martes, 6 de diciembre de 2022

 


EL PAGADOR DE PROMESAS.

El burro Nicolas.

Notable drama brasileño, todo un hallazgo este cuasi-desconocido film brasileiro, una poderosa parábola contra la Iglesia, la política, el paganismo, o el capitalismo. Lo he visto con motivo del 60 aniversario de su estreno (17/04/1962), y me he encontrado una obra punzante que con una historia simple pero muy hábilmente desarrollada engancha en el humanismo y realismo en que evoluciona de modo incisivo como una pieza ingeniosa de agit-pro brasileña contra la sociedad b. Guioniza y dirige Anselmo Duarte, adaptando la obra de teatro escrita por Dias Gomes. Ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes de 1962, convirtiéndose en la primera (y hasta la fecha la única) película de un director carioca en lograr esa hazaña, compitiendo con obras aclamadas como “El ángel Exterminador”, “El Eclipse”, “Divorcio a la italiana” o “El proceso de Juana de Arco”, “Tempestad sobre Washington”, “The Innocents”, “Larga jornada hacia la noche” o “Plácido”. Un año después, también se convirtió en la primera película brasileña y sudamericana nominada al Oscar, perdiendo ante el film galo “Sibila”.

 

Obra que me recuerda a una mezcla entre el satírico y caustico Luis Buñuel (incluso hay de protagonista [ausente] un burro, animal fetiche de el de Calanda), en como ataca con ácido vitriolismo a todas las instituciones, desde la fe religiosa, al matrimonio, al periodismo, al clero, a los políticos, a la policía, a los empresarios, a la policía, rodo cabe en esta estupenda fábula moral. Alrededor de este humilde pero orgulloso protagonista Zé, se juntan carroñeros a todo tipo de seres que intentaran aprovecharse de él, conformando un circo de gentes que se asemeja al otro factor cinéfilo como es el Billy Wilder de “El Gran Carnaval”. Desde el proxeneta que desea como trofeo a la esposa de Zé, el dueño del bar que desea el remolino de gente que termina yendo a su bar, unos periodistas que ven una historia política de la que sacar jugo (amarillista), un poeta que ve la inspiración en la causa de Zé, la santera que pretende atraerlo a su causa pagana. Relato donde se confronta la fe en lugares rurales y el modo de enfocarla en las ciudades, como en el campo puede ser contaminada, pero a la vez ser recta en su sentido de pureza, mientras en las urbes la rigidez religiosa termina por pervertir lo que defiende. Por eso es devastador en su alegoría que el mejor amigo del recto moralmente Zé sea un Burro, las `personas, en su mayoría no son tan buenas como este equino.

 

Zé (Leonardo Villar) es un campesino, su mejor amigo es un burro. Cuando su burro cae enfermo, Zé promete a un orisha del Candomblé, Iansan , que si su burro se recupera, regalará su tierra a los pobres y llevará una cruz desde su finca hasta la Iglesia de Santa Bárbara en Salvador , Bahía . , donde ofrecerá la cruz al párroco local. Tras la recuperación de su burro, Zé parte en su viaje, una distancia de 7 léguas (46 km; 29 millas). La película comienza como Zé, seguido por su esposa Rosa (Glória Menezes), llega fuera de la iglesia. El sacerdote local (Dionísio Azevedo) se niega a aceptar la cruz una vez que se entera de la promesa " pagana " de Zé y las razones detrás de ella. Todos intentan manipular al inocente e ingenuo Zé. Los candomblé locales, por ejemplo, quieren utilizarlo como líder contra la discriminación que sufren por parte de la Iglesia Católica Romana. Los periódicos sensacionalistas transforman su promesa de entregar su tierra en un llamado " comunista " a la reforma agraria (que todavía es un tema muy controvertido en Brasil). Cuando la policía le dispara a Zé para evitar que ingrese a la iglesia, los adoradores de Candomblé colocan su cadáver en la cruz y entran a la fuerza a la iglesia.

 

Tiene un comienzo sugestivo, primero con unas imágenes del culto ‘candomblé’, exponiendo como este credo se confundía (de ahí que Santa Bárbara sea alegorizada por Iansán) con el cristianismo para enraizar en las gentes incultas, culto traído por los esclavos negros de África a Brasil. Tras ello vemos durante los créditos a un hombre, Zé (brillante Leonardo Villar, un cruce entre Masttroiani y Nino Manfredi, dota su rol de una dignidad tremenda, empatizas con ékl y su calvario, derrocha humanidad en cada poro, exuberante) portando por senderos rurales una cruz al hombro, cual Jesús en su Vía Crucis, junto a él una mujer, Rosa (Glória Menezes, notable en un rol complejo de amargada acompañante de un marido que no comprende y se sabe traidora de carne y ni puede remediarlo), y por donde pasan las gentes les observan con reverencia y respeto. Llegan a la ciudad (Salvador de Bahía), de noche, y aquí las gentes que lo ven se burlan y ríen de él, confrontando de forma rápida la mentalidad del campo con los urbanitas. El hombre llega a unas empinadas escalinatas y en la cima está la Iglesia dedicada a Santa Bárbara, frente a donde ha prometido llevar la Cruz. Pero el templo sagrado está cerrado y el hombre esperará allí a que abra. Entre medias vemos a ‘Bonito’ (Geraldo Del Rey, fenomenal como la serpiente en este lugar, la maldad pérfida, el deseo de la carne), un ‘macarra’ pelearse con su prostituta Marly (Norma Begell, muy buena como mujer rastrera, epítome de la ‘puta’ guardiana y abnegada con su chulo). El proxeneta se encapricha de la mujer (para ella será la serpiente de la tentación carnal) del tipo que llevaba la Cruz y se le ofrece cual víbora a ayudar a la mujer a dormir esa noche en hotel, y Zé cual inocencia fruto del campesino no se da cuenta de las intenciones aviesas del ‘chuloputas’. A la mañana siguiente abran la Iglesia y el párroco, Olavo (Dionisio Azevedo, buenísimo como el inflexible sacerdote, ejemplo  de ese cerril sentimiento de sentirse dueños de la verdad absoluta que son los clérigos), al ver a Zé junto a la Cruz se acerca a él a conocer su historia, pero lejos de apiadarse tras saber que ha transportado durante 47 km la Cruz (de lo que da fe su ajado hombro), le recrimina que haya echo de transmisora de su promesa a una figura pagana, por lo que dice que su fe es del diablo, lo llama hereje, y esto lo redobla recriminándole que se haya querido emparejar al sufrimiento de Jesús. Y con esto le niega la entrada en la Iglesia. Zé se mantiene en los escalones esperando que cambie de opinión. La postura de este origina una espiral en la ciudad en la que los diferentes estamentos se verán envueltos queriendo aprovecharse en su interés del cándido y humilde Zé.

 

Un relato con algún ribete kafkiano en la odisea que sufre el protagonista. Tipo íntegro y digno que el director enfoca de modo simbólico en muchas ocasiones solo junto a su Cruz en las infinitas escalinatas (recuerdan en cierto modo a las de Odessa en “El acorazado Potenkim”), cual Hombre contra el mundo, llegando a gritar en su desesperación, ‘Nadie me entiende!!!’ Zé un hombre bueno, cristiano acérrimo, que en su ingenuidad y sencillez se confrontado contra intereses que no comprende. Queriendo ser manipulado por unos y otros, ejemplificando una sociedad tóxica y alienante.

 

Todo esto evolucionando con algunos diálogos y discursos inteligentes, desglosando reflexiones entre pragmáticas, interesadas, hipócritas o retóricas. Esto en el culmen con el superior del cura que viene a dar una salida a Zé y que también pueda serlo para el callejón estrecho en el que se han metido todos. Una opción un tanto retorcida que puede recordar al juicio a Juana de Arco, donde para salvarse se le da la opción de renegar de lo que cree, y a esto se ve abocado Zé, a que pierda sentido lo que cree.

 

Relato que habla sutilmente del clasismo racial, donde los blancos son los que van a la Iglesia y los mulatos y negros los paganos son excluidos a las puertas del templo. También expone las envenenadas alianzas que se forjan por intereses espurios entre criminales y autoridades, entre prensa y políticos, todos medrando en contra de un pobre hombre. Son un Goliat contra un pequeño David. Lo llegan a mangonear hasta tergiversar sus palabras para hacerlo un líder comunista (por ello peligroso), lo llegan a hacer un hacedor de milagros por su inquebrantable fe (van tullidos para que los cure).

 

Maravillosa la puesta en escena, excelente en como sirve para transmitir el estado de ánimo requerido. Ya desde el ampuloso escenario principal de esa escalinata interminable en Salvador de Bahia, cual montaña del Mito de Sisifo, pero en este caso que nunca acaba de subir el protagonista con su particular piedra convertida en pesada Cruz, una metáfora de ascesis espiritual, negándosele en la cumbre la entrada al Reino de Dios, cual símbolo de la marginación e intolerancia cerril del clero, siendo en este sentido sublime la escena en que intenta entrar en la Iglesia utilizando de ariete la Cruz, filmado desde el ojo de Dios, ello por mor de la sensacional cinematografía en glorioso b/n de H.E. Fawle. El DP londinense realiza una labor excelsa en el manejo dramático del objetivo, con picados, contrapicados, detallismo, simbolismo, siendo formidable su uso en el rush final, moviéndose con brío entre la muchedumbre, gracias también al gran montaje de Carlos Coimbra, imprimiendo gran nervio, necesario en el tramo terminal, donde las pasiones y sentimientos se desbordan en una conclusión arrolladora en como proyecta el calvario de este hombre que se empareja en su sufrimiento con Jesucristo *spoiler, La música de Gabriel Migliori aporta ese toque étnico necesario para hacernos sentir en Brasil y su folclore, epítome ese (incensario) tramo de capoeira, esto realmente se excede y se siente un error que nos saca del dramatismo de lo que vivíamos, un impasse que se excede. Esto como reflejo de la fe pagana incrustada en la sociedad carioca

 

Spoiler:

 

Tras negarse Zé al chantaje a que es sometido por un alto cargo eclesial. Los escalones de la iglesia eventualmente se convierten en el lugar para el baile folclórico ritual pero, con la aparición de la Policía (traída por el proxeneta cuando se da cuenta de que la mujer se le ha escapado), pretenden detener a Zé, este se resiste aduciendo que no ha hecho nada malo, bajo la ira saca un cuchillo, la situación pronto se sale de control, se convierte en un motín con cientos de personas en la escalinata peleando, hay disparos y nuestro héroe cae muerto en el suelo. Al ver esto, los lugareños se encargan de que cumpla su palabra a pesar de todo. Lo atan a la cruz y, usándolo como un ariete (lo que él mismo había intentado antes en su desesperación), logran meterlos dentro de la iglesia. Mientras la multitud sigue o se dispersa, la esposa del hombre se queda sola... Brillante final, de los que queda clavado en la mente por su fuerza emocional.

 

Esta es una joya a reivindicar. Gloria Ucrania!!!

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