LA FORJA DE UN REBELDE.
Desequilibrada miniserie
(seis episodios de una hora y media cada uno) española dirigida por Mario Camus
para la RTVE, ello por tener elementos muy buenos sumados a otros torticeros.
El guión del propio director junto a Juan Antonio Porto (“Beltenebros”), adapta
la novela biográfica homónima de Arturo Barea escrita entre 194q1 y 1944
estando exiliado en Londres, narra los avatares de la historia de España
durante la primera mitad del siglo XX: la infancia en Madrid, su juventud en
Marruecos luchando en la Guerra del Rif, su estancia en Ceuta, su regreso a la
Península y su experiencia durante la Guerra Civil en el bando de la República
como censor. En una época donde en España se hacían grandes series, hasta el
momento en la historia de la televisión en España fue la de mayor presupuesto con
2300 millones de pesetas (unos 14 millones de euros). Adapta los tres
volúmenes de su obra, el primero es “La forja”, ocurre durante su niñez y
adolescencia (1905-14) en Madrid durante el año escolar y por tres pueblos
cercanos (Brunete, Navalcarnero y Méntrida) durante los veranos; El segundo es
“La ruta” (1920-25) habla de su tiempo como militar en Marruecos durante la
guerra del Rif, y el tercero y último es “La llama” (1935-40), ocurre justo
antes, durante y después de la Guerra Civil Española, con Barea como parte del
gobierno derrocado, y más tarde exiliado en Francia e Inglaterra, donde
escribió este y otros libros.
Teniendo en la serie
como hilo conductor la voz en off del protagonista, aunque esta no aporta
mucho. La serie tiene un desarrollo atractivo, con alguna elipsis chirriante
(la mayor el salto que se da de un episodio a otro de ver al prota de
adolescente y a continuación de militar en la Guerra del Rif, no se sabe que le
ha llevado allí), con actuaciones extraordinarias. Seguimos la evolución moral
del protagonista desde su niñez (muy adusto) Jorge Juan García Contreras, un
chico despierto y vivo, pero demasiado serio para mi entender, su adolescencia
(correcto Francisco Javier Morales), hasta su adultez (buen Antonio Valero) como
miembro activo del frente republicano contra los populares, su toma de
conciencia a medida que se cruza con los problemas de la sociedad, llegando a
su fervor de activista de izquierdas, su idealismo en que cree que su
posicionamiento es lo mejor para los desfavorecidos.
Pero en realidad, si miras
con perspectiva la serie resulta una hagiografía, es un tipo sin dilemas
morales, siempre va recto, rígido, seguro de sí mismo, siempre *íntegro (al
menos eso intentan vendernos), valiente, apuesto, atrae a las mujeres (incluso
a las prostitutas que no le cobran). Mientras todos los que tiene poder en esta
serie son abusivos, por supuesto, desde la óptica comunista no podían faltar
las puyas al clero, con un cura extraordinariamente encarnado por José Luis
López Vázquez como violento, represor sexual, intolerante. También está el
orondo que pretende quedarse sutilmente con la herencia de la tía de Arturo;
Está el amanerado y estupendo Rafael Alonso como autoritario y ‘pegador’ como
dueño de un comercio con niños empleados a los que veja; Los jefes de la
entidad bancaria (no podían faltar las puyas zurdas al ‘Diablo’ de los bancos),
corruptus in extremis, controlando hasta el tiempo que orinan los trabajadores,
aquí aparece un gran Emilio Gutiérrez Caba como unos de los veteranos
empleados; En el ejército (otro de los mantras izquierdistas) tenemos a
oficiales en una red que expolia con cuentas falsas al estado, que incluso dice
con quién puede acostarse el protagonista. También como impulsores por su
patriotismo de proclamas ultra-nacionalistas; Tenemos a jefes de una empresa
(los empresarios como viles depredadores de soñadores) que quieren ‘robar’ una
patente a un pobre inventor; Tenemos en el pueblo rural a terratenientes que
por las condiciones impuestas por el gobierno prefieren no cultivar las tierras,
y con ello llevar a la miseria a los lugareños; Me faltan matices en este
sentido, no hay grises, es tener poder y ser Malo.
En los dos primeros
episodios tenemos la niñez de Arturo, demasiado tiempo, cuando lo importante es
su adultez. Teniendo como eje la tierna relación de este con su madre encarnada
por una brillante Carmen Rossi, mujer que representa la dureza que sufrían las
madres viudas sin ayudas, una pobre lavandera que vivía en una mísera
buhardilla. Arturo vivía con sus pudientes tíos, su tío un cariñoso y
comprensivo hombre, en contraste con Baldomera (muy buena) Alicia Hermida, una
celosa y envidiosa mujer. Muy emocionantes las carreras nocturnas de Arturo
niño por la calle escapándose (con ayuda del tío) de la cama para ir a la de su
madre; Tiene encuentros con personas que le abren la mente como es precisamente
su tío (laguna mía no saber su nombre, hace una buenísima interpretación) o
Justo (Manuel Alexandre, calibrarlo sería limitarlo). También con un cura bueno
(la excepción que confirma la regla, encarnado por un buen Ángel de Andrés
López) que lo alecciona.
En el tercero, con una
elipsis grimante. Ya vemos a Arturo en la Guerra del Rif como encargado soldado
(de reemplazo) de ingeniería construyendo carreteras, siendo su gran misión, y
muy poético, salvar una higuera de más de 500 años, esto narrado de forma
lirica a su madre por carta. También nos meten unas dotes médicas que no se
saben de donde viene y que parece un parche, pues luego no tiene importancia en
el resto del metraje; Tenemos una gran escenificación de batalla, propia de un
film de gran pantalla, una desgarradora secuencia de recogida de cadáveres en
una aldea. Hay un encuentro con una madame meretriz (sin cobro de por medio),
que resulta ser la ‘querida’ del comandante. Experiencias que le marcan para el
resto; En el cuarto episodio, tras un descanso vuelve a Ceuta y allí tiene una
labor de oficina. Tendrá una amante achuchable en María Jesús (dulce María
Barranco). Amén de tener un mando (no sé su nombre) que le hace transcribir
proclamas ultra-patrióticas (otros las llamaran fascistas): pero no entiendo
porque este mando cree perse que Arturo es de sus ideas.
En el quinto capítulo ya
está licenciado Arturo, trabaja en una oficina de patentes, tiene una vida
acomodada. Se casará con una bonita Aurelia (meliflua Lydia Bosch), con un
infeliz matrimonio, a la que engañará con su secretaria (un clásico; mucho
idealismo e integridad, pero para mentir a su esposa no pasa nada). Hay una
subtrama en el pueblo de sus padres, donde tenemos el reflejo de lo que suponía
sería una de las mechas del estallido de la Guerra Civil, el choque entre
terratenientes y obreros del campo que reclamaban la tierra que no se laboraba,
ello aquí expuesto de modo simplista (lo de la escena del casino en que un
campesino vende su burro a un terrateniente por 500 pesetas que le hacen falta
al ínclito para una partida de cartas, cuando termina decide por su cuenta
devolverle las 500 ptas. pero el terrateniente sigue prefiriendo el burro, y
por estos e supone es malo ¿?). Tenemos un momento álgido durante un mitin
izquierdista en el pueblo rural de Arturo, donde el alcalde ejerce de censor
caricaturesco.
Y en el sexto y último
llegamos a la Guerra Civil. Un lienzo fenomenal bélico de cómo se vivía en el
Madrid de primer frente de Guerra. Las calles protegidas con sacos terreros,
las bombas cayendo, los edificios en ruinas, las alarmas, los refugios antiaéreos,
las explosiones reventando cristales, los rescates de entre los escombros, o
los desfiles de las brigadas internacionales. El mundillo de los
corresponsales, la censura, el caos del Gobierno trasladándose a Valencia ante
la ira de la población que los veía como traidores. Sentimos el idealismo
estajanovista de Arturo. Tenemos un amorío de Arturo con una idealista
austriaca. Hasta desembocar en su pasional idealismo en el epílogo de la
lectura de las consecuencias de un ataque aéreo, dejando un rastro de muerte y
dolor en sus palabras atroz. Pero en realidad esto no era por las ideas de unos
y otros, es la (puta) Guerra.
Pero echo en falta
autocrítica, si me cuentan una historia basada en hechos reales no me gusten
que me hagan de malos trileros, donde unos eran unos santos y los otros
demonios insaciables de carne. Pues donde están las checas que hubo en Madrid y
que mataron a miles de personas por no ser de izquierdas? Donde está la Matanza
de Paracuellos? Donde están las violaciones a monjas? Donde las quemas de
Iglesias? Donde están las peleas de grillos que eran todas las facciones de
izquierdas? Con socialistas, pro-soviéticos, anarquistas, independentistas
catalanes. Pero esos í, nos cuelan un angelical juicio donde el juez actúa como
discípulo aventajado de Salomón, viendo más allá que nadie, puaj!
Notándose el costo en
una reconstrucción formidable de cada tiempo y lugar. Con un sensacional diseño
de producción de Rafael Palmero
(“Los Santos Inocentes” o “Ay, Carmela!”) y Félix Murcia (“Mujeres al
borde de un ataque de nervios” o “El Perro del Hortelano”), recreando de modo
fabuloso los diferentes lares, como la Madrid de entonces, sus calles
empedradas, vestuario, pisuchos, bares, tiendas, mobiliario, carros de caballos
y mulos por las calles, el reflejo de la capital durante la Guerra Civil en el
bando Republicano, con el caos, los bombardeos, también la Guerra en el Rif,
con batallas filmadas con gran pulso de tensión y veracidad, matanzas expuestas
de modo crudo; Todo esto ensalzado por la fenomenal cinematografía de Javier Aguirresarobe
(“Los Otros” o “La Carretera”) y Fernando Arribas (“Divinas Palabras” o “Tirano
Banderas”), maravillosa en como granula los fotogramas para hacernos sentir
inmersos, en tonalidades terrosas, donde resaltan los verdes. Todo con mucho
gusto por el detalle; Enaltecido por la prodigiosa banda sonora creada por el
gerundense Lluis Llach (“El río que nos lleva” o “Salvador”), de resonancia
epopéyicas dramáticas.
Rush final: Durante la
Guerra Civil Barea trabajó como censor en la Oficina de Prensa y Propaganda del
Ministerio de Asuntos Exteriores, intentando controlar la información que los
corresponsales extranjeros enviaban fuera de España. Ósea, por mucho que se
quiera retorcer, era un manipulador de noticias. Es en este tiempo cuando
conoció a Ilsa Pollak, austriaca que sería su pareja, traductora y apoyo
continuo el resto de su vida.
Después del fin de la
serie: Al no haberse afiliado nunca al Partido Comunista, a medida que la
guerra va transcurriendo y el gobierno se va retirando de la capital, Barea e
Ilsa se ven encajonados por los franquistas por un lado y por los comunistas
por otro, y después de unas semanas en Valencia salen al exilio, ya casados, en
1938, para nunca más volver a España.
Interesante serie, a la
que le falta sutilidad, y le sobra distorsión de la verdad. No digo que los
republicanos fueran los malos y los Nacionales los buenos, ni mucho menos, digo
que todos tenían sus motivos, y lastimosamente los dos contendientes no
pensaban en la libertad del después, los que ganaron impusieron una Dictadura
fascista, y los que perdieron querían una Dictadura satélite de la URSS. Gloria
Ucrania!!!