Z
Aclamado y muy popular film agit-prop dirigido por el combativo políticamente heleno afincado en Francia Constantin Costa-Gavras, pero que con la perspectiva del más de medio siglo desde su estreno me ha resultado una obra demasiado ansiosa por mandar su mensaje contra los totalitarismos, muy loable en este aspecto, pero en este afán han cercenado cualquier sutilidad o complejidad, pues las cosas no son nunca tan simples como el blanco y negro, hay grises, y en esta historia eso es inexistente, los buenos muy buenos y los malos horribles. Los activistas de izquierdas Gavras y el madrileño exiliado en las Galias Jorge Semprún, basándose en la novela homónima de 1966 de Vassilis Vassilikos, siendo un relato apenas ficticio (nunca se dice el país en el que sucede la acción, ni el nombre del asesinado [el alter ego de Lambrakis] es el Doctor, ni el de muchos de los personajes, como los militares) de los eventos rodearon el asesinato del político griego demócrata Grigoris Lambrakis en 1963, diputado griego de izquierdas y pacifista, y que investigó el juez de instrucción, Christos Sartzetakis (presidente griego de 1985 a 1990). El título se refiere a un popular eslogan de protesta griego que significa "él vive", en referencia a Lambrakis. Al no poder recaudar fondos en Francia, ya que el tema se consideró demasiado político, Costa-Gavras y el productor Jacques Perrin (desempeña papel como fotoperiodista, en un papel con mucha presencia, pero nula expresividad, muy frio) finalmente llegaron a un acuerdo con los patrocinadores argelinos y decidieron filmar la película en el país norteafricano. Fue la primera película y una de las pocas nominadas a los Premios de la Academia tanto a la Mejor Película como a la Mejor Película en Lengua Extranjera. Ganó este último (también el de edición) así como el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes, el Premio BAFTA a la Mejor Música de Cine y el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera. En los Globos de Oro, sus productores rechazaron el premio para protestar por la exclusión de la película de la categoría de Mejor Película - Drama.
Costa-Gavras utiliza las
‘armas’ de cineasta para atacar el gobierno derechista de entonces en Grecia,
pero esto me queda liviano, pues nunca sabemos que defienden aquí un bando y el
otro (escuchamos al ‘Doctor’ soltar unas soflamas supuestamente pacifistas sobre
los males de la OTAN (no nos engañemos, cuando habla contra las armas Nucleares
se refiere a estas organización], pero ni esto no se sabe el porqué). Desde el principio
estamos inmersos en un polvorín geopolítico inestable, escuchamos a unos y a
otros como manejan la atmósfera amenazante, todo muy binario y tribal, pero sin
que sepamos que son los unos y los otros. Aunque esto puede ser bueno, pues hace
que el componente de izquierda vs derecha quede difuso, y nos atengamos a los
abusos del poder contra quien pone en entredicho su status. Explota en el
clímax de la noche de marras, con el asesinato ante una multitud del líder
político encarnado con temple y carisma en un papel pequeño, pero al que le
sabe dar impronta de mártir Yves Montand, con que orgullo camina hacia la multitud.
Y tras ello entramos en el grueso de la trama que será la procedimental con la
entrada en escena de este juez “Caballero sin espada” que es este juez (sin
nombre) encarnado con flema absoluta por Jean-Louis Trintignant (alter ego de Sartzetakis),
al que da vida el actor tras unas gruesas gafas de cristal oscuro, nos e posiciona
políticamente, es un asceta de la verdad, no se deja mangonear, recto hacia
adelante (Enardecedor cuando al final se sale de su sentido del deber y se
posiciona llamando al ‘Incidente’, ‘Asesinato’). Pero esta investigación me
resulta muy simplista, todo muy plano en la forma que se quieren lanzar los
dardos, con unos malos que además de serlo resultan tan tontos como
caricaturescos. Siéndome lo que sonsaco, como si algunas personas buenas no se
dejan violentar por los ‘malos’, y no me refiero solo al magistrado, también a
los testigos, la Verdad puede prevalecer, pero si nos dejamos someter por miedo
el mal puede vencer.
Aunque para lo bueno
están los recursos de cine para hacerlo atractivo, donde no hay descanso, dando
sensación de contrarreloj, no hay pausas, ni siquiera para dar algo de fondo a
los protagonistas, estos se definen en escasos trazos, no tiene más vida que
sus actos en pos del centro de los hechos. Elementos visuales agiles como son
su gran labor en el oscarizado montaje de Françoise Bonnot (“El quimérico
inquilino” o “Missing”), que dota de dinamismo constante al relato, jugando con
los tiempos, con los flash-backs para narrar desde diferentes ángulos el
asesinato; sustentado por una luminosa cinematografía de Raoul Coutard (“Lemmy
contra Alphaville” o “Jules & Jim”), creando tomas muy descriptivas,
haciendo diáfanas las secuencias, manejando con soltura dramática los zooms,
los travellings, incluso las tomas a mano para dar sensación de reportero de guerra;
Todo esto adornado por la partitura étnica de Mikis Theodorakis (enemigo
político de la dictadura gobernante, estaba bajo arresto domiciliario en
Grecia), de resonancias turbadoramente alegres para lo que se cuenta.
Si conseguimos obviar que
es un panfleto de izquierdas, podemos extraer su ensalzable ataque a las dictaduras,
a la corrupción del poder, a los abusos del poder, al uso espurio de los medios
de comunicación, a como oprimen con las fuerzas policiales y militares los que
ostentan el poder tras las bambalinas, a las manipulaciones de los medios en
contubernio con los fantasmas del poder, ello para hacer creer que lo blanco es
negro y viceversa, algo que incluso en las democracias ocurre cuando los
gobiernos se vician y se retuercen para seguir en la poltrona, no hay más que
ver nuestro país con este gobierno sanchista hediondo que en
campaña soltaba unas soflamas que al día siguiente de elecciones giró 180
grados, se alió con aquellos que un día antes repudiaba, y encima los palmeros mediáticos
que durante la campaña lo enaltecían por esta dignidad e integridad, luego
hacían contorsiones para decir lo gran hombre de estado que era Pedrito por
hacer justo lo contrario de lo que voceaba. Pararé, que me caliento. Yo
siempre puedo defender la pluralidad de opiniones, pero no que me mientan marxista:
‘Estos son mis principios, y si no te gustan tengo otros’. Así que esta
película la veo como un canto a la integridad que representa este juez que no
se deja amedrentar, una persona justa que defiende la verdad, defiende los
derechos humanos, algo tan novedoso como un juez que quiere justicia.
Costa-Garvas abre su obra
con una declaración establece el tono para la película: “cualquier parecido con
hechos reales, con personas vivas o muertas, no es accidental. Es DELIBERADO”. La
historia comienza con los momentos finales de una conferencia gubernamental
bastante aburrida y una presentación de diapositivas sobre política agrícola
hasta que el líder de la policía de seguridad de un gobierno dominado por
militares de derecha sube al podio para pronunciar un discurso apasionado que describe
el programa del gobierno para combatir el izquierdismo mediante usando las
metáforas "un moho de la mente", una infiltración de " ismos
" y "manchas solares".
El escenario cambia a
los preparativos de un mitin de la facción opositora en el que el diputado
pacifista pronunciará un discurso a favor del desarme nuclear. Ha habido
intentos por parte del gobierno de impedir que se pronuncie el discurso. El
lugar se ha cambiado a una sala mucho más pequeña, los problemas logísticos han
aparecido de la nada y las personas que reparten folletos sobre el cambio de
lugar son atacadas por matones bajo el mando de la policía. De camino al lugar,
el diputado es golpeado en la cabeza por uno de los anticomunistas de derecha manifestantes,
algunos de los cuales son patrocinados por el gobierno, pero continúa con su
discurso mordaz. Cuando el diputado cruza la calle desde el salón después de
dar su discurso, un motocarro de reparto pasa a toda velocidad y un hombre en
la plataforma abierta del camión lo golpea con un garrote.
Película que juega con
el suspense, la intriga, la acción (notable la escena del compañero del Doctor
saltando al cajón del motocarro a pelear con el que ha golpeado a su líder, la
pelea se siente muy realista), con mucha tensión (ese Doctor frente a los hostiles
manifestantes en clara latencia de saltarle a la yugular). Con charlas-discusiones
vigorosas, sobre todo las del representante del Mal en la figura del General encarnado
por Pierre Dux, con este queriendo llevar las sospechas por otro lado, obviando
las pruebas que le presenta el juez instructor, con una papel muy plano en sus
argumentos zafios y grotescos, sin matiz alguno, no ayuda a dar hondura a los
hechos. También están los matones Yago y Vago (vaya nombres alegóricos), en dos
papeles muy lisos en su maldad sin aristas, a los que dan vida respectivamente Renato
Salvatori y Renato Salvatori, dos pobres diablos maleables. Todo en un
crescendo dramático bien llevado para engancharte en su simplicidad de buenos
contra muy malísimos, y quieres que venza el Bien, para desembocar en una
conclusión dulce-agria (se suele decir agridulce, pero aquí lo correcto es
esto), que da sentido a todo lo visto.
Junto con Gillo
Pontecorvo y Francesco Rosi, el cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras
ha sido el máximo representante del cine político, corriente surgida a mediados
de los años 60 y definida por su carácter marcadamente reivindicativo e
izquierdista, la película que dio fama internacional a este autor fue “Z”, el
film que hoy nos ocupa, “Z” forma parte de una "trilogía política"
que se completa con “La confesión” (1970), basada en el libro de Artur London
sobre su proceso en Checoslovaquia, y “Estado de sitio” (1973), el relato de la
formación de los escuadrones de la muerte en América Latina financiados por
Estados Unidos y la actividad revolucionaria de los tupamaros, también es suya
la estupenda “Desaparecido” (1981) en que se habla del colaboracionismo del
gobierno norteamericano en el golpe de estado de Chile.
Spoiler:
Parece que la historia acaba
con el Bien triunfando sobre el Mal cuando el magistrado no se deja amedrentar por
el General. Acusa a uno tras de otro a los militares implicados en el asesinado
del Doctor, ello en un encadenado al que Gavtras impregna de humor, con la
llegada de los mandamases de la soldadesca al juzgado, estos violentamente
procediendo contra los reporteros que les esperan, luego entrando con altanería
ante el juez que conforme se sienta le pregunta nombre y profesión, lo cual
sienten ellos como un insulto, tras lo que son procesados por asesinato, mala
conducta oficial, obstrucción a la justicia. Tras lo que se les aconseja tirar
por otra puerta para no tropezarse otra vez con los reporteros, y entonces se
repite que siempre, uno tras otro quieren abrir una puerta cerrada. Uno de los
jóvenes seguidores del líder asesinado corre a llevarle la buena noticia a la
viuda (Irene Papas en un papel cuasi-testimonial). La encuentra esperando a la
orilla del mar. Él es triunfante; se hará justicia; el gobierno caerá. Irene
Papas escucha sus noticias en silencio y luego se vuelve y mira hacia el mar.
Su rostro no refleja triunfo; sólo sufrimiento y desesperación. Un epílogo
proporciona una sinopsis de los giros posteriores de los acontecimientos. En
lugar de que se haga justicia, el fiscal es retirado misteriosamente del caso,
varios testigos clave mueren en circunstancias sospechosas, los asesinos
reciben sentencias relativamente cortas, los oficiales reciben solo reprimendas
administrativas, los colaboradores cercanos del oficial mueren o son deportados
y el reportero gráfico es enviado a prisión por revelar documentos oficiales.
Los jefes de gobierno dimiten tras la desaprobación pública, pero antes de que
se lleven a cabo las elecciones se produce un golpe de Estado y los militares
toman el poder. Prohíben el arte moderno, la música popular , los novelistas de
vanguardia , las matemáticas modernas ,filósofos clásicos y modernos y el uso
del término " Ζ " (griego : zíta, o griego : zi, usado por los
manifestantes contra el gobierno anterior), que se refiere al diputado y
significa: "Él vive".
El asesinato en 1963 del
político y médico griego Grigoris Lambrakis y la posterior junta militar
sirvieron de base para la historia. Entre las referencias de Costa-Gavras a los
hechos reales estaba la frecuencia con la que los militares comparaban las
ideologías con las enfermedades, visto cuando el general compara los -ismos con
el moho. El magistrado se basó en el jurista griego de la vida real Christos
Sartzetakis.
La fotografía principal
se llevó a cabo en Argel por sugerencia del actor Jacques Perrin, que los
realizadores aprobaron por su entorno mediterráneo y porque el Ministerio de
Cultura se mostró complaciente. En Argel, el Hotel St. Georges y la plaza
central fueron lugares de rodaje, mientras que el Théâtre des Champs-Élysées de
París se utilizó para las escenas de ballet; Marcel Bozzuffi realizó sus
propias acrobacias luchando en el vehículo "Kamikaze" debido a la
falta de presupuesto de la producción para especialistas profesionales.
El 22 de mayo de 1963,
Gregorios Lambrakis resultó fatalmente herido en un "accidente de
tránsito". Fue diputado del partido de la oposición en Grecia. La teoría
del accidente olía mal y el gobierno nombró a un investigador para investigar
el asunto. Su deber tácito era reafirmar la versión oficial de la muerte, pero
su investigación lo convenció de que, efectivamente, Lambrakis había sido
asesinado por una organización clandestina de derecha. Estaban implicados altos
mandos del ejército y la policía. El complot fue desenmascarado en la corte y
se dictaron sentencias: sentencias severas para los tipos pequeños (incautos,
en realidad) que habían llevado a cabo el asesinato, y la absolución para los
funcionarios influyentes que lo habían ordenado. Pero la historia no había
terminado. Cuando la Junta del Ejército dio su golpe de estado en 1967, los
generales derechistas y el jefe de policía fueron absueltos de todos los cargos
y "rehabilitados". Los responsables de desenmascarar el magnicidio
ahora se convirtieron en criminales políticos.
Como exiliado griego,
cuyo padre había sido perseguido por las autoridades, Costa-Gavras estaba
decidido a filmar el relato ficticio de Vassili Vassilikos sobre los hechos que
siguieron al asesinato del pacifista liberal Gregorios Lambrakis en una
manifestación contra la instalación de misiles Polaris el 22 de mayo de 1963.
Deseoso de evitar un escándalo, el gobierno derechista de Karamanlis había
designado al juez Christos Sartzetakis para que realizara una investigación y
pronto quedó claro que el establishment se había coludido en la conspiración
para destituir a Lambrakis antes de las próximas elecciones, para que no bloqueara
el flujo de sobornos y armamento entrando en Grecia. Aunque los asesinos fueron
juzgados en octubre de 1966, el golpe militar del 21 de abril de 1967 supuso la
restauración de los funcionarios destituidos en el asunto y la tortura e
inhabilitación del juez Sartzetakis. Sin embargo, los seguidores de Lambrakis
continuaron usando la letra Z (que significa ' él vive') como símbolo de
protesta y Vassilikos la adoptó como título de su libro.
Me queda un buen thriller, sin ser la obra maestra que muchos ven, pero si una película apreciable y recomendable por su ataque contra las Dictaduras. Gloria Ucrania!!!
PD. Error risible cuando
atrapa un policía al conductor del motocarro y le quita la porra, llevándolo al
portal de un edifico para detenerlo, allí el poli le empuja con la porra y esta
se dobla, dejando ver que es de goma para no hacer daño.
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