martes, 5 de septiembre de 2023

 


EL SOL SIEMPRE BRILLA EN KENTUCKY.

 

Infravalorada dramedia dirigida por el maestro John Ford, en la que es, según propias palabras, uno de sus films favoritos, y eso que fue un fracaso comercial. La he visto con motivo del 70 aniversario de su estreno (13/03/1953), y me ha sido aún mejor que la última vez que la vi, todo un soplo de aire fresco, que recuerda indefectiblemente a su anterior film de 1952 (el oscarizado) “El Hombre Tranquilo” en su retrato de una comunidad rural, algo muy fordiana, aunque esta historia es muy anterior a la protagonizada por O’Hara y Wayne, pues el guión de Laurence Tucker Stallings (“Tres lanceros bengalís” o “El Libro de la Selva”), se basa en material tomado de una serie de cuentos de Irvin S. Cobb, "Judge Priest", que aparecen en The Saturday Evening Post en la década de 1910, específicamente "The Sun Shines Bright", "The Mob from Massac" y "The Lord Provider", y que Ford había adaptado parte del mismo material en 1934 en su película “Judge Priest” (esto de grandes directores ‘remakeandose’, estaba de moda en aquellos años entre grandes directores como Wilder y Hitchcock, Wyler y Capra). Esa película originalmente tenía una escena mostraba un intento de linchamiento de Poindexter (y la condena del acto por parte de Priest), fue cortada por la 20th Century Fox. La omisión fue una de las razones por las que Ford remodeló vagamente las historias de Cobb dos décadas más tarde como “The Sun Shines Bright” para Republic Pictures, incluyendo la desactivación del juez Priest de la mafia decidida a linchar a un joven personaje negro llamado Woodford. En ambas películas, Stepin Fetchit interpreta el papel del asistente del juez Priest, Poindexter. El título original, es una versión de la letra inicial de la canción My Old Kentucky Home, cuya música acompaña a la película.  

 

Es una encantadora y muy entrañable cinta, un canto al sur estadounidense a su modo de vida a principio de siglo XX, al entendimiento de los perdedoras de la guerra civil con los ganadores, y sobre todo una carta de amor a los marginados, erigiéndose en defensor de las causas perdidas el protagónico juez, en realidad un alter ego idealizado del propio John Ford, proyectando sus valores morales patriotas, su tolerancia, su ataque al racismo (en una sociedad que hacía poco acababa de salir de la era esclavista), a tomarse la justicia por su mano, su salvaguardia de las  personas descarriadas. Una radiografía mordaz de un país en el que aun cicatrizaban las heridas de la guerra que los desangró. Las tres historias mezclándose de forma orgánica para exponer un lienzo conmovedor de este tiempo y lugar, con epicentro en la actuación mayestática de Charles Winninger como el carismático juez Priest (un apellido nada casual). Todo regado de un delicioso humor, con diálogos y situaciones que te mueven en todo momento a emociones, poniendo en alza la dignidad, la comprensión, el orgullo, el respeto, la valentía, en contra d ellos prejuicios. Todo esto componiendo personajes que transpiran humanidad en sus virtudes y muchos defectos, ello con economía de medios, valiéndose Ford de su experiencia para delinear personajes con alma, con matices y sobre todo simpáticos al espectador.

 

Los títulos de crédito se inician sobre un pontón, un negro alto, Jeff Poindexter (Stepin Fetchit) se asombra ante la llegada de un barco de vapor. El juez Priest (Charles Winninger), con gorra y camisón, lo llama esperando su trago matutino que tanto necesita; sin este trago de alcohol de contrabando, le sería imposible reiniciar su viejo corazón. Estamos en vísperas de las elecciones al juez del condado, a las que Priest se presenta tratando de reeditar el cargo, cargo que le discute muy seriamente el unionista Horace K. Maydew (Milburn Stone). Tiene un arranque un tanto dubitativo la historia, le cuesta situarse, aunque esto lo subsana con ingeniosas dosis de humor fordiano, ejemplo esa sesión en el juzgado. Tenemos una primera parte en que predomina el tono de comedia, pero a la vez va componiendo un cuadro de la personalidad magnética del protagonista, va dejando caer los secretos que anidan en este pueblo. Con esas reuniones de los veteranos confederados, en paralelo a otra de veteranos yankis, con ese manejo de la bandera, ese discurso de Priest. Siendo un momento parteaguas del film la llegada en el vapor de una enfermiza mujer, esto supone un giro hacia el drama neurálgico, donde los secretos comienzan a emerger, y ya no se puede estar de perfil ante la verdad, y es aquí donde la verdadera personalidad de unos y otros brotan. También crucial en tallar la magna personalidad del protagonista es la escena en que hace frente a una turba de linchamiento contra un desafortunado negro. Todo ello para desembocar en un rush final trémulo, con epicentro en un funeral, donde solo si erres de piedra no se te pondrá el vello de punta.

 

Es la fotografía de una comunidad con sus muertos en el armario, pero donde Ford lo salpica todo de humor, que hace todo sea muy fluido y ameno. En el centro y como cohesión narrativa que da sentido a todo está el carácter del protagonista. El juez Priest es una persona de una pieza, vestido de impoluto blanco, pertenece a la última generación de veteranos confederados de la Guerra Civil, lo conocemos quejándose a su sirviente que no le ha traído el agua de vida, pero en ello se nota gran confianza y camaradería con su criado. Es simpático, locuaz, valeroso, seguro de sí mismo, tolerante, teniendo a un criado negro al que trata con cariño (aunque puede visto hoy como condescendiente, hay que poner el contexto donde esto era un paso para el trato igualitario; Hasta el camino más largo se comienza con un paso pequeño), integro, tanto como para jugársela en el día de elecciones por sus convicciones humanistas.

 

Ford comienza mostrándonos a Priest como una parodia de juez, para poco a poco darnos cuenta de lo que esconde este hombrecito canoso, enfrentándose a los prejuicios de esta comunidad. La primera vez que lo vemos defendiendo la hipocresía general es cuando intenta el fiscal vejar a una mujer Mallie Cramp (estupenda Eve March, regenta un saloon [eufemismo de madame de burdel]) en el tribunal y él la atiende con caballerosidad, sin atender a su reputación (curiosamente no sabremos de que se le acusa).

 

Muy divertido como actúa con el joven negro (con un nombre de dos enemigos confederados, Grant Woodford) haciéndole tocar el banjo Dixie (himno sudista) y luego uniéndose a él con la corneta (lo que provoca gran revuelo en el pueblo al oírlo); lo veremos en un acto de reconciliación espléndido con los yankis, pegándose un glorioso discurso de unidad (grandioso cuando glosa la grandeza yanki al permitir que un fervoroso confederado como él sea juez como derrotado: ‘Un país, una bandera’); como se eleva de modo épico ante una masa justiciera frente a la cárcel para defender a un pobre muchacho [los perros sabuesos son muy tontos], pistola en mano haciendo una raya con su paraguas negro (en un acto que le emparenta con Jesús juzgando, ello con un versículo de los evangelios que narrará) en el suelo como señal de hasta donde, y lanzando un corajinoso monólogo(‘Vais a matarme, pero antes habré matado al primero de vosotros que cruce esta línea’), él solo contra todos, Apoteósico. Tramo que recuerda a uno similar en “El joven Lincoln” (19439), también de Ford; Magnífico en la parte del funeral, en dos partes esto. Primero con durante el cortejo fúnebre en riguroso silencio, y luego con el responso (Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra), Sensacional; La parte de las elecciones es para mí la más floja, no te mueve en su forma de resolverse a emoción alguna, muy previsible; Aunque lo que es el epílogo, sí que te remueve los sentimientos (spoiler), recordando y mucho a la contraparte de otra cinta posterior de esta misma década de Ford (spoiler). Todo ello echo posible por la sublime interpretación de Charles Winninger, manejando con sutilidad la expresividad y con ello haciéndolo con gran dimensión humana.

 

Ford intenta sacudirse muchos de los clichés de los que ha sido acusado, como por ejemplo su misoginia. Aquí hace toda una alabanza de la mujer en las peores de las condiciones, respetándola en contra de marginación que muchos quieren propinarle por su supuesta vida amoral. Ford a través de Priest arremete contra el papanatismo de la sociedad puritana. Está también la bonita historia de amor de una joven hija adoptiva de Dr. (bonita Arleen Whelan) que sufre por los cotilleos del pueblo, con un joven apuesto recién llegado Ashby Corvin (buen John Russell), en un desarrollo grácil. Como Ashby defiende a la joven de los atropellos que sufre por su misterioso pasado del que no sabe quién es su madre, como cuando se enfrenta a un viscoso tipo Buck Ramsey (buen Grant Withers), en un curioso duelo a fustigados con ambos contendientes descamisados.

 

Spoiler:

 

De quién es hija la maestra Lucy Lee? Fue criada cariñosamente por el Dr. Lewt Lake (Russell Simpson). Un cuadro revela frente a ella el secreto. Es el retrato del General Fairfield junto a una joven enfermera que tiene los rasgos de Lucy Lee. El juez Priest le cuenta la verdad, que es el general, la repudio porque su hijo murió en una pelea, por culpa de su madre. La madre es la prostituta moribunda que llegó al pueblo y murió ese mismo día, y fue cuidada por su padre adoptivo. Mallie Cramp le pide a Priest que acompañe el funeral al templo. Este fue el último deseo de la mujer moribunda y ningún sacerdote accede a hacerlo. Entonces vemos al oponente en las elecciones de Priest dando un discurso en la calle a pleno día, y de pronto interrumpe su fervor cuando ve un cortejo fúnebre encabezado únicamente por Priest, va solo tras el blanco carruaje del féretro. Comienzan unos minutos en escrupuloso silencio, en que la cámara sigue la procesión, sin música de acompañamiento, filmada en travelling lateral. Entonces la gente observa la escena en respeto, entonces varios amigos de Priest se van uniendo, poco a poco, sin alaracas, siguen sumándose al supuesto marginal cortejo más y más personas. Cuando llegan a la Iglesia son decenas personas las que acuden al funeral, entre ellas la hija natural Lucy y su pretendiente Ashby. Tramo conmovedor, de los que recorsdaras por siempre por su fuerza dramática. El juez ha preferido hacer realidad el sueño de una muerta que participar del circo de mítines electorales; Los asistentes a la procesión entran y se sientan respetuosamente con Lucy en primera fila junto a Ashby. Cuando comienza el sermón Priest, se hace el silencio, ha entrado alguien, es el general Fairfield, se acerca a primera fila y pide a Ashby le deje el sitio que le corresponde a él. Con lo que hay un reconocimiento implícito de su nieta Lucy. Tras lo que Priest da su ‘homilía’ sobre el episodio de los Evangelios relatado por San Juan (8 - 1, 11). El de la adúltera, resumido en aquello que dice Jesús: “Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, referente al ‘pecado’ de la difunta.

 

La parte de las elecciones me resulta previsible. Aunque por el contrario está el bello epílogo, donde se encumbra de forma cuasi-deidífica a Priest, cuando tras vencer en las elecciones, varias marchas hay frente a su hogar, una de ellas con una pancarta que pone: "Él nos salvó de nosotros mismos". Al final del tributo al personaje vemos un trémulo coro góspel de negros frente al hogar del juez. Acabando de forma lírica cuando Priest se retira al interior de su casa, y Ford lo muestra esto como si se estuviera encaminando a la eternidad metafísica. Escena reverso de la posterior final de Ethan Edwards en “Centauros del desierto” (1956), donde el protagonista se aleja por el desierto enmarcado por una puerta que se le cierra. Terminando circularmente el film, pues se inicia con el despertar del Juez y se acaba cuando va a ‘dormir’.

 

Pueden verse también similitudes entre este juez y el Atticus Finch de “Muerte de un ruiseñor” de la novela de Harper lee de 1960, y que protagonizó de modo mayestático Gregory Peck en 1962. Un tipo con un gran sentido de la dignidad, con cierto poder en el sur USA, que defiende a un negro de una violación a una mujer blanca.

 

Notable e infravalorado film fordiano, hay que reivindicarlo en sus valores de humanismo. Gloria Ucrania!!!

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