EL SOL SIEMPRE BRILLA EN KENTUCKY.
Infravalorada
dramedia dirigida por el maestro John Ford, en la que es, según propias
palabras, uno de sus films favoritos, y eso que fue un fracaso comercial. La he
visto con motivo del 70 aniversario de su estreno (13/03/1953), y me ha sido aún
mejor que la última vez que la vi, todo un soplo de aire fresco, que recuerda
indefectiblemente a su anterior film de 1952 (el oscarizado) “El Hombre
Tranquilo” en su retrato de una comunidad rural, algo muy fordiana, aunque esta
historia es muy anterior a la protagonizada por O’Hara y Wayne, pues el guión
de Laurence Tucker Stallings (“Tres lanceros bengalís” o “El Libro de la
Selva”), se basa en material tomado de una serie de cuentos de Irvin S. Cobb,
"Judge Priest", que aparecen en The Saturday Evening Post en la
década de 1910, específicamente "The Sun Shines Bright", "The
Mob from Massac" y "The Lord Provider", y que Ford había
adaptado parte del mismo material en 1934 en su película “Judge Priest” (esto
de grandes directores ‘remakeandose’, estaba de moda en aquellos años entre
grandes directores como Wilder y Hitchcock, Wyler y Capra). Esa película
originalmente tenía una escena mostraba un intento de linchamiento de
Poindexter (y la condena del acto por parte de Priest), fue cortada por la 20th
Century Fox. La omisión fue una de las razones por las que Ford remodeló
vagamente las historias de Cobb dos décadas más tarde como “The Sun Shines
Bright” para Republic Pictures, incluyendo la desactivación del juez Priest de
la mafia decidida a linchar a un joven personaje negro llamado Woodford. En
ambas películas, Stepin Fetchit interpreta el papel del asistente del juez
Priest, Poindexter. El título original, es una versión de la letra inicial de
la canción My Old Kentucky Home, cuya música acompaña a la película.
Es una encantadora y muy
entrañable cinta, un canto al sur estadounidense a su modo de vida a principio
de siglo XX, al entendimiento de los perdedoras de la guerra civil con los
ganadores, y sobre todo una carta de amor a los marginados, erigiéndose en defensor
de las causas perdidas el protagónico juez, en realidad un alter ego idealizado
del propio John Ford, proyectando sus valores morales patriotas, su tolerancia,
su ataque al racismo (en una sociedad que hacía poco acababa de salir de la era
esclavista), a tomarse la justicia por su mano, su salvaguardia de las personas descarriadas. Una radiografía mordaz
de un país en el que aun cicatrizaban las heridas de la guerra que los
desangró. Las tres historias mezclándose de forma orgánica para exponer un
lienzo conmovedor de este tiempo y lugar, con epicentro en la actuación
mayestática de Charles Winninger como el carismático juez Priest (un apellido
nada casual). Todo regado de un delicioso humor, con diálogos y situaciones que
te mueven en todo momento a emociones, poniendo en alza la dignidad, la
comprensión, el orgullo, el respeto, la valentía, en contra d ellos prejuicios.
Todo esto componiendo personajes que transpiran humanidad en sus virtudes y
muchos defectos, ello con economía de medios, valiéndose Ford de su experiencia
para delinear personajes con alma, con matices y sobre todo simpáticos al
espectador.
Los títulos de crédito se
inician sobre un pontón, un negro alto, Jeff Poindexter (Stepin
Fetchit) se asombra ante la llegada de un barco de vapor. El juez Priest (Charles
Winninger), con gorra y camisón, lo llama esperando su trago matutino que tanto
necesita; sin este trago de alcohol de contrabando, le sería imposible
reiniciar su viejo corazón. Estamos en vísperas de las elecciones al juez del
condado, a las que Priest se presenta tratando de reeditar el cargo, cargo que
le discute muy seriamente el unionista
Horace K. Maydew (Milburn Stone). Tiene un arranque un tanto dubitativo la
historia, le cuesta situarse, aunque esto lo subsana con ingeniosas dosis de
humor fordiano, ejemplo esa sesión en el juzgado. Tenemos una primera parte en
que predomina el tono de comedia, pero a la vez va componiendo un cuadro de la
personalidad magnética del protagonista, va dejando caer los secretos que
anidan en este pueblo. Con esas reuniones de los veteranos confederados, en
paralelo a otra de veteranos yankis, con ese manejo de la bandera, ese discurso
de Priest. Siendo un momento parteaguas del film la llegada en el vapor de una
enfermiza mujer, esto supone un giro hacia el drama neurálgico, donde los
secretos comienzan a emerger, y ya no se puede estar de perfil ante la verdad,
y es aquí donde la verdadera personalidad de unos y otros brotan. También
crucial en tallar la magna personalidad del protagonista es la escena en que
hace frente a una turba de linchamiento contra un desafortunado negro. Todo
ello para desembocar en un rush final trémulo, con epicentro en un funeral, donde
solo si erres de piedra no se te pondrá el vello de punta.
Es la fotografía de una
comunidad con sus muertos en el armario, pero donde Ford lo salpica todo de
humor, que hace todo sea muy fluido y ameno. En el centro y como cohesión
narrativa que da sentido a todo está el carácter del protagonista. El juez
Priest es una persona de una pieza, vestido de impoluto blanco, pertenece a la
última generación de veteranos confederados de la Guerra Civil, lo conocemos
quejándose a su sirviente que no le ha traído el agua de vida, pero en ello se
nota gran confianza y camaradería con su criado. Es simpático, locuaz,
valeroso, seguro de sí mismo, tolerante, teniendo a un criado negro al que
trata con cariño (aunque puede visto hoy como condescendiente, hay que poner el
contexto donde esto era un paso para el trato igualitario; Hasta el camino más
largo se comienza con un paso pequeño), integro, tanto como para jugársela en
el día de elecciones por sus convicciones humanistas.
Ford comienza
mostrándonos a Priest como una parodia de juez, para poco a poco darnos cuenta
de lo que esconde este hombrecito canoso, enfrentándose a los prejuicios de
esta comunidad. La primera vez que lo vemos defendiendo la hipocresía general es
cuando intenta el fiscal vejar a una mujer Mallie Cramp (estupenda Eve March, regenta
un saloon [eufemismo de madame de burdel]) en el tribunal y él la atiende con
caballerosidad, sin atender a su reputación (curiosamente no sabremos de que se
le acusa).
Muy divertido como actúa
con el joven negro (con un nombre de dos enemigos confederados, Grant Woodford)
haciéndole tocar el banjo Dixie (himno sudista) y luego uniéndose a él con la corneta
(lo que provoca gran revuelo en el pueblo al oírlo); lo veremos en un acto de
reconciliación espléndido con los yankis, pegándose un glorioso discurso de
unidad (grandioso cuando glosa la grandeza yanki al permitir que un fervoroso
confederado como él sea juez como derrotado: ‘Un país, una bandera’); como se
eleva de modo épico ante una masa justiciera frente a la cárcel para defender a
un pobre muchacho [los perros sabuesos son muy tontos], pistola en mano
haciendo una raya con su paraguas negro (en un acto que le emparenta con Jesús
juzgando, ello con un versículo de los evangelios que narrará) en el suelo como
señal de hasta donde, y lanzando un corajinoso monólogo(‘Vais a matarme, pero
antes habré matado al primero de vosotros que cruce esta línea’), él solo
contra todos, Apoteósico. Tramo que recuerda a uno similar en “El joven
Lincoln” (19439), también de Ford; Magnífico en la parte del funeral, en dos
partes esto. Primero con durante el cortejo fúnebre en riguroso silencio, y
luego con el responso (Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra),
Sensacional; La parte de las elecciones es para mí la más floja, no te mueve en
su forma de resolverse a emoción alguna, muy previsible; Aunque lo que es el
epílogo, sí que te remueve los sentimientos (spoiler), recordando y mucho a la
contraparte de otra cinta posterior de esta misma década de Ford (spoiler). Todo
ello echo posible por la sublime interpretación de Charles Winninger, manejando
con sutilidad la expresividad y con ello haciéndolo con gran dimensión humana.
Ford intenta sacudirse
muchos de los clichés de los que ha sido acusado, como por ejemplo su
misoginia. Aquí hace toda una alabanza de la mujer en las peores de las
condiciones, respetándola en contra de marginación que muchos quieren
propinarle por su supuesta vida amoral. Ford a través de Priest arremete contra
el papanatismo de la sociedad puritana. Está también la bonita historia de amor
de una joven hija adoptiva de Dr. (bonita Arleen Whelan) que sufre por los
cotilleos del pueblo, con un joven apuesto recién llegado Ashby Corvin (buen
John Russell), en un desarrollo grácil. Como Ashby defiende a la joven de los
atropellos que sufre por su misterioso pasado del que no sabe quién es su
madre, como cuando se enfrenta a un viscoso tipo Buck Ramsey (buen Grant
Withers), en un curioso duelo a fustigados con ambos contendientes
descamisados.
Spoiler:
De quién es hija la
maestra Lucy Lee? Fue criada cariñosamente por el Dr. Lewt Lake (Russell
Simpson). Un cuadro revela frente a ella el secreto. Es el retrato del General
Fairfield junto a una joven enfermera que tiene los rasgos de Lucy Lee. El juez
Priest le cuenta la verdad, que es el general, la repudio porque su hijo murió
en una pelea, por culpa de su madre. La madre es la prostituta moribunda que
llegó al pueblo y murió ese mismo día, y fue cuidada por su padre adoptivo. Mallie
Cramp le pide a Priest que acompañe el funeral al templo. Este fue el último
deseo de la mujer moribunda y ningún sacerdote accede a hacerlo. Entonces vemos
al oponente en las elecciones de Priest dando un discurso en la calle a pleno
día, y de pronto interrumpe su fervor cuando ve un cortejo fúnebre encabezado
únicamente por Priest, va solo tras el blanco carruaje del féretro. Comienzan
unos minutos en escrupuloso silencio, en que la cámara sigue la procesión, sin
música de acompañamiento, filmada en travelling lateral. Entonces la gente
observa la escena en respeto, entonces varios amigos de Priest se van uniendo,
poco a poco, sin alaracas, siguen sumándose al supuesto marginal cortejo más y
más personas. Cuando llegan a la Iglesia son decenas personas las que acuden al
funeral, entre ellas la hija natural Lucy y su pretendiente Ashby. Tramo
conmovedor, de los que recorsdaras por siempre por su fuerza dramática. El juez
ha preferido hacer realidad el sueño de una muerta que participar del circo de
mítines electorales; Los asistentes a la procesión entran y se sientan
respetuosamente con Lucy en primera fila junto a Ashby. Cuando comienza el
sermón Priest, se hace el silencio, ha entrado alguien, es el general
Fairfield, se acerca a primera fila y pide a Ashby le deje el sitio que le
corresponde a él. Con lo que hay un reconocimiento implícito de su nieta Lucy.
Tras lo que Priest da su ‘homilía’ sobre el episodio de los Evangelios relatado
por San Juan (8 - 1, 11). El de la adúltera, resumido en aquello que dice
Jesús: “Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, referente al
‘pecado’ de la difunta.
La parte de las
elecciones me resulta previsible. Aunque por el contrario está el bello
epílogo, donde se encumbra de forma cuasi-deidífica a Priest, cuando tras
vencer en las elecciones, varias marchas hay frente a su hogar, una de ellas
con una pancarta que pone: "Él nos salvó de nosotros mismos". Al
final del tributo al personaje vemos un trémulo coro góspel de negros frente al
hogar del juez. Acabando de forma lírica cuando Priest se retira al interior de
su casa, y Ford lo muestra esto como si se estuviera encaminando a la eternidad
metafísica. Escena reverso de la posterior final de Ethan Edwards en “Centauros
del desierto” (1956), donde el protagonista se aleja por el desierto enmarcado
por una puerta que se le cierra. Terminando circularmente el film, pues se
inicia con el despertar del Juez y se acaba cuando va a ‘dormir’.
Pueden verse también
similitudes entre este juez y el Atticus Finch de “Muerte de un ruiseñor” de la
novela de Harper lee de 1960, y que protagonizó de modo mayestático Gregory
Peck en 1962. Un tipo con un gran sentido de la dignidad, con cierto poder en
el sur USA, que defiende a un negro de una violación a una mujer blanca.
Notable e infravalorado
film fordiano, hay que reivindicarlo en sus valores de humanismo. Gloria
Ucrania!!!
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