domingo, 20 de abril de 2025

 


SIMÓN DEL DESIERTO.

 

Sugestivo drama religioso con mucho de cinismo y bastante de surrealismo, imbuido de la mordacidad iconoclasta del director Luis Buñuel Portolés, obra de una modernidad y atemporalidad vigorosa. Lo he visto con motivo de la Semana Santa, y tirando de que en agosto cumple 60 años desde su estreno (27/08/1965). Bañada del sentido crítico con la religiosidad del realizador de Calanda que se definía a si mismo como ‘Ateo, por la gracia de Dios’. Los críticos a menudo confundieron el anticlericismo de Buñuel con falta de espiritualidad, pero esta obra prueba su sentido espiritual y como es la sociedad la que se aleja en su fariseísmo de la figura de Dios. Tras “Viridiana” (1961) y “El ángel exterminador”, “Simón del desierto” fue el tercero y último proyecto de Buñuel protagonizada por Pinal y producido por Gustavo Alatriste, en ese entonces esposo de la actriz, también último trabajo del período mexicano de Buñuel antes de regresar a Europa. El de Calanda busca provocar y no dejar indiferente en su visión de como tratamos la fe religiosa. “Simón del desierto” iba a integrar un film compuesto por tres historias filmadas por tres directores distintos, para ello se contactó Federico Fellini, Jules Dassin y hasta Orson Welles, pero problemas con el casting, querían a sus respectivas parejas de protagonista, pero el proyecto era que en los tres segmentos sería Silvia Pinal protagonista como figura satánica, provocó que entre ella y su marido Gustavo Alatriste, productor y director, hubiera desencuentros que atentaron contra el proyecto, y solo se rodó este bloque como mediometraje de apenas tres cuartos de hora muy aprovechados. Dirige Luis Buñuel, a partir de un guion que coescribió con Julio Alejandro (“Viridiana”), se basa libremente en la historia del santo asceta sirio del siglo V Simeón el Estilita, que vivió durante 39 años en lo alto de una columna haciendo penitencia arriba de distintas columnas aisladas del vulgo, según él una fuente interminable de tentaciones que lo alejaban del designio sagrado de la vida contemplativa y fervorosa. Siendo protagonizada por Claudio Brook en el papel de Simón y Silvia Pinal en el rol de sexy Satanás. Cinta de calado en como desde el humor irreverente ataca (los mantras buñuelianos) los falsos adoradores, ataca la caridad cristiana, ataca la presuntuosidad de los que se creen santos perse, ataca al fundamentalismo cristiano, ataca la superficialidad de la fe cristiana. Todo para desembocar en un final desconcertante, pero incisivo en como muerde con sorna. Todo ello Buñuel lo desarrolla con gran ritmo, en una estructura episódica que fluye con vigor.

 

Detalla lo concreto del hábitat de Simón: Un hombre barbudo (esto señal de falta de vanidad), con una riada túnica, sucio y polvoriento, en medio del pelado desierto, una alta columna, sobre la que acercarse al cielo y practicar ascetismo extremo, castigando la carne pecadora y soberbia, absorto en los rezos. Dispone de una barandilla de cuerda por la que asomarse a soltar sermones y sentencias al público que aparece de vez en cuando. Dispone de una escalera de palos por la que algún discípulo trepa para hablarle de cerca y recibir su bendición. Y de una soga para subir el zurrón donde le colocan las hojas de lechuga y una calabaza con agua. Si le añaden un mendrugo lo considera tentación y se mesa su barba de moisés escuálido. Desde allí lucha contra las tentaciones  

 

Buñuel busca paralelismos entre el padecimiento de Simón con el de Jesucristo; la columna ejerce de Cruz; allí sufre llagas cual estigmas; allí Simón es tentado por el Diablo, tres veces, como en Jesús; y bajo él tiene a una abnegada madre sufriente.

 

El relato comienza cuando luego de seis años, seis semanas y seis días (hilarante referencia al número 666, la “Marca de la Bestia”), Simón baja de un pedestal y se sube a otro aún más alto que fue construido por un hombre rico al que este santo popular ha ayudado (signo de la connivencia entre la iglesia y los sectores acaudalados de la sociedad). Acompañado únicamente por su madre (Hortensia Santoveña), la cual se muda a una choza cercana y a quien él no le presta demasiada atención, y un enano pastor malhumorado (Jesús Fernández), cuyas cabras también viven en las inmediaciones de la columna, el protagonista será tentado por el Diablo tres veces, la primera en forma de una nena bien sexy que le muestra su cuerpo, lo insulta en latín y le pincha la espalda, la segunda disfrazado del mismo Dios y con un borrego en sus brazos, al cual después le pega una patada, y la tercera a través de un ataúd que llega desde el desierto para llevárselo en un avión comercial, ya con el objetivo de hacerlo abandonar el pedestal y regresarlo al mundo real, pero el del futuro/ aquel presente.

 

El absurdo del radicalismo religioso se muestra con potencia emocional en su ridículo inicio que marca el tono cínico del mediometraje, cuando tras seis años, seis semanas y seis días (el triple 6, 666, el número de la Bestia) a Simón lo cambian de su columna vieja a una más bonita, más alta, más nueva, haciéndolo con todo el jolgorio de estar ofreciendo algo maravilloso, cuando es una idiotez que no hay por donde cogerla, pues es que un anacoreta se debe preocupar por tener algo mejor? Es que si Simón ha elegido sufrir debe hacerlo en una más estilizada columna? No es esto vanidad?

 

Es un film que no busca lanzar torpedos contra la religión, si no lanzarlos sobre los que creen en la religión por conveniencia, su fe es que tiene la religión que dar y ellos no ofrecer. Ejemplo notorio es la escena del milagro, en que Simón intercede con Dios, para que a un ladrón al que le han cortado las manos, ahora tiene unos muñones, le proporcione unas nuevas manos, esto milagrosamente sucede, y como el tipo afortunado lo toma con displicencia y sin agradecer nada, se marcha como si nada del lugar con su familia a la que trata con violencia, incluso a la hija que le pregunta si son nuevas las manos o son las de antes, el ínclito le da un guantazo. Viñeta muy acorde con la visión buñueliana de la caridad cristiana que tan bien expuso en “Viridiana”.

 

Buñuel reflexiona con acidez sobre la inutilidad de que alguien pretenda ofrecer su pureza a Dios desde una columna aislado del mundo, alguien que se cree tan de superioridad moral por hacer la nada más absoluta que no quiere ser ungido sacerdote. Que sentido tiene el ayuno (solo se alimenta de lechuga y agua)? Un pastor a este respecto le suelta una frase con sorna: ‘Atracones de puro aire se da usted!’.

 

Hay set pieces de una ironía y humor descacharrante, a la vez que ingeniosas en cómo son destroyer contra lo enrevesado y críptico bíblico. Me refiero al diálogo entre dos sacerdotes, observan la posesión demoniaca de uno de sus hermanos, este suelta improperios sacrílegos contra la hipóstasis (palabra que hace referencia a la Santísima Trinidad) y la anástasis (o la ascensión de Cristo tras su visita a los infiernos) y ellos no comprenden el significado de su tercer grito en pro de la apocatástasis (creencia de Orígenes sobre la salvación final de todas las almas sin discriminar a ninguna), exhibiendo con sorna el sinsentido del rebuscado vocabulario católico.

 

Buñuel se burla de las idioteces con que se buscan ofensas a Dios, que si mirar un hombre a una mujer, cual si la mujer sea la encarnación del pecado en la Tierra, el culto estúpido a figuras que se empoderan como puras, esto reflejado en como le arrancan a Simón un trozo de su túnica cual si fuera un lignum crucis. Ataca a un joven monje porque no tiene barba. En el colmo de la idiotez, Simón busca acercarse más a Dios potenciando su martirologio, esto lo hará manteniéndose sobre una sola pierna (menuda gilipoyez!).

 

Se burla de la misantropía cuando el guion pone en boca de Simón: ‘La más despreciable de tus criaturas es el hombre, señor, su sola presencia me aleja de ti”. Alguien que no hace más que estar sobre una columna se cree un guerrero contra el mal: ‘Si no me libro del maligno hoy, señor, me libraré mañana, si no en cinco años, en diez: continencia, oración, caridad y humildad serán mis armas”, estigmatizándose él mismo en plan masoquista en busca del artificioso martirologio. Cuando en realidad Simón es un tipo defectuoso, pues se olvida en su travesía hacia la pureza del alma de lo que realmente nos hace humanos, como es el amor, y no hay amor más genuino e íntegro que el que se debe profesar a una madre, y esto se expresa en que Simón (tras disfrutar jugando con la madre corriendo con ella por el desierto) es interpelado por su madre (Hortensia Santoveña) en tierra sobre si no es mejor estar con ella y ser feliz, y no buscar el martirologio en las alturas, reniega de ella, incluso de  bajar a abrazar a su madre antes de que muera, ‘Nada debe interponerse entre el amor de Dios y su siervo, Simón’, mostrando un egoísmo vomitivo, cuando le dice: Nuestro próximo encuentro será en el Cielo".

 

Hay tramos de un humor bizarro impropio de su tiempo, como es el tratamiento que se da a un pastor enano (Jesús Fernández, aparecía en la cinta buñueliana “Nazarín”) patizambo (uno de los fetiches de Buñuel son los seres con deficiencias, entre ellos los enanos). El monje Matías (Enrique Álvarez Félix), le hace ver lo malsano de su relación con el rebaño, y más concretamente con la cabra a la que llama cariñosamente Domitila, claramente le hace ver que el cariño del enano traspasa lo platónico para hundirse en lo físico zoofílico (¿?). La respuesta del enano (más adelante) al monje es llamarle la atención por su relación (Malsana homosexual?) con los monjes mayores. Este mismo enano tilda a Simón de loco; Otro de los mantras de Buñuel es la aparición de animales como señal telúrica, habiendo cabras, corderos, un sapo, o moscas; Hay un burlesco tramo en que Buñuel se ríe del capitalismo y del comunismo ácidamente. El monje que miró a la mujer visita a Simón para pedirle perdón y bendición y para decirle que el anticristo se acerca a Roma con un ejército. Comenta que la humanidad siempre estará en conflicto debido a sus ideas sobre lo mío y lo tuyo, y Simón no entiende que es eso de tener propiedades, esto hace ver al monje que Simón vive en una burbuja alejado de la realidad del mundo.

 

Aunque los tramos que más se quedan son los tres en los que aparece la tentación hecha Mujer en la figura de Silvia Pinal, que a sus 34 años despliega un sex appel seductor. En el primero llega a dejar sus pechos al desnudo (algo muy vanguardista en 1965), le muestra sus hermosas piernas con medias y liguero bajo traje cándido de colegiala, se sube con Simón en la columna y saca su libidinosa lengua arqueada y lame al santurrón; La segunda vez ‘disfrazada’ de andrógino Dios sabio que intenta, manipularlo; y la tercera llega montado en un ataúd que surca el desierto (que cutre el efecto visual cuando se ve la cuerda con la que es tirado); Simón lucha contra el poder de la carne que supone este ángel caído, que incluso poseerá a un monje (Trifón al que da vida Luis Aceves Castañeda) que intenta poner en contra a los demás monjes culpando de hipócrita con la comida a Simón

 

En la puesta en escena destaca por la fenomenal cinematografía del maestro en la materia Gabriel Figueroa (el DP fetiche de Buñuel en México: “Los Olvidados”, “Él”, “Nazarín” o “El Ángel Exterminador”), en glorioso b/n, con gran contraste de grises, con tomas generales que dan con la soledad del entorno y de Simón, con crudos primeros planos, con contrapicados de Simón contra el nublado cielo, con preciosas tomas sonsacando la sensualidad de Silvia Pinal; También reseñable la banda sonora surcada la tamborrada de Calanda.  

 

Claudio Brook (apareció en el anterior film coral de Buñuel “El Ángel Exterminador”) derrocha carisma, histrionismo adecuado al sobrepasado personaje, actuación cargada de complejidad en lo que quiere mostrar de seguridad y soberbia, y en las grietas de vulnerabilidad y dudas que le acompañan en su calvario, incluso con arrebatos de locura, expresados en una hábil descriptiva voz en off; Aunque el actor queda opacado por la intermitente presencia de una Silvia Pinal maravillosa como la pícara Satanas (siempre la mujer como fruta de la tentación), sexy, ladina, perversa, con esa apariencia en primera exposición de colegiala inocente que parece salida de un catalogo del ministro de fomento Ábalos, bufonescamente retocada como trampantojo de Dios como pastora con ridícula barba, actuación alegre, punzante, vistosa, chancesca en cómo se insinúa a Simón, hasta desembocar en manipuladora con el final.

 

“Me doy cuenta de que no me doy cuenta de lo que digo!”

 

Esto lo repiten varios personajes:

- "Mira que el Diablo anda suelto por el desierto."

- "De noche lo oigo." (Advertencia del Mal que circula de noche?)

 

Y todo finaliza tras la tercera y última tentación. El diablo lleva a Simón Del Desierto al futuro. Donde lo moderno es profano; Satanás sale y lo transporta a los años sesenta a un club nocturno lleno de gente. Una banda de rock instrumental se encuentra tocando en vivo. La pareja está vestida con ropa moderna y sentada a una mesa. Simón, parece desinteresado, le pregunta a Satanás qué baile está haciendo la gente. Ella responde que el baile energético se llama «carne radiactiva». Un hombre le pide a Satanás que se una a él y Simón se levanta para volver a casa, pero Satanás le dice que tiene que «aguantar hasta el final»; Con lo que el mensaje es nítido, la inutilidad de lo que hace Simón, y como el diablo lo tiene muy fácil con la sociedad para corromperla a través del disfrute; En la vida real, Simón murió en el año 459 a los 69 años, tras haber vivido 36 años de su vida en la cima de diferentes pilares.

 

Buñuel en efervescencia creativa demuestra que el metraje no es problema si sabes lo que contar y como contarlo. Gloria Ucrania!!!

 

PD. El largometraje tuvo sus filmaciones principales en los médanos de Samalayuca, Chihuahua, mientras que la escena final se grabó en los Estudios Churubusco.

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