LA ISLA MÍNIMA


Buen thriller de Alberto Rodríguez, relato que aúna guión inteligente, atractiva
historia, sugestivo marco como el de la transición española, una en pañales aún
democracia hispana, donde conviven las reliquias del pasado franquista con las
dificultades de la nueva e ilusionante libertad, esto choca con la realidad de
la sociedad, para ello el director nos sitúa en un lugar donde las costumbres
están ancladas, donde la miseria convive con los caciques, con los
narcotraficantes, con los abusos del poder, se describen las ganas de la
juventud por escapar a su triste destino, ello con el timón de dos
protagonistas que reflejan las dos realidades de nuestro país, el pasado que se
resiste a dejarnos y el presente acomplejado. Todo esto encuadrado en una
puesta en escena prodigiosa con un uso de las imágenes fascinante. El
realizador sevillano escribe el guión junto a su inseparable Rafael Cobos
“(“After”, “7 Vírgenes” o “Grupo 7”), Alberto dijo inspirarse en una exposición
de fotografías de Atin Aya, de instantáneas en blanco y negro de las marismas
del río Guadalquivir.

Estamos en 1980, en plena
transición española, el escenario son la marismas del Guadalquivir, allí son
enviados dos policías de homicidios de Madrid, Juan (gran Javier Gutiérrez) y
Pedro (buen Raúl Arévalo), dos agentes de mentalidad opuesta, Juan es un
representante de la vieja guardia de la dictadura franquista, de métodos expeditivos, Pedro es un reflejo de los nuevos tiempos, de mentalidad
garantista, entre los dos deben investigar la desaparición de dos chicas en el
inhóspito lugar, el caso se irá enrevesando conforme avanzan las pesquisas,
cruzándose por el camino narcotraficantes, terratenientes, huelgas, cazadores
furtivos, y mucha pobreza y desesperación.



Alberto Rodríguez aborda un
film con puntos en común con su anterior realización “Grupo 7”, un film
policiaco con en el escenario enmarcado en el pasado, 20 años atrás y filmado
con estilo realista, y como en aquella la trama policial es el hilo conductor
para realizar un retrato de una época y un tiempo convulso, no se sabía muy
bien donde acababa el franquismo y comenzaba la libertad, una denuncia social
llevada a un lugar deprimente, un pueblo rural parado en el tiempo, dominado
por terratenientes de sombrero blanco, con jornaleros temporeros con huelgas en
demanda de mayor sueldo, donde imperaba el machismo, de usureros, de penurias,
de narcotraficantes, el director nos baña en las marismas del pesimismo
reinante, para sacar lo más sórdido de la naturaleza humana, con personajes
ambiguos, complejos, de moral distraída. El ritmo que imprime el director
resulta fluido, sin tiempos muertos, con un manejo de la tensión formidable,
con un increscendo dramático solido, hacia un clímax final absorbente, con un
epílogo abierto a reflexiones, vivo, engancha al espectador desde sus
hipnóticos créditos iniciarles, con unos planos cenitales de las marismas que
dejan sobrecogido por su poder de
belleza turbadora a modo de laberintos de los que parece imposible salir, para
a continuación relatarnos una historia de buddy-movies en que cada uno de los
polis refleja un estilo diferente, y entre los dos se compenetraran, para dar
con las respuestas al intrincado puzle de de pistas falsas y verdaderas, aunque
de vez en cuando saldrán rencillas entre ellos. La historia profundiza de modo
geosocial en un ambiente malsano de sueños rotos, ilusiones, desamparo,
mentiras, humillaciones, violaciones, muertes en acequias, ello con un
naturalismo asfixiante atroz. También es reseñable el elemento de crítica a la
prensa sensacionalista que en aquellos tiempos estaba copada por el popular
periódico “El caso”, hoy en día son las amarillistas cadenas de televisión que
destripan con saña cualquier sórdido crimen convirtiéndolo en un circo.

El film se apoya en el
componente geosocial, del como marca el entorno al comportamientos de las
personas, haciendo de este un protagonista más, para ello es vital una buena
ambientación y el film lo consigue con brillantez, arrancando con unas tomas
aéreas fascinantes del Coto de Doñana y orillas del Guadalquivir, unas postales
hermosas del poder omnímodo de la naturaleza, que hacen empequeñecer al hombre
a modo de ser movido por la Naturaleza, rodadas con drones, remarcando el
paisaje y como talla a los personajes,
de serpenteantes caminos llenos de polvo, dando sensación de lugar
inhóspito, con humedales y cañizos laberinticos, con la bella fauna de los
flamencos, con una recreación de la época estupenda, el desvencijado pueblucho,
los coches (qué tiempos aquellos del dos caballos y el similar Dyane 6), la
feria con sus casetas, el vestuario, los cortijos, la decoración, todo con un
gran sentido de enraizar la narración en el contexto político-social del
momento, y esto gracias a la conjunción prodigiosa entre la extraordinaria
fotografía de Álex Catalán (“Grupo 7” o “Habitación en Roma”) y la gran
dirección artística de Pepe Domínguez del Olmo (“Grupo 7” o “3 Días”), todo en
pos de transmitir un clima opresivo,
decadente, lacerante. Y la acción punteada por la serena y plácida
música de Julio de la Rosa (“Grupo 7” o “After”).
Hay quien ha querido verle
similitudes con la fenomenal serie creada por Nic
Pizzolatto y dirigida por Cary Joji Fukunaga para la HBO “True Detective” (2014) , entre ellos
yo, en las dos se pone el foco en un escenario de humedales, árido, en la serie
los pantanales de Louisiana y en el film las marismas del Guadalquivir, dos
policías tras turbadores crimines de mujeres, asesinos en serie, tramas
complejas, y una adencia rítmica y estática parecidas, pura casualidad, pues
las dos obras fueron hechas al mismo tiempo casi.
Javier Gutiérrez es el
auténtico boom del film con una actuación soberbia, para él habrá un antes y
después de este film, una labor en la que dota de carisma, matices, aristas,
férreo comportamiento, íntegro, salvaje, emitiendo la angustia interior de
alguien que ha vivido mucho, los fantasmas se le notan alrededor, con momentos
vibrantes, expeditivos, con arranques de furia que rebosan veracidad, como la
paliza que le da al padre de las niñas asesinadas, o el modo virulento en que
desarma y abofetea al guaperas (Quini)
del pueblo, o lo bien que se mueve en las escenas de acción, llegando a
humanizar a su personaje. Raúl Arévalo palidece ante el huracán ante su pareja,
aún así deja constancia del otro lado de la moneda, la más blandita y de
garantías, aunque al final se dé cuenta que los viejos métodos son más rápidos
(aunque inmorales). Antonio de la Torre en un rol muy secundario deja patente
que la calidad al actuar no debe estar reñida con el tiempo en pantalla. Manolo Solo encarna con brío y
frescura al periodista del caso. Salva Reina deja buen sabor de boca con su
dicharachero rol de guía de los polis. Jesús castro tiene un papel a su medida,
mucho mejor que en “El niño”, tipo frío y arrogante, muy bien para su pinta de
despreocupado niño-bien. Gran error de casting ha sido la elecciónd e Nerea
Barros como madre de las niñas asesinadas, una mujer bella, joven, a la que no
se le ven arrugas, no te la crees, chirría entre tanto realismo, una mancha entre
tanto acierto.
Spoiler:
He leído a gente que pretende
ver que Juan estaba implicado en los asesinatos, me resulta ridículo, tomo por
persona inteligente al director, lo que quiere decir (a mi modesto entender) la
ambigüedad moral de Juan es que una vez cogidos
a los peones de los crímenes es imposible ir más arriba, aunque sepa que
el cacique está implicado (lo del perfume y que hay alguien más en la foto),
sabe de las limitaciones que da el poder del dinero. Entiendo que Juan es un
tipo atormentado por su pasado sangriento, que sufra de insomnio es prueba
fehaciente de ello, los muertos en su mochila son demasiado pesados para
dejarle pegar ojo, lo de la “vidente” que los muertos le esperan, primero lo
entendí como que iba a morir antes de finalizar la historia, pero una vez
terminada mi sentido es que los muertos le acucian y no le dejan descansar. No
me ha gustado que con lo sutil que es el director a lo largo del metraje nos lo
quiera dar todo masticado enseñándonos la foto de Juan apuntando y disparando
con su pistola durante una manifestación, es posicionarse ideológicamente
demasiado acentuadamente, alejándose de la ambigüedad del resto, no hacía
falta.


Hay algunos agujeros e
incoherencias en la trama que la impiden volar más alto: No es de recibo que
los dos polis no sepan que en el pueblo han desaparecido más chicas con lo
relevante que es para su caso. Cuesta creerse que en pueblo pequeño donde todos
se conocen, y donde todos saben hay unos
polis investigando unos asesinatos, pues los criminales deciden ponerse manos a
otro rapto, violación y asesinato, y para colmo en el mismo coche sospechoso,
cuando encima nos han sugerido que los crímenes suceden año por septiembre,
entonces a que viene de pronto saltarse las normas? Es que quieren jugar con
los polis? Esto no lo sugieren. Vayamos a Quini, sabe tras hablar con polis en
su coche que está siendo vigilado él y la casa de los “horrores” y sin embargo
secuestra a otra incauta y la lleva a la susodicha casa, menuda chapuza, y
tampoco entendible que las anteriores chicas desaparecidas estén relacionadas
con el susodicho guaperas Quini y nadie parezca sospechar en el pueblo, incluso
las chicas no tienen reparos en salir con él. No se entiende que los criminales
les hagan fotos a las cándidas víctimas para chantajearlas y luego tengan ellas
los negativos, negativos que encuentra la madre a medio quemar. Tampoco se entiende quien es el que golpea a
Juan en la cabeza cuando vigila la casa y lo traslada de lugar, si es uno de
los asesinos, porque no lo mata con lo mucho que sabe? Un cabo suelto, que ocurre
con el matrimonio extorsionado por los narcos?
Momentos para el recuerdo,
algunos ya mencionados: Cuando el poli Juan hace un “sutil” interrogatorio al
padre de la niña, vamos que le da de palos hasta que canta la verdad; Cuando
Juan vuelve a otro interrogatorio “sutil” con una mujer, el otro poli, Pedro,
observa turbado, por un lado está su lado garantista y por el otro el atávico
deseo de sacar la información por cualquier medio; Cuando Juan pincha un
teléfono para obtener información, queda patente, además de los medios
rudimentarios comparados con los de hoy día, que Juan es un veterano experto al
sacar los números por sonidos de la rueda del teléfono; La Antológica
persecución nocturna de los polis al Dyane 6 blanco con la pegatina,
espectacular uso de la oscuridad, de las marismas, de la tensión, del suspense,
de la luz; Su poderoso clímax final entre las marismas y sus cañizos, bajo una
llcopiosa lluvia, muy sugestiva y adrenalítica; Y está su complejo epílogo,
cuando Juan le dice a un Arévalo turbado <Todo en orden?>.
En conjunto me queda buen thriller
que podría haberse pulido en sus aristas lagunísticas un poco más para elevar
su solidez. Fuerza y honor!!!
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