CARTAS DESDE IWO
JIMA.
Notable film
de Clint Eastwood, maravilloso el realizador retratando al perdedor, el
realizador hace un fresco del reverso de su “Banderas de nuestros padres”,
rodadas las dos al mismo tiempo, Clint pone su incisiva lupa en el bando nipón,
veremos la sanguinaria batalla de Iwo Jima desde la perspectiva japonesa,
rodada casi toda en el idioma nipón, ello a pesar de ser una producción
enteramente USA (Warner Bros, DreamWorks Pictures, Malpaso
Productions, y Amblin
Entertainment). En la
filmografía hollywoodiense es una rara avis mostrar la personalidad japonesa en
films sobre la WWII, solo me viene a la mente ahora “Tora, tora, tora” o
“Infierno en el Pacífico”. El formidable guión es de Iris Yamashita (había
escrito un relato que se desarrollaba en vísperas de la guerra), adaptando una
historia de ella y Paul Haggis (“Million Dollar Baby” o “Crash”), esto se hace
inspirándose en cartas auténticas del general Kuribayashi, en
memorias autobiográficas "Picture Letters From Commander In Chief"
(2002), del general Tadamichi Kuribayashi, y en la obra "So Sad To Tell
Battle: An Account Of War" (2005), de Kumiko Kakehashi hacerca de la
susodicha batalla, a partir de aquí se añaden más cartas y se
delinean todo un muy rico elenco de personajes, matizados, humanos, algunos
ficcionados, con caracteres que nos dan una visión poliédrica del bando
japonés, de cómo no hay pensamientos unitarios, ello con una ambientación melancólica
que nos atrapa desde el inicio. Fue una producción de bajo presupuesto con un
gran éxito en Japón, cinco semanas liderando la taquilla, consiguiendo en el
País del Sol Naciente unas críticas halagadoras por el conmovedor y respetuoso
retrato que hace de los soldados japoneses, lejos del maniqueísmo, resaltando
la figura del General Kuribayashi.
Arranca en
2005 en la isla japonesa de Iwo Jima, unos arqueólogos encuentran explorando
túneles un puñado de cartas enterradas en el suelo, entonces el film retrocede
61 años, 1944, estamos en la pequeña ínsula, allí un destacamento militar
excava trincheras ante la esperada llegada del ejército estadounidense, contra
el que inevitablemente batallaran, tipo innovador y de mentalidad humanista. Al
lugar llega el General Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe) para hacerse cargo
del estratégico bastión que es la isla, tiene una pista de aterrizaje de
aviones vital, el general decide cambiar la táctica para combatir al enemigo,
dejará las trincheras y dedicará los esfuerzos a cavar una interminable red de
túneles desde los que atacaran a los americanos. Kuribayashi estando allí se
entera de que la fuerza naval nipona ha sido destruida con lo que su misión de
defender la invasión de Iwo Jima es prácticamente suicida. En el relato tendrán
importancia el soldado raso Saigo (Kazunari Ninomiya), el afable
Coronel Barón
Nishi Takeichi (Tsuyoshi Ihara), héroe
nacional y medalla de oro en hípica en los juegos olímpico de Los Ángeles en
1932, el coronel Adachi (Toshi Toda),
el soldado Shimizu (Ryo Kase), procedente de los temidos Kempeitai, o el
radical teniente Ito (Shido Nakamura).

Es un film con un claro y
pétreo mensaje antibélico, despojando de glamur al guerrero, reflexionando
sobre lo que es el honor, el orgullo, la soberbia, ello enfrentado al innato
sentimiento de sobrevivir a toda costa, un relato donde no hay buenos ni malos,
solo gente manipulada para matar y morir por unos intereses dudosos para lo que
han sido adoctrinados, muertes que para unos son Honor para otros son el
absurdo de las guerras, nos habla de lo que las guerras nos deshumanizan, de
los recuerdos que nos marcan, nos habla de las ideologías extremas, ello enfrentado
al noble valor pedagógico de que en realidad todos somos personas con un padre
y una madre, con sentimientos parecidos. Clint con vigor y una elegancia
suprema nos impregna de una historia con sibarita valor humanista, lo hace con
una narración minimalista, pero bañada en un trémulo lirismo visual, con
momentos que conmueven en un increscendo dramático opresivo, creando una
asfixiante sensación claustrofóbica, ello por el excelso recurso de a partir
del ataque americano apenas vemos más allá de las cuevas, remarcando un tono
elegiaco. Nos describe en el crisol de personajes lo que les mueve en este
microcosmos oscuro, nos llega en su arco de desarrollo su sufrimiento, sus
miedos, sus sentimientos, sus ilusiones, sus miserias, un retrato de personajes
que se saben condenados a una muerte segura, en pos de salvaguardar un Código
de Honor irracional, Japón se sabía derrotada y aún así se deleitaba en su
agonía, ese Honor militar les obligaba a suicidarse cuando no había más recurso
frente al enemigo, esto era aceptado por la mayoría como un dogma de fe,
personas presas de un modo estoico de ver la vida, como un servicio
cuasi-místico al Imperio. Pero la cinta nos cuenta que no hay pensamientos
monolíticos en las sociedades, hay personas que disiente de este sentimiento,
hay personas que piensan su triunfo está en volver vivo junto a su familia,
para ello está el extraordinario personaje Saigo, reflejo del hombre común, el
de abajo, el vapuleado por el stablishment.
Eastwood da un nostálgico al
film, lo embiste de pesimismo, de desesperanza, con un halo crepuscular
entrañable, con una marcada introspección de personajes, un caleidoscopio de
personas de diferentes niveles jerárquicos, con sus pensamientos y anhelos
reflejado de forma sensibilizadora, consiguiendo humaniza a unos japoneses
tantas veces caricaturizados en cine, todo discurriendo con un ritmo sereno,
pero fluido, con impetuosas escenas de batallas, emitiendo realismo,
autenticidad, sin regodearse en la casquería pero mostrando el horror de la
sangre de la Guerra.


Momentos para el recuerdo: El
formidable tramo presentación del Teniente General Tadamichi Kuribayashi,
dejando constancia en poco tiempo la humanista y modernista visión del
personaje; La desgarradora muerte del caballo del Barón; El bizarro momento en
que Saigi ve llegar a la infinita flota USA, lo hace cuando sale de la cueva a
tirar el cubo de excrementos de la compañía, al verterlos se le cae pendiente
abajo, al intentar recuperarlo con un palo levanta la vista y ve acercarse al
omnímodo desfile naval americano, impactante; El tramo del desembarco, la
tensión que precede al inicio de las hostilidades, y se desencadenamiento
atronador, filmado esto a la vez que su “hermana” “Banderas...; Kuribayashi observando a lo lejos la izada de
la bandera USA en el Monte Suribachi, imagen de insignificancia en el
horizonte coronando el mítico lugar, metáfora poderosa de cómo las diferentes
perspectivas pueden dar una mirada radicalmente diferente de un acontecimiento;
Puede que el mejor tramo del film por su simbolismo, es cuando los japoneses
atrapan a un soldado herido americano, pretenden ejecutarlo, pero el Coronel
Takeichi les obliga a curarlo, aduciendo que a ellos en la misma situación
esperarían lo mismo, Takeichi que sabe inglés conversa con el herido
cordialmente, al final fallece y el Coronel descubre lleva una carta en su
bolsillo, es de su madre y la lee en voz alta a toda su compañía, habla de
cosas ordinarias, mismos temas que las madres de los japoneses podrían hablar,
los soldados se estremecen al ver lo parecidos que son un bando y otro,
descubren que el enemigo no son los demonios que les habían contado; Esto
contado contrapuesto a cuando dos soldados desertores nipones (uno de ellos
Shimizu) se entregan a los americanos, sus dos guardianes deciden ejecutarlos
vilmente para no tener que cuidarlos, políticamente incorrecto esto y demuestra
el coraje del realizador californiano; A esto sigue cuando los cuerpos son
descubiertos por la compañía de Saigo, este deposita el fajín (símbolo de honor
japonés) sobre los ojos de Shimizu; El estremecedor tramo final, cuando
Kuribayashi le pide a Saigo lo decapite por honor, tremendo, terminando con esa
imagen de Saigo en una camilla en la playa herido, junto a cientos de otras
camillas de heridos americanos, una alegoría de que en la Guerra los que sufren
son todos iguales.
Los flash-backs dentro del
flash-back que es el film: Kuribayashi en una fiesta de despedida en USA, una
gala militar donde el japonés muestra su admiración por el país en que está, a
su vez da un discurso trémulo de su sentido del deber en una supuesta guerra;
El tierno y conmovedor tramo en que vemos a Saigo en cariñosos momentos con su
esposa, para romper esta paz con su forzado reclutamiento para la guerra; El
estremecedor tramo en que Shimizu patrulla las calles de un pueblo con otro
tipo, un veterano, oyen a un perro ladrar en una casa y el veterano obliga a
Shimizu a matarlo.
Es imposible acudir a las
comparaciones en esta bilogía que forma este film con “Banderas de nuestros
padres”, poseen el mismo escenario central, la Batalla de Iwo Jima, nos habla
de las vidas que sufrieron estos cruentos hechos, analizan su personalidad,
radiografían el amplio sentido del patriotismo, de la manipulación mental, de
la propaganda torticera bélica, pero a diferencia de la del lado americano,
aquí los personajes tienen un fondo más marcado, mejor dibujado, con lo que
empatizar con ellos es más natural, también la estructura se dispersa menos en
flash-backs, los utilizados son escasos y muy contundentes, casi siempre
estamos en la isla, sintiéndose menos desequilibrada, con más empaque, más
sólida, en la versión USA se ponía el
foco sobre la manipulación política del pueblo americano, “manufacturando”
héroes modélicos, en esta se incide en el adoctrinamiento ancestral que tiene
el pueblo japonés de que el honor es lo único importante, y que honor es morir
por tu tierra y tu Emperador. Destacará además otra diferencia, en
”Banderas...” el enemigo japonés resultaba una sombra inexistente,
cuasi-fantasmas, en esta tiene presencia, primero en el flash-back con
Kuribayashi en la fiesta despedida de este en USA, luego con la captura del
herido marine americano, cuando dos soldados japoneses desertores se entregan a
los marines, y al final en la playa con vemos a un herido japonés que lo llevan
junto a decenas de lastimados americanos.
Las dos tienen en común el factor de cómo los poderes de una nación
mueven a su antojo a su pueblo, lo maniobran como peones que se pueden usar y
tirar en pos de mantener en este tablero de ajedrez protegido al “Rey”.

La puesta en escena resulta
magnífica, con excelso diseño de producción de Henry Bumstead (“Vértigo”,
“Matar a un ruiseñor” o “Million Dollar Baby”) y James J. Murakami
(“Apocalipsis Now”, “Atrapado en el tiempo” o “Sin perdón”), rodándose la
mayoría en Barstow y Bakersfield (California), además de algunos tramos en Islandia, asimismo una pequeá parte del
equipo de rodaje viajó a Iwo Jima, donde se les dio permiso para rodar un día,
asimismo aparece el acorazado USS Texas (BB-35) , se ve en planos de cerca de
flota (tiene presencia también en “Banderas...”) que además participó en
realmente en la Batalla de Iwo Jima, sumado a un diseño de vestuario espléndido
de Deborah Hopper (“Mystic River”, “Million
Dollar Baby” o “”Gran Torino”), dotando de un gran realismo a la acción,
realzado esto por la fascinante fotografía de Tom Stern (“Mystic River”,
“Million Dollar baby” o “”Gran Torino”), en un patinad de colores apagados muy
cercanos al b/n, anulando prácticamente el color, potenciando los colores
neutros, los grises, los sepias, los negros, los marrones tenues, como si la
negra arena lo reflejara todo, emitiendo la pantalla polvo, sequedad, con una
labor de cámara cercana al expresionismo, jugando con la oscuridad, las
sombras, la noche, trasladándonos la soledad de los personajes, su caída
letárgica en el abismo, esta falta de cromatismo solo roto por los destellos de
explosiones, con tomas a mano, hermosos planos generales, con una buena
utilización de de los efectos especiales, y todo esto adornado por la delicadas
melodías de Kyle Eastwood (hijo del realizador) y Michael Stevens (Million
Dollar Bay”, “Banderas de nuestros padres” o “Gran Torino”), delicada, suave,
grácil, bañando cada fotograma de emociones a flor de piel, con delicadas notas
de piano, trompeta, tambor y trémulos coros, calando de tristeza cada
fotograma.
Ken Watanabe realiza una
extraordinaria interpretación, nos deleita con un rol sublime, regado de
carisma, majestuosidad, serenidad, carácter, dignidad, nobleza, de pose regia,
deslumbra por modo de imponer respeto, tremendo. Ken fue el único actor
reconocido, el resto del elenco fueron sacados de audiciones, como Kazunari Ninomiya (uno de los cinco miembros del grupo de música pop
“Arashi”), con un emotivo personaje, desborda naturalidad, fragilidad y a la
vez entereza, fácil sintamos su dolor por el modo tan matizado que lo emite,
soberbio. Toshi Toda como el coronel
Adachi lo borda, sexcelso con un tipo lleno de bondad, espléndido el modo tan
doliente en que expresa el dolor por la muerte de su caballo, o al charlar con
el marine herido, fenomenal. Como curiosidad el único personaje que
aparece en las dos películas es el interpretado por Alessandro Mastrobuono.
El único defecto que le
pondría al film es que no se sienten los 45 días de batalla que acaecieron en
la isla, no sentimos pasar el tiempo, quizás defecto de que casi siempre
estamos a medio-oscuras, sin ver la luz del día, esto puede pesar en sentir
algo menos la agonía progresiva de los japoneses.
Curiosamente la isla fue
descubierta en octubre de 1543 por el navegante español Bernardo de la torre
que la bautizó como Sufre (azufre en el castellano moderno), esta isla en su
momento marcó el límite entre los imperios español y portugués en el lejano
oriente, la isla forma parte dl archipiélago de Ogasawara o islas Bonin, tiene
21 kilómetros cuadrados y está a 1.200 km de Tokio, su orografía no casi plana
excepto por el Monte Suribachi con 169 m de altura en un extremo de la isla,
cima donde se colocó la famosa bandera de “Bandera de nuestros padres”. Tras
lanzar el General Kuribayashi un último contraataque banzai la noche del 25 de
marzo con 300 soldados en las últimas, los americanos declararon oficialmente
la mañana del 26 de marzo tomada la isla, el cuerpo de Kuribayashi nunca fue
encontrado, si su pistola con empuñadura de marfil, hallada por un marine . La
isla quedó en poder estadounidense hasta que en 1968 la devolvió a Japón. En la
batalla participaron 100.000 soldados USA, con casi
7.000 muertos y 20.000 herido, los defensores japoneses eran unos 20.000, solo
216 fueron apresados.
Muy recomendable film sobre
los horrores del Jinete de la Guerra, film Humanista con mayúsculas, que
debería ser de visión obligatoria con la otra, “Banderas ...”, complementarias
las dos hace una desesperanzadora fotografía de los Maestros de marionetas que
nos manejan. Fuerza y honor!!!
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