CARGO 200.
Perturbador
film ruso dirigido y guionizado por Alekséi Balabánov, un thriller agrio, con
toques malsanos de humor que te dejan mal cuerpo, un retrato putrefacto de la
sociedad soviética cuando se cernía ya el colapso que provocó la llegada al
poder de Gorbachov y su Perestroika. La acción se desarrolla durante la
culminación de la guerra soviética en Afganistán en 1984. El título alude al
número de muertos de esta guerra que cargaba un avión militar. Los
desembarcaban de 200 en 200 y se calcula que la URSS tuvo alrededor de 15 mil
bajas metidas en ataúdes de zinc en esa guerra considerada El Vietnam soviético,
maravillosa en este sentido la escena en que vemos llegar los ataúdes y en estos
mismos aviones se montan los jóvenes que van al matadero centroasiático. Es un
lienzo desolador de una sociedad enferma de corrupción, un descenso a lo peor
de la naturaleza humana, un desarrollo con trazos al cine de terror, donde hay
cabida para los abusos de poder, asesinatos, violaciones, ejecuciones,
secuestros, todo ello de la forma más brutal, para un sub mundo poblado por
seres patéticos, miserables, dementes, seres presos de lo peor de sus bajos
instintos. Obra que te deja mal cuerpo, te provoca incomodidad en sus
situaciones aberrantes muchísimas de ellas.
Asistimos al derrumbe
del monolítico régimen soviético ser miembro preminente del Partido Comunista
ya carecía del poder de antaño. Los jóvenes, los políticos, la policía, la
justicia (lo del juicio farsa sumarísimo, y como se ejecuta la sentencia es
aberrante), el ejército estaban ‘sembrados’ de podredumbre moral. Ser parte del
apparatchik ya no rentaba, los jóvenes ya no tenían
de referentes a estos (lo veían como parte de la decoración chic, como
demuestra la camiseta del joven Valera), veían el vellocino de oro en los
negocios espurios (las destilerías clandestinas o el tráfico ilegal de pieles;
las mafias floreciendo en Rusia), y estos serán más tarde los oligarcas de hoy
día.
Artemy (Leonid Grómov),
profesor de ateísmo científico en la Universidad Estatal de Leningrado, visita
a su hermano en un pueblo pequeño. Allí conoce a Valery (Leonid Bichevin), un
joven que está saliendo con su sobrina y ha venido a llevarla a una fiesta. En
el camino de vuelta de Léninsk a Leningrado, el automóvil de Artemy se
descompone y entra en una granja aislada para obtener ayuda. Artemy habla con
el dueño de la granja, Alexey (Alekséi Serebryakov). Los dos beben alcohol
casero y discuten sobre la fe en Dios y la retribución de los pecados, el
profesor que defiende la cosmovisión ateísta soviética. Artemy también se
encuentra con la esposa de Alexey, Antonina (Natalya Akímova), así como Sunka
(Mijaíl Skryabin), un trabajador vietnamita que trabaja en la granja, que
parece ser prácticamente un esclavo personal de Alexey, y un tercer extraño que
no se explica en el momento. El trabajador de Sunka (cróitrivcca a como incluso
en el ‘paraíso’ del proletariado comunista había racismo, pues a este hombre lo
tiene semi-esclavizado, al menos eso parece), finalmente arregla el automóvil
de Artemy y el profesor conduce. Como está demasiado ebrio, prefiere volver con
su hermano. Mientras tanto, Valery va a una fiesta solo, ya que su novia (la
sobrina de Artemy) necesita estudiar. En el concierto, Valery conoce a otra
amiga estudiante de su nombre, Angelika (Ágniya Kuznetsova), hija de un alto
funcionario del Partido Comunista, y beben juntos. Después de la fiesta, en
busca de más alcohol, Valery conduce con ella a una granja de moonshiners, que
resulta ser la misma granja que Artemy había visitado antes. Valery le dice a
Angelika que se quede en el auto mientras él toma el alcohol. Sin embargo, en
lugar de regresar directamente al automóvil, se emborracha sin sentido con el
alcohol ilegal, Alexey. Angelika, esperando en el auto, se da cuenta de que está
siendo observada por un hombre extraño. Ella se asusta y trata de obtener ayuda
de Antonina, que le da a la niña una escopeta y la esconde en un granero. El
extraño, que resulta ser un oficial de policía, el Capitán Zhúrov (Alekséi
Poluyán), entra al establo y le quita el arma.
Película de una sordidez
seca, que muestra la grieta generacional entre la vieja guardia bolchevique y
los advenedizos jóvenes, estos se mueven por el estilo de vida occidental
(estadounidense), su vestimenta, las discotecas, la música rock frente al folk
tradicional ruso. En este sentido es aleccionador el inicio, donde dos hermanos
de mediana edad, uno coronel del ejército, el otro profesor de ateísmo
científico en una universidad marxista leninista, comen lo que ha llevado el
segundo, discutiendo sobre la actitud irrespetuosa de los jóvenes. Ven llegar a
la hija del coronel con su novio Valera, este viste con jeans y chupa de cuero,
el militar comenta que gana más que el en sus trapicheos, luego vemos al
jovenzuelo melenudo hablar con displicencia a estos mayores del apparatchik.
Es un film donde el hilo
conductor es disperso, solo parece interesado Balabanov en mostrarnos una
radiografía ácida y maloliente de este tiempo y lugar como epítome de toda la
URSS, proyectarnos un estado de ánimo edificado sobre el feísmo, en el marco de
la crisis de referentes morales soviética, un reflejo de la decadencia de un Imperio
que se autodestruye. Nos pasean, gracias a la climática fotografía de Aleksandr
Simonov (“Paraíso” o “El cartero de las noches blancas”) por paisajes
ocres-macilentos para hacernos sentir en los 80, exteriores donde nunca se ve
el sol, solo cielos grisáceos, interiores con poca luz, ello en el mugriento
cuasi ruinoso escenario de la ciudad industrial de Leninsk, edificios colmenas
asquerosos, cochambrosos, con el horizonte de fábricas, autos antiguos que se
estropean, discotecas clandestinas en naves abandonadas de paredes
desconchadas, donde nadie quiere hacerse cargo de los féretros de los caídos
por la URSS en Afganistán. Los jóvenes queman sus penas en alcohol prohibido.
Un juego perverso donde
se interconectan los dos mencionados apparatchik, un advenedizo joven oportunista
y cobarde, un corrupto policía secuestrador y violador, una infortunada joven,
un pobre vietnamita, un traficante de vodka ilegal, una madre atolondrada por
los programas de tv (seguramente el director pretende criticar este opio del
pueblo con programas atontadores), y hasta un cadáver heroico que en un giro
perturbador se convierte en un pelele con ínfulas necrófilas. Y con ello
lanzando un torpedo contra el patriotismo ruso, es desolador este tramo en que
sacan al muerto en la guerra de su ataúd como si fuera una lata de sardinas y
ver como lo tiran junto a una mujer violada es de los momentos que te hacen
incomodar y removerte.
Hay incluso lugar para
que se diserte sobre la existencia o no de Dios, ello en un debate extraño (es
decir poco) entre un profesor de ateísmo que se emborracha con vodka, y el
traficante de alcohol ilegal creyente que limpia su escopeta, este sueña con crear
una comunidad granjera utópica, mostrando en el choque de ideas la grieta
existente en Rusia entre las ciudades más manipulables por el estado soviético
frente a la ruralidad más hermética y tradicionalista con su fe religiosa
arraigada.
Balabánov construye un
film adusto plagado, edificando una tensión y violencia latente que termina
explotando en varios crueles escenas. Epítome de esto es el tramo en la cabaña
de los ‘vodkaleros’. Como por casualidad (esta licencia es complicado de otorgársela
en como juega el azar de modo singular como poco) primero llega allí el
mencionado profesor de ateísmo. Pero también llega el novio de su sobrina a
comprar vodka ilegal, dejando muestras del alcoholismo innato de los rusos,
esto primero lo exponen en una escena de humor negro cuando el joven alardea de
como se bebe vodka como un hombre y conforme lo hace cae desvanecido por el
vodka al suelo. Lo malo es que el joven llevaba en su auto a una chica, la hija
de un alto mandatario político ruso, esta aterrorizada por ser acosada en el
coche por un tipo va pedir ayuda a la granja, allí su pareja está en el suelo
desmayado. Una mujer la ‘ayuda’ dándole ‘refugio’, pero la cosa termina de
forma, primero asesina y luego con una violación aterradora con una botella.
Donde la joven se muestra como muy idiota, no sé si es que el director pretende
nos provoque risa la secuencia, pero lo que me provoca es una mueca de
irritabilidad.
El director decide dejar
su film in media res, da un final nada complaciente, pienso que no por no saber
acabarlo, si no por querer decirnos que no hay esperanza.
Aleksey Poluyan como el
capitán Zhurov es impresionante, aterrador en el modo flemático en que se
comporta, amenazante sin armar ruido, te crees el dominio que tiene sobre la
joven; Leonid Gromov comoe l profesor ateísta está muy bien en su patetismo,
reflejando el precisamente la alegoría de un régimen que viraba según el viento
que venía; Leonid Bichevin como el advenedizo Valera borda su rol de símbolo de
los emergentes vividores que buscan oportunidades en este mar revuelto, y que
en su cobardía calla saber la verdad de la desaparición de Angelika; Agniya Kuznetsova
como la joven Angelika vejada y violada, estremece lo que padece, emite una
fragilidad que te cala, excelente. En realidad, hay quien la puede ver como que
ella es Rusia, una hermosa joven en flor de la vida abusada por la corrupción,
moral más extrema, a la que incluso le llevan sus héroes para ridiculizarlos.
Spoiler:
Momentos recordables: La
violación con la botella de vodka a una Angelika virgen; Cuando ponen el cuerpo
sin vida del novio de Angelika junto a la joven desnuda y esposada; El tipo que
le ha ayudado al secuestrador a llevar el cuerpo del novio le deja violar a la
joven y mientras lo hace, fuera de campo (la cámara observa a la demente madre
del raptador viendo la tv), le pega un tiro que oímos, luego vemos el cuerpo
desangrado junto a la joven y también el féretro del novio, ello mientras el
Zhurov lee las cartas del novio (que ha conseguido con arteros métodos) a ella
mientras esta solloza. Menuda escena retorcida, donde decir que te deja mal
cuerpo es quedarse muy corto; Aparte queda el proceder de Zhurov y las charlas
con su madre sobre la chica secuestrada, al que el raptador llama novia y
comenta a la madre que no le quiere (¿?), esto quizás pretendiendo que nos
provoque risa (¿?); Está el juicio a Alexei, un teatrillo burdo, y como acaba
todo con un disparo en un pasillo en la nuca; El rush final en que Antonina,
esposa de Alexei , desentierra una escopeta, va a visitar a Zhurov con ella, y
mientras este lleva las cartas a
Angelika lo sorprende y dispara, matándolo y dejando una escena propia del
Averno, gritando a una desnuda Angelika rodeada y esposada con tres cadáveres,
y en la habitación e al lado una atolondrada vieja viendo la tv, espeluznante
es quedarse a varios pueblos; Vemos al profesor de ateísmo en el final, ingresar
en una iglesia pidiendo ser bautizado, aunque esto no es de donde viene y
porque (¿?). Entiendo el mensaje del viraje de Rusia, pero no porque lo hace
Artemy; Valery (que escapó ileso de todo el asunto y sin que nadie sepa que él
sepa nada), se muestra discutiendo propuestas comerciales con un amigo suyo (el
hijo de Artemy, eslavo). Los dos están entusiasmados con la cantidad de dinero
que se puede hacer en el país en desintegración.
Me queda una cinta
malsana, que imperfecta, con taras evidentes en un guion artificioso, pero que
en sus metáforas cala, con un retrato agrio de la Rusia que venía. Gloria
Ucrania!!!
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