SIMÓN DEL DESIERTO.
Sugestivo drama
religioso con mucho de cinismo y bastante de surrealismo, imbuido de la
mordacidad iconoclasta del director Luis Buñuel Portolés, obra de una
modernidad y atemporalidad vigorosa. Lo he visto con motivo de la Semana Santa,
y tirando de que en agosto cumple 60 años desde su estreno (27/08/1965). Bañada
del sentido crítico con la religiosidad del realizador de Calanda que se
definía a si mismo como ‘Ateo, por la gracia de Dios’. Los críticos a menudo
confundieron el anticlericismo de Buñuel con falta de espiritualidad, pero esta
obra prueba su sentido espiritual y como es la sociedad la que se aleja en su
fariseísmo de la figura de Dios. Tras “Viridiana” (1961) y “El ángel
exterminador”, “Simón del desierto” fue el tercero y último proyecto de Buñuel
protagonizada por Pinal y producido por Gustavo Alatriste, en ese entonces
esposo de la actriz, también último trabajo del período mexicano de Buñuel
antes de regresar a Europa. El de Calanda busca provocar y no dejar indiferente
en su visión de como tratamos la fe religiosa. “Simón del desierto” iba a
integrar un film compuesto por tres historias filmadas por tres directores
distintos, para ello se contactó Federico Fellini, Jules Dassin y hasta Orson
Welles, pero problemas con el casting, querían a sus respectivas parejas de
protagonista, pero el proyecto era que en los tres segmentos sería Silvia Pinal
protagonista como figura satánica, provocó que entre ella y su marido Gustavo
Alatriste, productor y director, hubiera desencuentros que atentaron contra el
proyecto, y solo se rodó este bloque como mediometraje de apenas tres cuartos
de hora muy aprovechados. Dirige Luis Buñuel, a partir de un guion que
coescribió con Julio Alejandro (“Viridiana”), se basa libremente en la historia
del santo asceta sirio del siglo V Simeón el Estilita, que vivió durante 39
años en lo alto de una columna haciendo penitencia arriba de distintas columnas
aisladas del vulgo, según él una fuente interminable de tentaciones que lo
alejaban del designio sagrado de la vida contemplativa y fervorosa. Siendo
protagonizada por Claudio Brook en el papel de Simón y Silvia Pinal en el rol
de sexy Satanás. Cinta de calado en como desde el humor irreverente ataca (los
mantras buñuelianos) los falsos adoradores, ataca la caridad cristiana, ataca
la presuntuosidad de los que se creen santos perse, ataca al fundamentalismo
cristiano, ataca la superficialidad de la fe cristiana. Todo para desembocar en
un final desconcertante, pero incisivo en como muerde con sorna. Todo ello Buñuel
lo desarrolla con gran ritmo, en una estructura episódica que fluye con vigor.
Detalla lo concreto del
hábitat de Simón: Un hombre barbudo (esto señal de falta de vanidad), con una
riada túnica, sucio y polvoriento, en medio del pelado desierto, una alta
columna, sobre la que acercarse al cielo y practicar ascetismo extremo,
castigando la carne pecadora y soberbia, absorto en los rezos. Dispone de una
barandilla de cuerda por la que asomarse a soltar sermones y sentencias al
público que aparece de vez en cuando. Dispone de una escalera de palos por la
que algún discípulo trepa para hablarle de cerca y recibir su bendición. Y de
una soga para subir el zurrón donde le colocan las hojas de lechuga y una
calabaza con agua. Si le añaden un mendrugo lo considera tentación y se mesa su
barba de moisés escuálido. Desde allí lucha contra las tentaciones
Buñuel busca
paralelismos entre el padecimiento de Simón con el de Jesucristo; la columna
ejerce de Cruz; allí sufre llagas cual estigmas; allí Simón es tentado por el
Diablo, tres veces, como en Jesús; y bajo él tiene a una abnegada madre
sufriente.
El relato comienza
cuando luego de seis años, seis semanas y seis días (hilarante referencia al
número 666, la “Marca de la Bestia”), Simón baja de un pedestal y se sube a
otro aún más alto que fue construido por un hombre rico al que este santo
popular ha ayudado (signo de la connivencia entre la iglesia y los sectores
acaudalados de la sociedad). Acompañado únicamente por su madre (Hortensia
Santoveña), la cual se muda a una choza cercana y a quien él no le presta
demasiada atención, y un enano pastor malhumorado (Jesús Fernández), cuyas
cabras también viven en las inmediaciones de la columna, el protagonista será
tentado por el Diablo tres veces, la primera en forma de una nena bien sexy que
le muestra su cuerpo, lo insulta en latín y le pincha la espalda, la segunda
disfrazado del mismo Dios y con un borrego en sus brazos, al cual después le
pega una patada, y la tercera a través de un ataúd que llega desde el desierto
para llevárselo en un avión comercial, ya con el objetivo de hacerlo abandonar
el pedestal y regresarlo al mundo real, pero el del futuro/ aquel presente.
El absurdo del
radicalismo religioso se muestra con potencia emocional en su ridículo inicio
que marca el tono cínico del mediometraje, cuando tras seis años, seis semanas
y seis días (el triple 6, 666, el número de la Bestia) a Simón lo cambian de su
columna vieja a una más bonita, más alta, más nueva, haciéndolo con todo el
jolgorio de estar ofreciendo algo maravilloso, cuando es una idiotez que no hay
por donde cogerla, pues es que un anacoreta se debe preocupar por tener algo
mejor? Es que si Simón ha elegido sufrir debe hacerlo en una más estilizada columna?
No es esto vanidad?
Es un film que no busca
lanzar torpedos contra la religión, si no lanzarlos sobre los que creen en la religión
por conveniencia, su fe es que tiene la religión que dar y ellos no ofrecer.
Ejemplo notorio es la escena del milagro, en que Simón intercede con Dios, para
que a un ladrón al que le han cortado las manos, ahora tiene unos muñones, le
proporcione unas nuevas manos, esto milagrosamente sucede, y como el tipo
afortunado lo toma con displicencia y sin agradecer nada, se marcha como si
nada del lugar con su familia a la que trata con violencia, incluso a la hija
que le pregunta si son nuevas las manos o son las de antes, el ínclito le da un
guantazo. Viñeta muy acorde con la visión buñueliana de la caridad cristiana
que tan bien expuso en “Viridiana”.
Buñuel reflexiona con
acidez sobre la inutilidad de que alguien pretenda ofrecer su pureza a Dios
desde una columna aislado del mundo, alguien que se cree tan de superioridad
moral por hacer la nada más absoluta que no quiere ser ungido sacerdote. Que
sentido tiene el ayuno (solo se alimenta de lechuga y agua)? Un pastor a este
respecto le suelta una frase con sorna: ‘Atracones de puro aire se da usted!’.
Hay set pieces de una
ironía y humor descacharrante, a la vez que ingeniosas en cómo son destroyer
contra lo enrevesado y críptico bíblico. Me refiero al diálogo entre dos
sacerdotes, observan la posesión demoniaca de uno de sus hermanos, este suelta
improperios sacrílegos contra la hipóstasis (palabra que hace referencia a la
Santísima Trinidad) y la anástasis (o la ascensión de Cristo tras su visita a
los infiernos) y ellos no comprenden el significado de su tercer grito en pro
de la apocatástasis (creencia de Orígenes sobre la salvación final de todas las
almas sin discriminar a ninguna), exhibiendo con sorna el sinsentido del
rebuscado vocabulario católico.
Buñuel se burla de las idioteces
con que se buscan ofensas a Dios, que si mirar un hombre a una mujer, cual si
la mujer sea la encarnación del pecado en la Tierra, el culto estúpido a
figuras que se empoderan como puras, esto reflejado en como le arrancan a Simón
un trozo de su túnica cual si fuera un lignum crucis. Ataca a un joven monje
porque no tiene barba. En el colmo de la idiotez, Simón busca acercarse más a
Dios potenciando su martirologio, esto lo hará manteniéndose sobre una sola
pierna (menuda gilipoyez!).
Se burla de la misantropía
cuando el guion pone en boca de Simón: ‘La más despreciable de tus criaturas es
el hombre, señor, su sola presencia me aleja de ti”. Alguien que no hace más
que estar sobre una columna se cree un guerrero contra el mal: ‘Si no me libro
del maligno hoy, señor, me libraré mañana, si no en cinco años, en diez:
continencia, oración, caridad y humildad serán mis armas”, estigmatizándose él
mismo en plan masoquista en busca del artificioso martirologio. Cuando en realidad
Simón es un tipo defectuoso, pues se olvida en su travesía hacia la pureza del
alma de lo que realmente nos hace humanos, como es el amor, y no hay amor más genuino
e íntegro que el que se debe profesar a una madre, y esto se expresa en que Simón
(tras disfrutar jugando con la madre corriendo con ella por el desierto) es interpelado
por su madre (Hortensia Santoveña) en tierra sobre si no es mejor estar con
ella y ser feliz, y no buscar el martirologio en las alturas, reniega de ella,
incluso de bajar a abrazar a su madre antes
de que muera, ‘Nada debe interponerse entre el amor de Dios y su siervo, Simón’,
mostrando un egoísmo vomitivo, cuando le dice: Nuestro próximo encuentro será
en el Cielo".
Hay tramos de un humor
bizarro impropio de su tiempo, como es el tratamiento que se da a un pastor
enano (Jesús Fernández, aparecía en la cinta buñueliana “Nazarín”) patizambo
(uno de los fetiches de Buñuel son los seres con deficiencias, entre ellos los
enanos). El monje Matías (Enrique Álvarez Félix), le hace ver lo malsano de su
relación con el rebaño, y más concretamente con la cabra a la que llama cariñosamente
Domitila, claramente le hace ver que el cariño del enano traspasa lo platónico
para hundirse en lo físico zoofílico (¿?). La respuesta del enano (más
adelante) al monje es llamarle la atención por su relación (Malsana
homosexual?) con los monjes mayores. Este mismo enano tilda a Simón de loco;
Otro de los mantras de Buñuel es la aparición de animales como señal telúrica, habiendo
cabras, corderos, un sapo, o moscas; Hay un burlesco tramo en que Buñuel se ríe
del capitalismo y del comunismo ácidamente. El monje que miró a la mujer visita
a Simón para pedirle perdón y bendición y para decirle que el anticristo se
acerca a Roma con un ejército. Comenta que la humanidad siempre estará en
conflicto debido a sus ideas sobre lo mío y lo tuyo, y Simón no entiende que es
eso de tener propiedades, esto hace ver al monje que Simón vive en una burbuja alejado
de la realidad del mundo.
Aunque los tramos que
más se quedan son los tres en los que aparece la tentación hecha Mujer en la figura
de Silvia Pinal, que a sus 34 años despliega un sex appel seductor. En el
primero llega a dejar sus pechos al desnudo (algo muy vanguardista en 1965), le
muestra sus hermosas piernas con medias y liguero bajo traje cándido de colegiala,
se sube con Simón en la columna y saca su libidinosa lengua arqueada y lame al
santurrón; La segunda vez ‘disfrazada’ de andrógino Dios sabio que intenta, manipularlo;
y la tercera llega montado en un ataúd que surca el desierto (que cutre el
efecto visual cuando se ve la cuerda con la que es tirado); Simón lucha contra
el poder de la carne que supone este ángel caído, que incluso poseerá a un
monje (Trifón al que da vida Luis Aceves Castañeda) que intenta poner en contra
a los demás monjes culpando de hipócrita con la comida a Simón
En la puesta en escena
destaca por la fenomenal cinematografía del maestro en la materia Gabriel Figueroa
(el DP fetiche de Buñuel en México: “Los Olvidados”, “Él”, “Nazarín” o “El
Ángel Exterminador”), en glorioso b/n, con gran contraste de grises, con tomas
generales que dan con la soledad del entorno y de Simón, con crudos primeros
planos, con contrapicados de Simón contra el nublado cielo, con preciosas tomas
sonsacando la sensualidad de Silvia Pinal; También reseñable la banda sonora
surcada la tamborrada de Calanda.
Claudio Brook (apareció
en el anterior film coral de Buñuel “El Ángel Exterminador”) derrocha carisma, histrionismo
adecuado al sobrepasado personaje, actuación cargada de complejidad en lo que quiere
mostrar de seguridad y soberbia, y en las grietas de vulnerabilidad y dudas que
le acompañan en su calvario, incluso con arrebatos de locura, expresados en una
hábil descriptiva voz en off; Aunque el actor queda opacado por la intermitente
presencia de una Silvia Pinal maravillosa como la pícara Satanas (siempre la
mujer como fruta de la tentación), sexy, ladina, perversa, con esa apariencia
en primera exposición de colegiala inocente que parece salida de un catalogo del
ministro de fomento Ábalos, bufonescamente retocada como trampantojo de Dios como
pastora con ridícula barba, actuación alegre, punzante, vistosa, chancesca en cómo
se insinúa a Simón, hasta desembocar en manipuladora con el final.
“Me doy cuenta de que no
me doy cuenta de lo que digo!”
Esto lo repiten varios personajes:
- "Mira que el
Diablo anda suelto por el desierto."
- "De noche lo
oigo." (Advertencia del Mal que circula de noche?)
Y todo finaliza tras la
tercera y última tentación. El diablo lleva a Simón Del Desierto al futuro.
Donde lo moderno es profano; Satanás sale y lo transporta a los años sesenta a
un club nocturno lleno de gente. Una banda de rock instrumental se encuentra
tocando en vivo. La pareja está vestida con ropa moderna y sentada a una mesa.
Simón, parece desinteresado, le pregunta a Satanás qué baile está haciendo la
gente. Ella responde que el baile energético se llama «carne radiactiva». Un
hombre le pide a Satanás que se una a él y Simón se levanta para volver a casa,
pero Satanás le dice que tiene que «aguantar hasta el final»; Con lo que el
mensaje es nítido, la inutilidad de lo que hace Simón, y como el diablo lo
tiene muy fácil con la sociedad para corromperla a través del disfrute; En la
vida real, Simón murió en el año 459 a los 69 años, tras haber vivido 36 años
de su vida en la cima de diferentes pilares.
Buñuel en efervescencia
creativa demuestra que el metraje no es problema si sabes lo que contar y como
contarlo. Gloria Ucrania!!!
PD. El largometraje tuvo
sus filmaciones principales en los médanos de Samalayuca, Chihuahua, mientras
que la escena final se grabó en los Estudios Churubusco.
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