LA VIDA DE LOS
OTROS.
Con motivo de 25 aniversario
de la caída del funesto Muro de Berlín he revisionado este conmovedor film
sobre la opresión física y sobre todo psicológica a la que sometía este estado
a su población, sumiéndola en un invierno mental claustrofóbico, siendo este un
gran debut en el cine del director germano Florian Henckel von
Donnersmarck, que también escribe el
guión, una profunda y estremecedora reflexión sobre el daño que provocan los
regímenes totalitarios en un pueblo al que intentar amedrentar a base de
meterle miedo, asfixiándolo espiritualmente. Un fascinante alegato sobre el
poder transformador del arte, del poderoso influjo de la música y la literatura
en las personas, haciendo de este film un extraordinario retrato humanista, en
el que trata de humanizar a las “máquinas” impersonales que hacen el trabajo
sucio a los tiranos. Te atrapa por una excelente composición de personajes, por
un desarrollo sólido y magnético, y con un increscendo dramático absorbente. El
resultado fue un tremendo éxito de público, alcanzando además el Óscar a la
mejor película lengua extranjera.
El escenario es el Berlín
Oriental durante el régimen represor comunista de la RDA en 1984. El eficiente
agente HGW XX / 7 de la Stasi
(policía secreta de la RDA) Gerd Wiesler (gran Ulrich Mühe),
es encomendado por su jefe Grubitz (buen Ulrich Tukur), a espiar al afamado dramaturgo
Georg Dreyman (buen Sebastian Koch) para tratar de conseguir pruebas de que es
un traidor al estado, Georg está casado con la actriz Christa-Maria Sieland (buena Martina Gedeck),
tras esta misión está el ministro de cultura Bruno Hempf (buen Thomas Thieme),
Wiesler coloca múltiples micrófonos en el apartamento de la pareja y comienza
con otro agente las escuchas, en el frío y asceta Wiesler comienza a surgir una
transformación al compartir con los espiados un mundo nuevo para él que le hace
enfocar la vida de un modo diferente.
Donnersmarck con su inteligente, sutil, e inquietante
film hace una evocadora loa al poder fascinador del arte, a su influjo sobre
las personas pudiéndolas hacerlas mejores, tocando además el realizador temas
como la tiranía, el autoritarismo, el despotismo, la extorsión psicológica, el
miedo, las ansias de libertad, la opresión, la traición, el amor, el
sacrificio, el idealismo, la frustración existencial, la redención, todo ello
con el comentado tono humanista, de cómo pude metamorfosear a alguien Bertolt
Brecht o las bellas melodías de piano de Beethoven. Se hace una profunda y
demoledora crítica a la Dictaduras, a su manipulación, a su control a base de
infundir terror, creando una atmósfera melancólica, triste, y mustia, y desde
que arranca con una apabullante presentación de protagonista te engancha y a
medida que avanza el metraje el increscendo dramático se hace más sofocante,
atrapándote en su turbadora red de suspense, intriga y tensión, con rasgos de
thriller pétreo, discurriendo la trama con un ritmo fluido, hasta llegar a su
rush final, de enorme calado emocional.
Se hace una opresiva radiografía del régimen comunista
alemán, se nos muestra una sociedad cerrada, temerosa, al borde la paranoia,
construyéndose un clima angustioso, donde los ideales socialistas de bienestar
social del proletariado se podrido para convertirse en una dictadura donde el
mayor enemigo son las ideas de libertad, y estas se combaten con un sistema que
estrangula el espíritu de las gentes, que curiosamente se estrenó en 1984,
nombre de la famosa novela de George Orwell, donde se representaba una sociedad
cercana a la que vemos en este film, el Gran hermano es la Stasi que con pulso
de hierro aplasta a cualquier sospechoso de sedición.
Lo que sobresale es la
composición de un gris personaje, el agente Wiesler, un cuasi-robot, es un
número (guiño a James Bond a su 007 con su HGW XX/7 ) programado por el régimen
para no tener sentimientos, para ser el mejor en lo que hacen, interrogar y
espiar, fuera de su profesión es un solitario, sin amigos, sin pareja, un ordinario
y monótono tipo, vacío de espíritu, nulo en emociones, incapaz de amar, su piso
con apenas muebles y sin decorar es el espejo de su alma deshabitada, un ser
que mientras escucha a la pareja parece un científico gélido observando unas
cobayas, cobayas por las que comienza a sentir empatía, abriéndose ante sí un
mundo nuevo y mejor, con vida, con sentido, cuestionándose su patética
existencia, entre el arte y el amor
platónico que siente por ella Wiesler toma conciencia de la emoción, la
sensibilidad, y el sentido de hacer lo correcto, el virus del librepensamiento
lo baña y purifica, haciéndolo incluso novelista, pues fabula sobre lo que
escucha en el piso cambiando la realidad por una historia inventada,
quedándonos la sensación que Wiesler es una víctima más de un régimen que anula
la personalidad, y que por casualidad haya una ventana por donde ver la luz, me
recuerda, como ya he leído al Harry Caul (Gene Hackman), protagonista de “La
conversación”. Ulrich Mühe lo encarna de forma extraordinaria, de mirada
penetrante, glacial, tras ellos parece haber la nada, lacónico, taciturno,
hierático, introvertido, de gran carisma, de voz intensa, a medida que pasa el
metraje muestra una evolución sutil y sobria, con pequeños detalles, sin
estridencias sabe exhibir que su interior se ha removido, de lenguaje gestual
mecánico, con momentos sublimes, como el interrogatorio del inicio, pavoroso,
mezclado con la clase que da, o cuando tiene el frío encuentro con la
prostituta, sentimos que al pedirle se quede un poco más ya ha sido inoculado
por sentimientos, o su complejo interrogatorio a Crista, con ambigüedad trata
de mostrarse eficaz ante sus jefes y a la vez no agresivo ante ella, intentando
darle una salida, espléndido, o en el final, estremecedor, y escenificando un
icono fílmico con su pose desanimada, con los auriculares escuchando a la
pareja. Mühe era un veterano de la televisión, del teatro, trabajó varias veces
para el realizador austriaco Michael Haneke, pero ha sido con esta
interpretación ha pasado mundialmente a la historia.
Sebastian Koch compone a un
dramaturgo al que los acontecimientos a su alrededor le hacen cuestionarse sus
ideales, este cambio es reflejado de modo sensible por el actor, con flema, sin
sobreactuación, emitiendo que su mundo interior zozobra ante las injusticias.
Martina Gedeck como Christa emite una enorme delicadeza, fragilidad, angustia,
frustración, fatalidad, esto con una gran sensualidad, con unos ojos tristes,
con una gestualidad muy emocional, brillante su complejo rol.
La puesta en escena resulta
sobria pero muy efectiva, con una formidable fotografía de Hagen Bogdanski (“El
castor”), debido al bajo presupuesto no pudo jugar con la cámara, pero
experimenta con la luz, el piso de los Dreyman es luminoso, radiante, es un
ágora de libertad, de amor, de pasión, el ático y el piso de Wiesler son
lugares pálidos, desangelada, deprimentes, los exteriores son reflejados con
sielos grises, nublados, nunca vemos el sol, en alegoría de la oscuridad en la
que vive esta medio-nación, a esto se añade la magistral música del libanés
Gabriel Yared (“El paciente inglés”), Donnersmarck pretende con su fuerza
vital nos transmita el poder de transfigurar a la gente, de sacudirla, de
perturbarla, y lo consigue con vibrantes sonidos de gran hondura efervescente,
ayudado por Stéphane Moucha que
orquestó sus composiciones y actuó como co-compositor en algunos temas.
La vida del actor
protagonista Ulrich Mühe tuvo muchos paralelismos con la de Georg Dreyman, Mühe
nació en Grimma en la Sajonia de la República Democrática de Alemania en 1953,
estudió para albañil, hizo el servicio militar como guardia fronterizo en el
Muro de Berlín, tras esto comenzó su periplo en la actuación, ya en la década
de los 70 era una estrelladle del Deutsches Theater en Berlín Oriental. Era un activista político en
contra de la opresión comunista, llegando a realizar un emocionante discurso en
la Alexanderplatz el 04 de noviembre 1989 ante más de medio millón de personas, 5 días
antes de la caída del Muro, tras la desaparición de la RDA continuó su carrera
actoral en teatros y tele, haciéndose muy popular en Germania como protagonista
(Dr. Robert Kolmaar) en la serie policiaca “Der
letzte Zeuge” (El último
testigo) entre los años 1998-2007, es su relación con su segunda esposa
(casados en 1984), Jenny, la que le acerca a Georg, en una entrevista dijo que descubrió, tras la caída de la RDA un
archivo en la Stasi sobre su vida, le habían estado espiando, fue ella (actriz
como protagonista del film), junto a 4 compañeros de teatro que estuvieron a
sus espaldas informando sobre él 6 años a la Stasi, ella lo demandó con éxito
por esta afirmación, impidiendo la publicación de un libro donde lo detallaba
Mühe, aunque existía un expediente sobre él en la Stasi de 254 páginas
detallando su vida diaria, más tarde el agente que lo vigilaba certificó que su
esposa le había estado pasando información durante este tiempo con conocimiento
de a quien se la pasaba, A Ulrich le preguntaron que como se preparó para el
palel de Wiesler y respondió: <Recordando mi pasado>. Ulrich Mühe murió
solo un año después del estreno del film, el 22 de julio de 2007, de cáncer de
estómago, con solo 54 años, en la cúspide de su éxito.
Spoiler:
La cinta está regada de
momentos recordables, algunos ya comentados, otros: El escalofriante
inicio en que vemos como en los
interrogatorios la Stasi recogía el sudor de los sospechosos, guardándolo en
tarros, para si era preciso utilizarlo con sabuesos; El momento de humor ácido,
cuando un agente en la cafetería ante sus colegas hace un chiste sobre el
canciller comunista Honecker, y lo pilla su superior, le pide de forma
aterradora su nombre y número, vemos al agente empequeñecerse, esto empalma con
otra escena cuando vemos a Wiesler repudiado en un caustico sótano y tras él al
agente del chiste; Cuando el equipo de Wiesler coloca los micros en el piso de
Dreyman y el agente descubre los han observado por una mirilla, llama a la puerta
y acojona sobremanera a la mujer “espía”, entroncando esto con Georg pidiendo a
esta misma mujer le guarde un nimio secreto, el rostro de ella es desgarrador;
Cuando Christa le pide a Georg que le abrace (acaba de estar con el ministro,
que la chantajea sexualmente), perturbador; Cuando Georg se entera que su amigo
disidente del régimen se ha suicidado, el conmocionado se pone a tocar una
pieza a piano, Wiesler oye y cosas como estas hacen que Wiesler despierte de su
letargo; Cuando tras charlar Wiesler con Christa (cruzando Wiesler una línea
sin retorno) en una cafetería, este la anima, se produce una elipsis, y Wiesler
aparece en la buhardilla de donde espían, el agente que le releva le pasa el
informe de lo acontecido en el piso, lee que Christa ha vuelto justo tras
hablar con él, en una hermosa superposición vemos el expediente y a través de
él que la pareja se ha reconciliado, Wiesler se seinte pleno al haber hecho
algo bueno; Cuando Wiesler coincide en un ascensor con un niño que lleva una
pelota, este reproduce un comentario crítico de su padre contra la Stasi,
Wiesler reacciona preguntándole el nombre (del padre), el niño responde que de
quien, Wiesler fruto de su encaminada transformación le dice que de la pelota,
conmovedor; O su trémulo tramo final, primero con el segundo registro al
apartamento de Georg, donde descubren el escondite de la máquina de escribir,
pero esta ya no está, Georg mira
Christa, sabe que esta lo ha delatado, ella no puede con el peso de la culpa,
baja a la calle y se tira delante de una furgoneta, muriendo, se produce una
elipsis y Wiesler ha sido rebajado a abrir correspondencia sospechosa, en una
mesa otro tipo escucha un auricular y dice alegremente que el Muro de Berlín ha
caído, Wiesler lo oye y se levanta estoicamente y sale despacio de la
habitación, los otros funcionarios se miran y se levantan para salir de allí,
señal de que todo ha acabado, otra elipsis, Georg tras el estreno de una obra
dedicada a Christa se encuentra con el pérfido ministro y entonces se entera
que fue espiado por la Stasi, pero “su espía” actuó como Ángel de la Guarda,
protegiéndolo, investiga y da con quien fue, ahora es un simple repartidor de
publicidad, Georg lo mira en la distancia, se produce otra elipsis, y entonces
vemos a Wiesler andar por la calle con su carrito de folletos y de pronto ante
un escaparate de una librería ve la publicidad del libro de de Georg Dreyman,
“Sonata para un hombre bueno”, entra con curiosidad al local, abre el libro y
lee la dedicatoria <A HGW XX/7>, lo coge y lo lleva a la caja, el
dependiente le pregunta que si lo envuelve para regalo él responde <No, es
para mí>, con doble sentido, y vemos su pétreo rostro con atisbos de
emoción, muy poético final.
Florian Henckel von
Donnersmarck estudiaba en la Escuela de
Cine en Munich en 1997 cuando comenzó a pergeñar la historia, en 2001 inició
una ardua investigación de 4 años sobre el régimen de la RDA, mantuvo
encuentros con agentes de la Stasi y con sus víctimas, visitó los lugares donde
operaban estos espías. Consiguió un reducido presupuesto de 1,8 millones euros,
y el proyecto solo siguió adelante porque los actores se redujeron su salario
ante el buen guión que habían leído, tuvieron que rodar en 37 días (del 26
octubre al 17 diciembre 2004), filmándose casi toda en Berlín, en las
verdaderas instalaciones de la Stasi, y con material auténtico de estos
(grabadoras, micrófonos, auriculares, etc).
Por cierto, la mujer no sale
muy bien parada en la historia, la protagonista sucumbe al chantaje, delatando
a su amado, fornica fríamente pero sin resistencia con el ministro, y otra
mujer que sale es prostituta por horas, se puede entender algo misógino el
relato.
Con todos los halagos dichos,
no es del todo redonda por algunas lagunas argumentales que lastran su
desarrollo: Resultado complicado creer que un tipo inteligente como Georg,
sabiendo donde vive, suponga que se puede reunir con gente contraria al régimen
opresor de la RDA y no los vayan a vigilar, me chirría, como me chirría que
primero interroguen a Christa y les chive que Georg tiene en su piso la máquina
de escribir pero no les diga en lugar preciso en la vivienda, así que registran
y no la encuentran, entonces un hombre que parece vuelvo a decir, inteligente,
no se le ocurre que pueden volver y dar con el escondite y la deja en el
agujero del suelo, muy forzado, otra vez interrogan a Christa y les dice el
minizulo, no podrían haberle preguntado la primera vez? Me chirría, esto se
podría haber pulido, de hecho pensé que no fue ella la que se lo dijo la
primera vez, si no alguno de los que escribió el artículo con él, entonces sí
tendría sentido todo, pero no fue así.
Aún con esta tara me es un
brillante film sobre la asfixia psicológica del aciago régimen de la República
Democrática de Alemania, que se suponía todo lo hacía por el bien de sus
ciudadanos y en realidad lo único que pretendían es salvaguardar su casta.
Fuerza y honor!!!
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