UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD.
Notable drama histórico dirigido
y producido con pulso firme y sobrio por el polaco Fred Zinnemann, en una espléndida
adaptación de la obra homónima de Robert Bolt (“Lawrence de Arabia” o “La
Misión”), donde se retrata los últimos años de Sir Thomas More, Lord Canciller
de Inglaterra del siglo XVI, quien se negó a firmar una carta solicitando al
papa Clemente VII la anulación del matrimonio de Enrique VIII de Inglaterra con
Catalina de Aragón y a prestar el Juramento de Supremacía que lo declaraba
cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Sir Tomás Moro fue abogado y
erudito en la corte del rey Enrique VIII. Como católico devoto, albergaba
serias reservas sobre el divorcio del rey de Catalina de Aragón y su nuevo
matrimonio con Ana Bolena, se opuso a la separación de la Iglesia de Inglaterra
de Roma. Abordando en su devenir la cuestión de la integridad por encima de corruptelas
morales, entrando en el derecho a la objeción de conciencia, los principios
morales frente a la cobardía de los borregos que venden sus almas por un poco de
pan, la fe contra la podredumbre del alma. Bolt a partir de su obra teatral, utiliza
mismo diálogo locuaz y poético, con brillantez, con mordacidad, con lucidez, de
hondura dramática y emocional, explorando el sacrificio humano, como por tus
ideas puedes ser perseguido, aquí se ve gradualmente, como los marginan,
hostigan encarcelan, y finalmente … (no quiero spoilear)
Un guion que dota de carácter
no solo al Totémico protagonista encarnado por un fascinante Paul Scofield (se
prodigó poco en el cine y era casi un desconocido para el gran público, pero
era ya una leyenda del teatro inglés), también a los secundarios, y con ello
los duelos entre antagonistas resultan efervescentes en las chispas que saltan,
esto por la calidad formidable de las actuaciones de Wendy Hiller, Robert Shaw,
Susannah York, Nigel Davenport, Leo McKern, Corin Redgrave, Vanessa Redgrave,
John Hurt, y el icónico Orson Welles.
Todo ello Zinnemann lo
desarrolla con gran elegancia en la ambientación inmersiva en la época, desde
los realistas escenarios, decorados, exteriores, vestuario, la cinematografía,
la música, todo expuesto con ritmo sereno, pero pétreo, sin pirotecnia visual,
pero contundente en cada secuencia.
Ganó el Óscar a la Mejor
Película, mientras el reparto y el equipo técnico ganaron otros cinco premios,
incluyendo el de Mejor Director para Zinnemann y Mejor Actor para Scofield.
También ganó el Globo de Oro a la Mejor Película Dramática y los premios BAFTA
a la Mejor Película y a la Mejor Película Británica. En 1999, el British Film
Institute la nombró la 43.ª mejor película británica de todos los tiempos.
La película abarca los
años 1529 a 1535, durante el reinado de Enrique VIII. Durante una reunión
privada nocturna en Hampton Court, el cardenal Wolsey (Orson Welles), Lord
Canciller de Inglaterra, reprende a Moro (Paul Scofield) por ser el único
miembro del consejo privado que se opone a sus intentos de obtener del Papa la
anulación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, ya que su
matrimonio no ha dado un heredero varón. Con la anulación, Enrique podría
casarse con Ana Bolena, con quien espera tener un heredero y evitar que se
repitan las Guerras de las Rosas. Moro afirma no puede aceptar la sugerencia de
Wolsey de ejercer presión sobre las propiedades e ingresos de la Iglesia en
Inglaterra. Sin que Moro lo sepa, la conversación está siendo escuchada por el
ayudante de Wolsey, Thomas Cromwell (Leo McKern). Al regresar a su casa en
Chelsea al amanecer, More encuentra a su joven conocido Richard Rich (John Hurt)
esperándolo para presionar por un puesto en la Corte. En cambio, More le ofrece
a Rich un trabajo como profesor. Rich rechaza la oferta de More, alegando la
docencia le ofrecería pocas posibilidades de hacerse conocido. More encuentra a
su hija Meg (Susannah York) charlando con un joven y brillante abogado, William
Roper (Corin Redgrave), quien le anuncia su deseo de casarse con ella. More,
devotamente católico, dice que no puede darle su bendición mientras Roper siga
siendo luterano.
El rey realiza aparentemente una visita sorpresa a la finca de Moro. Ello con una visualidad fulgente, con esa llegada
de las barcas del monarca por el Támesis, el jolgorio del séquito que ríe las
gracietas al caprichoso jerarca, como deben ensuciarse las lujosas ropas para
saltar a la embarrada orilla. Todo risas y alegría, incluso Enrique le ‘echa
los tejos’ a la hija de Tomas, a la que el habla en latín y le muestra sus
piernas (¿?). Pero en realidad este Bigger Than Life de rey lo que desea es la aprobación
de su matrimonio con Ana Bolena por parte de Moro. Mantiene un tête-à-tête
arrollador en como Henry se mueve por la bipolaridad de ser amistoso y cuando
no es requerido su pedido estallar, mientras Tomas se mantiene firme, sin
estridencias, rígido y sin dejar su temple impone sus fuertes creencias. Este
estupendo tramo expone con vehemencia por donde se moverá el film. Esto se
puede enlazar con la celebración de boda de Enrique con Ana, a la que ha sido
invitado Tomas como muestra de aceptación del enlace, el rey en medio del convite
cree ver a Moro y feliz se acerca para saludarlo, pero se da cuenta que no es él.
Con ello nos damos cuenta de que el rey cual niño que ha hecho algo malo,
necesita cuando menos de la comprensión del erudito, y como termina no teniéndola
lanza todas sus artimañas más crueles contra él para intentar doblegarlo. Ello
en un crescendo muy bien llevado, con inteligente modo de incluir elipsis (esa ventana
que mira en subjetivo Tomas con ese árbol junto al rio), donde priman los
abusos del poder, la presión, las medias verdades, y lo que es peor la traición,
pues Tomas acaba siendo una especie de Jesucristo que sufre un particular vía
crucis (escribo esta crítica en Viernes Santo, igual esto influido por ello), por
ello incluso acaba teniendo a su propio Judas. Llegando al clímax en el juicio
cuasi inquisitorial donde el esplendor de Scofield inunda la pantalla con su labia
proverbial achicando las vías de agua que le quieren colocar. Llegando al magno
discurso final. Todo ello coronado por una escena final, que no por más
esperada es menos escalofriante en como la actuación del actor dando vida a
Tomas estremece en su hidalguía.
Hay una subtrama con su amigo y sucesor, Thomas Howard (Nigel
Davenport), una relación con tiras y afloja, donde el segundo intenta hacer ver
el riesgo de su radical postura, entre ambos actores fluye una buena química,
en las fuertes personalidades que se enfrentan; Hay otra sobre la hija de Tomas y su pretendiente William
Roper, un combativo luterano, que es un esbozo que quizás en teatro estaba más
desarrollada; Como la sub historia con uno de los criados que espía para
Cromwell, dando algún apunte, pero dando impresión de que algo se ha ido en la
edición o que había más en la obra teatral.
Paul Scofield, interpretó
a More en el estreno teatral del West End, y lo hace aquí la película. Una interpretación
arrolladora de carisma, con frases lapidarias en como sentencia y deja sin
argumentos a unos y a otros (‘El buen siervo del Rey, pero primero de Dios’, en
este a los que querían renunciar al papa por el anglicanismo), ello con tranquilidad,
sin perder nunca la clama, proyectando sabiduría, con dosis de humor mordaz
(alguno de estos con su yerno Rope), con duelos escalofriantes contra el rey,
Wolsey o Cromwell. Con un vigor y energía apabullante, con la capacidad de
atraparte en sus discursos por la riqueza que desprenden en cómo los declama
con convicción pétrea. Es la nobleza, el honor, la integridad en persona, de una
pureza intachable, incorruptible hasta el final. ‘Yo concedería al Diablo el
beneficio de la Ley por mi propia seguridad’, sentencia que deja en claro lo
que debe ser la justicia, Kolossal. ‘Creo que cuando los hombres de estado
abandonan su propia conciencia en aras de sus deberes públicos, conducen a su
país por un camino corto hacia el caos’, cita Universal y Atemporal que
sentencia a nuestra sociedad. Una de las grandes actuaciones de la Historia del
Cine.
Robert Shaw está
magnífico como el bon vivant Enrique VIII, un torbellino de fogosidad en todos
los aspectos, un fatuo despótico que cuando se alegra es histriónico (en el
mejor de los sentidos), y cuando se enfada lo es aun más. En sus pocas
apariciones reluce con su tsunámico carácter, ser caprichoso, iracundo, ruge, ríe,
se siente el centro de atención de un séquito que lo lisonjea. Engreído que
requiere de la aceptación de los que sabe son ‘grandes’ y si no intentará
derribarlos, figura amenazante que Shaw dota de electricidad; Orson Welles como
Wolsey en apenas una escena enfrentado a Scofield llena la pantalla con su
desbordante personalidad, dota de perfidia sutil a su clérigo; Leo McKern como Thomas
Cromwell está fenomenal como el brazo ejecutor malévolo del monarca, con duelos
tremendos con Scofield; Nigel Davenport como el duque de Norfolk es de potente vigor
en como intenta hacer ver a su amigo Moro que debe flexionar para seguir,
fogosos sus ententes; John Hurt como el advenedizo Rich me ha resultado algo
plano en su maldad expositiva desde el inicio; Entre las mujeres (no es un film
de féminas precisamente) destaco a Wendy Hiller como la esposa del titular,
pues me ha conmovido en su última escena con Tomas, siempre a la sombra, aquí
es entrañable como se nota el amor por su esposo, notable.
La puesta en escena es
de gran vistosidad en su función de hacernos inmersión en el tiempo y lugar. Desde
los escenarios (Studley Priory-Horton Hill, Beaulieu River-Hampshire), los esmerados
decorados diseñados por el cuatri-oscarizado John Box (“Lawrence de Arabia”, “El
Doctor Zhivago”, “Oliver” y “Nicolas y Alejandra”), rezumando renacentismo
estilo Tudor; con un excelente diseño de vestuario de la bi-oscarizacda Elizabeth
Haffenden (“Ben-Hur” y esta) y Joan Bridge (“El violinista en el tejado” o “Chacal”);
todo esto realzado por la destacada cinematografía en gran Technicolor de Ted
Moore (ganó el Oscar por su trabajo el que fuera DP de cámara de la franquicia
James Bond: “Diamantes para la eternidad”, “Desde Rusia con amor” y “El hombre
de la pistola de oro”), creando tomas de carácter pictórico, como son las tomas
del rio surcado por barcazas de modo operístico, las claustrofóbicas secuencias
en interiores, con profusión de tonalidades apagadas, grises, negras, marrones macilentas,
este sombrío cromatismo solo roto por fulgentes estallidos de rojo, sobre todo
esto en los clérigos y en la climática secuencia del juicio, rojos que parecen
apuntar al Infierno encendido que son, en tomas generales en esta corte donde
Tomas intenta ser reducido por la enfervorecida mas en su contra, formidable
clímax; film punteado por la sutil música del galo Georges Delerue (“El
desprecio” o “Ana de los mil días”).
Por ponerle el pero y no
elevarla a obra maestra, está que Zinnemann huye de buscarle aristas al
protagonista, es un santo justo y bueno y punto, según su visión cuasi-hagiográfica.
Cuando en realidad tenía sus aristas en su fanatismo católico que gustaba del
escarnio físico a los no papistas.
Spoiler:
Rush final: Un
horrorizado More se ofrece a prestar juramento, según lo exija el tribunal, de
que nunca le dijo tal cosa a Rich. More añade que jamás sería tan suicida como
para confiar una opinión tan peligrosa «a un hombre como él». Al abandonar Rich
el estrado, se descubre que ha sido nombrado Fiscal General de Gales como
recompensa de Cromwell por haber cometido perjurio, para gran disgusto de More,
este le espeta: ‘Pero, Richard, no le sirve de nada a un hombre dar su alma por
el mundo entero?... pero por Gales?". Por orden directa de Cromwell, el
jurado condena a More sin abandonar la sala para deliberar. Pero cuando los
jueces comienzan a dictar la pena de muerte, More los interrumpe y les recuerda
que, antes de la sentencia, se debe preguntar a los presos si tienen algo que
decir. Ante la pregunta de los jueces, Moro declara: «Sí, acepto». Moro
califica la Ley de Supremacía del Parlamento de repugnante para todo precedente
e institución legal en la historia de la cristiandad. Cita el fundamento
bíblico de la Primacía Petrina y la autoridad del Papado, en lugar de los
gobiernos nacionales, sobre la Iglesia. Además, declara que la libertad de la
Iglesia frente al control y la interferencia del Estado está garantizada tanto
en la Carta Magna como en el juramento de coronación del propio rey. Ante el clamor
general, los jueces condenan a Moro a muerte por decapitación.
La escena cambia del
juzgado a Tower Hill, donde Moro cumple la costumbre de perdonar y dar una
propina al verdugo. Moro declara: ‘El Rey me ordena que sea breve, y dado que
soy un súbdito obediente del rey, seré breve. Muero como buen siervo de Su
Majestad, pero antes como siervo de Dios’. (Al verdugo): ‘Te perdono en este
mismo momento’ (le da una moneda). `’No tengas miedo de tu oficio; me envías a
Dios’.
Arzobispo Cranmer: ‘Está
seguro de eso, Sir Thomas?’.
Sir Thomas Moro: ‘Él no
rechazará a alguien que está tan contento de ir con Él’.
Se arrodilla ante el
tajo y, fuera de campo, el verdugo le corta la cabeza; El epílogo narrado en
off informa que la cabeza de Tomás Moro estuvo clavada en la Puerta del Traidor
durante un mes. Luego, su hija, Margarita, la retiró y la conservó hasta su
muerte. Cromwell fue decapitado por alta traición cinco años después de Moro.
El arzobispo fue quemado en la hoguera. El duque de Norfolk debería haber sido
ejecutado por traición, pero el rey murió de sífilis la noche anterior. Richard
Rich se convirtió en canciller de Inglaterra y murió en su cama.
Nominada a 8 premios, la
película ganó 6 Oscars, incluyendo Mejor Película, Director (el segundo para
Zinnemann después de “De aquí a la eternidad”), Actor, Guión, Fotografía en
color (Ted Moore) y Diseño de vestuario en color (Elizabeth Haffenden, Joan Bridge).
La película perdió en la categoría de actores de reparto (Robert Shaw y Wendy
Hiller), que fueron para George Segal y Sandy Dennis, ambos por “¿Quién le teme
a Virginia Woolf?”)
Paul Scofield no asistió
a la ceremonia del Oscar porque creía que Richard Burton ganaría el premio al
Mejor Actor por ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966). Cuando ganó, tuvieron que
enviarle la estatuilla por correo y se rompió durante el transporte. Para
mantener el presupuesto por debajo de los 2 millones de dólares, todos los
miembros del reparto aceptaron recortes salariales. Los únicos miembros del
reparto que pagaron más de 10.000 libras esterlinas fueron Orson Welles, Paul
Scofield y Susannah York.
La historia de nuevo se
rehace en 1988, una versión televisiva inferior dirigida y producida por
Charlton Heston con John Gielgud como el Cardenal Wolsey, de nuevo Vanessa
Redgrave y Heston como Thomas Moro.
La puesta en escena
brechtiana de la escena final del juicio (que representaba al jurado compuesto
por el hombre común y varios palos con los sombreros de los diversos personajes
que había interpretado) se transforma en un escenario más naturalista. Además,
si bien el duque de Norfolk era el juez, tanto históricamente como en la
representación del juicio en la obra, el personaje del presidente del Tribunal
Supremo (Jack Gwillim) fue creado para la película. Norfolk sigue presente,
pero tiene un papel limitado en el proceso.
Zinneman eligió al actor
John Hurt para su primer papel importante en una película, gracias a su
excelente actuación en El pequeño Malcolm y su lucha contra los eunucos, de
David Halliwell.
Leo McKern interpretó al
Hombre Común en la producción original del espectáculo en el West End, pero fue
trasladado a Cromwell para la producción de Broadway. Él y Scofield son los
únicos miembros del elenco que aparecen tanto en la versión teatral como en la
cinematográfica de la historia. Vanessa Redgrave interpretó a Lady Alice en una
nueva versión de 1988.
Para mantener el
presupuesto por debajo de los dos millones de dólares, todos los actores
aceptaron recortes salariales. Solo Scofield, York y Welles cobraron más de
10.000 libras. Por interpretar a Rich, John Hurt cobró 3.000 libras. Vanessa
Redgrave apareció simplemente por diversión y se negó a cobrar.
Tomás Moro tenía sus
luces y sus sombras, Fred Zinnemann sólo ofrece las primeras ocultando todo lo
que le pueda perjudicar, lo cual convierte "Un hombre para la
eternidad" en manipulación. Tal vez lo más censurable de Moro fue el odio
con el que persiguió a los "herejes" hasta el punto de quemarlos.
En la deplorable vida de
este demencial soberano, todo comenzó cuando casado con Catalina de Aragón,
hija menor de los reyes católicos de España -quien hasta poco antes había
estado casada con el ahora fallecido Arthur, hermano mayor de Henry y aspirante
al trono-, de seis ocasiones que ella consigue dar a luz, tan solo tiene a un
hijo varón… pero este fallece ¡a los 52 días de nacido! Convencido de que se
trata de un castigo divino sentenciado en la Biblia: “No deshonres a tu hermano
teniendo relaciones sexuales con su mujer” (Levítico 18, 16), el rey asume que
Catalina lleva consigo una maldición y decide separarse de ella a como dé lugar,
más ahora que se siente locamente atraído por una bella, esbelta y coqueta
muchacha llamada Anna Boleyn, la cual no tiene un pelo de tonta y sabe cómo
calentar la plancha sin permitir que el hombre le planche la ropa hasta haber
conseguido ceñirse la apetecida corona. Ante la denegación rotunda del papa
Clemente VII, comienza entonces la lucha del rey inglés para lograr que sea
aprobada su separación por su amigo –y por un corto tiempo canciller- More y
por los manoseables prelados de su reino, con quienes también tendrá que hacer
una buena jugada.
Historiadores de la
Reforma y estudiosos de Moro han señalado las numerosas inexactitudes en "
Un hombre para la eternidad", la obra de teatro y la película. Entre
ellos, destaca el biógrafo de Moro, Richard Marius. En 1995, Marius señaló
varios errores y distorsiones que luego descartó como "concesiones
inofensivas a la teatralidad". Sin embargo, no pudo "excusar la
idolatría de Bolt hacia el personaje de Moro" y describió las graves
tergiversaciones en "la imagen empalagosa que tanto la obra de teatro como
la película presentan de la religión de Moro y su odio furioso y descontrolado
hacia los protestantes". La
película proporcionó a los espectadores la reconfortante sensación de saberlo
todo sobre Moro. Se convirtió al catolicismo como Abraham Lincoln, un icono de
pureza y principios que inspiraba reverencia y afecto... En ninguna parte vemos
al Moro histórico que escribió cientos de páginas de horribles polémicas
clamando por la sangre de los protestantes. Quería destruir la herejía con
fuego... Cuando quemaban a los herejes, Moro se regodeaba... En ninguna parte
de la película aparece el Moro que pretendía que su odio hacia los herejes
quedara grabado en su tumba. Marius resumió que «Bolt nos dio un More que
habría sido difícilmente reconocible en su propia época y tal vez un escándalo
para el propio More».
La forma de vivir -y de
morir- de Tomás Moro le valdrían su canonización por Pio XI en 1935, y aún hoy
suponen un ejemplo de integridad moral al alcance de unos pocos elegidos. Sus
frases finales no dejan lugar a la duda: "No hago ningún daño, no digo
nada dañino, no creo en nada que dañe. Y si esto no es suficiente para mantener
vivo a un hombre, de buena fe anhelo no vivir".
El título (inglés) está
sacado de unas palabras de Robert Whittington, quien en vida de Tomas Moro
(1520) dijo de él: “Moro es un hombre que posee el ingenio de un ángel y una
erudición singular; tan pronto maravillosamente alegre y entretenido como solemne,
según lo requieran las circunstancias, dijéramos, un hombre para toda ocasión”.
En la traducción española este matiz de su personalidad se pierde resaltando
más bien su inmortalidad como personaje que pasó a la Historia.
Tomas Moro fue el
creador de la obra “Utopía” siendo uno de los máximos representantes del
intento desde la política de unir una sociedad justa con el Reino de Dios
predicado por Jesucristo.
Film que deja una muy
loable lección sobre la dignidad, pero como he dicho peca de santificar a un
hombre que tenía sus debilidades. Si coges a un personaje de ficción me vale,
pero si utilizas la biografía de una persona real debes mostrar estos matices,
que le hubieran humanizado más. Gloria Ucrania!!!
PD. Tomas More fue
declarado culpable de alta traición y ejecutado en 1535. En 1935 (justo 400
años después de su decapitación), fue canonizado como Santo Tomás Moro.
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