ROCKY IV
Todo un placer culpable
esta entretenidilla película. Siguiendo con mi miniciclo de revisar esta saga
pugilística que tan buenos ratos me dio en los 80, he llegado a esta cuarta
parte. Y lo he hecho viendo el montaje del director estrenado en 2021 (Rocky vs
Drago), donde se alteran algunos elementos, como anular casi por completo la
presencia de Brigitte Nielsen, entiéndanse que entonces era su pareja y ahora
hace décadas se divorció de ella. Se anula la presencia del robot y con él el
alivio cómico de Burt Young (esto al parecer para no pagar royalties al creador
del invento). Así como aumentar el prólogo de recuerdo de la tercera parte.
También se potencian secuencias de la relación de Apollo con Rocky. La pelea
entre Apollo e Ivan tiene más cancha. La secuencia del funeral es más extensa,
dando cabida al discurso de su entrenador Tony Duke. Sólo hay dos escenas
realmente nuevas, una al principio donde Apollo le dice a Rocky que quiere
pelear contra Drago y la escena del comité de competición de boxeo que aparecía
en los trailers de la época, pero no aportan demasiado con respecto a lo que
anulan.
Cinta escrita, dirigida y
protagonizada por Sylvester Stallone, volviendo en los roles habituales de la
franquicia Talia Shire como la enternecedora esposa del protagonista, Burt
Young como su ocioso cuñado, Carl Weathers como fiel amigo de combates, y en
nuevos papeles Dolph Lundgren como el villano de turno y encarnando a una
máquina de matar con guantes soviético, en su debut en cine. Historia que
recoge el espíritu de la era Reagan de los 80 en su lucha contra la Unión
Soviética, la Guerra Fría sobre un cuadrilátero representada en este boxeador
prefabricado por el estado frente al luchador hecho a sí mismo, epítome del
individualismo estadounidense. Como entretenimiento vacío de contenido tiene
mucho éxito, en base a una labor cercana al encadenamiento de videoclips con
montajes bien trenzados, un metraje fuera de lugar (para bien) para nuestro
tiempo (todo lo que sea menos de dos horas y media es poco), apenas hora y
media (prácticamente el mismo en la edición teatral que en el corte del
director), que no pierde tiempo en estancamientos, siempre va hacia adelante,
con gran ritmo, trepidante, ayudado por una edición y una música electrizante.
Todo ello en medio de un
argumento calcado a las anteriores, sobre todo al de la tercera, sigue el mismo
patrón, pero todo aumentado. Tenemos a Rocky queriendo dejar el ring, pero un ‘herculeano’
adversario le reta, entre medias hay una muerte trágica que remueve la
conciencia de Rocky y le hace volver al cuadrilátero para pelear con su némesis
en el clímax del film. Hay por el camino alguien que se toma a coña su
entrenamiento y tiene sus consecuencias, para en la parte final haber un
entrenamiento rudimentario, como en todas las partes anteriores, como en la
tercera ya alejados de Filadelfia, esta vez el clásico éxtasis con los brazos
en alto, esta vez se da sobre la cima de una nevada montaña, y también tenemos
a su Aderian ejerciendo de terapeuta para anular sus dudas (cuando antes ella
renegaba de lo tóxica de ansiar venganza, y Rocky vuelve a utiliza el manido un
hombre tiene que hacer, lo que tiene que hacer, y ella es mujer. Y en las dos
peleas que hay se destaca una gran labor en la coreografía, cargada de
realismo, de hecho, hubo problemas por ello en su filmación, Weathers se enfadó
y estuvo a punto de dejar el rodaje por cómo era golpeado, y Stallone estuvo
ingresado por los golpes recibidos, y es que la sensación de realismo es
salvaje en cómo los golpes impactan y salta el sudor de los cuerpos,
impactante.
Obra con sus
deficiencias notorias, se nota un auto plagio, en vez de Clubber Lang es ahora
nada menos que la URSS representada en este Terminator cuasi perfecto en su
figura de estatua griega apolínea, perfecto para un clásico David vs Goliat, el
Mal vs el Bien. Ello con ingenio al no caricaturizar en exceso a los malísimos,
se les da carácter. Aquí ya no hay evolución de personalidad de Rocky, solo es
otra pelea vengadora más del italoamericano, con otro clásico discurso
motivador de Adrian a su amado Rocky, nada nuevo bajo el sol, el mismo molde,
pero esta vez Rocky embistiendo al Mundo Libre, por si fuera poco esto, con los
shorts de las barras y estrellas frente al púgil de pantalón rojo que es el
Demonio Comunista.
Es un puro pasarratos
sin capacidad de profundidad alguna, donde sobra el discurso final de Rocky,
cae en un buenismo rancio. Es la travesía de una saga desde la oscarizada
primera parte sobre un adorable perdedor que tiene su oportunidad de alcanzar
el Sueño Americano, a ser un blockbuster ochentero que destrozó taquillas, un
protagonista ahora símbolo de una nación, un héroe de masas millonario, Sly
solo buscaba llenar butacas y a fe que Stallone supo que resortes tocar para
hacer el mismo Rocky III con algunos cambios y que los espectadores cayeran
rendidos a sus pies, aquí no hay complejidades o sutilidad, todo es diáfano y
directo. Fue la Rocky de mayor éxito comercial de todas, recaudó 300 millones
de dólares. Al menos en los EE. UU., las únicas películas que recaudaron más
dinero en 1985 fueron “Regreso al futuro” y “Rambo: First Blood Part II”, en la
que también actuó Stallone (el gran año del actor), también peleando contra los
soviéticos en una soterrada Guerra Fría.
Es un film donde Sly
porfía bastante en que los montajes hagan de motor emocional, ello ya desde su
inició con un resumen de la tercera parte, hay un clásico montaje de
entrenamiento (en este caso dual) y hay mucho trabajo de montaje incluso en la
pelea final. Hay una formidable escenificación show en la previa del
enfrentamiento de Apollo contra Ivan Drago, brillante parodia de los
abigarrados espectáculos chauvinistas estadounidenses. El púgil soviético espera
en el cuadrilátero, este ring se eleva y emerge en la arena. Allí hay un
estruendoso número musical en medio de un lugar atestado de público que vitorea
a la bandera de Barra y estrellas, y aparece Apollo disfrazado de suigéneris
Tío Sam, y escuchamos al clásico ‘Living in América’ cantado en persona por el
Rey del Soul James Brown, mientras Apolo se pavonea por el escenario cual pavo
real, Brillante en su exceso.
Está la tragedia que
ejerce de elemento para empatizar con el sufrimiento interior de Rocky, como en
la tercera parte. Y la acción se traslada a la URSS (en realidad Wyoming para
las escenas de las montañas nevadas, y Vancouver para la arena de Moscú), nada
mejor que colocar al héroe en el campo rival para que su combate sea aún más
desigual. Tenemos la ya mencionada edición entre el entrenamiento rudimentario
de Rocky y el de un Drago que lo hace con la última tecnología en un gimnasio
(en realidad en California), ello utilizando máquinas Nautilus computarizadas; incluso
con inyecciones que sugieren doping (esto nada lejos de la realidad, si tenemos
en cuenta que Rusia tiene ahora mismo un castigo de no participar en Olimpiadas
por tener un sistema de dopaje estatal), donde la cámara se deleita con la
perfección de la musculatura y facciones de este adonis; mientras Rocky corre
por un manto de nieve espeso, corta troncos, levanta árboles, mueve trineos
cargados de gente, y sube una cresta de montaña, todo al ritmo de una
electrizante música.
En el clímax por
supuesto está el combate épico entre USA vs URSS, en una arena rebosante de
enfervorecido público, para más presión hay un nutrido palco con el Politburó, con Gorbachov de líder. Y llega la
colosal pelea, de una atavismo y brutalidad doliente, reflejada con un vigor
apabullante gracias a la miscelánea entre la fotografía de Bill Butler
“Deliverance” o “Rocky”) y la vibrante edición de John W. Wheeler (“El último
testigo” o “Star Trek: Primer contacto & Don Zimmerman (“Rocky III” o “Men
In Black 3”), aportando un brío y energía palpitant4 en cada puñetazo. Nada
sorprende, pero como competente pasarratos cumple con creces en una sensacional
lucha de titanes, con varios vaivenes en quien va ganando. Y habiendo alguna
salida de tono que sobra (*spoiler), con la batalla entre las cuerdas hay
suficiente sustancia como para incorporar clichés rancios.
Stallone da bien con un
papel con el que ya se ha mimetizado, simplemente es Rocky, aquí sin aristas,
sin complejidades, no hay atisbo de querer mirar en los márgenes de su
personaje, es simplemente un vengador aquí; El sueco Dolph Lundgren a sus 28
años debuta en cine con el icónico y lacónico Ivan Drago (Dolph Lundgren), ha
hecho desde entonces más de 80 películas, pero solo será recordado por este
imponente villano, dueño de un físico que parece hecho por un escultor heleno,
un cuasi robot que te crees su poderosa fuerza, un púgil frío, hierático,
apenas habla, solo suelta unas pocas frases arrogantes. La cinematografía se
deleita de modo cuasi onanístico con su figura. Y en la acción resulta un
Terminator, con una fisicidad y expresividad en el tartán notable en la
interacción con Sly. Cumple con creces lo que se le pide, aunque nadie busque
traumas o algo de profundidad en su rol plano, si acaso su dependencia de su
esposa (en la versión del director bastante atenuada en favor del comisario
político que lo acompaña).
Uno de los elementos fundamentales
de la saga es el manejo hábil de la música como impulsora de emociones, aquí de
modo disfuncional con respecto al resto es compuesta por Vince DiCola, quien
más tarde compondría la música de Transformers: La Película. Rocky IV es la
única película de la serie anterior a Creed que no presenta música original de
Bill Conti; sin embargo, presenta arreglos de temas compuestos por Conti de
películas anteriores de la serie, como "The Final Bell". Conti, no
pudo participar por estar inmerso en otra saga de duelos de lucha, la de karate
Kid. Por supuesto está presente el icónico ‘Eye ofd the tiger” de Survivor,
también ‘Burning heart’, del mismo.
Spoiler:
*La salida de tono que
me hace torcer el ceño es cuando el público de buenas a primeras comienza a
animar a Rocky gritando su nombre, esto sin venir a cuento, intentan que veamos
como el púgil estadounidense se ha ganado con su pundonor a los soviéticos,
pero esto es nada creíble, se nota un pegote que resta sin sentido. En este
sentido tampoco es de recibo que el comisario político se acerque a Ivan a
ordenarle que derribe ya a Rocky, como si este no quisiera, y ya el colmo es
ver a Drago levantar a este enfurecido, esto queda muy caricaturesco, son
elementos forzados para que en contraposición nos caiga más simpático Rocky,
como si lo visto hasta entonces no fuera suficiente. El colmo es escuchar a
Ivan decir que va a ganar por él mismo, en claro alegato individualista en
contra de la idea colectivista comunista, es el triple salto mortal innecesario
en como hacer un guiñol del villano.
Un clásico ochentero palomitero,
tan hueco como entretenidillo, y con el valor de despertar en mi la nostalgia
de mi adolescencia pasarratos. Gloria Ucrania!!!
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