domingo, 11 de septiembre de 2022

 


MISSING.


No sé si sobrevalorado o envejecido film, pero visto tras 40 años de su estreno (12/02/1982), me ha resultado bastante partidista, sesgando información. Algo que, por otro lado, es común en el director agit-prop griego Costa-Gavras, un combativo realizador de izquierdas, que en este caso ha adaptado un guión suyo co-escrito junto a Donald E. Stewart, y John Nichols (no fue acreditado), basándose en el libro “The Execution of Charles Horman: An American Sacrifice” (1978) de Thomas Hauser, reflejando la desaparición del periodista estadounidense Charles Horman, a raíz del golpe de Estado chileno de 1973 respaldado por Estados Unidos, y la posterior búsqueda del padre venido de USA junto a su nuera. Ello en el contexto prebélico del derrocamiento del presidente comunista elegido democráticamente Salvador Allende. En lo que es un claro ataque del director contra la connivencia estadounidense con el golpe de estado de Pinochet, claramente encuadrado en lo que se dio en llamar ‘Operación Condor’ en el cono sur americano, para impedir el auge del izquierdismo en esta parte del mundo, y para ello apoyando dictaduras militares como muro ante ello, combatir al Mal, con más Mal, porque no iba a salir bien (ataque de cinismo!).

 

La historia involucra la desaparición a principios de la década de 1970 de un joven periodista estadounidense en un país (no nombrado) que obviamente pretende ser Chile. El joven y su esposa (interpretados por John Shea y Sissy Spacek) se han ido allí a vivir, escribir y absorber el color local. Pero luego estalla una guerra civil, se declara la ley marcial, las tropas deambulan por las calles y un día llegan los soldados y se llevan al joven. La película es el registro de los intentos frustrantes de Spacek y su suegro (Jack Lemmon) por descubrir qué pasó con el hombre desaparecido. Sugiere que el joven estadounidense podría haber estado en algún tipo de lista negra informal de periodistas extranjeros de izquierda, que se lo llevaron y lo mataron, y que (esta es la parte controvertida) los funcionarios de la embajada estadounidense sabían sobre su destino e incluso podrían han estado involucrados en la aprobación de su muerte.

 

Con la llegada al país andino de Ed (Lemmon) nos embarcamos en una trama cuasi-detectivesca, donde nos iremos cruzando con personajes ambiguos, con mucho que esconder y poca información que dar. Donde se intentará reconstruir los ´últimos días del ‘desaparecido’, mediante testimonios de gente que lo conocía y con al que se cruzó, desde esa Terry Simon (buena Melanie Mayron), amiga del matrimonio Horman que queda varada junto a Charles al vacacionar en Viña del Mar, y allí se cruzan con personal militar estadounidense, Andrew Babcock (Richard Bradford), dándose a entender estos estaban ayudando a preparar el golpe de estado. Tenemos al ladino Ray Tower (Charles Cioffi), capitán de la marina implicado en el alzamiento, caricaturizado como un depredador sexual un tanto *peculiar por el comportamiento de sus ‘presas’. Una visión serpentil de los funcionarios USA, tipos entre viscosos y profesionales de la mentira, paternalistas, aunque la clave para todo esto la da un sentido soliloquio que le sueltan a Ed: "Estamos aquí para defender los intereses norteamericanos. Muchas empresas de nuestro país viven en esta tierra.”. Y acaban por hacer un perverso símil sobre lo que hizo Charles y meterse con la mafia de Nueva York. También los chilenos burócratas son enfocados como villanos entre arrogantes y sádicos; Tenemos el tramo ‘Rashomon’ en que a través de varios testigos vemos como detuvieron a Charles en su vivienda, con cada uno variando la historia y con ello Costa-Gvras jugando con el espectador y su percepción, cuando en realidad las diferencias de las versiones no tienen importancia alguna, es más una nota de humor que algo crucial.

 

Protagonizada por una sensacional Jack Lemmon como el angustiado padre, y una gran Sissy Spacek como la ajada esposa del desparecido. El guion potencia el enfoque sobre el padre en su asfixiante búsqueda del hijo, el laberinto burocrático en que sumerge de un lado a otro, una odisea pesadillesca que lo llevan de un lado a otro sin respuestas, con esto vemos el arco de desarrollo de Ed (el padre encarnado por Lemmon), su cambio de postura de alguien que se queja de la postura política de su hijo, y luego, conforme conoce la situación va tomando conciencia social, en un claro ejemplo de lo que el director quiere que haga el espectador, lo quiere llevar desde su desconocimiento a sentirse empatizado por este padre.

 

Pero esto me resulta manipulador, pues nunca nos enfrentamos al contexto político, nunca sabemos por el film que ideas defendían los derrocados, ni cuales los que perpetran el violento golpe de estado. Solo vemos a trazos grueso la brutalidad de los vencedores, el infierno que Costa-Gavras nos escenifica, maravillosamente exhibido este horror cotidiano urbano. Esto es el conflicto, no son las ideas políticas, por lo que el director juega con las cartas marcadas, no confronta estilos de vida, solo quiere empatizarnos con la situación a través de la opresión de los que ganaron la batalla. Nos hablan de que no tiene ‘el desaparecido’ filiación política, pero tiene un poster en su casa del Che, ya marca sus putrefactas ideas sin es admirador de este psicópata homófobo y experto en intromisión en otros países (algo de lo que la película parece se queja que hace USA). También tenemos un video doméstico donde el ‘desaparecido’ cuenta a groso modo sus ideales, comentando durante una hedonista barbacoa que si alguien tiene dos coches y otro ninguno lo ‘lógico’ es que le den al que no tiene uno, y que, si alguien tiene dos casas, lo ‘normal’ es que le de una al que no tiene, menuda bazofia e inmundicia comunista, un ataque a la propiedad privada, principio básico de toda sociedad libre. Y sobre todo viniendo de él, que tiene muchos ideales dignos, pero a la hora de la verdad vive de lo que el millonario padre le va pasando mensualmente, será hipócrita y demagogo!

 

Como bien comenta el padre es fácil tener grandes ideas rebeldes cuando te apoya el dinero de papaíto por detrás. Para que nos caiga bien nos hablan de un Charles (el desaparecido) que gusta de leer ‘El Principito’ y que quiere escribir historia para niños, pero nos enteramos este ‘lumbreras’ es un escritor que no ha escrito una novela y que trabaja para un periódico de izquierdas del que no cobra, o sea, vive como un parásito de su padre, y encima va a dar lecciones de cómo vivir a otro país, menuda escoria, siento cero simpatías por este tipejo. Se nos quiere hacer ver que era neutral Charles y a la vez que era comunista, estar a las sopas y a las tajas.

 

Aunque no se diga en la película, eso sería ser objetivo (y nunca Costa-Gavras lo pretende), el régimen que cayó eran comunistas comandados por el aspirante a tirano castrista Allende, donde se comenzaron a privatizar empresas, se atacaba la Iglesia Católica, se pasaban por el arco del triunfo que la Corte Suprema denunció a Allende por sus violaciones de las garantías constitucionales en mayo y la Asamblea haciendo lo mismo en agosto, todo esto fue un caldo de cultivo que explotó con el general Pinochet al frente, recordándome bastante a lo sucedido en España en el 36, y es que un régimen hediondo socialista que se hermanaba con la URSS de Stalin acabó colapsando cuando se opusieron los militares, lo cual fue de muy mal a muy mal, no hubo término medio, los extremos vencen en el enfrentamiento, los dos eran malísimos. Pues en Chile fue similar, con la diferencia de que aquí no hubo Guerra Civil de 3 años.

 

Lo que para mí es el motor cautivador de la historia es el padre, el motivo que me hace sobrellevar la cinta, es el impulso para hacérmela atractiva, alguien que, sin comerlo, ni beberlo, sufre este averno con el que debe lidiar. Espetando cosas tan de padre como "Si se hubiera quedado en casa esto no habría sucedido". Introduciéndonos con él en un thriller angustioso, donde asistimos al terror de la dictadura que se cernía sobre Chile (aunque nunca se nombra este país, ni Allende, ni Pinochet, pero si se dice la población chilena de Viña del Mar), en diferentes espeluznantes secuencias que dan el nivel de horror que se vivía en aquellos días. Para ello tenemos a un Jack Lemmon Homérico en una actuación soberbia en que transmite toda una gama de emociones y sentimientos a flor de piel, imposible no conectar con su dolor, ello con rabia, indignación, frustración, la encarnación del ciudadano medio americano enfrentado al Mal que desconoce, superado por los acontecimientos, en medio de algo cuasi kafkiano, su rabia termina siendo nuestra rabia, Brillante; Sissy Spacek  da una muy sentida actuación, cargada de sentimiento y pasión, de las que te llega.

 

Para dar vigor al mensaje de las atrocidades cometidas por los pinochetistas vemos escenas tan desgarradoras como la incursión en una miserable morgue con cientos de cadáveres tirados por los suelos, en múltiples salas, incluso en las escaleras (tremendo!) cual matadero de genocidio, siendo estremecedor cuando vemos las sombras de los muertos sobre cristaleras, creando un aura fantasmagórica aberrante; también la ‘visita’ al estadio, con miles de detenidos sumariamente por todas las gradas, resulta impresionante; Como lo es el tramo de tensión de terror opresivo cuando la protagonista queda atrapada en las calles de la capital en medio del toque de queda, teniendo que huir y esconderse del ejército por donde podía, emitiendo tensión dramática, su temor nos cala, con ese tránsito constante de militares en jeeps, oyéndose disparos, viendo muertos tirados por las calles, y con esa imagen surrealista de un caballo blanco corriendo por la calle desierta perseguido por soldados; El director sabe infundir al espectar el clima de terror latente, con constantes imágenes de militares por las calles, con sonido de disparos, con edificios ardiendo, con cadáveres por el rio, con altavoces anunciando el toque de queda, donde hasta en terremoto sirve para mostrar, que ni el seísmo puede romper el toque de queda.

 

De la puesta en escena destaco la sensacional banda sonora creada por el heleno Vangelis (“Blade Runner” o “1492, La Conquista del Paraíso”), con una melodía epidérmica a piano de las que te tocan la fibra sensible, muy emocional en su inherente dramatismo, esto entrelazado a temas con sintetizador que dan vigor inusitado a la escabrosa trama.

 

Spoiler:

 

*Es difícil de tragar cuando Beth está en la residencia Tower y se queda a dormir allí sabiendo que este tipo no es trigo limpio. También se baña con la puerta sin echar, vemos al sátiro de Tower entrar allí esta se tapa en la bañera de modo puritano y Tower al no ofrecérsele se marcha, luego lo vemos a él ir tras ella de modo ridículo por la casa hasta ‘refugiarse’ ella en el dormitorio de la amiga. Todo muy chusco y poco verosímil en medio de la supuesta búsqueda del marido.

 

Aunque se sugiere que Charles pudo haber sido ejecutado sumariamente por la información que le dan militares USA en Viña del mar, nunca se da explicación a que este no estaba solo, iba con una Terry (menuda licencia hay que dar para creer la escena en que los dos están en la habitación de hotel cada uno durmiendo por su lado como si nada, quien se lo va a creer, y más tenido en cuenta que son gente de muy izquierdas que creen en el amor libre [pero los mercados privatizados!]), que supo lo mismo que él, entonces porque no fueron a por ella también? O porque los militares USA eran tan ingenuos de contar planes secretos al primero que pasaba por allí? Ridículo; Y ya el colmo es que estos oficiales de inteligencia USA se hospedaban sin esconderse en hoteles de lujo, con lo que el personal de estos pueden saber que allí estaban estos oficiales, también fueron a por ellos?

 

En el epílogo vemos llegar el ataúd que baja del avión con el cuerpo del asesinado y la voz en off explicando el retraso de seis meses en llegar, cuando les dijeron que en menos de una semana (y pagando previamente los costes). Oímos que Ec denunció hasta a Kissinger en su retahíla de objetivos pro la muerte de su hijo, pero todo fue sobreseido.

 

Película estrenada en el Festival de Cine de Cannes de 1982, donde recibió conjuntamente la Palma de Oro (junto con la película turca Yol), mientras Lemmon ganó el premio al Mejor Actor. Recibió cuatro nominaciones en los 55 Premios de la Academia; Mejor Película Mejor Actor (para Lemmon), Mejor Actriz (para Spacek) y ganó Mejor Guión Adaptado. ni Chile ni Pinochet se mencionan nunca por su nombre (aunque sí las ciudades chilenas de Viña del Mar y Santiago).

 

Film al que, si le quitas la paja en forma de panfleto plano, te quedan elementos atractivos, pero estos michelines contrapesan. Gloria Ucrania!!!

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