miércoles, 22 de mayo de 2024

 


LA CONFESIÓN

 

Sugestivo drama político, que en su ataque desgarrador contra las tiranías y los abusos del poder omnímodo tiene el defecto de estirar demasiado el tramo central y con ello iterando las situaciones, es hora uy media de humillaciones en pos de romper el espíritu del protagonista, hasta haber cierto estancamiento, del que se sale con brillantez en la parte final del estrafalario teatrillo del juicio. Dirige el combativo políticamente heleno Costa-Gavras siendo valiente, pues sabe mirarse el ombligo, siendo un militante de izquierdas arremete con garra contra la represión comunista. El español Jorge Semprún (colaborador de Costa-Gavfras en “Z” y “La sección oficial”), basándose en la historia real del izquierdista comunista checoslovaco Artur London, acusado en el juicio de Rudolf Slánský de 1952, novelada en un libro titulado, “L’Aveu” (La Confesión), escrito por Artur con su esposa Lise y publicado en 1968. Artur London, uno de los 14 líderes comunistas checos acusados de traidores, trotskistas, titistas, sionistas, etc, y uno de los tres que no fueron ejecutados. 14 miembros de alto rango del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSC) que fueron obligados a confesar que eran agentes del imperialismo occidental. Un lienzo descarnado de las luchas de poder cainitas siempre presentes en los comunistas, aquello de ‘quítate para aponerme yo’. 

 

Costa-Gavras expone lo que históricamente ha sido la lucha de poder despiadada y mortal del comunismo. Evoca la paranoia política, utilizando montajes rápidos, flashbacks, flash-forwards y una claridad visual espeluznantemente precisa para retratar tanto el escenario de la década de 1950 como la reminiscencia contemporánea de Gérard. Las imágenes más imborrables muestran a Gérard con gafas cegadoras y una soga alrededor del cuello, o sentado en una sala del tribunal con otros juzgados por sus vidas, ante jueces que imponen el dominio del régimen.

 

Gavras no pretendía la película fuera una película anticomunista sino un alegato contra el totalitarismo y el estalinismo. Tanto es así, que el protagonista Gérard no pierde la fe en la idea del comunismo, como haciéndonos ver (torticeramente, pues este sistema solo ha traído hambre y miseria haya donde ha estado… y está) que son los dirigentes los que no han sabido hacer bueno el izquierdismo, en consonancia con la mentalidad del director griego.

 

El film desarrolla situaciones vividas por una de las víctimas del llamado Proceso de Praga (1952), London, comunista de los de “toda la vida” (afiliado a juventudes del partido con 14 años, brigadista en la Guerra Civil Española, combatiente en la Resistencia Francesa…), en ese momento viceministro de Relaciones Exteriores de Checoslovaquia (desde 1949) y detenido en 1951, junto a otros 14 altos cargos, bajo la acusación de "conspiración contra el estado". London conoció la tortura de manos de sus propios camaradas en un proceso kafkiano, la película refleja con esmero agudo la penosa travesía de este hombre embarcado en un encierro cargado de vejaciones físicas y psicológicas para quebrarlo y con ello sacarle una confesión ad hoc, ello con repeticiones de situaciones para deshacer su dignidad, con interrogatorios surrealistas.

 

Es un tratado denso sobre la travesía de tortura para fabricar ‘Verdades’ buenas para el Partido. No es una película para todos los públicos, en la parte de la reclusión se hace muy densa con profusión de nombre y fechas que se suceden sin que sepamos bien de que hablando es un film fácil de seguir, muy recargado en datos históricos, fechas, nombres y momentos clave. El anterior y exitoso film de Gavras fue “Z”, donde se iba contra el fascismo de ultraderecha, aquí se va contra el fascismo de izquierdas, en realidad entiendo la política como algo circular, que cuando más radical e intolerante eres más te vas acercando a la parte de atrás del redondel, y entonces tan los fundamentalistas de un lado y otro se tocan y se asemejan en su fanatismo.

 

Gavras toma de ”Z”, muchos elementos., como es la gestión que hacen los gobiernos totalitarios de la ‘verdad’, las manipulaciones de los medios de comunicación, la corrupción del poder. En el apartado técnico está la edición provocadora de emociones de Françoise Bonnot (también en “Z” o “El quimérico inquilino”), que en miscelánea con la cinematografía ágil de Raoul Coutard (también “Z” o “Lemmy contra Alphaville”) con corte fragmentados, con continuos flash-backs que remueven en su sincopado estilo, con saltos de escenas mientras la voz de la última termina una frase, con una cámara que nos hace sentir en la reclusión claustrofóbicos, con tomas subjetivas que nos sumergen en el lugar y momento, con enfáticos zooms, con estos y alejamientos bruscos para hacernos sentir  el kafkiano protagonista en su desorientación, con slows remarcadores, teniéndonos la realización siempre en continuo movimiento, y con cuasi-nula banda sonora (Giovanni Fusco).

 

Artur Ludvik, alias Gerard (Yves Montand, Gerard era el nombre que el actor galo tenía en la Resistencia Francesa), es un comunista leal y héroe de la WWII que se desempeña como viceministro de Asuntos Exteriores de Checoslovaquia en 1951. Se da cuenta de que lo están vigilando y siguiendo, y se reúne para discutir esto con un grupo de amigos también han alcanzado altos cargos gubernamentales. Se dan cuenta de que los están vigilados a todos, incluso al jefe de la StB, la policía secreta que lleva a cabo la vigilancia. Un día, Artur es detenido y encarcelado por una organización que se declara "por encima del partido gobernante", y puesto en régimen de aislamiento durante meses sin que le digan el motivo. Allí intentan arrancarle su personalidad con tácticas como hacerlo repetir que ya no tiene nombre, es un simple número. El gobierno mantiene a su esposa Lise (Simone Signoret, esposa   entonces de Montad) y a sus hijos en la ignorancia y les dice que cooperen por su propio bien. Más tarde, Lise es retirada de su trabajo como destacada locutora de noticias de radio y el partido la obliga a trabajar en una fábrica. Aunque cree en su marido, está igualmente segura de la sabiduría y la bondad fundamental del partido.

 

Finalmente lo detienen, esposan, le vendan ojos y llevan a un lugar desconocido. No hay arresto formal, ni cargos formales. Sus interrogadores (principalmente policías secretos checos que trabajan bajo la dirección de asesores soviéticos) son varios, farragosos cuestionarios repitiendo una y otra vez las mismas preguntas, obligándole a dormir con luz en una forma determinada, obligándole a caminar en círculos sin descanso, echándole agua cuando para, dándole pan y agua de comer, destruyendo su yo interior, llevándolo a la extenuación. Poco a poco, admite hechos que luego se tergiversan y reformulan para parezcan siniestros. Hay términos como trotskista y titista, que significaban una cosa en la juventud del prisionero, pero ahora son un crimen es será tildado de ello. Todo para llevarlo al clímax de una pantomima de juicio, donde sí, le ponen un abogado defensor, pero más parece fiscal por cómo le acusa.

 

La cinta es contada en racconto con el protagonista contando a unos amigos los sucesos, saltamos varias veces durante el calvario de Gérard a esto, aunque era innecesario, desequilibra los momentos de agobio del encierro, amén de romper cualquier tensión sobre si el prota sobrevivió a esta purga stalinista. Estos y cuando vemos a la esposa de Gérard, son los únicos momentos en que abandonamos la reclusión. Una pesadilla de tintes surrealistas donde una persona es arrollada por el sistema, este capaz de engrasar sus engranajes para colapsar tu dignidad, transmitiendo al mundo una imagen distorsionada de quién eres, para lo que son necesarios los medios de comunicación, esto lo vemos durante el juicio como correa de transmisión al pueblo, vemos como había altavoces en los lugares de trabajo para que la gente oyera las (forzadas) confesiones, incluso se dice que el juicio se proyectará en los cines.

 

Un interrogador: “No se entiende el ABC de la dialéctica. El pasado debe juzgarse a la luz de las verdades establecidas hoy”; A Gérard le espetan: “La confesión es la forma más elevada de autocrítica. La autocrítica es la principal virtud de un comunista. Es una fe”. Su (suigéneris) confesión final no es más que un acto de fe en su religión comunista, dice: “En nombre de la religión, porque en este momento el Estado es una religión”.

 

Es un film, que como he dicho, le sobra metraje en la parte del lavado de cerebro, entiendo Gavras pretendía en el subrayado constante el hacernos sentir en la mente de Gérard, pero aun así hay un límite que sobrepasa el director. Podría haber dado más cancha al padecimiento familiar. Como también Gavras peca de hacernos ver Gérard de algo muy común en su filmografía, como es hacer hagiografías de muchos de sus personajes, en este caso de Gerárd/Artur, y es que omite la propia culpabilidad de Gérard por apoyar purgas anteriores que resultaron en la ejecución de hombres tan inocentes de crímenes políticos como él. Incluir esto habría dotado de complejidad al film, que del modo en que lo vemos es una simple lucha entre el Bien atacado por el Mal.

 

Yves Montand está sensacional en el rol de Gerárd, una inmersión en el rol antológica, tanto física, como psicológica. El actor perdió más de 15 kilogramos para desempeñar su papel. Transmite con patetismo desgarrador su odisea, vemos gradualmente en su rostro (se le van hundiendo los ojos, va palideciendo), se demacra y con ello agrietando su pundonor, emite la desesperación (ese momento en que observa mientras confiesa mecánicamente, como su interrogador come una salchicha), la sinrazón de su situación, labor de una intensidad que nos toca la fibra sensible, nos llega su atrofiado periplo de estado de ánimo, sobresaliente actuación. Montand se había sentido conmovido por los acontecimientos de 1956 en Hungría y más tarde dijo de la película: "Había en lo que me infligí [para este papel] algo así como un acto de expiación "; Simone Signoret hace de su esposa en un pequeño papel, sabiendo con flema emitir los vaivenes de lo que le va llegando de la situación y confesión de Gerárd; Entre los secundarios interrogadores destaca Gabriele Ferzetti como Kohoutek, despiadado, racial, vigoroso, arrollador en sus ententes con Gerárd, manejando la manipulación con una vibra tsunami, incluso tiene un epílogo (*spoiler) turbador en sus encuentros con Gerárd, brillante.

 

Spoiler:

 

Para el recuerdo queda el perturbador momento en que un camión transporta las cenizas de diez de los ajusticiados en el macro juicio, y como el vehículo se atasca, no tiene otra cosa que hacer para conseguir tracción, que arrojar las cenizas para poder avanzar. Quizás en una alegoría de como el comunismo solo conseguía ir hacia adelante con las muertes cainitas de otros comunistas, que se lo digan por ejemplo a Leon Trotski.

 

Rush final: En el juicio, Artur y sus colegas desempeñan fielmente su papel. Lise, para su vergüenza, se ve obligada a hacer una declaración grabada desautorizando a su marido y elogiando la fiesta que se transmite durante el juicio. Los prisioneros son condenados a muerte o cadena perpetua, siendo Artur la última. Cuando sus interrogadores no regresan, los prisioneros entran en pánico y amenazan con apelar, pero sus abogados designados por el tribunal les dicen que las sentencias son sólo para beneficio de la parte y no se ejecutarán si no apelan. Los condenados comparecen ante el tribunal por última vez para aceptar sus sentencias y renunciar a su derecho de apelación. Posteriormente, Artur y algunos de sus compañeros son gradualmente liberados y rehabilitados entre 1956 y 1963. Sin embargo, el resto son ejecutados e incinerados, con sus cenizas esparcidas a lo largo de una carretera. Al mismo tiempo, varios de los funcionarios detrás de la terrible experiencia terminan enfrentando sus propias persecuciones, incluido Kohoutek, el propio interrogador de Artur. Más tarde, Artur se encuentra con el degradado *Kohoutek, intenta restar importancia a su papel en el tormento de Artur afirmando solo siguió órdenes y nunca entendió lo que quería el grupo. En 1968, Artur completa las memorias de sus experiencias en cautiverio y regresa a Checoslovaquia para publicarlas. Para entonces, en medio de la Primavera de Praga, los elementos estalinistas que habían orquestado todo el asunto habían sido expulsados ​​del poder por el partido, y Artur creía que el partido ahora deseaba exponer la verdad de lo sucedido durante esos años tanto como el propio Artur hizo. Desafortunadamente, llega a Praga justo cuando comienza la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968. Esto lo vemos en un ácido montaje de como la maquinaria militar soviética aplastó a los civiles con ansias de libertad.

 

“El Febrero Victorioso”, es el nombre con el que el Komunistická Strana Československa, KSČ, (Partido comunista checoslovaco) denominó a febrero de 1948, fecha en que pudo acceder al gobierno de Checoslovaquia. Fue, el 25 de aquel mes cuando, el presidente Edvard Beneš, entregó el poder en pleno a Klement Gottwald, primer ministro y a Rudolf Slánský, su secretario general, en lo que se denominó, El Golpe de Praga. Al final de la II Guerra Mundial, el KSČ se hallaba en muy buenas migas con el pueblo checo, por las decisiones políticas que lo tenían en muy cordiales relaciones con los partidos de la oposición y por su estrecha conexión con la Unión Soviética que había expulsado a los nazis de su territorio. Pero, llegado el año 1951, se inició una fuerte disputa entre el primer ministro y su secretario, pues, éste no convenía con la estrecha aplicación del modelo soviético en su país. Poco después, Slánský y otros dirigentes, fueron arrestados bajo el cargo de ‘conspiración de orden trotskista-titoista-sionista’ y tras un largo proceso, durante los llamados Juicios de Praga, en 1952, el secretario general y diez dirigentes más fueron condenados y ejecutados. Pero, hubo tres dirigentes que recibieron otra suerte de castigo, y entre éstos se hallaba, Artur London (1915-1986), viceministro de asuntos exteriores desde 1949, quien, en un libro titulado, “L’Aveu” (La Confesión), escrito con su esposa Lise y publicado en 1968 -cuando los reformistas se tomaron el poder-, decide contar el largo y penoso proceso por el que pasó, según él, una cortina de humo para desviar la atención sobre el descalabro político en que venía el país.

 

Artur London, nació en Austria-Hungría de ascendencia judía, era político comunista checo había luchado contra los fascistas en España y había sido arrestado por actividades antinazis en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y pasó un tiempo en un campo de concentración. Mientras era Viceministro de Asuntos Exteriores en Checoslovaquia, fue arrestado junto con otras 13 personas (11 de las cuales, como era de esperar, eran judíos) y obligado, después de meses de tortura, a confesar espionaje y traición para que el dictador soviético Josef Stalin pudiera purgar a los disidentes. opiniones de los gobiernos de los países satélites de la URSS.

 

Costa-Gavras se mudó de su Grecia natal a Francia en 1951 y pasó sus 20 años como participante activo tanto en la política de izquierda como en la floreciente cultura cinéfila que inspiraría la Nueva Ola francesa. Cuando comenzó a dirigir sus propios largometrajes a mediados de la década de 1960, emergió con una sensibilidad plenamente formada, aprovechando su compromiso con los derechos humanos y su pasión por el cine como arte y comunicación. Casi de inmediato, con su tercera película, Z de 1969, Costa-Gavras obtuvo un éxito internacional ganador del Oscar, exponiendo los abusos de la vida real de la dictadura militar de Grecia en forma de un misterio/thriller ligeramente ficticio que agradó al público. Luego pasó la década de 1970 tejiendo variaciones de Z, contando historias apasionantes y extraídas de los titulares sobre el abuso de poder del Estado en todo el mundo.

 

Notable film en su poder de hacerte pensar en los Totalitarismos, aun con sus taras. Gloria Ucrania!!!

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