LAS CRUCES DE MADERA.
Estremecedor
drama bélico francés, que he visto con motivo del 90 Aniversario de su estreno
(17/03/1932), y me he encontrado una película a reivindicar por su fuerza
emocional, una de las mejores películas sobre la Gran Guerra que se han rodado,
siendo este un conflicto que parece el aptito feo frente a su hermano menor de
la Segunda Guerra Mundial. Un sutil alegato antiguerras realizado en el periodo
de entreguerras donde hubo cintas tan aclamadas en su sentido pacifista,
poniendo el foco en el sin sentido de esta guerra, en su deshumanización, en
como las tropas eran peones de unos jugadores que movían las piezas desde
lujosos palacios, con obras de tanto calado como “Yo acuso!”, “El Gran
Desfile”, “Sin novedad en el frente”, “Adiós a las armas”, “Remordimiento” o
“La Gran ilusión”. Esta es una película francesa dirigida por Raymond Bernard, con
guion propio y de André Lang, adaptando la novela “Les croix de bois” de Roland
Dorgelès de 1919, inspirada en la experiencia vivida por su autor durante la Gran
Guerra Mundial, narrando la vida cotidiana de los soldados del ejército francés
durante esta guerra, donde se exponían los horrores de una guerra arbitraria,
orquestada desde las alturas por gente que no le importaban las vidas humanas
(la WWII fue diferente, pues había unos nazis invasores), poniendo en primer
plano a los soldados de infantería que peleaban en las asquerosas trincheras. Para
dotar de mayor realismo el escenario, Bernard se rodeó de actores y extras que
habían sido soldados durante la Gran Guerra, rechazando a los jóvenes reclutas
que le ofrecía el Ejército, encontrándolos el director sin experiencia y poco
creíbles. Asimismo, se filmó en el lugar de las trincheras reales de Fort de la
Pompelle y Mount Cornillet. Fue también un rodaje difícil, en el escenario de
los combates reales, y sucedió que afloraron cadáveres de soldados y
proyectiles sin explotar. Todo ello adornado por diálogos extraídos
directamente del libro, emitiendo naturalidad y frescura, para una película
salpicada de grandes momentos, y coronada por un *final estremecedor, a la
altura de el de la mencionada “Sin novedad en el frente” en su mensaje contra
todas las Guerras.
El viaje de un escuadrón
en el corazón de la Gran Guerra. En 1915, Gilbert Demachy (Pierre Blanchar), un
estudiante de derecho y voluntario, se unió a su sección en Champagne, en el
39º regimiento de infantería. Idealista e ingenuo, se convierte en el protegido
de Sulphart (Gabriel Gabrio), un alegre obrero, y del cabo Bréval (Charles
Vanel), un pastelero que se desespera al recibir una carta de su esposa.
Relato rutinario de las
vivencias en duras condicione de estos combatientes, donde vemos el terror, lo
ordinario (las cartas que llegan de la retaguardia, las comidas, el temor a la
muerte, …), el compañerismo, los permisos, el dolor, los sacrificios, la
desesperanza, el sufrimiento, las muertes, y sobre todo el Averno de la Guerra
en su máxima expresión con combates extraordinarios en su verité, sobre todo
tenido en cuenta cuando se rodó.
El comienzo es ya toda
una declaración de intenciones, cuando vemos a un gran grupo de soldados alineados
en firmes, y esta imagen se transforma en un campo de cruces blancas, que va
tornando en diferentes infinitos líneas de cruces de colores, hasta que aparece
una en primer plano que pone ‘In Memoriam’, refiriéndose de modo diáfano a la
dedicatoria a los caídos en la Gran Guerra.
Tras ello nos embarcamos
en el (manipulado por gerifaltes) idealismo pasional de con el comienzo de las
hostilidades en 1914 incontables civiles hicieron colas para alistarse en los
ejércitos, en este caso el foco es en el francés. Tras ello seguimos al
protagonista epítome de todos los reclutas, Gilbert Dimachy (buen Albert
Blanchard), un pipiolo estudiante de derecho que cree en una guerra romántica,
que se unió al ejército por idealismo patriótico y allí se encuentra con la
dura realidad de lo fútil del belicismo. Allí se encontrará en medio de una
compañía, el escuadrón del Trigésimo Noveno de Infantería al que seguiremos meses
de 1915 en el distrito de Champagne. Siendo un claro reflejo de la sociedad
gabacha, desde el dicharachero, el mesurado, o el melancólico, como el
cocinero, un agricultor, un borracho, son arquetípicos, porque son todos los
que combatieron. Hábilmente nos cuelan pequeños flash-backs para ofrecernos el
agrio contraste entre la vida civil y la del frente de Guerra.
Nos embarcamos con
diferentes fases de la Guerra, emanando la camaradería, la solidaridad, los
momentos efímeros de alegría con el alcohol, las bromas, o los permisos, con
ellos conviviremos sus temores (intenso el tramo en que se enteran en la
trinchera que están haciendo los germanos un túnel bajo ellos para poner
bombas), sus frustraciones, su dolor, su angustia, todo ello tiene su clímax en
las impresionantes batallas en campo abierto, colosal recreación. En contraste
cuando saltamos a los que en sus espaciosas habitaciones de palacios dirigen a
los soldados a muertes cual juego amoral, exponiendo la hipocresía y demagogia
de los poderosos.
Para los soldados el
panorama es de presencia latente de la muerte, ello reflejado en multitud de
momentos, ya desde el omnipresente símbolo de las cruces, también durante un
desfile ‘triunfal’ ante un General, maravillosa y líricamente vemos a los
militares marchando mugrientos, con los uniformes embarrados y rotos, se
superpone sobre ellos una marcha celestial de muertos; asimismo, vemos los
traslados de muertos en medio de borracheras, donde los saltos de trincheras
para a tacar son auténticos suicidios, pues a pecho descubierto avanzan contra
bombardeos y ametralladoras, y que tenga suerte el que sobreviva, con combates
frontales, con esa imagen de las bolsas de granadas a lanzar, con los cráteres
de las explosiones que sirven paradójicamente para esconderse, con esos muertos
que sirven de parapeto, lo más metafórico es cuando se refugian en tumbas,
potenciales muertos en sus nichos de muerte ya envasados (¿?). Tenemos también
una catedral donde se da una enervadora misa con el conmovedor ‘Ave maría’
mientras la cámara da un barrido aéreo cuando oímos quejidos y no sabemos de dónde
vienen, y entonces vemos que el templo se ha partido para dar espacio a un
hospital militar con decenas de heridos, muchos de ellos con amputaciones.
Las batallas que vemos
son brutales, incluso 90 años después de estrenarse, electrizantes, tensas, con
travellings siguiendo a los soldados por la tierra de nadie hacia el enemigo, cruzando
las escalofriantes alambradas, con los atronadores sonidos de las bombas, los morteros,
las explosiones, los muertos que riegan este Infierno estéril, las bengalas que
dan un aspecto fantasmagórico, auténticas pesadillas, donde se pierde la
identidad para ser parte de un todo del que se van cayendo piezas. Aquí no hay
actos de heroísmo, prima la supervivencia y el compañerismo, no luchas por una
causa patriotera, terminas haciéndolo defendiendo al de al lado.
Todo esto bueno en gran
medida atomizado por la gran labor de sus dos DP, Jules Kruger (estuvo con Abel
Gance en su épica “Napoleón”; y Rene Ribault
“La Poison de Sacha Guitry”), con aspecto de crudeza, emitiendo cuasi
ser reportero de guerra en la s secuencias, esto alternado con otros tramos de
emoción estéticas a flor de piel, como muchas de las secuencias ya referidas, con
una exquisito manejo de las tomas nocturnas, esto atomizado por la gran edición
de Lucienne Grumberg (en su único trabajo en cine en esta labor), con hermosas
disoluciones, y cortes dolientes (alternando de modo agustinos planos generales
y primeros planos en las batallas), con esos sempiternos fondos de cruces
anticipando la muerte.
Spoiler:
Momentos recordables
(aparte de los ya mencionados): ; Demachy visita la tumba de un amigo soldado
muerto, en una hermosa estampa, frente a la cruz, allí esparce las cenizas de
una carta que llegó demasiado tarde;
En un cementerio tras
horas y horas allí escondidos en tumbas, la sed de los soldados es enorme, así
que el cabo Breval decide arriesgar su vida para llenar cantimploras en una
fuente cercana, y este es herido por alemanes que le disparan, Demachy arriesga
su vida para recogerlo, lo lleva a salvo, pero allí agoniza con dignidad,
primero dice que busquen a su esposa y la maldigan, tras ello recapacita y les
dice le digan ‘La perdono’, a su infiel mujer; Y tenemos ya, cuando
prácticamente todos los compañeros de Gilbert han muerto (solo Sulphart ha sobrevivido
al ser dado de baja por un dedo amputado [cuando el dicen que se lo cortarán
contesta: “Da igual, no toco el piano”]), durante una batalla queda herido apoyado
sobre una estaca, allí espera por la noche a que lleguen los sanitarios a
recogerlo, pero estos en la penumbra nocturna pasan a su lado y no lo ven, el
se da ánimos para aguantar, recuerda en flashes fiestas bailes, algarabías, pero
terminamos viendo sobreimpresionado un desfile interminable de soldados llevando
cruces al hombro ascendiendo al cielo, y Gilbert con los ojos tornados termina cayendo
sin vida al suelo en la más absoluta soledad.
Sulphart: “No te
preocupes, tendrás tu cruz... tu cruz de hierro, de guerra o de madera”.
Charles Vanel (Croix de
guerre), Raymond Aimos, Jean Galland y Pierre Blanchar lucharon durante la
“Gran Guerra”, al igual que la mayoría de los actores y extras. Para los
extras, el ejército francés había proporcionado algunos batallones de jóvenes
reclutas que estaban haciendo el servicio militar. No estando satisfecho con su
actitud, ni con sus formas de pararse en la trinchera, Raymond Bernard decidió
emplear veteranos de 14-18, con una actitud más "verdadera". Lo mismo
ocurre con el lugar de rodaje, que es un verdadero campo de batalla, teniendo el
ejército acceso autorizado a las zonas militares. el tiroteo fue. “Gran parte
de la película se hizo en Champagne. Como aún no se habían borrado las huellas
de las trincheras, todo lo que teníamos que hacer era restaurarlas.
Trabajábamos con ardor y sólida convicción, una fe indeleble, la certeza de que
colaborábamos en algo útil, en una obra que quedaría en la memoria de los
hombres.
En el estreno de la
película, Charles Vanel será fuertemente atacado, especialmente por los
nacionalistas, incluida la Croix de feu, que reprochó a Vanel haber servido
solo dos meses bajo las banderas, y se movilizó entre julio y septiembre de
1914, donde Vanel será reformado, y volvió a su casa, tras trastornos mentales.
Charles Vanel contará con apoyo del actor Raymond Aimos, actuó en la película,
y que había pasado cuatro años en las trincheras: para Aimos, Vanel era en
efecto un "peludo", porque un mal psicológico era tanto comparable al
físico, y el hecho de que Vanel tenía cicatrices en su carne.
Obra que debería ser un
clásico a proyectar en los institutos para proyectar la inutilidad de las
Guerras. Gloria Ucrania!!!
PD. Gloria Ucrania no es
un sin sentido con mi visión contra las guerras, pues si las hay que combatir
algunas, como lo fue la WWII contra los nazis (y debió continuar contra los
soviéticos), y como lo es cuando un Tirano te invade por que se cree con el
poder divino (puaj!).
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