CYRANO DE BERGERAC
. (1990)
La mejor versión del clásico
de de 1897 la literatura romántica homónimo de Edmond Rostand, una Obra Maestra
majestuosa francesa, tragicomedia estremecedora oda al más puro de los
romanticismo, el que nos enfrenta al amor no correspondido. Jean- Paul
Rappeneau dirige y escribe junto al gran guionista Jean-Claude Carrière (“Bella de día”,
“El discreto encanto de la burguesía” o “Valmont”), construyen una épica
historia hablada en sibarita prosa, con todas las dificultades y riesgos que
todo ello conlleva, con una puesta en escena prodigiosa, con unas excelentes actuaciones,
con una música excelsa y sobre todo con un protagonista, con aventura,
batallas, luchas de capa y espada, mucho fino humor, Gerard Depardieu en estado
de gracia, superlativo, parece haber nacido para este rol. Esta fue la primera
versión en color de la obra y la segunda en idioma francés llevada al cine,
asimismo la más fiel a la obra original, siendo además una gran superproducción
francesa, la más grande hasta entonces, gastándose 20 millones $ para la
fastuosa recreación de la época. Edmund de Rostand se basó para Cyrano en una persona
real que vivió en Francia entre 1619 y 1655, un hombre que escribió sobre
viajes a la luna y al sol, por ello en un tramo de la historia Cyrano cuenta a
un personaje una aventura en la luna. Fundamental oírla en versión original
para captar todos los matices. Tuvo cinco nominaciones al Oscar, mejor actor
para Depardieu, maquillaje, dirección artística, film de habla no inglesa y el
que ganó, el de vestuario.

Arranca la historia en el
París del SXVII, el protagonista es Cyrano de Begerac (gran Gérard Depardieu), un capitán
de los mosqueteros del Rey, un pendenciero tipo, experto paladín, gran poeta, de
verbo fluido, de grandes ideales, y muy íntegro, está enamorado en secreto de
su bella prima Roxanne (buena Anne Brochet), pero Cyrano no se atreve a
declararse por el complejo físico que tiene, una enorme nariz, que le hace no
creer que nadie le pueda amar. Roxanne le hace saber a Cyrano que está atraída
por el apuesto cadete de los mosqueteros Christian de Neuvillette (correcto Vicente Pérez), que sirve
en la misma unidad militar de Cyrano, Roxanne le pide a su primo que ejerza de
especie de alcahuete. Christian es un joven que se cohíbe al hablar con
mujeres, entonces Cyrano ve una oportunidad para declarar su amor a Roxanne con
el rostro de otra persona, convence a Christian para escribirle cartas de amor
a ella en su nombre, haciendo que Roxanne caiga rendida al ingenio romántico de
los escritos. En el relato cobra importancia el Conde de Guiche (buen Jacques
Weber), un frustrado pretendiente de Roxanne que además es un militar que tiene
mando sobre los mosqueteros.
El film se convierte en un prodigioso viaje al pasado,
una fascinante historia de aventuras,
pasión, poesía, duelos a espada, y sobre todo mucho verso hermoso engarzado de
modo vertiginoso, forma de expresarse muy valiente, pues el público puede ser
reacio a este culto modo de enunciarse, de hecho pocos realizadores se han
aventurado a adaptar obras en lírica, de los últimos años Kenneth Brannagh con
sus shakesperianas “Henry V” (1989) y “Mucho ruido y pocas nueces” (1993), a
nivel España está la de Lope de Vega “El perro del hortelano” (1996), realizada
por Pilar Miró y la más antigua de Pedro Muñoz Seca “La venganza de Don Mendo”
(1961), dirigida por Fernando Fernán Gómez. Este relato entronca con la clásica
fábula del “Monstruo” enamorado la “bella”, a este subgénero pertenecen “La
bella y la Bestia”, “King Kong” o incluso “Drácula”, en estos relatos se viene
a hacer una introspección de un ser angustiado y atormentada por un entorno que
lo ve de modo horripilante, no pueden llegar a ver lo que se haya en su
interior (en esto también se asemeja a “El Hombre Elefante”), y que se sienten
atraídos por una mujer hermosa. Que nadie espere una clase de historia, aunque
este enmarcada en un periodo convulso de guerras en el feroz SXVII, habiendo un
tramo en plena guerra, no se nos explica las motivaciones de esta, lo que aquí
prima es la historia de amor, de las Más Grandes Jamás Contada.


Un poderoso y sólido film que nos habla de temas
universales y atemporales como el honor, la dignidad, la integridad, el
librepensamiento, la belleza, los complejos físicos, la lealtad, el sacrificio,
y sobre todo del amor platónico, del amor de lo que crees no puedes alcanzar,
del amor idealizado, nos es narrado del modo más epicúreo y delicioso, un
tsunami de juegos de palabras, un encadenado de frases exuberante para los
sentidos, con una delineación de secundarios prodigiosa, con una construcción
de protagonistas memorable, y con un protagonista Imperial, con un desarrollo
de la acción muy fluido, sabiendo acelerar y decelerar en el momento justo, con
un tramo inicial en el teatro magnífico, con una excelente presentación de
personajes, bordando la gente la personalidad del protagonista sin este
aparecer, cosa que hace de modo impactante a los 10 minutos, lo primero que
vemos de él son sus botas, y a partir de
aquí su poderío oral nos deslumbra, en un tramo que es un film en sí, su lengua
viperina despliega una capacidad hipnótica para ensamblar adjetivos y verbos,
acabando este torbellino en un tremendo duelo en que Cyrano nos deleita con un
poema mordaz y sanguinario.
La puesta en escena es uno de los pilares más pétreos
que posee este gran film, una excepcional recreación de la época gala en el
SXVII, con un sobresaliente diseñao de producción de Ezio Frigerio (“Ayer, hoy y mañana”, “El ogro”
o “El húsar en el tejado”), filmando en Francia en la Abadía de Fontenay, la
Catedral de Saint-Julien en Le Mans, en Dijon, en Fontainebleau, en
Fontenay-le-Comte, asimismo se rodó en Hungría, en estudio la icónica escena
del balcón, o la batalla de Arras en las afueras de Budapest, ayudo por los
estupendos decorados de Jacques Rouxel (“El húsar en el tejado”, “Bon voyage” o
“Diplomacy”), a todo este realismo suma el brillante vestuario de Franca
Squarciapino (“El húsar en el tejado” o “El Coronel Chabert”), Frigerio y
Squarciapino provienen del mundo del teatro y de la ópera, y se nota para bien,
elevado todo por la espléndida fotografía de Pierre Lhomme (“El
ejército de los hombres”, “Camille Claudel” o “Jefferson in París”), que
experimenta brillantemente con la luz natural de múltiples velas, jugando con
éxito con los claroscuros, los contraluces, la escasa luminosidad nocturna,
componiendo planos y tomas de gran belleza y simbolismo, cercanos a lienzos en
tonalidades suaves preciosas, con meritorias tomas generales que saben captar
el bullicios de la masa, y las imágenes realzadas por la epicúrea música de Jean-Claude petitt (“Los miserables” o “El
húsar en el tejado”) que oigo mientras escribo, trémulas melodías de una
capacidad de remover sensaciones apabullante, siendo el súmmum la
extraordinaria “Cyrano”, acompañando con energía los diferentes tonos de la
historia, siendo de gran hondura poética. Resaltar también el maquillaje de Michèle
Burke (“Drácula de Bram Stoker”, “La celda” o “Minoriy report”) y Jean-Pierre Eychenne (“Jean de Florette”),
que además de hacer un gran trabajo con todo el elenco, sobresale por no hacer
la nariz de Cyrano algo grotesco o bizarro, solo la ponen un poquito más grande,
no gigantesca como en la versión de 1950, gran acierto.
Gerard Depardieu realiza
el papel de su vida, por el que pasará a la historia, nominado al Oscar, un Titán,
un Coloso, se funde con el personaje, se mimeetiza con él para deleitarnos con
toda una gama de emociones, desde la soberbia, los complejos, el orgullo, la
pasión, el amor, la entrega, la dignidad, el dolor, la frustración personal, con
un poderío oral explosivo, dotando a su Cyrano de profundidad, de dramatismo,
lo imbuye de carisma, majestuosidad, hidalguía, sabe jugar con el humor, con la
sátira, con el cinismo, mezclando fascinantemente la capacidad física de las
peleas a espada con su proverbial poesía que parece manar de modo natural, un
Cyrano de resonancias Homéricas.
Anne Brochet resulta una muy dulce presencia, llena de
encanto y de elegancia, aporta melancolía vital a su Roxanne. Vincent Perez
cumple, pero palidece ante la atómica presencia de Depardieu. Jacques
Weber como el Conde de Guiche, realiza un gran papel, demostrando aristas,
tridimensionalidad, fondo, sabe encontrar su hueco y dejar huella con su sutil,
pomposo y arrogante villano.




Momentos para recordar: Su
comentado inicio, extraordinaria puerta de entrada al fenomenal film, estamos de noche en un teatro parisino, la
gente va llegando a llenar el local para ver actuar al afamado Montfleury
(Gabriel Monnet), mosqueteros, nobles, comerciantes, truhanes, la gente comenta sobre si acudirá Cyrano, y si
este cumplirá su promesa de no dejar actuar al actor, vemos el flirteo de
miradas entre Roxanne y Christian, el bullicio, el clima de picaresca reinante,
y justo cuando parece va a empezar la obra escuchamos a Cyrano, lo primero sus
botas vemos, tras lo que vemos su apéndice gigantesco, y tras su físico su
oratoria atronadora y belicosa, donde deja constancia además de su valentía,
retando a duelo al que no esté de acuerdo con él, un insensato acepta, el vizconde
Valvert (Philip Volter), pretendiente de Roxanne, razón de más para que Cyrano
lo deje en ridículo, este quiere insultar su apéndice nasal y como su inventiva
es necia Cyrano le ayuda con una catarata de metáforas a cual más ingeniosa,
tras lo que compone un poema improvisado durante la pelea antes de asestar el golpe
final, despliega con ácida gracia sus dotes paladinas
en miscelánea con su lengua venenosa, <...y al final te hiero>; El momento
eufórico en que Roxanne ha citado a Cyrano y este creyendo es por amor se eleva
en euforia paladina, enfrentándose en duelo espadachín a no menos de 100
adversarios sin ayuda, en la Porte de Nesles, que ansían acabar con un compañero poeta, ofensor de un noble; La mítica
del balcón, tantas veces imitada y parodiada, primero Cyrano soplándole a
Christian como debe endulzar los oídos de Roxanne en el palco, tras la torpeza
de este Cyrano termina por suplantarlo físicamente y haciendo brotar de su voz frases de amor que
descomponen a la bella joven, estremecedora; La divertida escena de Cyrano
enmascarado intentando entretener al Conde de Guiche con un surrealista relato
sobre que ha caído de la luna; Ya en el campo de batalla el Conde llega a
visitar al pelotón, estos están hambrientos, pero Cyrano les convence para
reciban al Conde displicentemente, sin quejarse de la falta; El intenso tramo
en que Christian se da cuenta por las palabras de Roxanne que solo lo ama por
sus bellas cartas, queriendo en acto de sacrificio, empujar a Cyrano a sus
brazos, pero el destino es cruel si se mescla con los principios morales; Y por
supuesto la hermosa elipsis de años tras la batalla, Roxanne tras la muerte de
Christian se ha recluido en un convento de París, allí no falta jamás Cyrano
que todos los sábados acude a visitarla, a contarle chascarrillos y a reconfortarla,
pero su individualismo y fuertes valores éticos le han hecho acreedor de
poderosos enemigos que buscan eliminarlo, mientras acude a su semanal visita es
golpeado por unos tablones, hiriéndolo gravemente, pero aún así consigue a
duras penas llegar al convento donde Roxanne le da la última carta de Christian
para que se la lea y ella advierte que su primo la recita sin mirarla, entonces
Roxanne se da cuenta de la verdad, ella ha amado sin saberlo a Cyrano, pero el
destino fatalista y trágico une a los dos enamorados justo cuando Cyrano está a
las puertas de la muerte y delirando cual Don Quijote intenta luchar contra las
sombras de la Muerte <No importa, ¡a luchar, a luchar, a luchar! Sí, todo me
lo quitaréis, el laurel y la rosa. Lleváoslos, pero me queda una cosa que me
llevo. Y esta noche, cuando entre en la casa de Dios, brillará intensamente
mientras diga mi adiós, algo que inmaculado, meceré en un arrullo y me lo
llevaré para siempre. Y es, mi orgullo>, SUBLIME!!!
Obra maestra del séptimo Arte,
una de las cimas del romanticismo, sin caer en la sensiblería barata, con un Depardieu
en su cumbre. Fuerza y honor!!!
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