lunes, 6 de noviembre de 2023

 


La Ronda.

 

Deliciosa comedia romántica francesa dirigida con suma elegancia por el alemán Max Ophüls a ritmo del vals de Oscar Strauss. Fue la primera película europea del director Ophüls desde su estancia de tres años en Hollywood de 1947 a 1949, tiempo durante el cual dirigió el drama de época “El exilio” (1947), el drama romántico “Carta de una mujer desconocida” (1948) y dos películas negras, “Caught” (1947) y “The Reckless Moment” (1949). Esta vuelta al viejo continente supone para el germano un soplo de aire fresco en su libertad de poder abordar temas más transgresores sin ‘La espada de Damocles’ en forma de censura atosigándole, que habría hecho imposible esta encantadora obra en Hollywood, tratando temas como el adulterio, la prostitución, o la impotencia sexual. Ophüls guioniza junto a Jacques Natanson adaptando la (escandalosa, que no se pudo estrenar en Viena hasta dos décadas después de su escritura por la forma en que se aborda con ligereza la infidelidad y con ello la libertad sexual) obra de teatro "Reigen" del vienés Arthur Schnitzler de 1897, ambientada en la Viena de 1900, muestra diez encuentros amorosos encadenados, en un collage sugestivo en que se mezclan clases sociales, con una prostituta, un soldado, una camarera, un “señorito”, una mujer casada, su marido, un poeta, una adolescente, una actriz y un conde donde en cada encuentro amoroso hay un personaje del anterior encuentro, y en el siguiente estará el nuevo del anterior (espero explicarme bien; El soldado se acuesta con la prostituta y poco después seduce a una criada, la cual cede a los deseos del señorito de la casa en la que trabaja, el cual concierta una cita secreta con una mujer casada…), reflejando la idea de Schnitzler de cómo el deseo sexual hace difusas las clases sociales, y con ello nos hace ver la hipocresía y culto a las falsas a apariencias de quienes parecen muy respetables. Explorando en el metraje mecanismos de poder, de sumisión, de deseo, los bajos instintos.  

 

Durante 93 minutos seguimos a 11 personajes mientras van saltando de escarceo sexual al siguiente, aquí el amor tiene poca importancia. Todo ello presentado por un mordaz Maestro de Ceremonias (conocido como “el narrador” o “el caballero elegante”) interpretado por un grácil y carismático Anton Walbrook (“Y yo, quien soy en esta historia? El autor? Un cómplice? Un transeúnte? Soy todo eso… En fin, soy cualquiera de vosotros. Yo soy… la encarnación de vuestro deseo”, dice al espectador), rol creado originalmente para el film en un gran acierto con este rol pegamento que presenta y va uniendo con frescura los segmentos (“Dónde estamos? En un escenario? En un estudio? En una calle?”, jugando con la meta ficción), con su labor nuclear de manejar el tiovivo ejemplo de la Ronda, los giros del amor que no paran. Rompe la cuarta pared par amostrar el artificio que es el film, con sus decorados, la iluminación o los músicos.

 

Con un director que nunca juzga, trata con cariño a todos sus personajes, todos unos libertinos, en lo que es una oda al amor libre, sin ataduras, aquí no hay dramas, depresiones o remordimientos, es el disfrute de la vida y la vida es el deseo carnal, son los bajos instintos, en lo que es un cuadro cargado de cinismo sobre la pasión del sexo y también sobre el después. Todo ello jugando Ophüls con el artificio, con el ensalzamiento a lo falso de nuestro mundo en meta ficción, ello exhibido en un presentador omnisciente del relato que habla a cámara (rompiendo la cuarta pared), que en el comienzo (en un plano-secuencia travelling de cinco minutos) juega a cambiar de escenarios, realiza metáforas geniales (lo de la manivela atascada para exponer la impotencia), y adoptando varias identidades como cochero, lacayo o maître interviene en la historia modificando acontecimientos.

 

Jugando hábilmente el realizador con las sugerencias (la oscuridad bajo un puente, un banco de un jardín a sombrío, cámara que se queda en una puerta y al otro lado la cama con los amantes, o un espejo erótico de techo,…) y con las elipsis para hacernos sentir el sexo que no vemos. Y es que Ophüls da una lección de sofisticación en el manejo de la cámara sustentado en el DP Christian Matras (“La Gran ilusión” o “Madame de…”) que filtra en glorioso b/n, jugando con los sobrentendidos, con los simbolismos, con las elipsis, los fuera de campo, con un objetivo que parece levitar cual voyeur entre los amantes, ‘asomándose’ para esa sensación en ocasiones a través de vidrio tallado, lino, sedas y espejos.

 

Siendo la cámara un elemento por el que el director crea sentientes en sus movimientos acompasados con las emociones de los protagonistas,, aportando un toque singular a cada episodio: ‘La muchacha y el soldado’, tiene un prolongado travelling que va y viene expresando las dudas del soldado; ‘El soldado y la señorita’, el travelling se mueve cual si fuera nuestro ojos voyeurs entre la flora de un jardín; ‘La criada y el joven”, aquí destaco por como hay planos torcidos y muchos barrotes y rejas en las imágenes como metáfora de las barreras de clase que hay entre ambos. Hay un sensual momento en que Alfred le pide a Marie agua fría que ella le trae, no sin antes dejar correr agua del grifo por su muñeca, muy sexy; ‘El joven y la mujer casada’, tenemos varios espejos en el picadero como quizás reflejando un mundo aparte a través de su reflejo. Aquí tenemos otro sensual momento, cuando el amante le retira a ella los dos velos que lleva en su rostro, me recuerda a cuando Michel Pfeiffer se quita los guantes en “La edad de la inocencia”; ‘La joven esposa y su marido’, vemos a la pareja cada uno en su cama individual mientras charlan antes de dormir, la toma es filmada de forma simétrica, donde da la impresión e estar viendo dos tumbas con sus lápidas (metáfora del matrimonio). Destaca también el diálogo cargado de demagogia sobre el adulterio; ‘El marido y la pequeña’, filmado a modo de comedia picarona de enredo, con varias elipsis (esto se da bastante en las historietas); ‘La pequeña y el poeta’, destaca como posiciona a los protagonistas cual niveles intelectuales, con el poeta en la parte superior del apartamento y la joven en la inferior; ‘El poeta y la actriz’, estamos en un camerino y vuelven a destacar los espejos, pero en este caso para exponer lo artificioso y teatral del flirteo; ‘La actriz y el conde’, aquí se juega al metalenguaje, donde la amante juega a actuar ante su público compuesto únicamente por su amante, hasta que ella decide que el ‘espectador’ traspase la pantalla y se acueste con él, y entonces jocosamente el Narrador interrumpe desde su tiovivo para cortar los fotogramas del sexo como censor (¿?); Habiendo durante el film ágiles planos secuencia, circulares, planos holandeses, así como virtuosos travellings (en el inicio es ejemplo). Todo ello regado de enternecedores diálogos, con mucho de ironía, con humor con galanteo, todo amores fugaces, esos que pueden durar un instante y permanecer en la memoria por siempre.

 

El maestro de ceremonias (Walbrook) abre el acto diciéndole al público que verá varios episodios del vals interminable del amor, ello mientras este hace girar su carrusel hasta la Viena de 1900. Una prostituta, Leocadie (siempre brillante Simone Signoret), lleva al soldado Franz (notable Serge Reggiani) debajo de un puente. El soldado recoge a la camarera Marie (grácil Simone Simon) en un salón de baile. La camarera sucumbe voluntariamente ante el hijo de sus empleadores, Alfred (buen Daniel Gélin). El joven inicia una aventura con Emma (buena Darrieux), la joven esposa de un hombre de negocios mayor, Charles (excelente Fernand Gravey), a la que ve en un apartamento que ha alquilado como picadero. Luego tiene una tensa discusión en la cama con su marido. El marido lleva a la dependienta Anna (encantadora Odette Joyeux), de 19 años, a un reservado en un restaurante y la emborracha. La dependienta se enamora del poeta Robert Kuhlenkampf (correcto Jean-Louis Barrault), que tiene una aventura con la actriz Charlotte (notable Isa Miranda). La actriz invita a un conde (estupendo Gérard Philipe) a visitarla en la cama a la mañana siguiente.

 

Como siempre que una cinta se estructura en episodios algunos son mejores que otros. Aunque los más flojos siguen siendo buenos, siendo el tono general de cine de gran clase, arriesgando y ganando.

 

Spoiler:

 

Rush final: El episodio final, tras una noche de juerga, el conde se despierta en la alcoba de la prostituta Leocadie (completando el círculo) y, pasado el extrañamiento por no poder recordar cómo ha ido a parar hasta allí, queda embelesado por la mirada de ella que está acostada, a la que únicamente acierta a pedir que le permita besar sus ojos antes de abandonar la estancia atravesando en silencio el decorado en el que se iniciaba la película. Dejando un aura de delicadeza romántica prodigiosa.

 

En realidad Schnitzler materializa las transiciones entre los amantes con el contagio de la sífilis se van pasando de uno a otra, algo no presente en la película.

 

Obra escrita en 1897 pero no publicada hasta 1903, fue el propio autor el que impidió su representación teatral hasta después de 1918 debido a los virulentos ataques que sufrió el texto por su contenido sexual, cuando “la relajación de las normas de la censura y las costumbres cambiantes tras la Primera Guerra Mundial lo convencieron de autorizar producciones más o menos simultáneas en Viena y Berlín en el invierno de 1920-1921”. Sin embargo, “el éxito inicial de la obra se convirtió en un desastre cuando saboteadores organizados perturbaron el normal desarrollo de las representaciones con bombas fétidas” provocando que “el director y los actores responsables de la producción en Berlín acabaran siendo procesados por obscenidad”. La absolución de los acusados no impidió la reacción furibunda de Schnitzler, prohibiendo cualquier futura producción de la obra, “una prohibición que su hijo Heinrich mantuvo en vigor hasta 1982”.

 

Aunque en el momento de la producción, el hijo de Schnitzler todavía estaba haciendo cumplir la estipulación de su padre de que la obra - Reigen (o La Ronde ) - nunca debería representarse ni adaptarse, Ophüls pudo asegurarse los derechos gracias a la estipulación adicional de Schnitzler de que su francés El traductor de idiomas debía poseer los derechos de la versión francesa.

 

La película fue clasificada por los censores cinematográficos de Nueva York como "inmoral" y, por tanto, inaceptable para proyecciones públicas. A finales de 1953, los productores de la película apelaron ante la Corte Suprema de Estados Unidos y, en 1954, se aprobó la exhibición de La Ronde en Nueva York sin ningún corte.

 

Nominada a dos Oscar: Mejor Guión (lo ganó el de “Un lugar en el sol”) y Mejor Dirección Artística (lo ganó el de “Un tranvía llamado Deseo”).

 

Fue rehecha en 1964 por Roger Vadim.

 

Una laguna que tenía en mi cinefilia ha quedado subsanada para bien con este lindo film romántico. Gloria Ucrania!!!

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