por no haber sabido ganar la guerra, un tipo inseguro, megalómano, acomplejado,
trastornado, alejado de la realidad, un paranoico asolado por la decrepitud
física, de andares encorvado, con ataques continuos de párkinson que intenta esconder a sus espaldas, un tipo temperamental y revanchista, capaz de
ansiar la destrucción de su nación, repudiando con desprecio e indiferencia a
la población, llegando a decir que no derramará lágrimas por ellos, proclamando
en sus estertores su irracional odia a los judíos.
Bruno Ganz metamorfoseado en
Hitler, no lo interpreta, lo clona, se mimetiza en él, lo dota de alma, el
actor estudió sus grabaciones, sus gruñidos, sus movimientos, para hablar como
él, expresarse como él, moverse como él, lo aleja de la fácil a caricatura histriónica,
le aporta frescura, originalidad, patetismo, nos emite como su cuerpo
sobrelleva el peso del fracaso, la decadencia física, su encorvamiento, su uniforme
desgastado, su mirada desorientada, tipo crepuscular que deja entrever el
furioso carisma que atesoró y que embrujó a todo un país bajo su perverso
influjo, ahora es solo una sombra de lo que fue, un ser que sueña en la
penumbra mirando meditabundo el cuadro de Federico El Grande, lo vemos evolucionar
gradualmente de la fe ciega inicial que es capaz de henchir a sus militares, evolucionando
por mor de las circunstancias adversas, las deslealtades, el nihilismo, la
inderrotable realidad, explota en coléricas diatribas inmisericordes, cayendo
paulatinamente, se atisba frágil, derrotado, gris, Colosal.

El resto del elenco cumple con
creces, pero opacados la atronadora actuación de Bruno Ganz. Alexandra Maria Lara como la secretaria aporta dulzura, ingenuidad, y una belleza
encantadora. Corinna Harfouch como Magda Goebbels
está tremenda en su devoción cuasi-religiosa por Hitler (sus seis hijos en su
honor tenían nombres que empezaban por la H), llega a decir fanáticamente <No
voy a dejar que los niños crezcan en un mundo donde no hay Socialismo Nacional>, tras esto protagoniza la escena más
desgarradora del film, el frío asesinato de sus seis vástagos, como primero con
gelidez brutal les da engañándoles un somnífero, la mayor no quiere y Magda la
fuerza oprimiéndola, tras ello cual, una vez dormidos los retoños, ella
flemáticamente, sin emitir sentimiento alguno les suministra las píldoras de
cianuro, haciendo que partan la cánula recipiente entre sus dientes, en un
sonido seco doloroso, una escena sin sangre que nos encoge el corazón. Juliane
Köhler como Eva Braun interpreta con la despreocupación adecuada a
la cándida pareja del Führer, organizando fiestas hedonistas en medio del caos
del derrumbe del régimen. Ulrich Matthes como Goebbels da
un perfil del siniestro adulador del Dictador. Christian Berkel
da muy bien con el doctor militar que se siente más obligado por su honor y
dignidad que por el nazismo. Heino Ferch
como Albert Speer encarna con elegancia y carisma al ministro capaz de desobedecer
a su Dictador, dándose cuenta de su locura autodestructiva. Thomas Kretschmann como Fegelein, el cuñado de Hitler, demuestra gran personalidad,
discutiendo directrices, se sabe en caída libre. André Hennicke como el General Monke dota de gran carisma a su empático rol, que
cuando le es encomendada la misión de dirigir la defensa de la capital dice que
hubiera preferido ser ejecutado. Y más.

Destaca su magnífica puesta
en escena, con un fabuloso diseño de producción de Bernd Lepel (“RAF” o “La
Papisa”), rodando en los realistas exteriores de San Petersburgo para recrear
la derruida Berlín, recordando a urbes colapsadas de otros films de la WWII,
como “Stalingrado” o “El pianista” con Varsovia, y construyendo un maravilloso
y laberíntico claustrofóbico búnker, Lepel dijo <No había margen para la fantasía, para la interpretación libre. Nuestra
apuesta fue por la autenticidad y logramos el efecto deseado. El escenario se
construyó de forma que la cámara no tenía por dónde moverse, siempre estaba en
medio. Normalmente se llevaba en mano. Sólo empleábamos luz natural, ya que
teníamos un techo fijo, sin grandes instalaciones eléctricas por arriba.
Queríamos que el público percibiese la fétida claustrofobia del búnker>, y a
fe que se consigue atosigar al espectador, lo asfixia, lo agobia, haciendo del
lugar un personaje más con vida propia, sus paredes hormigonadas nos oprimen,
sus alambicados pasillos, el tránsito estrecho de personas de un lado a otro, edificando
una atmósfera enrarecida, haciendo del reducido espacio una alegoría de unos
protagonistas encerrados en sí mismos, y todo esto realzado por la notable
fotografía de Rainer Klausmann (“El experimento” o “La invasión”) aportando iluminación
macilenta, tenue, dura, grisácea, como si estuviéramos en la antesala del
infierno, de expresivos primeros planos, de ágiles movimientos cámara en mano, subjetivos
sensibles, excelente para canalizar emociones, y todos estos recursos punteados
por la melódica música de Stephan
Zacharias, nada intrusiva, resalta el tormentoso sonido de las bombas cayendo
sobre la superficie y que producen inquietud en el espectador.
Spoiler:
En el
debe del film se pueden achacar varios elementos: Durante el film el realizador
demuestra gran coraje y audacia al no hacer juicios de valor, no intenta
moralizar, ni dar lecciones éticas, pero esta grata impresión se ve socavada
por su prólogo y epílogo, en que Hirschbiegel con la inclusión
del testimonio real de Traudl Junge parece disculparse por su asepsia, me
chirría, me queda forzado; Queda extraño, disfuncional, que en un film en no
nos privan de imágenes de muertes y sangre, el realizador haga un fuera de
campo para el doble suicidio de Eva Braun y Hitler, queda estridente, esto es
dar munición a quien critica el film, debería haberse mostrado su fallecimiento,
quedando una sensación de mitificación al privarnos de su patética muerte; Otra
tara que hayo es la estructura crisol de la trama, se deberían de haber
suprimido los segmentos del exterior del búnker, esto rompe el ritmo, baja la
intensidad, es interesante pero nos desvía de lo importante, lo que pasa bajo
tierra, son historias muy trilladas que aportan poco y lastran el conjunto
final de la intensidad, la cinta hubiera despuntado aún más si se hubiera
atenido totalmente al búnker, los niveles de agonía y asfixia podría habernos
dejado una marca indeleble, pero los saltos a la superficie le reducen
potencial.

Momentos para el recuerdo
(aparte de las ya comentadas): Las reuniones del Estado mayor con Hitler donde
este mueve ejércitos fantasmas; Los furibundos ataques de ira de Hitler ante
sus oficiales, un derroche de energía diabólica, esputando bilis verbal; Cuando
Hitler tiene reunido a sus gente de confianza y estos le aconsejan deje Berlín,
Hitler pide consejo a Albert Speer y este poéticamente le dice <Cuando el
telón de una obra de teatro baja el protagonista debe estar sobre el
escenario>; La lírica salida y paseo que hace Eva con Traudl a la superficie
para pasear al perro y aprovechar para fumar (en el búnker Hitler lo prohibía);
La cerermnia de condecoración de chavales de las juventudes hitlerianas en la superficie del
búnker, oficiada por Hitler, surrealista; El último encuentro entre Albert
Speer y Hitler, el primero le dice que lleva meses sin obedecerle las ordenes
de destruir las infraestructuras teutonas, pero a pesar de esto le sigue siendo
leal, Hitler se queda helado, Speer se levanta para despedirse ofreciéndole la
mano, unos segundos tensos en los que el Dictador no hace gesto alguno, fríamente
Speer sale del búnker; La fiesta organizada en el búnker por Eva Braun con
vestido de fiesta, con los militares desbocados, con Eva bailando en frenesí
sobre una mesa, todo bañado en alcohol, exhibiendo una felicidad artificial de
tintes apocalípticos, coronada por el final, una bomba estalla produciendo el
caos de la guerra, todo esto lo vemos desde los turbados ojos de Traudl; La crepuscular
boda civil de Eva y Hitler, vista en tercera persona desde lejos por Traudl, el
que fuera dueño de Europa se casa en un cochambroso cuarto, oficiando un funcionario
que realiza los votos con flema, llegando a preguntar a Hitler si es ario (por
mor de las leyes promulgadas por él), patética ceremonia; La frase de Eva sobre
Hitler <Le
conozco desde hace quince años y ni siquiera sé cómo es>.
En
conjunto me queda un notable film, un gran documento de historia, con un actor,
Bruno Ganz apoteósico. Fuerza y honor!!!
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