BABYLON.
101/14(14/04/23) Fallida,
aparatosa, caótica, ruidosa, demencial, excesiva, histérica, agotadora, atropellada
y más calificativos megalómanos se le pueden añadir a esta pretenciosa oda al
cine, y sobre todo a la catarsis quien supuesto para este Edén de Hollywood el
salto del cine mudo al sonoro. Escrita y dirigida por Damien Chazelle, aunque figura
como único guionista, Babylon parece haberse “inspirado” en muchos de los mitos
que Kenneth Anger reconstruyó en sus libros “Hollywood Babilonia”, con una primera
parte en 1959, otra en 1985, y otro escrito en 2010 pero sin publicar por las
demandas de la Iglesia de la Cienciología, por otro lado, compilación de
chismes desacreditada. Para una película que pretende mucho más de lo que
muestra, tanto que Chazelle se cree ante una obra referencial parteaguas con su
petulante montaje final de clips de películas, cual, si estuviéramos en el
viaje sideral de “2001”, y no hay cimientos para esta arrogancia.
Es una cinta que por partes
es arrolladora, pero en conjunta resulta agotadora, orgánicamente desordenada, queriendo
abarcar tanto que al final aprieta poquito (siendo benévolo). Técnicamente abrumadora
ya desde su tramo inicial, con brillantes planos secuencia en la fiesta bacanal
inicial o la recreación fascinante de un día de rodaje en un estudio con
decenas de pelis filmándose a la vez en el desierto. Desgraciadamente Chazelle parece
haber agotado las mejores balas en este desbordante inicio, no puede mantener
el nivel y la película se deshincha de modo epopéyico. Pero cuando se quiere refleja
a personajes en su auge y caída resulta poco incisiva, muy superficial, quedando
su desaprovechado elenco en meros clichés sin fondo, sin desarrollar, son lo
mismo al principio que al final. Un globo relleno de nada, quiere ser una
exhibición de un estado de ánimo en ese alocado tiempo, poniendo en escaparate
lo efímera que puede ser la fama. Una evolución febril, tanto que hastía, llega
a parecer dirigida por un Bazz Luhrman con anfetaminas. Una duración de más de
tres horas no ayuda a la cohesión narrativa, más bien todo lo contrario, el director
los ‘aprovecha’ para meter tropecientas mil ideas, que, por supuesto no
desarrolla mínimamente, es un volcán en permanente erupción, donde la lava corre
sin rumbo, sin objetivo, solo parece querer impactar con el amarillismo, pero
sin reflexión moral alguna. Aquí no hay dilemas o dudas existenciales, todo es
directo al mentón.
Chazelle vuelve a uno de
sus mantras a lo largo de su aun corta filmografía y es sobre todo lo que estás
dispuesto a sacrificar por tus sueños, tenemos al muchacho de aspirante a
batería en “Whiplash” (2014), que renuncia a incluso su novia por su vocación; En
“La, la , land” (2016), la pareja que se separa por sus vocaciones artísticas
también, y en “First Man” (2018), tenemos a Neil Armstrong arriesgándolo todo
por su sueño de ser el primer hombre en pisar la Luna; Aquí vuelven a ser gente
que sueña, su Sueño Americano, en dos de los protagonistas la hermosa díscola Nellie
LaRoy quiere ser la estrella que ella cree ser, el mexicano Manny Torres quiere
ser parte de este mundo tras las cámaras, mientras Jack Conrad cuando lo
conocemos está instalado en el éxito. Ellos encarnados respectivamente por un
Margot Robbie parodia de sí misma, exagerada pasada de vueltas, solo reluce en
la escena en que filma su primera secuencia y debe llorar, resto es
sobreactuación; Diego Calva (visto en la serie “Narcos”) no aprovecha este
escaparate y resulta algo blandito; Y Brad Pitt que hace de otra parodia de
como lo ven a él mismo, una estrella que se resiste a pasar página, parece más
cansado que el rol al que da vida, es como si fuera por delante de lo que debe aparentar,
nunca conectas con su nihilismo pesaroso.
Este es un producto que maravilla
y se torpedea a sí mismo constantemente, juega con lo escatológico de forma
ridícula hasta el hartazgo baste decir que lo primero que vemos es el ano de un
elefante defecando en tsunami sobre dos tipos (seguiremos con una mujer
orinando sobre un tipo gordo [claro emulo de Fatty Arbuckle], tenemos un tipo
comiendo tratas vivas, una vomitona cual sifón sobre Randolph Hearst, y más),
todo esto entrelazado el prodigio de la fiesta inicial, apoteosis de mostrar el
hedonismo Colosal en que se vivía en la floreciente meca del Cine, con orgias,
enanos, culto fálico, montañas de coca, muertes, pero también tendremos, a una
serpiente de cascabel mordiendo en el cuello de alguien, un cocodrilo atacando
a asistentes a una fiesta sado.
Uno espera una carta de
amor al cine con mayúsculas, hay guiños a clásicos, desde "Cantando bajo
la lluvia", “El cantor de jazz”, "Ha nacido una estrella" (por
como emerge Nellie), "La Dolce Vita" (por la vida que se pegan las
estrellas), “Booggie Nights” (con ese tramo pesadillesco en que aparece
caricaturizado Tobey Maguire [también productor del film] como un capo perverso
que es un remedo del Alfred Molina del film de Paul Thomas Anderson). Hay efluvios
a “Buenos Dïas, Babilonia” de los hermanos Taviani, de la “Fiesta Salvaje” de
James Ivory, “El Guateque” de Blake Edwards, hay claros alter ego de John
Gilbert (Brad Pitt), Clara Bow
(Margot Robbie), Anna May Wong (Li Jun Li), Erich von Stroheim (Spike Jonze), la
mezcla de Elinor Glyn & Adela Rogers St Johns & Hedda Hopper & Louella
Parsons (en la cronista recreada por Jean Smart), Dorothy Arzner (una de las
primeras directoras de la historia del cine encarnada por Olivia Hamilton) o
Louis Armstrong (Sidney Palmer). También hay otros que parecen con sus nombres
reales como el mítico “Niño Maravilla” Irving Thalberg (Max Minghella),
Tras el logo de la
Paramount en tono sepia. Arrancamos en Los Ángeles de 1926, el inmigrante
mexicano Manuel "Manny" Torres ayuda a transportar un elefante a una
bacanal libertina (pasemos de este prólogo asqueroso no, lo siguiente, amén, de
innecesario, pues que aporta?), plagada de desnudez y cópula, en la mansión de
un ejecutivo de (la ficticia compañía) Kinoscope Studios. Bacanal como nunca
hayas visto en cine, centenares de asistentes a un castillo en medio del desierto,
donde las perversiones son el aire que se respira, lluvias doradas, desnudos
integrales, torrentes de alcohol, sexo en grupo, coca cual oxígeno, muertes
(inspirada esta en el escándalo Fatty Arbuckle-Virginia Rappe), enano vestido
de falo que eyacula, y como colofón un elefante (en cacharrería). Un akelarre
donde las palabras para definirlo serian reducir lo que se ve. Los cuerpos se
contorsionan en medio del frenesí, la cámara flota por en medio de este
purgatoria, el objetivo se mueve con una fluidez inusitada componiendo planos
extraordinarios donde parece que vas a ser salpicado por el alcohol y alguno de
los asistentes va saltar de la pantalla.
El Homérico Fiestón
sirve para presentarnos a los protagonistas, que luego seguiremos en diferentes
sub tramas. Desde Manny Torres (Diego Calva), inmigrante mexicano (termina por renegar
de su origen [se dirá español] para darse más caché) que trabaja como uno de
los asistentes de los productores. Manny, en principio, viene a ser nuestros inocentes
ojos en este mundillo, la brújula moral, aunque luego esto se distorsiona;
Conoceremos a Jack Arnold, la estrella de las estrellas en este universo, un
mujeriego nihilista en la cima del mundo) “Es el lugar más mágico del mundo”,
dice Jack de Hollywood); Para cerrar el triángulo protagónico tenemos a Nellie
LaRoy, aspirante a estrella de Hollywood (según ella: "No te conviertes en
una estrella, cariño. O lo eres o no lo eres"), vestida con un
(adelantados a su tiempo) vestido rojo escaso de tela. Segura de sí misma,
libertina, fiestera, y lo peor para ella, algo vulgar en su comportamiento.
En la fiesta conoceremos
a otros personajes, como a Sidney Palmer (Jovan Adepo), trompetista negro que
ameniza el sarao, termina convertido en su anémica sub trama en el reflejo del
racismo imperante en Hollywood (clímax cuando le obligan a pintarse la cara de
negro para no parecer blanco); Una cantante de cabaret llamada Lady Fay Zhu (Li
Jun Li), sub trama la suya algo confusa (es cantante y creadora de carteles de intertítulos
de cine mudo, menuda mezcla idiota), con una (escandalosa) relación lésbica con
Clara Bow, perdón Nellie; Tenemos a la periodista Elinor St. John (Jean Smart),
especialista en este micro mundo (tiene un giro chirriante como mentora de
modales finos para Nellie ¿?).
Pero la promesa que hace
en este inicio atronador no termina cumpliéndose en las más de dos horas que
quedan, solo serán algunas secuencias en modo de chispazos, que hacen que el
metraje no llegue a ser aburrido, pero si arrítmico, y sin posibilidad de calado
emocional. Hay tramos tan estupendos como el mencionado del rodaje ‘gang bang’
en el desierto. Tenemos el advenimiento de una estrella en Nellie con una
directora Ruth Adler (Olivia Hamilton, esposa en la vida real de Damien Chazelle),
manejándola cual titiritera, haciéndola llorar una y otra vez, gracias al
talento natural de la actriz para provocarse artificialmente sensaciones, prodigioso;
También el maravilloso homenaje a este modo de hacer entretenimiento cual
churros (lo del muerto en medio de una batalla resulta algo pasado de vueltas,
sobre todo por la forma flemática de tomárselo), coronado por ese asistente que
debe conseguir una cámara antes de que el sol se ponga para que el director alcance
una toma poética con un beso.
Tiene otra gran escena
con el rodaje de la primera secuencia con sonido con Nellie, en claro contraste
de como cambia el mundillo del cine, en contraposición a al set del desierto
con decenas de películas en filmación. Aquí es un estudio de sonido con solo
una película, descacharrante en como por diferentes motivos deben de volver as
repetir una y otra vez, con el running gag del encargado del audio en la cabina
de sonido saliendo de vez en cuando para tomar aire, con la marca donde debe
parar Nellie para poder ser grabadas sus palabras, con un director encarnado
por PJ Burns muy bueno en su fuerte personalidad, acabando todo de modo funesto.
Escena que es el reflejo de como los tiempos en el cine cambiaron con la
llegada del sonido, había que adaptarse o morir.
Es un ir y venir siguiendo
a varios personajes que apenas se entrecruzan, con historias que son esbozos,
notas a pie de página de algo a desarrollar, solo la coda del personaje de Jack
Arnold con la periodista St. John ‘que le hace un traje’ sobre como todo pasa y
su luz ya se ha extinguido, es la escena que Chazelle (creo) pretende sea el leit-motive
del film, pero esto llega entre una tormenta agobiante por momentos. Resto son
fuegos artificiales, que cuando se apagan hay la nada. Estamos con los altibajos
de estas gentes metidas en el circo del cine. Tenemos un romance flojamente
expuesto entre Nellie y Manny, tenemos el hundimiento de Jack, el ascenso de
Manny como ejecutivo, y más y más en un batiburrillo deslavazado que nunca le
hinca el diente a algo sustancioso. No ayuda que el tono es disperso y
chocante, divaga entre la comedia loca (ejemplo es esa caída bufonesca de Brad Pitt
desde un balcón a una piscina) y el drama decadente, juega entre la ligereza y
las ínfulas de emocionar, y nunca encuentra el equilibrio (para que por ejemplo
te toca la fibra un suicidio). Son más viñetas que una historia con sentido
dramático, vive el metraje de shockearte, pero nunca de crear emoción alguna (personas
mueren por doquier y nada te roza) ni siquiera en su fatuo final, un cruce
entre la psicodelia de la referida “2001” y la magia del montaje de besos de “Cinema
Paradiso” y la suma da vergüenza ajena, y más cuando se intenta poner a la altura
de “Cantando bajo la lluvia” (Sacrilegio!!!).
La puesta en escena es
propia de una superproducción de 110 millones $. Chazelle quiere que nos
sintamos abrumados por su obra, para ello utiliza elementos como la música alta,
colores chillones, y una edición con millones de cortes. Hay un lujoso diseño
de producción de Florencia Martin (“Blonde”), nominado al Oscar, reflejando
esta era en sus escenarios, vistosos, en sus vehículos, en los adornos; esto
enaltecido por la esplendorosa cinematografía del sueco Linus Sandgren (“First Man”);
Ello bajo la frenética edición de Tom Cross (“Whiplash), que no da respiro; Y
ello puenteado por la música del bi-oscarizado (por la música uno y por la
canción otro de “La la land”), aquí tan estridente como el film, incluso autoplagiándose
con el tema de amor de Nellie & Manny claramente un remendó del de “La la
land”.
El castillo de Shea se
usó para las tomas exteriores de la mansión en la escena de la fiesta de
apertura, con el interior tomas filmadas dentro del Ace Hotel Los Ángeles. El
rancho de la película, Blue Sky Ranch, sirve como Kinescope Studios en la
película.
Rush final: En 1952,
Manny regresa a California con su esposa Silvia y su hija pequeña, después de
haber huido a la ciudad de Nueva York y establecido una tienda de radio. Les
muestra la entrada de Kinoscope Studios, visita solo un cine cercano para ver “Cantando
bajo la lluvia”, que tiene una temática similar a la película de Chazelle,
sorbe la transición de la industria del cine mudo al cine sonoro, lo conmueve
hasta las lágrimas. Entonces vemos una serie de clips encadenados cronológicamente
de películas clásicas hasta “Matrix”, pretencioso el director creyéndose el
Moises del cine.
Me queda un film, ni
malo, pero sí muy desequilibrado, al que la pretenciosidad es su peor enemigo,
errado, pero al menos valiente. Gloria Ucrania!!!