Regreso a Howards End
Notable drama de época
que he revisionado con motivo del 30 aniversario de su estreno. Dirigido por
James Ivory, adaptando un libreto de su guionista habitual Ruth Prawer Jhabvala
(escribió 21 guiones para Ivory), basándose en la novela homónima de 1910 de EM
Forster, tercera adaptación de Merchant Ivory Productions de una novela de
Forster (después de “A Room with a View” de 1985 y “Maurice” de 1987). La
narrativa de la película explora las relaciones de clase en la Gran Bretaña eduardiana
de principios del siglo XX, a través de eventos en la vida de las hermanas
Schlegel y los Wilcox. Ambas familias representantes de una forma de ser en la
sociedad británica, los Wilcox son clase alta, hedonista, arrogante,
condescendiente, fríos, flemáticos, que les cuesta expresar sus emociones,
epítome el patriarca que encarna de forma formidable Anthony Hopkins,
guardianes conservadores, la matriarca a la que da vida una sensacional Vanessa
Redgrave está en contra del sufragio para las mujeres, del clasismo victoriano;
y luego están las hermanas Wilcox (también está un hermano Tibby, pero este con
escaso peso), mujeres modernas, progresistas, simpáticas, extrovertidas, sin
miedo a expresar emociones, altruistas en su trato con las clases bajas. Aunque
la que da vida Emma Thompson es más pragmática, sabe moverse entre dos aguas,
mientras la que embiste Helena Bonham Carter es todo sentimiento y pasión,
romanticismo e idealismo puro. La
propiedad que da título al film (y al libro) es una alegoría de la entonces
cambiante Inglaterra, con sus vaivenes constantes, siendo también un juego
mordaz sobre los juegos del destino, viéndolo desde los deseos de una
moribunda. Un análisis de los rígidos y clasistas códigos de conducta en la
decadente sociedad británica de entonces. Obra no apta a todos los paladares
por su ritmo lento, aunque fluido, donde no paran de suceder acontecimientos
que hacen avanzar la acción, pero todo a un nivel sereno. Destapando el micro
universo pomposo de las clases altas, su fatuidad snobista, su hipocresía, su
egoísmo, su demagogia, su codicia, y su falta de empatía.
La cinta ya marca su
nivel de lirismo visual desde el inicio, desarrollado de modo trepidante. Vemos
en el crepúsculo a Ruth deambular por el jardín de Howards End, propiedad de
los Wilcox, mientras espía nerviosa el interior de la residencia como cenan los
allí residentes. Tras ello hay un encuentro romántico a media luz entre ella y
un joven, Charles (James Wilby). Hay una carta que manda por la mañana Ruth a
su hermana contando su romance. La familia manda a la tía Juley (buena Prunella
Scales) para averiguar más sobre el pretendiente. Pero entre medias el joven
Wilcox le dice Ruth que no pueden seguir, pues él no tiene nada que ofrecer,
Ruth lo acepta estoica, pero cae en la cuenta de la carta enviada. Llega la tía
con la ilusión rota de Ruth.
Una de las escenas que
marca el carácter de los protagonistas y el tono del film, es cuando Henry
muestra a Margaret su casa con (falsas) intenciones de alquilársela, una
suntuosa residencia plagada de ornamentos y cuadros antiguos (de antepasados de
Charles) que maravillan a ella, y a él lo dejan cusi-bostezando. Pero en las
escaleras Henry comienza a balbucear que su motivación no es la mencionada, y
con medias e incómodas palabras le pide matrimonio, Margaret no le responde,
pero le da un casto beso antes de marcharse, con lo que sucintamente el ‘sí’.
Dejándonos la duda de si se aman o el compromiso es por otros motivos.
Tenemos momentos claves
que dan vigor al film, protagonizados por Margaret y Henry. Como es la fiesta
de compromiso de Henry y Margaret en que aparece Ruth con Leonard y su esposa
Jacky (notable en su zafiedad Nicola Duffett), sin pretenderlo se monta una
riña, por el azar del pasado de Henry. Una maravillosa escena de charla entre
Henry y Margaret, sublime como la desarrolla en base a elipsis maravillosamente
manejadas para provocar emociones, cortes en fundidos a negro que desconciertan,
pero a la vez quedan muy bien en la reacción de ambos; Otro momento crucial se
da en la petición que Margaret hace a Henry sobre que deje a su hermana dormir
una noche en Howards End, derivando en una discusión donde salen a relucir
las ‘facturas’ del pasado, saliendo a
relucir la hipocresía machista de la época, Margaret lo explica bastante bien
sobre el doble rasero; Y hay una tercera que se da en el tramo final entre
ambos, donde la personalidad segura de sí misma de Margaret colisiona con que
el parapeto de Henry colapsa. Para derivar en un final satisfactorio a tono con
la película, donde se manejan de modo virtuoso las *elipsis.
Tiene un lastre, quizás
por culpa de la edición, pero el personaje de Charles (el hijo de Henry,
encarna do por un correctito James Wilby) me resulta difuso en su
comportamiento, parece tener ‘celos’ de Margaret y su influencia sobre su
padre, pero en el tramo final lo vemos reunido amistosamente con Margaret y
Meg, y de hecho cuando aparece Leonard se comporta como si le hubieran traicionado
y le desborda la ira, no me creo este rol, me falta información.
Maravillosa es la puesta
en escena, un reflejo suntuoso de un tiempo y lugar. Ya desde el formidable
diseño de producción de la brasileña Luciana Arrighi (“Sentido y Sensibilidad”
o “El Rey y Yo”), llevándonos por viviendas, casa de campo ("Peppard Cottage"
en Oxfordshire), mobiliario, calles, carruajes, campos, bancos, todo huele a
realismo, entrelazado al fenomenal diseño de vestuario de la tri-oscarizada (11
nominaciones al Oscar, los ganó por “Una habitación con vistas, “Mad Max: Fury
on the road” y “Cruella”), deslumbrandno en la elegancia de los atuendos, en su
pompa decadente emperifollada; Todo esto atomizado por la sensacional
cinematografía de Tony Pierce-Roberts (“Una habitación con vistas” o “Lo que
queda del día”), creando unos cuadros claramente inspirados en el impresionismo
de finales del SXIX y principios del SXX, composiciones naturalistas
prodigiosas, con esos cálidos El verdes y color de los ladrillos conforman
algunas estampas de una beldad epicúrea, con gran detallismo lírico (como
cuando el objetivo se fija en el filo del vestido de Ruth se desliza sobre la hierba),
con cuadros con efluvios a Monet o August Renoir, siendo fascinante en este
sentido el paseo en bote de Helen y Leonard, como parecen flotar sobre las aguas
del bucólico rio, como se abrazan, como pasan entre se acercan a la orilla entre
las ramas de árboles, de una beldad sibarita). También primorosa en las
recargadas tomas interiores, no rueda, pinta sobre los fotogramas; Y envolviendo
las imágenes está la estimulante música de Richard Robbins (“Una habitación con
vistas” o “Lo que queda del día”), poseyendo elementos de la partitura basados
en las obras de Percy Grainger "Bridal Lullaby" y "Mock
Morris", las piezas para piano interpretadas por el concertista inglés
Martin Jones. Las obras orquestales fueron dirigidas por Harry Rabinowitz e
interpretadas por la Orquesta de Cámara Inglesa, amoldándose al relato de modo
evocador.
Las actuaciones son uno
de los grandes pilares de este elegante film. Empezando por una maravillosa Emma
Thompson como Margaret, hasta este film era la esposa de Kenneth Branagh, a partir
de aquí era ella y punto, a lo que ayudó el Osca conseguido por su gran
interpretación. Ello en un rol que el corazón de la película, la que hace
avanzar las piezas, la que evoluciona, la que tiene arco de desarrollo,
demostrando ternura, con una sonrisa contagiosa, espíritu vitalista. Mantiene
una extraña química con Hopkins, apoyada en sus marcados contrastes de
carácter. Chocando su buenismo con la personalidad impulsiva de su hermana Meg;
Anthony Hopkins está prodigioso como sofisticado y disciplinado Henry Wilcox,
en realidad el villano de la función, ejemplo del colonialismo clasista british
con el hecho de que su fortuna sea por explotar minas en Nigeria (jefe de la
Imperial and West African Rubber Company). Es un reprimido de sus sentimientos,
pero lo hace con sutilidad, con matices, con fragilidades, con solemnidad (no
recuerdo que riera en momento alguno), tan impávido como su forma de pedir el
matrimonio, con cortantes momentos en que su inflexible figura se rompe con ese
gesto de vergüenza en que lo vena llorar, brillante. Podría haber caído en la
caricatura fácil, pero el actor le dota de alma y fondo, con un arrogancia
moral punzante (Los pobres son pobres; uno lo siente por ellos, pero ahí está”,
comenta); Buena Helena de Helena Bonham Carter, con esa cabellera enorme, es
una rebelde que está en el extremo que Henry, es la bondad, la justiciera
social, las ansias de mezclarse con la gente de abajo, da vigor a su combativo
y problemático (sobre todo para Margaret) personaje; Vanessa Redgrave como
Ruth, en un papel breve en minutaje, pero que demuestra que en cine no hay
papeles pequeños, si no intérpretes buenos o malos, ella es de los muy
primeros; Sam West como Leonard Bast es el reflejo de la clase baja, resulta un
personaje un tanto inverosímil en el modo en que lo mangonea Helen, le falta
alma a su apocado rol. Tipo tímido definido por la escena en que corre en medio
de un aguacero tras Helen por que esta se le ha llevado su paraguas, no le
grita, ni es capaz de alcanzarla, parece pecado correr, hasta que la alcanza cuando
llega a su casa y allí vemos a las extrovertidas hermanas divertirse con el
soso Leonard. Teniendo este una poco creíble relación con su esposa Jacky,
parecen de películas diferentes, chirrían.
Spoiler:
Charles con las hermanas
en Howards End me ha chirriado en el clímax, no pega allí alguien que no lo habíamos
visto antes confraternizar con ellas, para cuando aparece Leonard ser preso de
una rabia incomprensible, cual si Helen tuviera algo que ver con él.
*Me ha encantado como
Margaret, en el jardín, va a decir a Henry que abandona a este, y este se rompe
anímicamente, se tapa el rostro y extiende el brazo con vergüenza, a la
siguiente escena que los vemos juntos, ha pasado tiempo, y entendemos que la
fragilidad de él la conmovió a ella. Además, vemos que en la casa está también
Helen con su bebe ya nacido. Allí hacen el reparto de propiedades de Henry con
los hijos y la esposa, y al final Howards End le es cedida por el marido a
Margaret, justo como quería Ruth antes de morir, y que los hijos y marido
pasaron de ella.
Peppard Cottage en
Rotherfield Peppard se utilizó como lugar de rodaje de "Howards End";
Los lugares de rodaje en Londres incluyeron una casa en Victoria Square,
sustituyó a la casa de Schlegel, Fortnum & Mason en Piccadilly, el
restaurante Simpson's-in-the-Strand y la estación de tren de St Pancras. Las
áreas alrededor del Arco del Almirantazgo y frente al Royal Exchange en la
ciudad de Londres se decoraron para filmar escenas de tráfico de 1910 en
Londres. La escena en la que Margaret y Helen pasean con Henry por la noche se
filmó en Chiswick Mall en Chiswick, Londres. El banco donde Leonard se
encuentra con Helen es el vestíbulo del Baltic Exchange ,30 St. Mary Axe,
Londres. Poco después de filmar el edificio fue bombardeado y destruido por el
IRA. El Rosewood London en High Holborn, que entonces era el edificio Pearl
Assurance, representaba a Porphyrion Fire Insurance Company. El cuadrilátero
del Founder's Building en Royal Holloway, Universidad de Londres, reemplazó al
hospital donde Margaret visita a la Sra. Wilcox. La casa "Howards
End" en el campo es Peppard Cottage en Rotherfield Peppard, Oxfordshire.
En ese momento era propiedad de un anticuario de plata que conocía a la
diseñadora de producción Luciana Arrighi. El bosque de campanillas donde
Leonard pasea en su sueño, así como la casa de Dolly y Charles, se filmaron
cerca. La casa de campo de Henry, Honiton, era en realidad Brampton Bryan Hall
en Herefordshire, cerca de la frontera con Gales. Estación de tren de Bewdley en el histórico
Severn Valley Railway aparece como estación Hilton.
Film que tuvo nueve
nominaciones a los Oscar, incluida la de Mejor Película, y ganó tres; Mejor
Actriz (para Emma Thompson), Mejor Guión Basado en Material Previamente
Producido o Publicado y Mejor Dirección de Arte. En los BAFTA, obtuvo once
nominaciones principales, ganando dos premios; Mejor Película y Mejor Actriz
(para Thompson).
Pese a no ser mi tipo de
cine preferido, ha conseguido este film engancharme, eso que debe ser notable.
Gloria Ucrania!!!
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