EL MILAGRO DE ANA SULLIVAN.
Muy humanista film, uno
de esos films que sus valores humanistas (valga la redundancia) están por
encima de sus valores de calidad (que los tiene), obra que entra de lleno en el
valor de la comunicación como sentido hegemónico entre personas. Película
biográfica estadounidense de 1962 sobre Anne Sullivan, tutora ciega de Helen
Keller (primera persona sorda y ciega en obtener una licenciatura y ganó
prominencia nacional como defensora y activista de los derechos de las mujeres),
dirigida por Arthur Penn, a partir de un guión de William Gibson (“Cualquier
día en cualquier esquina”), se basa en su obra homónima de 1959, “The Miracle
Worker”, se originó como transmisión de 1957 de la serie de antología de
televisión Playhouse 90. El material fuente extraído de Gibson fue “The Story
of My Life”, la autobiografía de 1903 de Helen Keller. Originalmente una obra de Broadway escrita por Gibson,
dirigida por Arthur Penn y protagonizada por Anne Bancroft y Patty Duke, fue
llevada a la pantalla por el mismo equipo creativo, con Gibson adaptando su
propia obra de teatro y Penn una vez más dirigiendo a Bancroft y Patty Duke ganadoras
de un Oscar. La película se convirtió en un éxito instantáneo de crítica
y un éxito comercial moderado. La película fue nominada a cinco Premios de la
Academia, incluyendo Mejor Director para Arthur Penn, y ganó dos premios, Mejor
Actriz para Anne Bancroft y Mejor Actriz de Reparto para Patty Duke, la última
de las cuales, a los 16 años, se convirtió en la ganadora más joven del Oscar
competitivo en el tiempo (la superó Tatum O’Neal en 1973 cuando lo ganó con 10
años).
Es un conmovedor relato
de superación personal, de dos personas. Una joven ciega sordo-muda (puede
haber peor castigo del destino que este que esta cárcel eterna en soledad?) que
es criada sin saber como darle educación por sus protectores padres, que
encuentra en la tutora la horma de su zapato, una tenaz y cabezota pedagoga que
deberá insistir mental y hasta físicamente en hacer que la joven aprenda unas mínimas
normas de comportamiento que puedan ser el germen de poder valerse en la vida. Se
puede ver como un duelo en el que la pertinaz tutora debe insistir en poder romper
la coraza de años de mimos, y hacer lo que le viene en gana por unos padres que
no saben tratarla con disciplina. Para ello es fundamental que aprenda el
lenguaje de signos táctiles, pero sobre todo entenderlo, esto es lo primordial.
Una película que entronca claramente con el posterior film de Truffaut “El
pequeño salvaje” (1970).
Todo desarrollado en un
crescendo dramático con extenuantes picos cargados de intensidad emocional,
como es la secuencia de nueve minutos donde Helen (Bancroft) intenta
disciplinar a Kate (Duke) en el comedor para que coma como una persona. Comienza
con la familia charlando distendidamente mientras Helen pasea alrededor de la
mesa cogiendo con sus manos comida de los platos que se lleva a la boca, ello
ante la inquisidora mirada de Anne, hasta que la institutriz estalla, y echa a
la familia fuera, quedándose allí Helen y ella. Arrancando una batalla física de
voluntades extasiante, la secuencia más famosa del film, todo un torrente visceral,
que nos deja agotados en la veracidad de lo que vemos. Este enfrentamiento se
resume en un tímido avance, celebrado por la familia.
Tiene una escena prólogo
aterradora, cine del peor horror, vista casi toda la secuencia desde el punto
de vista de un bebe desde la cuna. Donde el rostro de una madre, Kate Keller
(Inga Swenson), es desgarrador en como grita aterrada al descubrir que su bebe
ni ve, ni oye, con la entrada en segundo plano del padre, Arthur (Victor Jory),
confirmando con rabia e impotencia la tragedia. Hay una elipsis y saltamos varios
años adelante. El bebe es una adolescente, se llama Helene (Patty Duke), es
ciega y sordomuda. La vemos asalvajada en su comportamiento, con arrebatos
violentos ante su incapacidad para comunicarse, un terremoto constante que
todos soportan estoicamente. Desesperada la madre propone contratar
Entonces deciden
contratar a Ana Sullivan (Anne Bancroft) una maestra ex alumna de la Escuela
Perkins para Ciegos de Bostoon, que tuvo que superar un duro obstáculo; nació
casi ciega y la mayor parte del día lleva unas gafas oscuras. Pero su talento y
vocación en la enseñanza no le impedirá mantener una fuerte y estrecha relación
con su alumna, fuertemente protegida por su entorno familiar.
Comenzando una contienda
por penetrar en la hermética mente de Patty, para ello el trabajo estajanovista
de Anne será fundamental, su insistencia en enseñarle el lenguaje de signos a
través del tacto, en que ella tenga disciplina. Convirtiéndose la narración en
un tour de forcé arrollador entre las dos féminas, entre las dos actrices,
escenas cargadas de electricidad y realismo, de una fisicidad acongojante: Todo
ello sin acudir al simplista sentimentalismo, sin maniqueísmos facilistas, la
crudeza de una labor que parece imposible de penetración en lo insondable: Un
canto maravilloso a la vocación de docencia, a la educación como valor supremo.
Todo ello salpicado por discusiones con la familia sobre los expeditivos
métodos de la institutriz que chocan con el buenismo de los padres. Esto se
puede extrapolar a la Guerra eterna de los educadores por hacer que los niños
aprendan, los infantes son esponjas con todo el disco duro por rellenar, pero
su carácter pueril les hace proclives a no querer ir a la escuela, prefieren jugar.
Es un duelo en el que el
espectador es el ganador, un choque donde los avances resultan pequeñitos,
avances suaves, que hacen de cualquier nimia victoria un gran éxito, provocando
momentos entre la algarabía del jaleo imperante, situaciones tan poéticas como
cuando un polluelo nace de su cascarón en la mano de Helen, vemos la vida nacer
sobre alguien indefenso, dos seres débiles como son la joven sordomuda ciega y
el pollito recién nacido. Todo ello regado por diálogos punzantes, con gran
sentido dramático.
Todo esto enaltecido por
unas actuaciones brillantes. Empezando por una Anne Bancroft sensacional, apoteósica
en su fuerza vitalista, un volcán en permanente erupción, arrollando con su
fulgor, es como un tsunami entrando en esta casa. Desprende una grácil mezcla
entre dulzura por su apariencia frágil con esas gafitas oscuras, pero cuando se
pone en marcha, ósea, cuando entra en modo carácter inflexible desborda la
pantalla con su ímpetu. Brutal la química con Duke, sus ‘combates’ resultan
agobiantes. Tiene momentos conmovedores, como cuando relata su pasado
tormentoso, abandonada de pequeña junto a su hermano, a los 5 años pierde la
visión y poco más tarde a su hermano. Apenas sin vista, pasa por varios centros
y es operada infinidad de veces para recuperar la vista. Pronuncia la frase que
da sentido al film: “La obediencia sin comprensión también es ceguera”. Espléndida;
Patty Duke es un torrente en su carácter indomable, una leona salvaje, arremetiendo
contra todo aquel que osa ponerse en medio, encuentra la horma de su zapato en
Anne, la compenetración entre ellas es desbordante. Magna.
En menor medida pero
también fenomenal Inga Swenson como la abnegada madre coraje, por un lado
protectora, pero por otro sabiendo que debe salir de debajo de su ala su
hijita, con frases tan sentidas como: ‘Cada día se aleja más y no sé cómo
llamar para que regrese”; Victor Jory como el padre rígido es muy bueno, intimidante,
regio, carismático, mantiene enfrentamientos fogosos con Anne; Andrew Prine
(parece hermano gemelo de Anthony Perkins) da una sentida interpretación, con
un sutil arco de desarrollo en la forma de relacionarse y entender el trabajo
de Anne.
Todo desembocando en un
clímax durante una comida de bienvenida, dónde parece repetirse la pelea del
inicio, pero ahora con unos cimientos, dónde la frustración por que el trabajo
echo se quede en un borrón flota en el ambiente. Las llamaradas de tensión te
rozan hasta desembocar en el culmen del agua. Para llegar a un hermoso epílogo
(spoiler), que da una sentida conclusión.
Se le puede achacar
cierta reiteración de situaciones, pudiera sentirse un cierto estancamiento en
como la institutriz ‘pelea’ con Helen, hace un pequeño avance y vuelta a
enfrentarse. Aquello de un paso adelante y dos hacia atrás. Pero esto en
realidad es hacer sentir al espectador aquello del Mito de Sísifo en que puede
convertirse la enseñanza.
De la puesta en escena
destaca la gran cinematografía en glorioso b/n del cubano Ernesto Caparrós (de las series “Route 66” o “La ciudad
desnuda”), en marcados contrastes de grises, con ese subjetivo abrasante del
inicio, jugando con las disoluciones, jugando con los planos singulares para
emitir la zozobra de Helen, jugando con la iluminación para emitir emociones,
con dramáticos picados y contrapicados; esto adornado por una sentida música compuesta
por Laurence Rosenthal (“Réquiem por un campeón” o “Becket”), acentuando las
sensaciones de modo neurálgico; La película se rodó en Big Sky Ranch en Simi
Valley (California), y Middletown (Nueva Jersey).
Spoiler:
Muy bonito ese clímax
con la desesperación de Anne con Helen y esta parece hacer click en el jardín,
y tras caerse anímicamente Anne, Helen comienza con gestos a decir las palabras
enseñadas con el sentido que tienen, como agua sobre el agua que cae en sus
manos (no me lo creo fuera así, pero queda maravilloso narrativamente); Helen
se abraza sus padres con Anne al lado
mirándolos exhausta, pero con la felicidad del deber en marcha; Hay una elipsis
y llegamos a la noche, vemos a Anne sentada en una mecedora en la terraza,
entonces sale allí Anne que se le acerca y la abraza, las dos quedan abrazadas
mientras termina el film. Trémulo broche final.
A pesar de la premiada
actuación de Anne Bancroft como Anne Sullivan en la producción de Broadway, los
ejecutivos de United Artists querían que Elizabeth Taylor interpretara este
papel en la adaptación cinematográfica. Sin embargo, Arthur Penn (que también
había dirigido la producción teatral) insistió en utilizar Bancroft. Como resultado,
el estudio vio la película como una perspectiva arriesgada y le otorgó a Penn
solo un presupuesto ajustado de $ 1,300,000 (de los cuales $ 200,000 se
gastaron en comprar los derechos de la obra).
A pesar de que Patty
Duke había interpretado a Helen Keller en la obra, casi no consigue el papel.
La razón fue que a los 15 años era demasiado mayor para interpretar a una niña
de siete años, pero después de que Bancroft fuera elegida como Anne, se eligió
a Duke para interpretar a Helen en la película.
Para la escena de la
batalla en el comedor, en la que Anne trata de enseñarle a Helen buenos modales
en la mesa, tanto Bancroft como Duke usaron protectores debajo de sus disfraces
para evitar serios hematomas durante la intensa escaramuza física. La secuencia
de nueve minutos requirió tres cámaras y tardó cinco días en filmarse.
Se rehizo para
televisión en 1979 con Patty Duke como Anne y Melissa Gilbert como Helen, así
como en 2000 con Alison Elliott y Hallie Kate Eisenberg en los papeles
principales; La película ocupó el puesto 15 en 100 Years...100 Cheers:
America's Most Inspiring Movies de AFI.
Uno de esos films que
por su fuerza aleccionadora debería ser de visión obligatoria en los colegios.
Gloria Ucrania!!!
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