martes, 1 de noviembre de 2022

 



Z

Aclamado y muy popular film agit-prop dirigido por el combativo políticamente heleno afincado en Francia Constantin Costa-Gavras, pero que con la perspectiva del más de medio siglo desde su estreno me ha resultado una obra demasiado ansiosa por mandar su mensaje contra los totalitarismos, muy loable en este aspecto, pero en este afán han cercenado cualquier sutilidad o complejidad, pues las cosas no son nunca tan simples como el blanco y negro, hay grises, y en esta historia eso es inexistente, los buenos muy buenos y los malos horribles. Los activistas de izquierdas Gavras y el madrileño exiliado en las Galias Jorge Semprún, basándose en la novela homónima de 1966 de Vassilis Vassilikos, siendo un relato apenas ficticio (nunca se dice el país en el que sucede la acción, ni el nombre del asesinado [el alter ego de Lambrakis] es el Doctor, ni el de muchos de los personajes, como los militares) de los eventos rodearon el asesinato del político griego demócrata Grigoris Lambrakis en 1963, diputado griego de izquierdas y pacifista, y que investigó el juez de instrucción, Christos Sartzetakis (presidente griego de 1985 a 1990). El título se refiere a un popular eslogan de protesta griego que significa "él vive", en referencia a Lambrakis. Al no poder recaudar fondos en Francia, ya que el tema se consideró demasiado político, Costa-Gavras y el productor Jacques Perrin (desempeña papel como fotoperiodista, en un papel con mucha presencia, pero nula expresividad, muy frio) finalmente llegaron a un acuerdo con los patrocinadores argelinos y decidieron filmar la película en el país norteafricano. Fue la primera película y una de las pocas nominadas a los Premios de la Academia tanto a la Mejor Película como a la Mejor Película en Lengua Extranjera. Ganó este último (también el de edición) así como el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes, el Premio BAFTA a la Mejor Música de Cine y el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera. En los Globos de Oro, sus productores rechazaron el premio para protestar por la exclusión de la película de la categoría de Mejor Película - Drama.

 

Costa-Gavras utiliza las ‘armas’ de cineasta para atacar el gobierno derechista de entonces en Grecia, pero esto me queda liviano, pues nunca sabemos que defienden aquí un bando y el otro (escuchamos al ‘Doctor’ soltar unas soflamas supuestamente pacifistas sobre los males de la OTAN (no nos engañemos, cuando habla contra las armas Nucleares se refiere a estas organización], pero ni esto no se sabe el porqué). Desde el principio estamos inmersos en un polvorín geopolítico inestable, escuchamos a unos y a otros como manejan la atmósfera amenazante, todo muy binario y tribal, pero sin que sepamos que son los unos y los otros. Aunque esto puede ser bueno, pues hace que el componente de izquierda vs derecha quede difuso, y nos atengamos a los abusos del poder contra quien pone en entredicho su status. Explota en el clímax de la noche de marras, con el asesinato ante una multitud del líder político encarnado con temple y carisma en un papel pequeño, pero al que le sabe dar impronta de mártir Yves Montand, con que orgullo camina hacia la multitud. Y tras ello entramos en el grueso de la trama que será la procedimental con la entrada en escena de este juez “Caballero sin espada” que es este juez (sin nombre) encarnado con flema absoluta por Jean-Louis Trintignant (alter ego de Sartzetakis), al que da vida el actor tras unas gruesas gafas de cristal oscuro, nos e posiciona políticamente, es un asceta de la verdad, no se deja mangonear, recto hacia adelante (Enardecedor cuando al final se sale de su sentido del deber y se posiciona llamando al ‘Incidente’, ‘Asesinato’). Pero esta investigación me resulta muy simplista, todo muy plano en la forma que se quieren lanzar los dardos, con unos malos que además de serlo resultan tan tontos como caricaturescos. Siéndome lo que sonsaco, como si algunas personas buenas no se dejan violentar por los ‘malos’, y no me refiero solo al magistrado, también a los testigos, la Verdad puede prevalecer, pero si nos dejamos someter por miedo el mal puede vencer.

 

Aunque para lo bueno están los recursos de cine para hacerlo atractivo, donde no hay descanso, dando sensación de contrarreloj, no hay pausas, ni siquiera para dar algo de fondo a los protagonistas, estos se definen en escasos trazos, no tiene más vida que sus actos en pos del centro de los hechos. Elementos visuales agiles como son su gran labor en el oscarizado montaje de Françoise Bonnot (“El quimérico inquilino” o “Missing”), que dota de dinamismo constante al relato, jugando con los tiempos, con los flash-backs para narrar desde diferentes ángulos el asesinato; sustentado por una luminosa cinematografía de Raoul Coutard (“Lemmy contra Alphaville” o “Jules & Jim”), creando tomas muy descriptivas, haciendo diáfanas las secuencias, manejando con soltura dramática los zooms, los travellings, incluso las tomas a mano para dar sensación de reportero de guerra; Todo esto adornado por la partitura étnica de Mikis Theodorakis (enemigo político de la dictadura gobernante, estaba bajo arresto domiciliario en Grecia), de resonancias turbadoramente alegres para lo que se cuenta.  

 

Si conseguimos obviar que es un panfleto de izquierdas, podemos extraer su ensalzable ataque a las dictaduras, a la corrupción del poder, a los abusos del poder, al uso espurio de los medios de comunicación, a como oprimen con las fuerzas policiales y militares los que ostentan el poder tras las bambalinas, a las manipulaciones de los medios en contubernio con los fantasmas del poder, ello para hacer creer que lo blanco es negro y viceversa, algo que incluso en las democracias ocurre cuando los gobiernos se vician y se retuercen para seguir en la poltrona, no hay más que ver nuestro país con este gobierno sanchista hediondo que en campaña soltaba unas soflamas que al día siguiente de elecciones giró 180 grados, se alió con aquellos que un día antes repudiaba, y encima los palmeros mediáticos que durante la campaña lo enaltecían por esta dignidad e integridad, luego hacían contorsiones para decir lo gran hombre de estado que era Pedrito por hacer justo lo contrario de lo que voceaba. Pararé, que me caliento. Yo siempre puedo defender la pluralidad de opiniones, pero no que me mientan marxista: ‘Estos son mis principios, y si no te gustan tengo otros’. Así que esta película la veo como un canto a la integridad que representa este juez que no se deja amedrentar, una persona justa que defiende la verdad, defiende los derechos humanos, algo tan novedoso como un juez que quiere justicia.

 

Costa-Garvas abre su obra con una declaración establece el tono para la película: “cualquier parecido con hechos reales, con personas vivas o muertas, no es accidental. Es DELIBERADO”. La historia comienza con los momentos finales de una conferencia gubernamental bastante aburrida y una presentación de diapositivas sobre política agrícola hasta que el líder de la policía de seguridad de un gobierno dominado por militares de derecha sube al podio para pronunciar un discurso apasionado que describe el programa del gobierno para combatir el izquierdismo mediante usando las metáforas "un moho de la mente", una infiltración de " ismos " y "manchas solares".

 

El escenario cambia a los preparativos de un mitin de la facción opositora en el que el diputado pacifista pronunciará un discurso a favor del desarme nuclear. Ha habido intentos por parte del gobierno de impedir que se pronuncie el discurso. El lugar se ha cambiado a una sala mucho más pequeña, los problemas logísticos han aparecido de la nada y las personas que reparten folletos sobre el cambio de lugar son atacadas por matones bajo el mando de la policía. De camino al lugar, el diputado es golpeado en la cabeza por uno de los anticomunistas de derecha manifestantes, algunos de los cuales son patrocinados por el gobierno, pero continúa con su discurso mordaz. Cuando el diputado cruza la calle desde el salón después de dar su discurso, un motocarro de reparto pasa a toda velocidad y un hombre en la plataforma abierta del camión lo golpea con un garrote.

 

Película que juega con el suspense, la intriga, la acción (notable la escena del compañero del Doctor saltando al cajón del motocarro a pelear con el que ha golpeado a su líder, la pelea se siente muy realista), con mucha tensión (ese Doctor frente a los hostiles manifestantes en clara latencia de saltarle a la yugular). Con charlas-discusiones vigorosas, sobre todo las del representante del Mal en la figura del General encarnado por Pierre Dux, con este queriendo llevar las sospechas por otro lado, obviando las pruebas que le presenta el juez instructor, con una papel muy plano en sus argumentos zafios y grotescos, sin matiz alguno, no ayuda a dar hondura a los hechos. También están los matones Yago y Vago (vaya nombres alegóricos), en dos papeles muy lisos en su maldad sin aristas, a los que dan vida respectivamente Renato Salvatori y Renato Salvatori, dos pobres diablos maleables. Todo en un crescendo dramático bien llevado para engancharte en su simplicidad de buenos contra muy malísimos, y quieres que venza el Bien, para desembocar en una conclusión dulce-agria (se suele decir agridulce, pero aquí lo correcto es esto), que da sentido a todo lo visto.

 

Junto con Gillo Pontecorvo y Francesco Rosi, el cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras ha sido el máximo representante del cine político, corriente surgida a mediados de los años 60 y definida por su carácter marcadamente reivindicativo e izquierdista, la película que dio fama internacional a este autor fue “Z”, el film que hoy nos ocupa, “Z” forma parte de una "trilogía política" que se completa con “La confesión” (1970), basada en el libro de Artur London sobre su proceso en Checoslovaquia, y “Estado de sitio” (1973), el relato de la formación de los escuadrones de la muerte en América Latina financiados por Estados Unidos y la actividad revolucionaria de los tupamaros, también es suya la estupenda “Desaparecido” (1981) en que se habla del colaboracionismo del gobierno norteamericano en el golpe de estado de Chile.

 

Spoiler:

 

Parece que la historia acaba con el Bien triunfando sobre el Mal cuando el magistrado no se deja amedrentar por el General. Acusa a uno tras de otro a los militares implicados en el asesinado del Doctor, ello en un encadenado al que Gavtras impregna de humor, con la llegada de los mandamases de la soldadesca al juzgado, estos violentamente procediendo contra los reporteros que les esperan, luego entrando con altanería ante el juez que conforme se sienta le pregunta nombre y profesión, lo cual sienten ellos como un insulto, tras lo que son procesados por asesinato, mala conducta oficial, obstrucción a la justicia. Tras lo que se les aconseja tirar por otra puerta para no tropezarse otra vez con los reporteros, y entonces se repite que siempre, uno tras otro quieren abrir una puerta cerrada. Uno de los jóvenes seguidores del líder asesinado corre a llevarle la buena noticia a la viuda (Irene Papas en un papel cuasi-testimonial). La encuentra esperando a la orilla del mar. Él es triunfante; se hará justicia; el gobierno caerá. Irene Papas escucha sus noticias en silencio y luego se vuelve y mira hacia el mar. Su rostro no refleja triunfo; sólo sufrimiento y desesperación. Un epílogo proporciona una sinopsis de los giros posteriores de los acontecimientos. En lugar de que se haga justicia, el fiscal es retirado misteriosamente del caso, varios testigos clave mueren en circunstancias sospechosas, los asesinos reciben sentencias relativamente cortas, los oficiales reciben solo reprimendas administrativas, los colaboradores cercanos del oficial mueren o son deportados y el reportero gráfico es enviado a prisión por revelar documentos oficiales. Los jefes de gobierno dimiten tras la desaprobación pública, pero antes de que se lleven a cabo las elecciones se produce un golpe de Estado y los militares toman el poder. Prohíben el arte moderno, la música popular , los novelistas de vanguardia , las matemáticas modernas ,filósofos clásicos y modernos y el uso del término " Ζ " (griego : zíta, o griego : zi, usado por los manifestantes contra el gobierno anterior), que se refiere al diputado y significa: "Él vive".

 

El asesinato en 1963 del político y médico griego Grigoris Lambrakis y la posterior junta militar sirvieron de base para la historia. Entre las referencias de Costa-Gavras a los hechos reales estaba la frecuencia con la que los militares comparaban las ideologías con las enfermedades, visto cuando el general compara los -ismos con el moho. El magistrado se basó en el jurista griego de la vida real Christos Sartzetakis.

 

La fotografía principal se llevó a cabo en Argel por sugerencia del actor Jacques Perrin, que los realizadores aprobaron por su entorno mediterráneo y porque el Ministerio de Cultura se mostró complaciente. En Argel, el Hotel St. Georges y la plaza central fueron lugares de rodaje, mientras que el Théâtre des Champs-Élysées de París se utilizó para las escenas de ballet; Marcel Bozzuffi realizó sus propias acrobacias luchando en el vehículo "Kamikaze" debido a la falta de presupuesto de la producción para especialistas profesionales.

 

El 22 de mayo de 1963, Gregorios Lambrakis resultó fatalmente herido en un "accidente de tránsito". Fue diputado del partido de la oposición en Grecia. La teoría del accidente olía mal y el gobierno nombró a un investigador para investigar el asunto. Su deber tácito era reafirmar la versión oficial de la muerte, pero su investigación lo convenció de que, efectivamente, Lambrakis había sido asesinado por una organización clandestina de derecha. Estaban implicados altos mandos del ejército y la policía. El complot fue desenmascarado en la corte y se dictaron sentencias: sentencias severas para los tipos pequeños (incautos, en realidad) que habían llevado a cabo el asesinato, y la absolución para los funcionarios influyentes que lo habían ordenado. Pero la historia no había terminado. Cuando la Junta del Ejército dio su golpe de estado en 1967, los generales derechistas y el jefe de policía fueron absueltos de todos los cargos y "rehabilitados". Los responsables de desenmascarar el magnicidio ahora se convirtieron en criminales políticos.

 

Como exiliado griego, cuyo padre había sido perseguido por las autoridades, Costa-Gavras estaba decidido a filmar el relato ficticio de Vassili Vassilikos sobre los hechos que siguieron al asesinato del pacifista liberal Gregorios Lambrakis en una manifestación contra la instalación de misiles Polaris el 22 de mayo de 1963. Deseoso de evitar un escándalo, el gobierno derechista de Karamanlis había designado al juez Christos Sartzetakis para que realizara una investigación y pronto quedó claro que el establishment se había coludido en la conspiración para destituir a Lambrakis antes de las próximas elecciones, para que no bloqueara el flujo de sobornos y armamento entrando en Grecia. Aunque los asesinos fueron juzgados en octubre de 1966, el golpe militar del 21 de abril de 1967 supuso la restauración de los funcionarios destituidos en el asunto y la tortura e inhabilitación del juez Sartzetakis. Sin embargo, los seguidores de Lambrakis continuaron usando la letra Z (que significa ' él vive') como símbolo de protesta y Vassilikos la adoptó como título de su libro.

 

Me queda un buen thriller, sin ser la obra maestra que muchos ven, pero si una película apreciable y recomendable por su ataque contra las Dictaduras. Gloria Ucrania!!!

PD. Error risible cuando atrapa un policía al conductor del motocarro y le quita la porra, llevándolo al portal de un edifico para detenerlo, allí el poli le empuja con la porra y esta se dobla, dejando ver que es de goma para no hacer daño.

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