RAN.
Sobrevalorado film del gran Akira
Kurosawa (75 años entonces), una obra con muchos puntos favorables, pero con
otros negativos, y es que el altar en el que colocan la cinta me es in justo
para un realizador con obras tan Magnas como “Perro rabioso”, “Los 7 samuráis”
o “Barbarroja”, esta “Ran” no está a su altura, posee muchas irregularidades. Entre
lo bueno están algunas brillantes escenas, una extraordinaria puesta en escena,
con espectaculares batallas, o el sutil hilo argumental, con el mensaje
implícito de que el que siembra vientos recoge tempestades, de cómo aquello tan
budista del karma se cumple. En lo malo están algunas actuaciones que rozan el
ridículo por su teatralidad y sobreactuación, están algunos tramos que se
alargan sin sentido, haciendo que su metraje se alargue hasta hacerse
letárgico, están las motivaciones de los personajes que se muestran de modo
superficial y confuso en diversos momentos.
Esta es una superproducción de Japón y
Francia, la más cara filmada en el país del sol naciente con 12 millones $, con
guión del propio director con Hideo oguni (“Vivir”, “Los 7 Samurais” o “El
infierno del odio”) y Masato ide (“Barbarroja” o “Kagemusha”), mezclan las
leyendas del daimyo Mōri Motonari, mezclado con la tragedia shakesperiana
“El rey Lear”, fue la última historia epopéyica de Kurosawa. El germen de la
obra está en la década de 1970, cuando el director leyó parábola sobre el Sengoku, señor de la guerra Mōri Motonari, noble que tenía tres hijos,
todos leales y talentosos, y Kurosawa le dio la vuelta, imaginó qué habría
pasado si hubieran sido malos. Kurosawa dijo que no se dio cuenta de las
similitudes con su guión y “El Rey Lear” hasta muy avanzado el libreto. Akira
escribió el guión poco después de la filmación de Dersu Uzala en 1975, y luego
"lo dejó dormir" durante siete años, durante este tiempo pintó storyboards de cada escena, que después publicó con el guión, tras lo que
inició la búsqueda de financiación. Después de su éxito con su film Kagemusha (1980), la que llamaron un "ensayo general" de Ran,
Kurosawa consiguió la plata del productor galo Serge Silberman. Kurosawa dijo una vez <Hidetora soy yo>, y es que el director se
encontraba anticuado y descolocado en el nuevo tiempo, en sus dos primeras
décadas de realizador rodó más de 20 films, pero tras “Barbarroja” (1965), y su
fracaso comercial entró en crisis, llegando a un intento de suicidio, tras esto
su inseguridad y complejos le llevaron a solo filmar cuatro películas en las
siguientes 20 años. Ganó el Oscar al diseño de vestuario de Emi Wada.
Estamos en el Japón feudal,
el protagonista es Hidetora Ihimonji (Tatsuya Nadakai), un poderoso noble que a base de cruentas guerras posee un gran
territorio, ya en su vejez decide repartir sus tierras entre sus tres hijos, Taro
(Akira Terao), Jiro (Jinpachi
Nezu) y Saburo (Daisuke Ryu). Taro, el mayor,
recibirá el gran primer castillo y será el líder del clan Ichimonji, mientras
Jiro y Saburo poseeranel segundo y tercer castillo respectivamente. Hidetora seguirá
con el título de Gran Señor y Jiro y Saburo tendrán que obedecer a Taro, esto
lo hará en una reunión familiar, Saburo se rebela ante el reparto de poder, ante
lo cual Hidetora lo destierra, junto a su criado Tango (Masayuki Yui). Un señor
de la Guerra, Fujimaki (Hitoshi Ueki), que ha sido testigo de la escena acoge a Saburo en su castillo por
la fuerte personalidad demostrada, además de ofrecerle a su hija para
matrimonio. Las cosas se tuercen más cuando la esposa de Taro, Kaede (Mjeko
Harada), conspira para arrebatarle todo el poder a Ichimonji. Tiene importancia
en el relato el bufón que sigue todas
partes a Ichimonji, Kyoami (Shinnosuke
"Peter" Ikehata) y el
lugarteniente de Taro, Kurogane (Hisashi Igawa).
Kurosawa ya había adaptado una obra de Shakespeare con
“Trono de sangre” (1957) que era una versión nipona de “Macbeth”, aquí vuelve,
aunque las diferencias entre “Ran” y “El Rey Lear” son sensibles: En la obra de
teatro de Shakespeare Lear es retratado como un buen hombre que sufrirá
inmerecidamente el comportamiento egoísta de sus hijos, Hidetora ha sido un
despiadado y sangriento guerrero, mató arbitrariamente para construir su
Imperio del Terror, Kurosawa puso énfasis en dar un mayor fondo al
protagonista, en “El Rey Lear” hay un personaje, Gloucester, al que los
enemigos del Rey le han arrancado los ojos, en “Ran”, hay otro personaje al que
le han dejado ciego, Tsurumaru, pero en este caso es Hidetora el responsable
directo, Kurosawa amplió el rol del bufón. Además se incorpora un personaje, la
Señora Kaede, esposa de Taro Takatora, el hijo mayor, claramente en Lady
Macbeth, también de Shakespeare.
El film deja un subtexto de reflexión religiosa agnóstica, en diversos
momentos se habla Dios y Buda de modo displicente y nihilista, con frases que
sueltan los protagonistas: <Buda se ha ido de este mundo miserable>; El
bufó de Hidetora, Kyoami dice que no existen los dioses, su creencia es la
causa del sufrimiento humano, Tango responde<[Los dioses] no pueden
salvarnos de nosotros mismos>; esto entra en la filosofía de vida de Kurosawa,
dijo <La humanidad debe enfrentar la vida sin depender de Dios o Buda>;
En el epílogo del film vemos a Tsurumaru, un ciego, solo con unna figura de
Buda en sus manos, está sobre las ruinas del antiguo castillo familiar, se
mueve a tientas, sin saber hacia dónde ir, justo al filo de una gran altura, se
le cae el Buda, al parecer una alegoría del Humano, sobre las ruinas de nuestro
pasado, solo frente al abismo, ciego ante nuestro destino y abandonado por
Dios, Kurosawa dijo de la escena <El hombre está solo ... [Tsurumaru]
representa a la humanidad moderna>.
Kurosawa comentó que hay en la historia un trasfondo de metáfora de la guerra nuclear y la ansiedad post- Hiroshima edad. El arma que se empareja con la Bomba Nuclear es el
arcabuz, arma que supuso una gran revolución militar en Japón, donde introdujo
en el SXVI, esto derivó en que la “noble” espada pasó a ser un recurso muy
menor, ahora se podrían matar a distancia, los combatientes pasan a ser
anónimos sin rostro, una masa uniforme de arcabuceros, tema ya tratado en su
anterior film de Kurosawa, “Kagemusha” (1980), este tono coral de la guerra lo
acentúa el realizador en sus filmaciones de batallas, ejemplo la contienda final,
en que la cámara hace planos generales sin centrar en personaje alguno.

El título “Ran” ( 乱)traducido al castellano es caos, y
esto es lo que explora la historia, de como un todopoderoso Señor de la Guerra,
con todo controlado, decide en el ocaso de su vida repartir sus tierras entre
sus hijos, creyendo que todo será aceptado fielmente, pero el karma se volverá
contra él, la brutalidad que ha ido sembrando a lo largo de los años por su
tierra se le volverá en contra, sus filios se le rebelan, por diferentes
motivos, la ambición, la codicia, el egoísmo, la sugestión de una especie de
lady MacBeth, el orgullo, la soberbia, la traición, el odio, la envidia, la
venganza, y sobre todo las ansias de poder componen un coctel que deriva en el
Caos del título. Y cuando todo explota, el protagonista cae en la demencia,
vagando por sus tierras y hallando el rastro del sadismo con el que se hizo con
su territorio, un desgarrador retrato de contiendas fratricidas, donde una
familia unida tenuemente por el poder absolutista del padre se degrada
moralmente tras este hacerse a un lado, los lazos de sangre se difuminan, se
radiografían la intrigas intestinas de las luchas por el poder, en un fresco
desolador y desesperanzador en el que nadie es bueno, todos tienen diferentes
tonos de grises, queda una Condición Humana contra el paredón, donde la maldad
solo genera más maldad en un círculo vicioso sin fin. La cinta sigue la máxima
de Shakespeare <Solo los dramas de los Reyes merecen ser contados>, y es
aquí solo vemos a la nobleza y su espiral oscura de villanía a disimilares
niveles, el pueblo llano no aparece, no vemos pueblos, esto deriva en una
sensación de opresión cercana a la claustrofobia, al dar impresión de localización
cerrada en la inmensidad. Llama la atención el papel tan fuerte de una mujer,
Lady Kaede, en una sociedad tan machista
como esta feudal nipona, su poder manipulador, como su inquietud revanchista la
canaliza a través de su sensualidad, de su gran personalidad, una maestra de
marionetas que mueve los hilos con perfidia infinita. Esto es desarrollado por
Akira con pulso firme en muchas escenas de las que dejan enorme huella,
secuencias de un poder fascinador cuasi-hipnótico, cuadros en movimiento, con
una puesta en escena con un tremendo sentido alegórico pero…
…Pero todo esto que sobre el papel
resulta atractivo se pierde en una nebulosa de un metraje superexcesivo, con
tramos totalmente prescindibles, de una muy molestosa teatralidad, quizás quede
bien para un escenario nipón pero en cine queda un histrionismo que sobrepasa
por mucho, el adalid es Tatsuya Nadakai, que a partir que entra en modo locura
queda un fantoche, acompañado por los heridos parajes por un bufón
sobreactuadísimo, Shinnosuke
Ikehata,
estos tramos se hacen pesadísimos, se
pierde por completo el ritmo, lo lastra, resultan megaredundantes, se repiten
más que la ley de Murphy, no saben sintetizar para dar agilidad, por si fuera
poco aparece un ciego, que en su raíz queda bien como el resultado de la maldad
intrínseca de Ichimonji, pero que es un personaje cansino, especie de
reminiscencia del luego monstruo de la saga “The ring”, el que sale de la
pantalla, un tipo que también se hace pesadísimo, y encima Kurosawa le ofrece
el broche del epílogo, mucho mejor hubiera acabado en la escena anterior
(spoiler). A esto se suma un comportamiento errático de los personajes, no se
sabe de dónde viene tanto odio de unos contra otros, les falta algo de pasado a
los hermanos, de los que no sabremos nada, simplemente se repelen unos a otros.
Todo esto produce lo peor, aburrimiento, hastío, y momentos en los que miras el
reloj a ver que le queda, pierdes empatía con los personajes, dándote igual lo
que les pase, te da igual si mueren o viven, solo te sostiene ante la pantalla
la esperanza de que Akira es un genio capaz de en un desierto colocar algún
oasis de placer visual. Si se hubiera eliminado el muy marcado tono teatral
japonés, y recortado tramos tediosos, el film habría ganado mucho, la tijera
del editor no siempre es mala que la utilice.
Las sobreactuaciones provienen del
estilo teatro nipón Noh, utilizan maquillaje muy marcado, ejemplo claro es Tatsuya
Nadakai como Hidetora, con uno que le va blanqueando el rostro a medida que
avanza su demencia, su cara palidece, y sus cabellos reflejan el caos que le
rodea, el estilo Noh enfatiza los largos silencios y movimientos lento-agónicos
para remarcar mundo interior, a veces distorsionado esto por abruptos arranques
de violencia e ira, esto quedará muy bien en un escenario, en cine queda
cargante, este papel de Hidetora (secundario en “Kagemusha”) en principio era
para Toshiro Mifune. La mejor actuación del film es Mieko Harada (aparece en
“Los sueños de Kurosawa”) como Lady Kaede, una interpretación
racial, sensual, carismática, con picos en los que su fuerte carácter desborda
la pantalla, se le podría haber sacado más partido, hay otra buena labor, es Hisashi Igawa como el
desconfiado subalterno del primogénito, un gran cínico que ve venir lo que
sucede.

La baza que hace deslumbrar el
film y que atempera bastante la pesadez de algunos pasajes es su sibarita
ambientación, con un magno diseño de producción de Shinobu Muraki y Yoshirô
Muraki (“Yoyimbo”, “Trono de sangre” o “Los sueños de Kurosawa”), con más de
1.400 extras, para los que se hicieron un exuberante vestuario de guerra
manualmente durante dos años, creado por Emi Wada (“Dreams”, “La casa de las
dagas” o “Héroe”), con escenas con 200 caballos, filmando en lares de una
belleza sibarita, en medio de las montañas y llanuras del Monte Aso, el volcán
activo más grande de Japón, con escenarios tan impresionantes como los
ancestrales castillos Kumamoto y Himeji, para las ruinas de un castillo se rodó en el de Azusa, para el
castillo Hidetora de la batalla que termina ardiendo Kurosawa hizo construir
uno a los pies del Monte Fuji, todo esto embellecido por la magnífica fotografía
de Asakazu Nakai (“Los 7 samurais”, “Vivir” o “Dersu Uzala”), Takai Saitô
(“Sanjuro”, “Kagemusha” o “Barbarroja”) y Shôji Ueda (“Kagemusha”, “Sueños de
Kurosawa” o “Madayayo”), potenciando un sentido pictórico excelso, con
elegancia y fascinación por momentos, profusión de extensos parajes verdes, con
infinitos cielos nubosos que explotan en tormentas (símil del caos), con un
cromatismo resplandeciente, con una brillante escenificación de batallas,
rodando con tres cámaras, para captar la acción desde diferentes ángulos y
lentes y no tener que repetir, con el peculiar estilo Kurosawa de grabar con la
cámara alejada de los extras, con escasos primeros planos, con una tremenda
nitidez la acción nos llega, trasladándonos naturalidad y el horror de la
guerra. La Música de Tôru Takemitsu (“Seppuku”, “Rikyu” o “Sol
naciente”) crea momentos turbadores, inquietantes, zozobrantes, con uso de coros sugerentes, influenciado en
otros tramos por el compositor austríaco Gustav Mahler, Kurosawa
quería a la Orquesta Sinfónica Londres para interpretar la partitura, al final fue la Sinfónica de Sapporo,
con Hiroyuki Iwaki en la batuta, impresionante
el tramo de la batalla por el castillo, con sonidos avernales, te deja sin
aliento, con reminiscencias a un lloro, que se atomiza conforme avanza la
escena, acentuada esta disonancia con abruptos silencios, bramando un sentido
tono épico en varios momentos, remarcando profundidad dramática, también un
sensible uso de flautas e instrumentos de percusión que enfatizan
emociones, asimismo sobresale para la
última batalla el manejo de tambores.


Momentos recordables: El inicio,
vemos una cacería de jinetes contra jabalíes, con el cielo nuboso de fondo, la
tormenta está cerca, y de pronto el título en tipografía nipona, como una
rasgadura en la carne que sangra, gran sentido alegórico; El trasmo en que
Hidetora reparte sus tierras y explica la metáfora de las flechas, una sola se
parte fácil, tres juntas no se pueden romper... o si, como rebela con fuera el
hijo menor, desatándose el caos; Lady Kadae y Taro, como ella sibilinamente se
lo gana, a través de la perversión y la manipulación, con su turbadora daga,
aciendole una herida y chupándole sangre, formidable momento; El tramo del
film, este metraje por si solo justifica su a veces hastiante visión, me
refiero a la batalla por el castillo Saburo, una de las mejores contiendas
jamás rodadas, de una rotundidad atronadora, donde todos los elementos se
funden en algo paroxístico, la música perturbadora, la coreografía de los
militares, la carnicería, como Hidetora cae en la demencia en medio del
combate, las hermosas imágenes cargadas de sentido emocional, los muertos caen
por doquier, la sangre salpica al espectador, la espectacular toma de la torre,
el sacrificio de las concubinas, como Hidetora desciende las interminables
escaleras ante el ejército vencedor que lo deja muerto en vida, Colosal lección
de cine, hay un momento en que vemos a un hombre con su propio brazo amputado,
como bien he leído seguro inspiró a Steven Spielberg para una imagen similar en
"Salvar al soldado Ryan"; Cuando
Kurogane le trae una cabeza a Lady Kadae, al abrir la tela es una testa de
piedra de un zorro, cínica y enfervorecida disputa sigue a esto; Cuando Taro es
asesinado, Kurogane furibundo se da cuenta de las arimañas vengativas de ella y
va a por ella,, la cámara con epicúreo gusto se queda por lo alto de ella que
está sentada, Kurogane suelta su espada en un movimiento flash, y un chorro de sangre salpica la pared.
Sumado lo bueno, y restado lo
malo me da una cinta irregular con grandes puntos álgidos surcados de amplias
zonas áridas-aburrimiento que me impiden elevarla mucho más allá de un 6.
Fuerza y honor!!!
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