LA CAÍDA DEL
IMPERIO ROMANO.
Irregular péplum producido
por el megalómano Samuel Bronston y realizado por Anthony Mann. Como era
habitual en el productor de origen ruso en España combina un gran espectáculo
visual, con manejo de grandes masas de gente, con grandes escenarios, en este
caso el mayor decorado realizado al aire libre del mundo, el Foro de Roma, sumado
a un gran elenco actoral, lástima que aquí el guión sea tan liviano y
superficial que se queda en algo inane, sin mínima capacidad de profundidad,
donde se añade un protagonista, Stephen Boyd muy falto de personalidad. Su
tremendo fracaso comercial llevo al productor a dejar sus proyectos en España (“Rey
de Reyes”, “El Cid”, “55 días en Pekín”), lugar al que vino por las buenas
condiciones que trató con el régimen, costó el film 20 millones $ y solo
recaudó una cuarta parte, el mayor fracaso de la Paramount hasta ese año,
paradojas de la historia, un film que anunciaba la caída de un Imperio, dio al
traste con el de Samuel Bronston, asimismo supuso el fin de los films péplums,
género que no regresaría a la popularidad hasta 36 años después con “Gladiator”,
que curiosamente parte de la misma historia. Bronston anunció posteriormente
que regresaría al género épico-histórico en España con un proyecto sobre la
Reina Isabel la Católica, nunca se realizó. Por cierto, el título del film
queda un poco forzado, pues el desmembramiento del Imperio Romano empezó tres
siglos después, en el IV, de los hechos que aquí cuentan. Tuvo una nominación
al Oscar a la música de Dimitri Tiomkin.

La historia arranca en el 180
dC, estamos en el Campamento de Invierno de las legiones romanas que luchan
contra los bárbaros germánicos, allí está el Emperador de Roma Marco Aurelio (Alec Guinness), tiene como
fiel consejero al griego Timónides (James Mason), el líder de las legiones el General Cayo Livio (Stephen Boyd), siendo este amante de la hija de Emperador, Lucilla (Sophia Loren), además de gran amigo del hijo de Marco Aurelio, Cómodo(Christopher Plummer). El Emperador se cree en el ocaso de su vida y
sorprende a Cayo Livio nombrándolo su heredero con la intención de que vuelva a
Roma la República, esta elección le enfrenta a Cómodo, pero las luchas
intestinas de los senadores romanos harán que Cómodo sea Emperador, estableciéndose
una relación de amistad-odio entre Cómodo y Livio, esto por la forma despótica
de gobernar del Emperador, que chocan con los deseos de igualdad de Cayo Livio.
Otros personajes de importancia son Sohamus (Omar Shariff), rey de los
armenios, el líder de las tribus germánicas, Ballomar (John
Ireland), el senador invidente (Mel Ferrer), y el fiel lugarteniente de Cómodo,
Verulus (Anthony Quayle).
La historia se inspira en la
obra “The history of decline and fall of the Roman Empire” de Edwadr Gibbon,
con guión de Ben Barzman (“Los héroes del Telemark”), Basilio Franchina (“The
Blue Max”) y Philip Yordan (“El Cid”), combinan diferentes géneros como el
bélico, el histórico, el drama o la acción. Se hace una superficial radiografía
de las causas del comienzo del colapso del poderoso Imperio de Roma, la
prepotencia, la arrogancia ante los vencidos, inmensas fronteras conllevan
muchos enemigos exteriores, la falta de entendimiento con los pueblos ocupados,
el despotismo, el hedonismo, la corrupción política, y sobre todo la
podredumbre moral que asolaba un Imperio acomodado en su narcisismo, deja
pinceladas idealistas de que tomando otro rumbo podría haber sido un lugar
mejor, una Arcadia, Roma llevó la civilización por toda Europa, pero su
endiosamiento la devoró, nos habla de un Imperio donde se podían debatir ideas,
pero donde la dictadura del Emperador la pudrió, nos habla de personas que
anhelaban construir este lugar de entendimiento entre diferentes, nos habla de
deseos de paz, habla de cómo la violencia siempre se impondrá sobre el
pacifismo. El film desde su inicio propone un relato de tintes crepusculares, con
un Emperador filósofo sabiéndose le queda poco que diserta sobre cuál es el mejor futuro para
sus dominios, además deja sutiles dosis religiosas en la figura de Timónides, donde
se confunden la filosofía griega con la
cristiana.
El film se parte en dos
mitades, la primera la pasamos en el Campamento de Invierno en Germania, donde
nos presentan a los personajes, dejan constancia de lo que quieren y desean,
hay conspiraciones, batallas, asesinatos, se establece el conflicto por el que
discurrirá la cinta, aquí brilla con luz
propia el gran Alec Guiness con un Emperador introspectivo, reflexivo,
dubitativo, debe decidir entre su familia o el bien del Imperio, se produce una
de las grandes escenas, la parada militar de respeto al emperador de las
diferentes naciones conquistadas. En la segunda mitad la imperial ciudad de
Roma es la protagonista, monumental recreación, aquí la historia se desdibuja
en una amalgama de situaciones sin fuerza alguna, rancias, de un buenismo
cursi, coronado todo en un lucha final sin poderío.
Pues bien, todo esto queda
diluido en un guión naif, exento de grandes
diálogos, nulo en personajes de calado, componiendo vaivenes en la narración
redundantes, con tramos gratuitos, con mucho descartable, con situaciones mal
expuestas, tras salir de escena el carismático personaje Marco Aurelio,
encarnado con vigor por Alec Guiness, la cinta decae en un batiburrillo de
enfrentamientos plúmbeos, moviéndose entre clichés y estereotipos sin alma,
alargándose en demasía hacia un metraje excesivo, con un clímax final que se
siente metido con calzador, con un romance vacuo, sin fuerza, chirriante, con
personajes con los que no conectas, te da igual lo que les pase, incluso las
batallas quedan regular, mucha gente moviéndose de un lado a otro, pero en la
que no te enteras de lo que pasa. Tampoco ayuda que el enfrentamiento entre los
antagonistas encarnados por Plummer y Boyd queda muy descompensado, el segundo
es un cuerpo inerte, no transmite, quizás en parte por la dejadez en la
delineación de los guionistas, y Plummer queda muy histriónico, pasado de vueltas
queriendo imitar al gran Peter Ustinov de “Quo Vadis” con su Nerón. También se
atisba en la cinta un desajuste con el montaje, tiene que ver con el personaje
del ciego que hace Mel Ferrer, desaparece tras asesinar a Marco Aurelio,
aparece otra vez más allá de la mitad y ya no vuelve, parecía tendría peso
dramático, probablemente tenía su personaje alguna subtrama que en la mesa de
montaje se perdió. Otro lunar es una revelación importante que hacen a Cómodo
hacia el final, nada aporta a la trama, queda estridente, desvía la atención de
lo importante.
Se nota demasiado queriendo
ser otra “Ben-Hur”, de hecho se hace una carrera de cuadrigas, con planos
calcados de la pretérita, sin sentido dramático alguno, pues tiene cero
relevancia, por cierto fue dirigida la escena por el mismo que la mítica
carrera de Ben-Hur, Yakima Canutt, asimismo hay parte del reparto del péplum de
Wyler, Stephen Boyd, Messala en la anterior, o Finlay Currie (senador romano aquí)
que hacía de Baltasar en la protagonizada por Heston, por cierto fue a este al
primero que le ofrecieron el rol de Cayo Livio, lo rechazó por enemistad con
Sophia Loren, trabada en “El Cid”. Incluso el motor del relato tiene muchas
similitudes, en “Ben-Hur” todo parte del enfrentamiento entre dos fieles amigos,
existe el un subtexto homo-erótico, y este choque es el que hace que la cinta
avance, pues aquí es muy similar, Livio y Cómodo son dos grandes amigos que
chocan, también con el subtexto referido, en la de Wyler esto se escenifica en
las dos en su primer encuentro, en “Ben-Hur” con un duelo haber quien lanza
mejor la lanza (referencia freudiana fálica?) a un crucero de madera, además de
miradas insinuantes, en esta se recrea con sonrisas y una borrachera con el culmen
de beber jarras con los brazos entrelazados (referencia freudiana sexual ), chorreándoles
alcohol. También autoreferencias a la producción bronstoniana “El Cid”, el
protagonista bueno, cayo Livio, antepone su sentido del deber a sus ideales, su
lealtad a un superior a combatir las injusticias, también Lucila tiene mucho de
Urraca, conspirando para acabar con sus hermanos, una el Emperador y el Rey la
otra.


La puesta en escena está muy
por lo alto del guión, con un Colosal diseño de producción de Venerio Colasanti
y John Moore (“El Cid” o “55 días en Pekín”), también creadores del vestuario, con
una mastodóntica réplica del Foro de Roma a escala igual, no era fachada, era
total, construida en Las Matas ( Madrid), siendo una atracción turística tras
el rodaje, el mayor Decorado construido jamás al aire libre, , a 400 x 230 metros, todo un deleite visual, o el espléndido Campamente de Invierno rodeado de nieve fue construido
en la Sierra de Guadarrama (Madrid),con un gran manejo de las masas de gente,
de los movimientos de cuadrigas, sublime en la aparada militar y en el recibimiento
en Roma a Cómodo, llegando a haber en algunas escenas a 8000 extras en la
batalla de los 4 ejércitos, y 1.200 de caballería, escena rodada en manzanares
el real (Madrid), a ello se suma un vestuario de un realismo fascinante, todo
esto potenciado por la fenomenal fotografía de Robert Krasker (“El tercer hombre”,
“El Cid” o “El coleccionista”), en technicolor y panavisión, sabiendo moverse
en las escenas intimistas nocturnas con luz de velas y antorchas, creando
imágenes sombrías y muy líricas, con tomas generales sobre todo del foro romano
espectaculares, sabe jugar con lo épico y con lo pequeño, muy buena. Dimitri
Tiomkin (“Que bello es vivir”, “Rio Rojo” o “Solo ante el
peligro”) compone una notable música, de tintes melancólicos, con profusión de
sonidos de órgano de catedral, sabiendo moverse entre los diferentes tonos, las
batallas, la parada militar, el triunfal regreso de Cómodo a Roma, o la tarantela
que suena durante el caos en roma previo al duelo final (inspirado en movimiento Tarantella del Concierto para piano de de
Tiomkin Ferruccio Busoni ), música grabada por la Sinfónica de Londres (sin acreditar) en los Estudios Shepperton. Fue contratado el
historiador Will Durant para asesorar en el realismo del film.
Alec Guiness deja su impronta
de uno de los más grandes actores de la historia, carisma, sentimiento,
emociones, mundo interior, majestuosidad, maravilloso, curiosamente no le
gustaron sus líneas de guión y las reescribió el mismo, aún así confesó que
jamás vio más de 20 minutos del film, asimismo hizo muy buena amistad con la
Loren. Christopher Plummer queda caricaturizado, plano en su maldad, de pose
sobreactuada, muy teatral, le fue ofrecido el rol a Richard Harris, curiosamente
36 años después tomaría el papel del padre Marco Aurelio en “Gladiator”. Stephen
Boyd, débil, frágil, insípido, el actor culpó a este papel de echar abajo su
prometedora carrera, roles rechazados por Charlton Heston y Kirk Douglas. Sophia
Loren resulta una bella presencia, pero con un peso dramático escaso, sin
hondura, con un romance trivial, en su momento la segunda actriz mejor pagada del
mundo (1millón $), tras Liz Taylor en “Cleopatra” (otro péplum), rol ofrecido a
Sara Montiel, lo rechazó. James Mason aporta humanidad a su rol, integridad,
nobleza, apostura, con dos grandes momentos, uno en la tortura a que es
sometido por Ballomar, demuestra gran fuerza, la otra es en el elocuente y
humanista discurso que da en el senado, todo un dechado de locuacidad. Omar
Sharif da buen rendimiento en un escaso papel. Anthony Quayle da un registro
plano de duro guardaespaldas del emperador. John Ireland tras una pobladísima
barba da otra plana interpretación.
La popular “Gladiator” y esta
parten de la misma historia, la muerte del Emperador romano Marco Aurelio, en
las dos es un asesinato que da el poder a su hijo Cómodo en detrimento de los
deseos del jerarca que le había dado el testigo a su fiel General para cambiar
el rumbo del Imperio, pero en la de Mann es fruto de conspiradores que temen
perder su poder y planean el magnicidio a espaldas del hijo, en la de Scott es
por mor de un ataque de ira de Cómodo que asfixia al padre. Pero ambos films están
lejos de atenerse a los hechos históricos, Marco Aurelio falleció a causa de su
precaria salud durante la campaña militar contra las tribus germánicas, incluso
hay versiones de historiadores que dicen que el propio Marco Aurelio antes de
morir, ante sus tropas presentó a Cómodo como el nuevo Emperador. Aunque en las
dos versiones vemos que Cómodo era aficionado a los combates tipo gladiadores,
peleando él en varias ocasiones en la arena (al parecer en combates amañados),
no murió en combate, como vemos en ambas versiones, fue estrangulado letalmente
por su amante mientras dormía.
Hay quién en su tiempo atisbó
un subtexto de alegoría con la política estadounidense del tiempo, entonces con
el Gobierno de JFK, pues este se debatía entre pactos con los soviéticos en
medio de la Guerra Fría, con la crisis de
los misiles, y en el interior con movimientos contestarios en pro de los
derechos civiles.
SPOILER:

Momentos recordables: El
estremecedor y elegiaco monólogo interior que tiene Marco Aurelio sobre su
futuro y el de su Imperio; La brutal lucha en cuadrigas de Cayo Livio contra
Marco Aurelio, tremendo prodigio de tensión y acción; El monumental y bello
funeral de Marco Aurelio, de una tremenda poesía, con la nieve cayendo a modo
de lágrimas, con cientos de soldados enarbolando antorchas en una coreografía
cuasi-hipnótica, extraordinaria; La entrada triunfal de Cómodo a Roma,
inspirada claramente en la del film “Ben-Hur” que a su vez se inspiraba en el
documental nazi “El triunfo de la voluntad” (1934) de Leni Riefenstahl, con la
monumental visión del Foro de Roma; Cuando Timónides es torturado por Ballomar,
de gran fuerza emocional; Los humanistas discursos en el Senado de Roma, todo
un alarde de oratoria al servicio de una idea, políticas contrapuestas chocan
en el foro de la palabra, inmigración, terrorismo, prejuicios, pacifismo, adaptarse a los nuevos tiempos,...; En el
tramo final resulta crepuscular ver el caos en que se ha convertido Roma, una
especie de carnaval pre-fin del mundo; Me gusta mucho el epílogo del film,
mientras cayo Livio se aleja de Roma, unos senadores hacen una subasta
ofreciendo oro a un general para que apoye al mejor postor al trono Imperial,
símbolo de en lo que se había convertido Roma, en un nido de corrupción
podrida. No he nombrado las escenas de batallas, pues me han resultado en su
arranque prometedoras por la gran confluencia de gente, pero en su desarrollo
están regularmente exhibidas, tampoco destaco la pelea final Cómodo-Livio,
resulta intrascendente, y sin sorpresa alguna.
En conjunto queda una
espectacular propuesta visual, que se queda en un envoltorio donde el interior queda
maniqueo. Fuerza y honor!!!
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