martes, 25 de febrero de 2025

 


THE BRUTALIST.

 

Decepcionante drama épico, tan pretencioso como errado en su desarrollo. Dirigida y producida para mí, por el desconocido hasta ahora Brady Corbet (también actor), coescribió el guion con (su pareja con la que tiene un hijo) Mona Fastvold (“The Mustang”), centrada la trama en el protagonista encarnado por Adrien Brody como sobreviviente del Holocausto judío-húngaro, emigra a los Estados Unidos, donde lucha por alcanzar el Sueño Americano hasta que un poderoso mecenas cambia su vida. El elenco también cuenta con Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Emma Laird, Isaach de Bankolé y Alessandro Nivola. Me he acercado al film atendiendo a su exitosa trayectoria atesorando reconocimientos, entre ellos el León de Plata a la Mejor Dirección en Venezia, el Globo de Oro al Mejor Drama, y nominada a 10 Oscar (incluyendo Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor para Brody, Mejor Actriz de Reparto para Jones y Mejor Actor de Reparto para Pearce). El personaje de László Tóth se inspiró en varios arquitectos y diseñadores de la vida real, incluidos Paul Rudolph, Ludwig Mies van der Rohe, László Moholy-Nagy, Marcel Breuer, y Ernő Goldfinger. Varios de los diseños de muebles de Tóth en la película recuerdan mucho al trabajo de Breuer, incluida la silla Cesca y la silla larga.

 

Este es uno de esos films al que, a un director sin películas de renombre, de buenas a primeras toca alabar su último trabajo por cómo se ha venido arriba con su petulancia de hacer una desproporcionada (por lo que cuenta) historia, pero no seré el snob que la eleve por seguidismo borreguil, me siento (como tantas veces) como el niño que grita en el famoso cuento de Andersen: ‘El Emperador va desnudo!!!’. Es un film recargado de sub tramas, pesaroso, desea ser tan intenso que desbarra en su amalgama de temas, cuando al final todo se resume en eslóganes superficiales. Tres horas y media que solo hacen brillar la nula capacidad de síntesis del director, su inseguridad en exponer su mensaje, para dar solidez a su atrompicado relato, donde se extiende en naderías, se reboza en secuencias de vergüenza ajena (las sexuales), crea elipsis chirriantes, queriendo tratar de inteligente al espectador se pasa tres pueblos, y lo que hace es crear huecos narrativos grimantes. Esta arrogancia se ejemplifica en que tiene, como los grandes films épicos, una obertura, una intermisión y un final.

 

Film que gana por partes, en esto es de reseñar la buena labor en la espléndida fotografía de Lol Crawley (“El diablo a todas horas”) jugando con elementos expresionistas, con contrapicados, picados, primeros planos subyugantes, planos secuencia dramáticos, enalteciendo la construcción de Laszlo, así como empequeñeciendo a los personajes en tomas amplias, como cuando están en la cantera de Carrara, o en la fiesta en la ‘cueva’ con ese techo altísimo; en miscelánea con neurálgica música de Daniel Blumberg, había trabajado con Corbet en el cortometraje Gyuto (2019), era su segunda composición para un largo (tras la de “El mundo que viene”), con una galería de temas que combinan lo ominoso, lo épico, lo intimista de forma neurálgica. Lástima que estos elementos ‘continente’ no puedan opacar el ‘contenido’. Pierde en conjunto y mucho, derivando en tramos de tedio, y en otros (muchos) de confusión. Nunca consigo empatizar con unos personajes tan atribulados queriendo ser complejos que resultan impenetrables, y con ello me alejo tanto de ellos que nunca me tocan la fibra, no me afectan sus situaciones, no ayudan unos diálogos que combinan lo anodino con lo pomposo.

 

Entiendo es la deconstrucción del Sueño Americano, paras mostrarnos a un emprendedor arquitecto en su anhelo del éxito se topará con el ‘inhumano’ capitalismo encarnado por el sibilino Harrison Van Buren, estableciendo la eterna lucha entre Arte y Dinero, dos polos opuestos que en realidad se necesitan uno a otro. Habla de como la xenofobia es predominante en todos los estratos sociales en USA, lo hace sin caricaturizarla, pero si reflejándola en trazo grueso, aunque quiere ser sibilino en este aspecto peca de precisamente no serlo. Peca de falta de originalidad, entra en demasiados senderos ya muy trillados sin ofrecer algo novedoso.

 

Al final, nos damos que el film es solo un producto pro-sionista (desde mi catolicismo también lo soy), que denosta todo lo ‘gentil’ (lo no judío), pues ataca al ‘converso’ de Attila por renegar de su ascendencia hebrea, y nadie de los no judíos son en realidad personas buenas, mostrados los protestantes como sibilinos que albergan inquina contra todos los demás, racistas con los negros, y vejatorios con los judíos, a los que humillan de forma sutil, cuando en la sal gorda del film llegan al abuso sexual. Y concluye que la pureza está en residir en la verdadera Tierra Prometida, que no es USA, si no Israel. Por ello, además, nos cuelan de soslayo noticias de como se creó pro la ONU el estado de Israel. También sin que tenga sentido nos cuelan salpicadas noticias en off de la proclamación del primer presidente republicano tras la segunda guerra mundial (Eisenhower, que extrañamente no es nombrado) y referencias a la guerra de Corea y a misiles balísticos que pueden alcanzar estados del Este de Europa ¿?). Concluyendo de modo poco objetivo que el viaje no es lo importante, es el Destino (Israel).

 

Obertura: László Tóth (Brody), arquitecto húngaro-judío que sobrevivió al Holocausto y se formó en la Bauhaus, fue separado a la fuerza de su esposa y su sobrina huérfana después de ser enviado al campo de concentración de Buchenwald y emigró a los Estados Unidos. Cuando su barco entra en el puerto de Nueva York, ve la Estatua de la Libertad. Esto se expone en uno de los más hermosos tramos del film, todo está oscuro, oímos bullicio de gente, acompañado de la ominosa e hipnotizante música (presenta a pianistas John Tilbury, Sophie Agnel y Simon Sieger, el trompetista Axel Dörner y el saxofonista Evan Parker), no sabemos que pasa, hasta que se hace la luz, vemos salir a gente de la bodega de un barco, hay confusión, desorden, caos, y entonces vemos a la gente que ve admirada la Estatua de la Libertad (recordándonos a los cinéfilos la escena similar de “El padrino II”), desde la mirada del protagonista se ve al revés, en clara simbología del Anti sueño Americano. Tras lo que hay, para remarcar este mensaje desesperanzador dentro de la esperanza (menudo trabalenguas) una cita de Goethe: ‘No hay nadie más desesperadamente esclavizado que aquellos que falsamente creen ser libres’.

 

Parte 1: El enigma de la llegada; 1947, László viaja en autobús a Filadelfia, se queda con su primo, Attila (Nivola), y la esposa católica de Attila, Audrey, mientras busca trabajo. Attila le revela a un aliviado László que su esposa Erzsébet (Jones) y su sobrina Zsófia (Raffey Cassidy), todavía están vivas, atrapadas en Europa debido a la mala salud de Erzsébet. Aunque Attila le ofrece trabajo con su negocio de muebles, László es relegado a un dormitorio improvisado en el armario de almacenamiento de la sala de exposición y utiliza un baño de servicio en la parte trasera del edificio. También descubre que Attila se ha despojado de su origen judío y se ha asimilado a la cultura estadounidense, cambiando su nombre y convirtiéndose al catolicismo para casarse con Audrey (Emma Laird). Pronto reciben el encargo de renovar la biblioteca de la mansión del condado de Bucks del rico industrial Harrison Lee Van Buren (Pearce) a instancias de su hijo Harry (Alwyn) mientras su padre está fuera. Después de una noche de borrachera y alegría, Audrey expresa su desdén por László y sugiere que viva en otro lugar. En esta primera parte asistimos al sibilino (siendo benévolo), modo en que este protagonista judío es marginado, le ayudan, pero lo tratan de forma displicente y vejatoria. Incluso vemos que tiene que alimentarse de la caridad; Esta parte acaba abruptamente, de modo bastante aparatoso, vemos en una mini fiesta entre Attila, su esposa y László que el esposo empuja a su primo a bailar con esposa, este acepta a regañadientes, ella se le insinúa descaradamente ante sus ojos. Y sin embargo todo acaba con Attila echándole en cara a László que intentado abusar de Emma, me ha sido esto estridente por lo incoherente. A todo esto, ya hemos visto que László es un heroinómano, cosa que porta entre poco y nada, es otro elemento escabroso que amontona el director, esto se puede entroncar con una extraña relación que el protagonista László con un afroamericano, Gordon (inane Isaach De Bankolé), al que conoció en una cola del hambre que iba con su pequeño, y que vemos trabaja en la biblioteca que hacen para Harrison, y sin comerlo, ni beberlo, lo vemos acostado en un colchón (¿?) con László drogándose (¿?), relación esta que parece de fuerte amistad, pero acaba de forma chusca y sin capacidad alguna que nos importe.

 

Tras la separación cortante de los primos entramos en la fase que me recuerda en cierta medida a una similar en la Obra Maestra de King Vidor “El manantial” (1949), donde un gran arquitecto acepta trabajar en una mina, y esto se ve como tocar fondo, y de allí sale con la ayuda de un mecenas poderoso. Pues aquí igual, es Harrison Lee Van Buren (Pearce) el que lo saca del ostracismo para darle sentido a su vida con el proyecto de un centro para la comunidad (especie de catedral Laica), y con ello en realidad el millonario se ha comprado una ‘mascota’. Comenzando una soterrada guerra entre ambos con continuos tiras y afloja, que pretende ser una alegoría de la batalla entre Arte y Capitalismo, la Creación ante el Pragmatismo, un juego de poder que tiene su eclosión en una vergonzantes escena (*spoiler) dónde cualquier tipo de asidero realista se pierde ante lo grotesco de la situación.

 

Las actuaciones resultan formidables. Con Adrien Brody que puede llegar a ser, 22 años después, su personaje la extensión del Wladyslaw Szpilman del film de Polanski “El pianista”, sensacional la intensidad y pasión que desprende de modo introspectivo, con una lenguaje corporal y mirada fenomenal; Guy Pearce da probablemente la mejor interpretación de su carrera con este alter ego del Capitalismo, dando palo y zanahoria en su condescendencia clasista y xenófoba, un ser sibilino y ladino escalofriante, brillante; La otra actuación destacable es una buenísima Felicity Jones como la esposa del protagonista, desborda vida interior sufrida, intenta superar los obstáculos con temple y arrojo. Pero adolece de química con Adrien; Pero esto no puede contrarrestar un desarrollo denso, arrítmico y con comportamientos arbitrarios y algunos artificiosos que restan.

 

Tras un intermedio, El núcleo duro de la belleza; La segunda mitad arranca con la llegada de la esposa de Tóth, Erzsébet (Jones), de la que solo sabíamos por vía epistolar que se leían en off, con ella su sobrina adolescente, Zsofia, que han conseguido llegar a USA desde Europa con la ayuda del abogado de Van Buren. Erzsébet está en silla de ruedas debido a la osteoporosis causada por la hambruna sufrida en un campo de concentración, mientras Zsofia no habla. Ahora en la telaraña malsana que se teje entre László y Harrison entran en escena estas dos mujeres, ramificando las sub tramas hacia subrayados excesivos, no hacía falta estas sub historias que solo remarcan la idea ya vista. Nos cuelan de modo extraño (si no esperpéntico) como el hijo de Harrison, Harry se siente atraído por Zsofia, que no es precisamente una belleza, no viste precisamente de modo sexy, más bien tiene parecido razonable con ‘Betty la Fea’, tampoco es que su conversación sea fluida (es muda por trauma). Esto tiene su culmen cuando parece insinúan de forma elíptica que puede haber habido una violación, esto me resulta un insulto a la inteligencia, pues luego de esto no se hace mención de forma sutil, simplemente se tira la piedra, y punto, no tiene continuación, y me irrita, pues luego si que vemos una violación gráfica (spoiler). Hay un tramo en que a László lo despiden por un accidente, parece que el mundo se va a acabar y sin que sepamos las causas lo vuelven a llamar. A todo esto, Erzsébet tiene trabaja en una columna en un periódico neoyorkino, pero no sabemos siquiera de que escribe, curro que le ha conseguido el maléfico Harrison; Hay un tratamiento del sexo de forma enfermiza. Vemos en un burdel una felación casi gráficamente que aporta entre nada y zero, puro sexo gratuito mórbido, lo primero que vemos de László en USA (¿?). Hay una masturbación de vergüenza ajena que no se sabe que tiene que transmitir, más allá de requeté subrayar lo traumatizados que están los personajes. Hay una violación expuesta físicamente de modo inverosímil, que solo está hay para ser un bizarro meme (*spoiler). Hay sexo entre el matrimonio de forma forzada, ayudado por las drogas sintiéndome bastante incómodo, haciéndome más acentuado que no conecto con nadie de este film.

 

Y tenemos un rush final atropellado, queriendo ser de calado resulta brusco y sin garra, seguramente porque tampoco los personajes me han conectado a la trama.

 

Se rodó utilizando el proceso VistaVision y cámaras implican filmar horizontalmente en película de 35 mm, luego se escaneó, con la intención de también hacer copias para un lanzamiento en película de 70 mm, tiene la misma altura y era el formato más práctico para mostrar el tamaño original del marco de VistaVision al proyectar la película. Corbet explicó que la elección de VistaVision también fue estética: "Parecía que la mejor manera de acceder a ese período (1950) era filmar en algo que fue diseñado en esa misma década". La película se presenta en dos actos con un intermedio de 15 minutos, más un epílogo.

 

Spoiler:

 

De buenas a primeras vemos que Zsófia habla, no solo eso, si no que está casada (con Binyamin al que da vida Benett Vilmányi) y embarazada (menuda elipsis tosca), y mientras cenan con László y Erzsébet le dicen que se van a casar y viajar a Israel para vivir allí. Cuando hasta entonces, en las horas transcurridas no se había echo mención de este sionismo (¿?).

 

Tramo final: Mientras está en las minas de Carrara para comprar mármol, Harrison viola a un László ebrio, llamándolo sanguijuela social cuya gente invita a su propia persecución. *Secuencia que físicamente es imposible, a no ser que Harry tenga el miembro viril de un caballo y la otra parte se preste a ello, el mostrarlo tan explícitamente no genera crudeza, si no sonrojo y vergüenza ajena. Amén de que lo que habíamos visto hasta entonces no hacía presagiar este comportamiento. Y como meme de como el capitalismo ‘jode’ al arte es lo más caricaturesco.

 

De regreso al sitio, László cada vez más traumatizado comienza a desmoronarse, volviéndose más beligerante e impulsivamente despide a su tripulación y a Gordon durante una discusión. Ataráxico modo de echar a un amigo se supone (¿?). Se lamenta con Erzsébet de que no sean bienvenidos en USA (haciendo referencia al desprecio previo de Harry y Audrey). László por el dolor droga con heroína a Erzsébet, y ambos parecen excitarse con ello y fornican. Esto me ha sido de (otra vez) vergüenza ajena, no se que sentido tiene más que el morbo (puaj!!!). Tras lo que Erzsébet tiene un ataque y casi muere por sobredosis. Tras lo que ella propone que vivan en Jerusalén con Zsófia y su familia, a lo que él acepta. Poco después, Erzsébet, ahora usando un andador en lugar de una silla de ruedas, visita a Harrison en su casa y lo llama violador frente a su familia y asociados. Cuando no hemos visto que Laszlo le dijera a su esposa esto (¿?), y si selo ha dicho, porque deja él que vaya ella sola a la mansión Harrison sabiendo como se las gasta? Un atropello a la razón. Tras esto, un enfurecido Harry la empuja violentamente, antes de que su hermana Maggie (inane Stacy Martin) intervenga y la ayude a llegar a su taxi. Incapaz de encontrar a su padre, Harry organiza un grupo de búsqueda para encontrarlo y se dirige al Instituto, aunque su destino finalmente no está claro, ya que una cruz iluminada brilla al revés. Y no sabremos que pasó con Harrison, el director se cree demasiado listillo jugando con el espectador (puaj!!!).

 

Epílogo: La Primera Bienal de Arquitectura; En 1980, Erzsébet murió y se realizó una retrospectiva de la obra de László en la Bienal de Arquitectura de Venecia. La exposición muestra varios proyectos construidos en los Estados Unidos durante los años siguientes e incluye el Instituto Van Buren, finalmente completado después de una pausa de una década. Zsófia, acompañada por su hija adulta joven y un László envejecido, da un discurso que destaca cómo László diseñó la estructura para que se asemejara a los campos de concentración que encarcelaron a los Tóth y funciona como una forma de procesar el trauma. Termina afirmando que László una vez le dijo: "No importa lo que los demás intenten venderte, es el destino, no el viaje".

 

Ósea, al final todas estas tres horas y media pesadas y cansinas son un idealizado mensaje sionista. Si uno quiere ver un buen film sionista que vea “Exodus” (1960) de Otto Preminger. Gloria Ucrania!!!

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