domingo, 30 de noviembre de 2014




800 BALAS.


Muy entretenida cinta en la sexta realización de Alex de la Iglesia, un formidable homenaje al mundo del cine y más concretamente al spagueti-western que tuvo su auge en los cientos de rodajes en el desierto de Tabernas en Almería en la década de los 60 y los 70, siendo el buque insignia el director Sergio Leone y su trilogía del Dólar, con el gran Clint Eastwood, además de hacer allí “Hasta que llegó su hora” y “Agáchate maldito”, hace un enternecedor tributo a los especialistas, dobles y figurante del cine, esos grandes olvidados, con un entrañable dibujo de unos personajes anclados en un tiempo ya lejano del que no quieren bajarse, sobresaliendo un Colosal Sancho Gracia. Lástima que el guión sea tan liviano, tan deja vú, muy manido lo de que un grupo disfuncional de personas sean acosadas por una constructora que quiere echar abajo su “paraíso”, y más lastima aún es su último tercio, un caos inmanejable que se le va de las manos a de la Iglesia, un esperpento cuasi-bochornoso, son como dos films en uno, los dos primeros tercios un buenísimos, el último un despiporre sin pies ni cabeza.



El escenario principal  es un poblado-decorado (el “Fort Bravo”) en medio del desierto de Tabernas en Almería, lugar donde se rodaron decenas de spagueti-westerns en las décadas de los 60 y 70, allí sobreviven un puñado de actores y especialistas haciendo espectáculos de western (dramatizaciones de tiroteos) para los turistas, son un grupo de perdedores, disfrutan de lo que hacen, destilando nostalgia por un pasado ya lejano en que convivían con superproducciones con grandes actores, el líder es Julián Torralba (gran Sancho Gracia), un ex-especialista, mujeriego y alcohólico que dice haber sido doble de Clint Eastwood, con el que cuenta trabó amistad. Un día, sin previo aviso llega hasta allí el nieto de 11 años Julián, Carlos (buen Luis Castro), este se ha escapado de casa de su madre, Laura (correcta Carmen Maura), para conocer a su abuelo, el niño queda fascinado por la vida bohemia de este microcosmos de vividores, pero Laura se entera de donde está Carlos, ella le tiene una gran tirria a su exsuegro, al que culpa de la muerte de su marido, y tratará de destrozar su particular “paraíso”.


La idea para el film fue del guionista Jorge Guerricaechevarría (“El día de la bestia”, “La comunidad” o “Celda 211”), estaba en Almería buscando localizaciones para “Fu Manchú” (film aún no realizado), asistió a un espectáculo de pistoleros para turistas en el “Fort Bravo”, y se le ocurrió la historia, escribiendo el guión el mismo con el director. Construyen a unos personajes llenos de vida, muy bien trazados, muy empáticos tanto en el nivel protagónico como en el secundario, vividores que disfrutan con poco, porque hacen lo que les gusta, aunque cojea en la esquina de los villanos, caricaturas planas. Se mueve muy bien por el terreno del humor fresco, con divertidos gags, haciendo una narración fluida, trepidante, ligera, con momentos que combinan lo conmovedor con lo disparatado sin caer en lo sensiblero, con diálogos chisposos, cínicos, mordaces, ácidos, una visión melancólica de un microcosmos que tantos buenos ratos nos hizo pasar, y frente a estos nostálgicos personajes la maquinaria pragmática del capitalismo que arrasa con sus despiadados tiburones desprovistos de cualquier atisbo de sensibilidad, y entre estos dos mundos un niño que es el nexo de unión, que queda maravillado por estos vividores bon-vivant borrachos, mujeriegos y pendencieros postrados en un lugar de fantasía en el que han llegado a creerse sus papeles, el chico es el motor que produce la catarsis, el choque de submundos entre el Capitalismo y grupo de Marginados. Es un relato que nos habla de que la felicidad está en hacer lo que a uno le gusta, un relato de perdedores que son felices en un microuniverso creado a la medida de sus pequeñas aspiraciones, soñadores que anhelan un tiempo pasado en un mundo que ya les superó, un tributo a unos periféricos del Séptimo Arte a los que el director trata de dar dignidad, el realizador vasco también aprovecha para lanzar algunos dardos envenenados contra el periodismo amarillista. Pues bien todo lo bueno dicho queda para los 2 primeros tercios cuando comienzan los “pistoleros” su disputa contra el mundo (la Guardia Civil), defecto que tiene el director que impone en sus cintas tramos finales caóticos, bizarros, esperpénticos, y este es buena prueba de ello, el desconcierto cunde por doquier, el desbarajuste, la anarquía, la mínima cordura es arrasada, parece que al maestro de ceremonias de este circo se escaparan los payasos e hicieran cada unos por su cuenta lo que les diera la gana, con un final calamitoso, está bien lo de loar a los perdedores pero para poder tener poder de arraigo en el espectador  se queda muy lejos con este desconcierto en que se convierte el rush final, un puzle sin pies ni cabeza, lo peor es que todo lo bueno, que era bastante, lo echa por la borda con el sinsentido que nos ofrece, restándole a la postre calidad en la balanza.

Sancho Gracia está majestuoso en su rol de vividor, bohemio, orgulloso, soberbio, cínico, borrachín, misántropo, ha edificado un lugar a su medida para no tener que vivir en la aburrida realidad, un desheredado que vive de los recuerdos, Sancho le incorpora matices, aristas, grises, dejando traslucir ternura, fragilidad, grietas, con un porte carismático, con un habla impetuosa e Imperial fascina la fuerza que transmite, traspasando la pantalla con su irradiante carácter de líder, Magnífico. Al parecer su personaje se inspira libremente en el actor vallecano Aldo Sanbrell (Alfredo Sánchez Brell), actuó en más de 300 películas, estuvo exiliado con su familia en México, llegó estudiar arte dramático en Estocolmo, donde se operó de alopecia, lo que le dejó una cicatriz en el rostro, a su retorno a México llegó a jugar al fútbol en la primera división con el Puebla. En 1959 fallece su padre y regresa a España, donde jugó en segunda división con el alcoyano y con el rayo Vallecano, tras lo que abandonó el balompié para dedicarse a actuar, adoptando el nombre artístico de Aldo Sanbrell, debutando en cine a lo grande con “Atraco a las 3”, su primer western fue “3 hombres buenos” de sus amigos los hermanos Marchent, quedando desde entonces encasillado en el spagueti-western como eterno secundario, mayormente de villano, su primer hijo lo tuvo con la modelo Cándioda López Cano, Alfredo Xavier Sánchez Cavaleiro, y el padrino fue nada menos que Sergio Leone, y es que el director romano lo tendría en toda la saga del Dólar, incluida “Hasta que llegó su hora”,  alternando con actores como Clint Eastwood, Lee van Cleef, Gian Maria Volonte, Eli Wallach, Klaus Kinski, Henry Fonda, Charles Bronson, Claudia Cardinale o Woody Strode, además en otras producciones coincidió con intérpretes tan reconocidos mundialmente como Ernest Borgnine, Oliver Reed, Sean Connery, John Carradine, Burt Reynolds, Fernando Rey, Yul Brynner, Arnold Schwarzenegger, Raquel Welch, James Mason, Jack Palance, Alain Delon, Gina Lollobrigida, Anthony Quinn, Kirk Douglas u Orson Welles, un desconocido en nuestro país pero que probablemente sea nuestro actor más internacional con reconocimientos en Italia y USA. El 10 de julio de 2010 falleció de infarto cerebral en Alicante, sus cenizas fueron esparcidas en el “Fort Bravo” de Tabernas (Almería), lugar principal del rodaje de “800 balas”.

El resto del elenco brilla sobre todo en los del poblado del Oeste, con un Ángel de Andrés maravilloso como “Cheyenne”, exponiendo picardía, cuasi-villano divertido, con frases cortantes, muy natural, con acusada personalidad. Un Manuel Tallafé hilarante con su acento gaditano queriendo ser vasco, y es los de Bilbao nacen donde quieren. Un Enrique Fernández como “El Arrastrao” fenomenal y jocoso. El italiano Luciano Federico como “El Enterraor”, hilarante. Un Eduardo Gómez como “El Ahorcao” divertidísimo con esa pose de resabiao. Un buen Ramón Barea como el dueño del poblado. Un siempre carismático Cesáreo Estébanez en un rol ya muy usado por él, el de agente de policía. Destaca por su belleza y soplo de aire fresco sensual Yoima Valdés, con un encanto personal que desarma, aunque su escena con el niño descoloca un poco, chirría este momento pedofilia. Luis Castro como el niño Carlos recibió muchas malas críticas, yo debo ser un bicho raro, pues a mí me ha parecido una actuación refrescante, vivaraz, natural, y empática. En el lado negativo está el confuso papel de Carmen maura, muy acartonada, también encuentro muy desaprovechada a Terele Pavez y a Eusebio Poncela, no puedes tenerlos en una película y darles estos indefinidos roles.


La puesta en escena resulta notable, un gran trabajo para trasladarnos a este sub-western, con un gran trabajo en la dirección artística de José Luis Arrizabalaga (“Los cronocrímenes”, La comunidad” oEl día de la bestia”) y Biaffra (“Los cronocrimenes”, “Crimen ferpecto” o “Muertos de risa”), rodando casi todo en Almería, la mayor parte en el poblado-decorado de “Fort Bravo” de Tabernas, también en la misma Tabernas, en la urbe de Almería por el Paseo de “Mi” ciudad, cuando sale Julián de los juzgados , y un poco por el océano de de invernaderos almerienses cuando reclutan a los peones marroquíes para hacer de indios en “Fort Bravo”, una bizarra mezcolanza, ello fotografiado con tino por Flavio Martínez Labiano (“El día de la Bestia”, “Sin identidad” o “Non-stop”) dotando de gran cromatismo los fotogramas, cercano el espíritu al pulp-comic, con estupendo uso de grúas, con travellings, con tomas abiertas con marcado homenaje al western,  y esto ensalzado por la música de Roque Baños (“Sexy Beast”, “El Maquinista” o “Celda 21”), de reminiscencias al spaghetti-western, atractivas partitura, arranca con versión flamenca del tema de Morricone de "El bueno, el feo y el malo", uso de guitarras española, siendo u  gran complemento al tono trivial del argumento.

Momentos para el recuerdo: El inicio con la vibrante acción de la persecución de unos forajidos a una diligencia, rodada con pulso enérgico, propia del mejor western; Como Julián enseña a unos turistas las reliquias del pasado glorioso del poblado, con el poncho de Eastwood como estrella, y con la fotografía superpuesta de él con Clint; Julián y troupe de pistoleros a caballo por el centro de Almería con los transeúntes vitoreándoles cual héroes; La fiesta salvaje en el poblado, todo un alarde de emisión de alegría de vivir conjugado con la anarquía alcohólica; El fuera de lugar pero muy bien filmado duelo final entre “Cheyenne” y Julián, homenajeando el realizador el estilo Leone, donde dos amigos-enemigos se retan en un enfrentamiento final mostrado con inercia operística, de carácter elegiaco, con trémulos primeros planos de los ojos (marca Leone) con incluso tomas cenitales en la que cuasi-levitan los contendientes, lástima que para llegar allí el director nos haya sumergido en un caos narrativo que nos ha alejado fríamente de sentir algo, craso error.


La cinta la he revisionado por varios motivos, uno es que se cumple el 50 aniversario este año del estreno de “Por un puñado de dólares” de Sergio leone, la que se considera fue la cinta que supuso el pistoletazo de salida para el boom del spagueti-western, no fue el primero rodado en Tabernas, pero si el que tuvo distribución internacional, además con tremendo éxito, también acaba de ser el Festival del Western celebrado en Almería, por ello he visitado el “Fort Bravo”, donde se filmó “800 balas”, por ello la he vuelto a ver. Además de este poblado-decorado hay dos más por la zona de este desierto, otro llamado Western Leone y otro Oasis, donde además del poblado hay un parque zoológico, todos ellos lugares en decadencia que se mantienen más por las subvenciones derivados de motivos nostálgicos que por lo que recaudan, y es que encima los precios por los espectáculos son para mí abusivos, 17 euros, teniendo en cuenta que son lugares de complicado acceso. A de la Iglesia en vez del muy ajado argumento de que unos poderosos los quieren demoler, podría haber ideado una “Guerra” entre poblados con los diferentes grupos de residentes. Como curiosidad Álex de la Iglesia intentó que Clint Eastwood apareciera en el final como colofón-homenaje al spagueti-western, pero fracasó, no llegando a hablar tan siquiera con él, lo sustituyó por un pegote, puso a un tipo larguirucho y delgado al que oscureció el rostro y puso la voz de Constantino Romero (actor que lo doblaba habitualmente), quedando una cosa estridente y muy forzada.


En conjunto, en la balanza puesto lo bueno y lo malo me da un buen film, que da rabia pensar lo que pudo ser y no fue, apuntaba alto pero algo crónico en de la Iglesia ocurre, parece poseído en los finales por unos duendes que lo vuelven majara. Fuerza y honor!!!

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