La Ronda.
Deliciosa comedia
romántica francesa dirigida con suma elegancia por el alemán Max Ophüls a ritmo
del vals de Oscar Strauss. Fue la primera película europea del director Ophüls
desde su estancia de tres años en Hollywood de 1947 a 1949, tiempo durante el
cual dirigió el drama de época “El exilio” (1947), el drama romántico “Carta de
una mujer desconocida” (1948) y dos películas negras, “Caught” (1947) y “The
Reckless Moment” (1949). Esta vuelta al viejo continente supone para el germano
un soplo de aire fresco en su libertad de poder abordar temas más transgresores
sin ‘La espada de Damocles’ en forma de censura atosigándole, que habría hecho
imposible esta encantadora obra en Hollywood, tratando temas como el adulterio,
la prostitución, o la impotencia sexual. Ophüls guioniza junto a Jacques
Natanson adaptando la (escandalosa, que no se pudo estrenar en Viena hasta dos
décadas después de su escritura por la forma en que se aborda con ligereza la
infidelidad y con ello la libertad sexual) obra de teatro "Reigen" del
vienés Arthur Schnitzler de 1897, ambientada en la Viena de 1900, muestra diez
encuentros amorosos encadenados, en un collage sugestivo en que se mezclan
clases sociales, con una prostituta, un soldado, una camarera, un “señorito”,
una mujer casada, su marido, un poeta, una adolescente, una actriz y un conde donde
en cada encuentro amoroso hay un personaje del anterior encuentro, y en el
siguiente estará el nuevo del anterior (espero explicarme bien; El soldado se
acuesta con la prostituta y poco después seduce a una criada, la cual cede a
los deseos del señorito de la casa en la que trabaja, el cual concierta una
cita secreta con una mujer casada…), reflejando la idea de Schnitzler de cómo
el deseo sexual hace difusas las clases sociales, y con ello nos hace ver la
hipocresía y culto a las falsas a apariencias de quienes parecen muy
respetables. Explorando en el metraje mecanismos de poder, de sumisión, de
deseo, los bajos instintos.
Durante 93 minutos
seguimos a 11 personajes mientras van saltando de escarceo sexual al siguiente,
aquí el amor tiene poca importancia. Todo ello presentado por un mordaz Maestro
de Ceremonias (conocido como “el narrador” o “el caballero elegante”)
interpretado por un grácil y carismático Anton Walbrook (“Y yo, quien soy en
esta historia? El autor? Un cómplice? Un transeúnte? Soy todo eso… En fin, soy
cualquiera de vosotros. Yo soy… la encarnación de vuestro deseo”, dice al
espectador), rol creado originalmente para el film en un gran acierto con este
rol pegamento que presenta y va uniendo con frescura los segmentos (“Dónde
estamos? En un escenario? En un estudio? En una calle?”, jugando con la meta
ficción), con su labor nuclear de manejar el tiovivo ejemplo de la Ronda, los
giros del amor que no paran. Rompe la cuarta pared par amostrar el artificio
que es el film, con sus decorados, la iluminación o los músicos.
Con un director que
nunca juzga, trata con cariño a todos sus personajes, todos unos libertinos, en
lo que es una oda al amor libre, sin ataduras, aquí no hay dramas, depresiones
o remordimientos, es el disfrute de la vida y la vida es el deseo carnal, son
los bajos instintos, en lo que es un cuadro cargado de cinismo sobre la pasión
del sexo y también sobre el después. Todo ello jugando Ophüls con el artificio,
con el ensalzamiento a lo falso de nuestro mundo en meta ficción, ello exhibido
en un presentador omnisciente del relato que habla a cámara (rompiendo la
cuarta pared), que en el comienzo (en un plano-secuencia travelling de cinco
minutos) juega a cambiar de escenarios, realiza metáforas geniales (lo de la
manivela atascada para exponer la impotencia), y adoptando varias identidades como cochero, lacayo o
maître interviene en la historia modificando acontecimientos.
Jugando hábilmente el
realizador con las sugerencias (la oscuridad bajo un puente, un banco de un
jardín a sombrío, cámara que se queda en una puerta y al otro lado la cama con
los amantes, o un espejo erótico de techo,…) y con las elipsis para hacernos
sentir el sexo que no vemos. Y es que Ophüls da una lección de sofisticación en
el manejo de la cámara sustentado en el DP Christian Matras (“La Gran ilusión”
o “Madame de…”) que filtra en glorioso b/n, jugando con los sobrentendidos, con
los simbolismos, con las elipsis, los fuera de campo, con un objetivo que
parece levitar cual voyeur entre los amantes, ‘asomándose’ para esa sensación
en ocasiones a través de vidrio tallado, lino, sedas y espejos.
Siendo la cámara un
elemento por el que el director crea sentientes en sus movimientos acompasados
con las emociones de los protagonistas,, aportando un toque singular a cada
episodio: ‘La muchacha y el soldado’, tiene un prolongado travelling que va y
viene expresando las dudas del soldado; ‘El soldado y la señorita’, el
travelling se mueve cual si fuera nuestro ojos voyeurs entre la flora de un
jardín; ‘La criada y el joven”, aquí destaco por como hay planos torcidos y
muchos barrotes y rejas en las imágenes como metáfora de las barreras de clase que
hay entre ambos. Hay un sensual momento en que Alfred le pide a Marie agua fría
que ella le trae, no sin antes dejar correr agua del grifo por su muñeca, muy
sexy; ‘El joven y la mujer casada’, tenemos varios espejos en el picadero como
quizás reflejando un mundo aparte a través de su reflejo. Aquí tenemos otro
sensual momento, cuando el amante le retira a ella los dos velos que lleva en
su rostro, me recuerda a cuando Michel Pfeiffer se quita los guantes en “La
edad de la inocencia”; ‘La joven esposa y su marido’, vemos a la pareja cada
uno en su cama individual mientras charlan antes de dormir, la toma es filmada
de forma simétrica, donde da la impresión e estar viendo dos tumbas con sus
lápidas (metáfora del matrimonio). Destaca también el diálogo cargado de demagogia
sobre el adulterio; ‘El marido y la pequeña’, filmado a modo de comedia
picarona de enredo, con varias elipsis (esto se da bastante en las historietas);
‘La pequeña y el poeta’, destaca como posiciona a los protagonistas cual
niveles intelectuales, con el poeta en la parte superior del apartamento y la
joven en la inferior; ‘El poeta y la actriz’, estamos en un camerino y vuelven
a destacar los espejos, pero en este caso para exponer lo artificioso y teatral
del flirteo; ‘La actriz y el conde’, aquí se juega al metalenguaje, donde la
amante juega a actuar ante su público compuesto únicamente por su amante, hasta
que ella decide que el ‘espectador’ traspase la pantalla y se acueste con él, y
entonces jocosamente el Narrador interrumpe desde su tiovivo para cortar los
fotogramas del sexo como censor (¿?); Habiendo durante el film ágiles planos
secuencia, circulares, planos holandeses, así como virtuosos travellings (en el
inicio es ejemplo). Todo ello regado de enternecedores diálogos, con mucho de
ironía, con humor con galanteo, todo amores fugaces, esos que pueden durar un
instante y permanecer en la memoria por siempre.
El maestro de ceremonias
(Walbrook) abre el acto diciéndole al público que verá varios episodios del
vals interminable del amor, ello mientras este hace girar su carrusel hasta la
Viena de 1900. Una prostituta, Leocadie (siempre brillante Simone Signoret), lleva
al soldado Franz (notable Serge Reggiani) debajo de un puente. El soldado
recoge a la camarera Marie (grácil Simone Simon) en un salón de baile. La
camarera sucumbe voluntariamente ante el hijo de sus empleadores, Alfred (buen Daniel
Gélin). El joven inicia una aventura con Emma (buena Darrieux), la joven esposa
de un hombre de negocios mayor, Charles (excelente Fernand Gravey), a la que ve
en un apartamento que ha alquilado como picadero. Luego tiene una tensa
discusión en la cama con su marido. El marido lleva a la dependienta Anna (encantadora Odette Joyeux), de 19 años, a un reservado
en un restaurante y la emborracha. La dependienta se enamora del poeta Robert
Kuhlenkampf (correcto Jean-Louis Barrault), que tiene una aventura con la
actriz Charlotte (notable Isa Miranda). La actriz invita a un conde (estupendo
Gérard Philipe) a visitarla en la cama a la mañana siguiente.
Como siempre que una
cinta se estructura en episodios algunos son mejores que otros. Aunque los más
flojos siguen siendo buenos, siendo el tono general de cine de gran clase,
arriesgando y ganando.
Spoiler:
Rush final: El episodio
final, tras una noche de juerga, el conde se despierta en la alcoba de la
prostituta Leocadie (completando el círculo) y, pasado el extrañamiento por no
poder recordar cómo ha ido a parar hasta allí, queda embelesado por la mirada
de ella que está acostada, a la que únicamente acierta a pedir que le permita
besar sus ojos antes de abandonar la estancia atravesando en silencio el
decorado en el que se iniciaba la película. Dejando un aura de delicadeza romántica
prodigiosa.
En realidad Schnitzler
materializa las transiciones entre los amantes con el contagio de la sífilis se
van pasando de uno a otra, algo no presente en la película.
Obra escrita en 1897
pero no publicada hasta 1903, fue el propio autor el que impidió su
representación teatral hasta después de 1918 debido a los virulentos ataques
que sufrió el texto por su contenido sexual, cuando “la relajación de las
normas de la censura y las costumbres cambiantes tras la Primera Guerra Mundial
lo convencieron de autorizar producciones más o menos simultáneas en Viena y
Berlín en el invierno de 1920-1921”. Sin embargo, “el éxito inicial de la obra
se convirtió en un desastre cuando saboteadores organizados perturbaron el
normal desarrollo de las representaciones con bombas fétidas” provocando que
“el director y los actores responsables de la producción en Berlín acabaran
siendo procesados por obscenidad”. La absolución de los acusados no impidió la
reacción furibunda de Schnitzler, prohibiendo cualquier futura producción de la
obra, “una prohibición que su hijo Heinrich mantuvo en vigor hasta 1982”.
Aunque en el momento de
la producción, el hijo de Schnitzler todavía estaba haciendo cumplir la
estipulación de su padre de que la obra - Reigen (o La Ronde ) - nunca debería
representarse ni adaptarse, Ophüls pudo asegurarse los derechos gracias a la
estipulación adicional de Schnitzler de que su francés El traductor de idiomas
debía poseer los derechos de la versión francesa.
La película fue
clasificada por los censores cinematográficos de Nueva York como
"inmoral" y, por tanto, inaceptable para proyecciones públicas. A
finales de 1953, los productores de la película apelaron ante la Corte Suprema
de Estados Unidos y, en 1954, se aprobó la exhibición de La Ronde en Nueva York
sin ningún corte.
Nominada a dos Oscar:
Mejor Guión (lo ganó el de “Un lugar en el sol”) y Mejor Dirección Artística
(lo ganó el de “Un tranvía llamado Deseo”).
Fue rehecha en 1964 por
Roger Vadim.
Una laguna que tenía en mi
cinefilia ha quedado subsanada para bien con este lindo film romántico. Gloria
Ucrania!!!
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