domingo, 13 de octubre de 2024

 


EL CAMINO. (1963)

 

Notable film costumbrista español (desde como todos tienen sus motes ajenos a sus nombres reales) a reivindicar, poco conocido, tiene unos valores y una modernidad fenomenal, todo un solaz descubrimiento esta adaptación de la maravillosa novela homónima de 1950. Dirigida (también produce) nada menos que en tiempo franquistas por una mujer, Ana Mariscal (este era su séptimo largometraje), que envuelve el rural relato en un halo de humanismo cautivador, con guion de Mariscal y José Zamit (con el asesoramiento del propio Delibes), expresión del neorrealismo italiano pasado por el tapiz español, con la realizadora aportando su voz en los primeros minutos de la película para situarnos en un pequeño pueblo castellano donde transcurre la acción. Con el hilo conductor de los recuerdos de un niño que va a trasladarse a la ciudad para estudiar y en su última noche en su casa rememora su vida en la villa rural, siendo con ello un relato iniciático del despertar de la inocencia, sobre todo con un hecho que sucede en el rush final. Pero ante todo es una obra coral, donde hay un fabuloso elenco de intérpretes que brillan por su naturalidad y frescura, con José Antonio Mejías, Ángel Díaz, Maribel Martín, Julia Caba Alba, Maruchi Fresno, Asunción Balaguer, Mary Delgado, Joaquín Roa, Antonio Casas, José Orjas y María Isbert. Todos ellos deliciosamente delineados, con dosis de humor (la broma que le hacen al maestro encarnado por un sensacional José Orjas con una carta de una admiradora), con las tristezas, las ilusiones, los sueños, confesiones a curas (delirantes las de ‘La Guindilla mayor’).

 

Alternando alegrías y sinsabores, en un retrato ácido de la vida en los pueblos de provincias. Allí regía la moral cristiana, su puritanismo, el culto a las falsas apariencias, la represión sexual, pero sobre todo la hipocresía. Enmarcado en un pueblo idealizado (en realidad dos pueblos de Ávila: Candeleda y Arenas de San Pedro), donde nunca pasa nada, las viñetas van sucediéndose con ritmo fluido, con situaciones que enganchan por sentirse el lienzo real de lo que sucedía entonces en este epítome de los pueblos rurales españoles. Con su culto a lo correcto, los chismes, los amores otoñales, las bromas pesadas, las travesuras, las solteronas reprimidas, las misas, los baños en el rio, los amores platónicos, y hasta la muerte tiene cabida en este estupendo film.

 

Siéndome valiente y a la par extraño que estando la censura imperante en el cien patrio, se habla con naturalidad de como viene los niños al mundo, se hable de sexo fuera del matrimonio, veamos a niños defecando (hasta con el culo al aire), y hasta se critique el puritanismo frente a la liberación sexual (ese tramo de los jóvenes besándose en el rio espiados por la metomentodo no dejan bien precisamente al celo célibe cristiano prematrimonial), como brillante como se critica nada menos que a la mencionada censura en una desternillante secuencia con el comité censor, esto deriva en una josa escena donde la censura se lleva a cabo sobre la marcha de la proyección, colocando una mano frente al proyector (provocando la ira de los espectadores). Esto precedido por como arremeten las marujonas contra la oscuridad del cien que da para que hasta una chica se ponga sobre las rodillas de un joven (¿?), esto lleva a la medida drástica de que la proyección de pelis sea con la luz encendida (¿?). Y es que la peli aprovecha el genial material literario para pegar pellizcos retorcidos a la pacata y fundamentalista beata sociedad del momento. Hasta incluso hacen chanzas sobre los milagros, ello tomando un hecho trágico, con ello mezclando con equilibrio las emociones con la ignorancia  

 

Se nos narra la historia de Daniel “El mochuelo” (José Antonio Mejías), que va a abandonar el pequeño pueblo en el que ha vivido toda su vida por la obsesión de su padre Salvador (Antonio Casas) de que vaya a estudiar a la ciudad para que sea en la vida algo más que un humilde quesero como él. En las últimas semanas de verano en las que va a vivir allí, van a ocurrir muchas cosas que van a marcar su vida para siempre.

 

Mariscal hace un fresco naturalista vigoroso, realzada por la cinematografía en glorioso b/n de Valentín Javier (“El huésped de las tinieblas”), con contrastes de grises, con exteriores soleados, con tomas que dan lustre a este modo de vida, llevándonos por bonitos lares cargados de sentido campestre llevados por el trio de amigos, como el huerto de los manzanos que van a ‘robar’, el rio con sus rápidos en el que se bañan, o el tramo de túnel en el que va a defecar en un juego singular, ofreciendo por el camino clases de ornitología. En lo que es un canto a la vida en la naturaleza. Y en el pueblo nos pasea por una bonita y añeja villa, con sus códigos internos, con trabajos de antaño, con la tienda de ultramarinos (que gran palabro: Ultramarinos), el herrero, el quesero, el curtidor, el empleado de la estación, la telefonista en la centralita, etc. Habiendo un retrato de las fuerzas vivas punzante, en el cura (gran Joaquín Roa), en las solteronas guardianas de la moral, el médico o el maestro (con sus ancestrales castigos, pegando con la regla en la palma de la mano, poniendo de rodillas brazos en cruz sosteniendo la Biblia). Es un desarrollo en base a viñetas que se van conectando de modo sugestivo. Entrelazando las travesuras de los niños, ello en una relación muy natural, cargada de realismo en sus diálogos, hablando de cosas que hablan los niños, hablando de sus ilusiones de futuro, teniendo sus amores de mayores, tenido sus peleas idiotas, el coro como símbolo de haber pasado de la niñez a la adolescencia por medio de la voz, siendo de ‘alabar’ que te echen del mismo. De soslayo la vida d ellos mayores, los padres discutiendo sobre lo que quieren para sus hijos, esa solterona (buena Maruchi Fresno) que cae en las ‘redes’ de un oportunista y es la comidilla del pueblo (sangrante su vuelta al mismo, anunciada por el empleado de estación, y como en la tienda parece el camarote de los hermanos Marx buscando las cotillas sal, cuando en realidad quieren ver a la caída en desgracia; todo el maravilloso tramo de la llegada del cine al pueblo y como acaba en plan akelarre; La Guindilla mayor (Julia Caba Alba) teniendo su ‘romance’ con el manco del pueblo; La vida de La Mica (buena Mari Paz Pondal), hija del ‘Indiano’ (así se llamaban a los que iban en busca de fortuna a Hispanoamérica y volvían con ella, todos admirando su gran hacienda), su auto descapotable y ‘El Mochuelo’ enamorado de ella (ese tramo en que va a llevarle queso y se viste de domingo para ello); La enternecedora relación de La Uca (entrañable Maribel Martin) con ‘El Mocheulo’ ella enamorada con dulzura de este que es años mayor que ella, y este despreciándola, estremecedor como se mete él con sus pecas y la deja sollozando; Ese maestro con un ojo bailón (José Orjas) cortejando a la hermana de ‘Tiñoso’ en la calle con la mirada chancesco de los tres amigos; Es un mosaico conmovedor de la vida en los pueblos de España de la post guerra, muchos se sentirán reflejados en estos personajes.

 

Daniel "El Mochuelo", Roque "El Moñigo" y Germán "El Tiñoso", tres actuaciones cargadas de viveza, José Antonio Mejías, Ángel Díaz, y Jesús Crespo, respectivamente, entre ellos una química que traspasa la pantalla. Mejías desplegando hondura en sus anhelos, en su mundo interior, en su amor por La Mica, quien de adolescente no se ha sentido por una joven mayor que sabíamos inalcanzable? Estupendo, formidable en su compenetración con La Uca, siendo emocionante en el tramo final tras la tragedia; Díaz como ‘El Moñigo’, como hijo del herrero se muestra como algo bruto, parece ser el que tiene más mundo, maravilloso explicando a sus amigos que los niños no los traen las cigüeñas, aunque deja entrever sus debilidades mirando las estrellas (¿?); Crespo es estupendo como ‘El tiñoso’, deja latentes sus sueños, sus ilusiones, su energía vital, pero … (Spoiler); Del resto del reparto destaca una impresionante Julia Caba Alba "La guindilla mayor", ejemplo máximo de la solterona beata, que en realidad es una reprimida sexual, divertidísima en sus confesiones al cura, en como recibe a su hermana tras el oprobio, o en el tramo de linterna a la vera del rio; Joaquín Roa como el cura que se las sabe todas demuestra ser un grandísimo actor, con una vis cómica comedida, sutil, sabiendo navegar entre este mundillo de beaterio, pero sin ser yihadista; Pero sobre todo está la roba escenas Maribel Martín como Mariuca-Uca, con 8 añitos despliega un encanto y ternura que la hacen achuchable, una ricura que desprende luz en su actuación cargada de claridad, su sonrisa embelesa, su dolor nos duele, su rostro animando a ‘El Mochuelo’ subiendo la cucaña, sus charlas con este demostrándole acritud, pero acabando en dos escenas que te estremecen, como la charla sobre como el padre de ella se va a casar y su nueva ‘madre’ quiere quitarle las pecas, la respuesta de ‘El Mochuelo’ dice mucho de la evolución de este, y sobre todo la trémula despedida de ambos en una hermosa escena con ella en medio de la calle sola y él en las alturas desde la ventana de su dormitorio. Todo un primor de niñita. Curiosamente, 20 años después, Maribel Martín volvería a aparecer en otra adaptación de Deliberes, la mejor que se ha hecho, como es “Los Santos Inocentes” como Miriam.

 

A reseñar la música creada por el pianista salmantino Gerardo Gombau, con melodías de percusión que se enlazan de forma notable a la acción.

 

Spoiler:

 

Rush final: ‘El Tiñoso’ tiene un accidente en el rio, se golpea la cabeza y termina falleciendo. Los amigos le compran una corona de flores y le ponen su mote, esto al hermano le desagrada y lo corta, ante la mirada triste de ‘El Mochuelo’, que se lleva el trozo de tela. Como a ‘El tiñoso’ le gustaban mucho los pájaros, ‘El Mochuelo’, con su tirachinas mata un pajarito y lo coloca sobre el cuerpo de su amigo muerto, nadie lo ha visto. Cuando el hermano lo ve y lo comenta las beatas y plañideras allí presentes lo achacana a un milagro, y llaman al cura para lo certifique, este pone muchas dudas, y cuando sale del velatorio deja claro a ‘El Mochuelo’ que sabe que ha sido él. Tras ello llegan dos tiernas escenas entre ‘El Mochuelo’ y ‘La Uca’.  

 

Algún diálogo frase:

-‘Qué es progresar?’

-‘Me parece que ganar más dinero que tu padre, trabajando menos.’

 

-‘Y después de tanto estudiar, los señoritos de la ciudad, no saben distinguir un jilguero de una boñiga.’

 

-‘La vejez sale de tener sucias las tripas.’

 

A Delibes seguro que le gustó, con eso está todo dicho. Gloria Ucrania!!!

 

PD. Aparece en un papel muy pequeñito el famoso actor, entonces muy joven, José Luis Galiardo, haciendo de novio de la linda joven llamada "La Mica".

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