LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO.
Grácil adaptación de la
obra teatral homónima de 1977 del polifacético artista Fernando Fernán Gómez, que
extrañamente está desvinculado de la adaptación, incluso estuvo en desacuerdo con
su tono, que consideraba marcadamente atenuado su ideario anarquista. La he visto con motivo del 40 aniversario del estreno (20/Enero/1984). Excelente obra
teatral de Fernando Fernán Gómez que recibió el Premio Lope de Vega en 1978, en
la que se evocaban experiencias de adolescencia durante la guerra civil
española. El montaje teatral llegó en 1982, al Teatro Español de Madrid, a
cargo de José Carlos Plaza. El éxito de crítica y público fue abrumador, por lo
que la adaptación cinematográfica no se hizo esperar, donde del reparto originario
solo se mantiene un Homérico Agustín González como el patriarca, borda su rol
con un carisma apoteósico, me recuerda en cierta medida al Atticus Finch de “Matar
a un Ruiseñor”, es la voz permanente de la razón, es nuestra brújula moral,
sensacionales sus diálogos cargados de sabiduría, tipo mordaz, el que tiene las
mejores frases como, "En este país si las cosas van bien se bebe vino y si
están mal se bebe más". Como Atticus, a todos nos hubiera gustado tener un
padre como Don Luis, sublime, derrochando filosofía de vida como cuando comenta
a su mujer sobre el affaire de su hijo con la criada, como cuando habla con su
esposa en la cama sobre que su hija quiera ser actriz, como en la reunión
familiar paras destapar al roba-lentejas, o por supuesto en la estremecedora
escena final, Titánico.
El guion estuvo a cargo
de Lola Salvador Maldonado (“El crimen de Cuenca”), optó por cambiar los
interiores del original por localizaciones exteriores, convirtiendo así la
ciudad de Madrid en un personaje en sus cambiantes exteriores. Decidió
sustituir algunos diálogos por escenas metafóricas, como la del juego de la
guerra que abre la película. También se suprimieron algunas líneas argumentales
secundarias.
Un subgénero el de cómo
se viven las grandes guerras en la retaguardia civil que ha dado buenas películas
como “La Sra. Miniver” (1942) de William Wyler, “Esperanza y Gloria” (1987) de
John Boorman, pero sobre todo con la que tiene más parecido es con la de David Lean
“La vida manda” de 1944, con sub tramas similares, siendo con la de Boorman que
guarda el paralelismo que son las experiencias vividas por los creadores de la
historia, en este caso con la de Fernán Gómez, nacido en 1921, Fernando Fernán
Gómez vivía en Madrid y tenía 14 años cuando comenzó la Guerra Civil, retratando
en la obra originaria sus vivencias en la capital española durante estos
convulsos tres años. Creando un crisol de historias centrado en el barrio de
Chamberí, con núcleo en una familia acomodada con el padre Don Luis y la madre Doña
Dolores, sus hijos Luisito y Manolita y la joven sirvienta María. Alrededor de
ellos hay vecinos, amigos, conocidos, parientes y compañeros de clase, y alrededor
de ellos surgen historias donde se mezcla lo mundano del día a día con sus
amores, despertares sexuales, amistades, problemas de trabajo, con el trasfondo
de las penurias del conflicto que termina maltratando las vivencias diarias a
través del hambre, y de la represión política.
Film al que se le
agradece que no cargue las tintas en ser un panfleto revisionista políticamente,
juega al realismo, es contra todas las guerras, sin ser propaganda
izquierdista, que es lo fácil en el tiempo de solo 10 años de la muerte del
dictador Franco, y siendo producida por RTVE, en aquellos momentos regida por
el partido socialista. Es sutil en remarcar que todo es fruto de en qué lado
del telón estabas, quien era el dominador absoluto, y aquí estamos en el Este,
dominado por los republicanos y la represión era algo normal. No busca culpables,
no busca las causas, solo el retrato de unos supervivientes, y lo hace con una fluida
mezcla de drama y humor castizo.
La historia la
protagoniza una familia de clase media compuesta por el cabeza de prole
vendedor de vinos, la madre ama de casa, Manola (Amparo soler Leal), su hija Manolita
(Victoria Abril) y el hijo Luisito (Gabino Diego), que no puede terminar el
bachiller, adeuda Física, le encanta la lectura y todas las chicas que anden
cerca y María la criada (Patricia Adriani). Los vecinos madre chismosa, con dos
hijos, Julio (Carlos Tristancho), enamorado de Manola y Pedro (Jorge de juan) enredado
con una prostituta. Además, están los ancianos cuya mujer (Aurora Redondo) se
quiere separar. Todos ellos se verán paulatinamente arrastrados por lo que pasa
del 1936 al 39 en Madrid.
Un retrato humanista de
una familia y los satélites que se cruzan con ellos. Relato cargado de nostalgia,
partiendo de la preguerra, para desembocar en el grueso que es la Guerra vista
desde el lado civil, pero elegantemente nunca cae en lo sentimetaloide, nunca
vemos muertos, derrumbes, traiciones por delaciones, son personajes todos que transpiran
realismo. Exponiendo un edificio de apartamentos como una comunidad que se
ayudan en lo que pueden unos a otros con lo que tienen, símbolo de ello es el anís
que toman al principio, luego deja de aparecer por no haber. Sutilmente vemos
esos márgenes de la lucha con carteles de ‘NO PASARÁN’ colgados orgullosos por
las calles madrileñas, y al final como metáfora hay unos niños que juegan con
los girones de estos carteles. Siguiendo con la metáfora, la más evidente la titular,
la bici como símbolo de la libertad juvenil, la pureza de espíritu, el verano
como señal de Felicidad, de ahí las palabras sentenciadoras finales de Don Luis.
Se deja caer la persecución eclesiástica por medio de la casera Doña María
Luisa, tiene un negocio de iconos cristianos y en una secuencia la vemos
destrozando todas las figuras en el patio interior, despertando a los vecinos
que observan impactados desde sus ventanas, nadie comenta nada, pero todo se
sabe, demostrando síntesis y capacidad de explicación sin tener que dárnoslo todo
masticado. También en este sentido hay una gráfica secuencia del sentir polarizados
de la población civil, cuando durante un bombardeo oímos las bombas caer cerca
y en un refugio la gente se arrodilla frente a una imagen de la Virgen,
mientras Luis se mantiene en pie observando frío.
Historia salpicada de
momentos que te llegan por su naturalidad, donde las consecuencias de la guerra
se entremezclan con lo mundano, como la chispeante escena de cuando las tres
amigas (Doña Dolores, Antonia a la que da vida una notable Alicia Hermida y Marcela
encarnada por una formidable Aurora Redondo) beben anís alrededor de una mesa
camilla, y la anciana Marcela comenta: ‘(me divorcio) Por incompatibilidad de
caracteres… Hombre!, a ver si después de cuarenta años de matrimonio no voy a
saber yo si nuestros caracteres son incompatibles... o no.’ Y es que el sentido
del humor forma parte de la vida, y sale a relucir siempre en las peores de las
situaciones, de lo contrario la vida sería demasiado áspera para respirarla. Todo
entrelazado con gran sentido dramático.
Chavarri consigue un esmerado
desarrollo sin tener que recurrir a carteles sobre impresionados sobre el paso del
tiempo, ello con sutilidad se hace mediante retransmisiones de radio, sobre
comentarios diarios (el Gobierno se traslada a Valencia), una charla en la que
un republicano combatiente comenta alborozado que las tropas nacionales han
sido rechazadas del asedio de Madrid, o la crucial toma de Barcelona.
Se nota falta de
presupuesto en varios elementos, como cuando vemos la marcha de milicianos por
las calles de Madrid, es patética la secuencia con apenas unas decenas de extras,
para esa ridiculez mejor estarse quietos, o como que sintamos bombardeos desde
los refugios, pero nunca veamos edificios destruidos, como que tampoco veamos
el desfile de triunfadores por Madrid.
La puesta en escena
destaca por la hábil representación de este Madrid de la Guerra, con pocos
medios nos llega esta desolación, gracias al gran trabajo den la dirección artística
del bi-oscarizado (“Nicolas y Alejandra” y “Patton”) Gil Parrondo, una
inmersión en este tiempo y lugar fenomenal, con sus podemos callejuelas,
parques, plazas antiguas del barrio de la Latina, el parque de las Vistillas,
la catedral de la Almudena y la Iglesia de San Francisco el Grande, el parque
de El Retiro, el mercado del Rastro o el interior de una estación de metro. Todo
ello filtrado por la cinematografía de Miguel Ángel Trujillo, en una labor con
sentido dramático encomiable, desde la luminidad cálida del principio, gradualmente
todo se vuelve más gris y fría. Todo ello adornado por una neurálgica música de
Francisco Guerrero (“El año de las luces”), marcando a fuego puntuales momentos
que elevan las sensaciones.
Del reparto, aparte del
mencionado Agustín González, destaca una espléndida Amparo Soler Leal, madre
conservadora que intenta sobrellevar como puede las tiranteces de la guerra, tiene
una gran química con González; Una hermosa Victoria Abril, que derrocha encanto
y picardía; Gabino Diego en su debut en cine con 19 años, masacrado en su
momento por la crítica por su actuación, cuando yo lo veo muy bien en su ingenuidad
y candidez, con buenos diálogos con Agustín González, se fue injusto con él; Aurora
Redondo con 85 años desborda juventud, con una actuación que te cala en su aparente
espontaneidad; Patricia Adriani como la criada bellísima, aunque algo falta de naturalidad,
se la nota un poco forzada, como leyendo lo que debe decir; Emilio Gutiérrez
Caba, en una sola escena como Anselmo, inunda la pantalla con su pasión
revolucionaria, es la voz de los utópicos, los soñadores que creían en lo
imposible de una Arcadia Feliz, su discurso a Luisito en el bar es soberbio por
cómo se lo cree, su electricidad es apabullante.
Spoiler:
Rush final: La visita de
Pablo (Emilio serrano) cierra el paréntesis abierto al principio de la obra, en
la primera escena los dos amigos juegan a la guerra en un descampado cercano a
la Ciudad Universitaria, Pablo comenta de modo cándido que allí nunca podrá
haber una guerra, las guerras solo tienen lugar en campo abierto, y aquello es
una ciudad. Y por supuesto allí si tendrán lugar combates, del 15 al 23 de
noviembre de 1936, fue la llamada ‘Batalla de la Ciudad Universitaria de Madrid’.
La familia de Luisito durante la Guerra se quedó en Madrid, la de Pablo se fue al
pueblo familiar de Galicia, donde la rebelión triunfó pronto, a su padre lo
colocaron en Correos, y ahora le espera un puesto importante en La Coruña, por
ello pueden permitirse regalar anís del mono. Ello expuesto como el canto del
cisne familiar, cuando Dolores abre la botella paras celebrar la ocasión. Tras
ello vemos a Luisito (ahora en señal de ser mayor, con bigote) con su padre
(circularmente con el inicio) pasear por el campo de Batalla que fue la Ciudad
Universitaria. Se para y hablan, el padre le dice que quizás sea detenido,
Luisito le comenta la paradoja de que su madre se alegro de que llegará la Paz,
pero el padre (sabiamente) le espeta no llegó la Paz sino la Victoria. Luego comentan
sobre la bici que anhelaba el hijo, este le dice a su padre sólo la quería para
el buen tiempo, pues las bicicletas son para el verano. La respuesta del padre
es profética: "Sabe Dios cuándo llegará otro verano". El verano como
´símbolo de Libertad. Dejando caer que el invierno se cernía sobre España.
Es una película muy entretenida,
reflexiva, que deja un buen poso, aunque con algunas carencias en su buenismo.
Tampoco es que cuente algo nuevo, pues en las guerras siempre los que peor lo
pasan son los civiles, y aquí no hay cariz distinto. Gloria Ucrania!!!
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