MAKING A MURDERER. (SERIE DOC.)

MONUMENTAL serie realizada y
guionizada por las novatas Laura Ricciardi y Moira Demos para el canal Netflix, 10
apasionantes episodios de alrededor de una hora, una historia en la honda de
las Coenianas “Sangre fácil” y “Fargo”, o del libro de Truman Capote “A sangre
fría”, el desgarrador relato la infeliz vida (real sí, real, aunque parezca
ficción) de Steven Avery , un hombre del condado Manitowoc (Wisconsin), estuvo en prisión 18 años (1985-2003), entró en la cárcel con 23
años, por algo que las pruebas de ADN se demostró no hizo, al salir parecía que
renacería, hasta aquí muchas historias de inocentes condenados ha habido, pero
es lo que sigue nos hunde en algo aún peor (si! lo hay), el destino (ataque de
ironía) le tenía guardado un contratiempo por el que entraría en una espiral ruindades,
y... Moira y Laura, recién acabada su carrera de audiovisuales, leyeron un artículo en 2005 en el New York Times sobre el caso de Steven
Avery titulado 'Freed by DNA, Now Charged in New Crime' que les fascinó tanto
que alquilaron un coche y con una sola
cámara se dirigieron a Manitowoc para empezar a rodar lo que hoy se puede ver
en la serie, 10 años de fenomenal montaje de lo grabado sobre este caso con
entrevistas, imágenes de archivo, vídeos de interrogatorios, llamadas
telefónicas pinchadas, los juicios, etc, para ofrecer al mundo una visión sobre
el caso de Steven Avery al que se le unió su sobrino Brendan Dassey. Pariendo
un devastador thriller documental que ha removido las conciencias de la
sociedad estadounidense hasta niveles extraordinarios (spoiler). Pocas veces recuerdo que la tele me haya atrapado de esa manera, y es
que es una serie adictiva, subyugante, fascinante, imprescindible para una
total absorción abstenerse de acudir a la wikipedia en busca de información, os
puede estropear las sorpresas con la cantidad de giros y contragiros que tiene,
entrad vírgenes a esta serie de terror, en el transcurrir de los capítulos te
sentirás más y más atrapado, anonadado, soliviantado, cabreado, indignado, te
encontraras discutiendo con la televisión, imposible no entrar en modo ira con
este relato sombrío sobre lo peor de la Condición Humana, su mezquindad, su
poco respeto por la vida de los demás, donde se cumple el axioma de el hombre
es un lobo para el hombre.

Steven Avery era un
muchacho de Wisconsin cuya familia
tenía un depósito de autos (chatarrería) en el condado de Manitowoc. Una prima suya, casada con un alguacil del sheriff, lo había acusado tiempo
atrás de exhibicionismo y amenazas armadas. Sin pruebas sólidas, un tribunal lo
condenó a seis años de prisión. Mientras esperaba para cumplir esa condena tuvo
lugar el ataque del lago Michigan, tras el cual la víctima describió a su
agresor como “un joven rubio de pelo largo”. Avery cumplía con la descripción,
tanto como otros miles de jóvenes. Resultado: una condena de 32 años. Una
prueba de ADN hecha a los 18 años de prisión (la técnica no existía aún en
1985) demostró finalmente el culpable no había sido Avery, sino otro rubio de
pelo largo que penaba en ese momento 60 años de prisión. Corría el año 2003 y
un Avery de 41 años salía de la cárcel, con enorme barba. Es a partir de
entonces que Ricciardi & Demos, que se habían enterado del caso por un
artículo de The New York Times, comienzan a seguirlo en vivo, acompañando el
regreso de Avery a Manitowoc, la bienvenida de los suyos, su segunda vida, su
nueva pareja y la vuelta a la pesadilla, con el nuevo e imprevisto caso
policial que se abrirá un par de años más tarde. Pero volvamos a 2003. En ese
momento, la mujer que lo mandó a la cárcel le pide perdón en público y una
comisión judicial llamada Comisión Avery se reúne para producir reformas en el
sistema judicial, que impidan una injusticia semejante a la vivida por Steven.
El resultado es la llamada Ley Avery, de protección a la inocencia.
Representado ahora por dos nuevos abogados, Steven decide demandar al estado de
Wisconsin, por 36 millones de dólares.
Es una magistral labor
mostrada con una tremenda capacidad de sugestión, un thriller de horror donde
la realización magnífica hará que empaticemos irremediablemente con el protagonista
y nos sintamos tan indefensos como él, nos sintamos una especie de Joseph K en
un proceso en el que no sabemos cómo defendernos de la sinrazón, más de diez
horas de metraje en la que nos sumergiremos en una América profunda, con gente
de bajo estrato social, con escasa cultura. La serie analiza con bisturí ácido
el poder devastador que pueden atesorar algunas personas e instituciones en su despotismo, un sistema corrupto
moralmente en su tiranía, en su cerrazón, esto apoyado, se sugiere, en un
corporativismo tóxico, en unos medios de comunicación necesitados de
sensacionalismo, aunque ello arrastren inocentes, quedando claro que no hay
sistema judicial perfecto, siempre habrá grietas por las que se cuelen casos
tan sangrantes como este, quedando claro el desamparo de alguien ante una
montaña de incomprensión ante lo que todos vemos, ejemplo como se puede dar
veracidad al testimonio de un (claramente) chico con problemas mentales.
Sostenido el metraje en un ritmo trepidante, formidablemente narrado, con una
clarividencia expositiva y orgánica tremebunda, con una estructura propia del
mejor de los thrillers, con personajes bien delineados, con polis corruptos (se
apunta claramente), un fiscal nauseabundo (no lo digo yo, me remito al final
que se expone), con pruebas falsificadas, con testigos que se contradicen, con
interrogatorios manipulados, con cliffhangers, todo ello haciendo se te
remuevan las tripas ante la frustración vital que impera. Se hace un análisis objetivo
pero mordiente del trabajo de la policía, los
investigadores, fiscales, abogados defensores, CSI, jueces, jurados, testigos, y de los medios de
comunicación, poniéndolos contra el paredón audiovisual y no quedando muy bien
parado el sistema.

Es el relato de cómo la gente
necesita de chivos expiatorios, de cabezas de turco para volcar sus ansias de
venganza, para sentirse superiores moralmente, en este caso son los Avery
vistos como unos marginados sociales, como los “hillbillys” (paletos en el
argot USA) del lugar, alos que se ve como endogámicos y cerriles. Las realizadoras
sacan un partido portentoso a los paisajes del Medio Oeste de Manitowoc
(Wisconsin), agrestes, gélidas praderas, el cementerio de autos, ello es
interrelacionado en la filmación con turbadoras tomas aéreas, sea como muletas
entre bloques, o como fondo para conversaciones telefónicas, adornado
sugestivamente por melodías folk de guitarra (GustavoSantaolaya), ello para
reflejar un mundo frío, distante, cerrado, feista, disperso potenciado por la bella
fotografía de Moira Demos, en colores tenues, crudos. Según la
escritora Lorrie Moore, esa desolación podría tener que ver con que ese estado
(de ánimo?) haya producido, además de varios genios artísticos (Orson Welles,
Frank Lloyd Wright, Georgia O’Keefe) a algunos de los más tortuosos criminales
de la nación, como Ed Gein (el hombre que inspiró al Norman Bates de Psicosis) y
el célebre asesino serial y caníbal Jeffrey Dahmer.

La serie ha sido criticada por estar claramente del
lado de Steve Avery, de enfocarlo todo hacia un mismo punto, esgrimen estos que
se han omitido pruebas fundamentales en su contra (spoiler). Primero es que la
contraparte de familiares, fiscal o policía no han querido hablar para el
documental para el que se les dio voz y lo rechazaron, y segundo es que la
realidad es tozuda, los datos que se nos dan son reales, todos estaban en
contra de él, la policía, el fiscal, los medios de comunicación, la comunidad,
pero si hasta un abogado que oficialmente debía creer en la inocencia de su
cliente era peor era de sus peores enemigos, si llegamos a escuchar tétricamente
que un acusado (el sobrino de Avery) quiere rechazar a su abogado por creerlo culpable y el juez dice que eso no es
motivo, INCREÍBLE, pero cierto. Como estar del lado de alguien que fue
machacado 18 años en prisión injustamente, como no estar en contra de una policía
que lo tenía enfilado, que se saltó las normas, los protocolos para acabar con
él, como estar en contra de unos investigadores que no preguntan al entorno de
una víctima por su coartada, regla básica en investigaciones de asesinatos. Por
supuesto que no es imparcial, cuando ves que los “Malos” campan a sus anchas, y
un chivo expiatorio está en prisión. Asimismo la docu-serie si que muestra el
lado oscuro Steven Avery, de cómo se labró mala fama en la región con el
vecindario, de cómo ya había estado en prisión dos veces (por robo y por quemar
vivo un gato), además se encontraba en espera de juicio por amenazas con arma a
una vecina (pariente, casada con un alguacil), por el que fue condenado a seis
años de cárcel, cuando entre medias fue acusado del intento de violación en
1985, esto fue el caldo de cultivo para generar un estado de opinión en contra
de él.

El protagonista del relato es Steven Avery, pero apenas
lo vemos en declaraciones, lo oímos algunas veces en reflexiones telefónicas
desde la cárcel, así que el protagonismo visual se lo llevan por una parte los
padres de Steven, unos conmovedores ancianos con los que es imposible no empatizar,
defensores a ultranza de la inocencia de su hijo, su hastío y sufrimiento se
deja entrever como gotas de ácido que nos corroen, ellos sufren junto a su
vástago la condena, sus declaraciones y pensamientos nos corroen por dentro de
cómo la madre planea recopiló información (la vemos en decenas de cajas) y la
mandó a los medios para se hablará del caso y estos pasaron”, de cómo ella nos
enseña con candidez la casa que tendrá su Steven cuando “salga”, desolador, un
padre grande, fuerte, de aspecto rudo, pero al que la sensación abatimiento se
filtra por sus arrugas, los dos manteniendo una batalla infinita, los dos han
perdido a los nietos que Steven tuvo, ellos David contra el sistema Goliath. Los
otros co-protagonistas son los abogados de Steven, un binomio de carismáticos
defensores que cual Atticus Finch pelean contra un muro de cimientos
irrompibles, Dean Strang y Jerry Butting, complementarios, diáfanos, irónicos, sobrios,
contenidos, brillantes, ello a través de sus declaraciones, y de sus
exposiciones e interrogatorios en el juicio, donde destapan un entramado de sospechosos
no investigados, falsos testimonios reconocidos, pruebas plantadas e
irregularidades de procedimientos policiales y judiciales propios, su labor con
el caso los ha hecho famosos. Hay secundarios de gran fuerza, como Jody una ex
de Steven, una alcohólica enamorada de él; la madre de Brendan (sobrino de
Steven), una racial mujer; Unos retorcidos villanos, los agentes policiales Colborn y Lenk, se deja entrever que fueron los
organizadores de esta conspiración criminal; El fiscal Ken Kratz, aute´ntico
arma de los referidos agentes, un sibilino pervertido.
Al final te deja un regusto amargo, un aguijón en el
alma humana, un canto a la sinrazón kafkiana.
Spoiler:
Al parecer en el documental se
han omitido pruebas presentadas en contra de Steven Avery durante el juicio,
como que este estaba obsesionado con Teresa Halbach, que él la había invitado a
su casa y ella dijo estar incómoda; También se presentó la prueba de que Steven
había comprado grilletes días antes de la desaparición de Teresa; Asimismo no
se menciona que en el coche de Teresa había sudor de Steven, algo complicado de
transferir; Pero visto el nivel que se deja entrever de manipulación policial
pongo en entredicho sean veraces las pruebas.

Los fiscales utilizaron pruebas
forenses solamente cuando convenía. Nunca
hubo nada de sangre o ADN de Teresa Halbach encontrado en la habitación de
Avery, difícil de creer que fue violada, estrangulada y apuñalada, y no hallaron
ni en el dormitorio, ni en el garaje (lugar oficial del asesinato), rastro de
sangre de ella, inaudito, pero sí encontraron las llaves del coche de allí con
el ADN de Steven Avery, pero ojo, solo de él, es que Teresa cogía las llaves
con guantes? Llave entrada al séptimo registro, y que casualidad por un policía
que no debía estar allí (era del condado de Manitowac, demandado por Avery), el
mismo que 20 años atrás era el encargado de guardar el ADN (entre ellas sangre)
de Steven bajo custodia policial, y que casualidad al investigar estas tienen roto
el precinto y la cápsula de la sangre está pinchada; Tampoco se explica uno
como la mujer que encuentra el coche (la hermana de la víctima) en el
cementerio de autos es a la única de toda el grupo de “rastreadores” a la que
se da cámara de fotos, o como es capaz de encontrar en 16 hectáreas el coche de
Teresa en 15 minutos; o porque Steven, si es que el asesino, fue tan torpe de
no destruir el auto con la maquina que tenían; o porque Steven debería haber
matado en su casa a teresa y haberla quemado a seis metros de su vivienda y aún
así haberla trasladado en el coche; o porque estaban las cenizas dispersas en
varios lugares; o el porqué del extraño comportamiento del hermano de Teresa,
mensajes del teléfono de teresa fueron destruidos después de su muerte, y él
era el único con la clave para hacerlo; o porque la policía no interrogó por la
coartada al ex novio de Teresa, algo que es de cajón; en cambio estos, el
hermano y el ex, camparon a sus anchas por el cementerio de coches Avery (no
hay que ser muy listo para sospechar de que pudieron plantar pruebas), y más y
más tropelías al sentido común, un akelarre donde se quemó la libertad de
Steven Avewry y su sobrino.
Momentos recordables: La salida de prisión de un
barbudo Steven Avery, sin mostrar ira y sí mucha alegría, ejemplo cuando
sostiene en brazos a un bebé y un reportero le pregunta que quien es y él
sonriendo responde que no lo sabe; El escandaloso interrogatorio al sobrino de
Steven, Brendan Dassey de 16 años (mentalmente menos), sin abogado ni tutor
presente, de los momentos más intensos y opresivos que he vivido frente a una
pantalla, el rostro compungido y el laconismo monosilábico de Brendan llegan a
asfixiar, tremendos agónicos 14 minutos que se hacen interminables, haciéndose patente
el retraso mental del chico, ejemplificado cuando después de auto inculparse de
asesinato y violación pregunta a los policías si puede volver a clase; Cuando
oímos a uno de los comisario investigadores defenderse de que ellos no colocado
pruebas falsas, esgrime pasmosamente que ellos si querían acabar con él lo podrían
haber matado, les hubiera sido más sencillo (¡!!?); Impactante cuando registran
las pruebas de sangre de Steven en la policía y el abogado defensor descubre
que han sido manipuladas, Impactante, uno ya piensa que el calvario de Avery ha
terminado, que iluso soy; Cuando oímos a Brendan hablar por teléfono con la
madre y ella le pregunta que como ha confesado algo que dice no haber hecho y
conmovedoramente él responde “... porque soy estúpido”; Cuando Brendan intenta
recusar a su propio abogado ante el juez, esgrime que su letrado no cree que es
inocente y el juez ante el asombro del que escribe responde que no es motivo
suficiente; La declaración en el juicio de una prima de Brendan, llorando
cuenta como se inventó una conversación con su primo que lo inculpaba,
estremece; La declaración ante el tribunal de la encargada de encontrar ADN en
la llave, como cuenta que aún estando contaminadas las mismas con su propio ADN
consideró buena la prueba, me daba cabezazos contra la pared; Parte del karma
se ve recompensado cuando asistimos a la villanía del fiscal siendo acusado por
víctimas de maltrato de género de haber sido acosadas por este, menuda catadura
moral haber escuchado durante episodios ponderar sobre la verdad a este tipejo;
La sentencia en contra de Brendan y la iracunda reacción de la madre contra la
prensa; Hay muchísimos más ...

Netflix anunció estaba
filmando una segunda temporada, para explorar las consecuencias de la condena a
Dassey y las numerosas peticiones que se han producido. “Making a murderer” ha
generado una importante controversia, tanto en el condado de Manitowoc, como en
todo el país. Una petición a la Casa Blanca para perdonar Avery obtuvo más
de 500.000 firmas. El presidente Barack Obama ha
señalado que él no tenía autoridad para actuar en un caso de estado. El 12 de agosto
de 2016, el sobrino de Avery Brendan Dassey (también fue encontrado culpable), tuvo
su condena revocada por un juez federal en razón de que fue
inconstitucionalmente coaccionado por la policía para que confesara el
asesinato, y esta fue la única evidencia sustancial de su caso.
OBRA MAESTRA capital de la
televisión, de las historias que se te quedaran por siempre en el subconsciente,
de las que te hacen sentir frágil ante un mundo hostil que te puede convertir
en su juguete roto. Fuerza y honor!!!
PD: En el peor de los casos
que Steven fuera culpable del asesinato de Teresa, no sería por culpa de haber
estado 18 años encerrado injustamente, eso no contamina la mente? Eso no la
retuerce? Eso no te deshumaniza? Eso no te haría un misántropo?
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