jueves, 23 de febrero de 2023

 


La muerte de un presidente.


Curioso spaguetti western dirigido por Tonino Valerii, en su tercera película y su tercer film del oeste, alumno de Sergio Leone, se erige como uno de los adalides del sub género, aquí con guion de Massimo Patrizi (“La Bohème”) Ernesto Gastaldi (“Mi nombre es ninguno”), y del propio director, basado en una historia de Patrizi, que tiene valentía al hacer una extraña mezcla entre el verdadero magnicidio del vigésimo presidente estadounidense James A. Garfield (único miembro en activo de la Cámara de Representantes USA elegido para la presidencia) el 2 de julio de 1881, muriendo el 19 de septiembre tras dos meses de agonía (más por mala praxis quirúrgica que por las heridas de las dos balas que lo hirieron ningún órgano vital), esto se paralelaliza al reciente otro magnicidio presidencial norteamericano en la figura del acontecido en Dallas el 22 de noviembre de 1963, el trigésimo quinto POTUS con JFK (aunque el atentado contra Garfield fue en un tren en Washingtron DC, aquí se traslada el evento Dallas y los disparos son en la cabeza y le acontece sobre un carro descapotable junto a su esposa durante un desfile, como le sucede a JFK),desarrollando teorías muy en boga en ese tiempo sobre conspiraciones que involucraban al vicepresidente (aquí encarnado por el español José Suárez, haciendo como era Lyndon B. Johnson, de texano) y a poderes fácticos de poderosos en las sombras. Incluso escudriñando más se puede ser un exégeta y extraer paralelismos con la situación convulsa del momento en Italia. Dallas aquí es en realidad un escenario creado para “Hasta que llegó su hora” (1968) del gran Sergio Leone, en Tabernas-Almería-España, siendo muy precario en este sentido que la gran ciudad texana sea aquí un lugar pequeño y misero, cuando la urbe petrolera en 1881 ya era una metrópolis bulliciosa con calles pavimentadas, edificios de ladrillo de varios pisos, farolas y transporte público, algo que aquí brilla por su ausencia. El marco español da pie a tener muchos secundarios hispanos como Manuel Zarzo (único que parece tomarse medio en serio su labor, hace de activista periodista tullido, que al final destapa un sagaz gadget), María Cuadra (sin más que ser alter ego claro de Jackie Kennedy, copiando sus movimientos en el momento del atentado, hasta regala rosas rojas, al igual que la viuda de JFK), o el gran Fernando Rey (como el villano poderoso Pinkerton, en un actuación de cumplir trámite y a otra cosa), quien amenaza con hacer públicos unos documentos incriminatorios contra el Vicepresidente si no le sigue el juego.

 

Es una cinta que tras su intrépida premisa solo se haya un andamiaje liviano para encadenar secuencias de tiroteos y peleas, todo discurriendo con pretendida complejidad en los intereses de unos y otros un tanto difusos, pero en realidad está claro desde el inicio quienes son los Buenos y quienes los Malos, la pretendida ambigüedad es una entelequia inexistente aquí, que deja sin aparecer cualquier tipo de sutilidad o estudio de personajes, todos son clichés, actuados de modo rutinario, cumpliendo el trámite. Protagonizando la historia el reputado romano Giuliano Gemma (antiguo doble de escenas de acción), habitual del spaguetti western (17 hizo) como el héroe Bill Willer que intenta vengarse de los asesinos de su padre y al tiempo quiere evitar el (tosco) plan de asesinato contra el POTUS, aporta su gran agilidad, acrobacias, saltos, caídas, todo con espíritu vitalista, aunque en lo que ha expresividad de refiere es escaso (siendo benévolo), le quieren aportar un pasado profundo con su intrahistoria (vista en flash back), que expone la lucha fratricida en las Guerras Civiles entre familias partidas, pero esto no pasa de una nota a pie de página.

 

Tiene un comienzo definitorio del lugar y tiempo, primero sobre los créditos vemos un mapa sepia de Texas, ello adornado por la neurálgica música, cortamos a ver arder retratos de Lincoln, la bandera de barras y estrellas es escupida antes de lanzarla también a la lumbre, hay carteles con la cara del presidente (se supone, pues nunca lo nombran) Garfield (un idealista izquierdista en sus soflamas encarnado por Van Johnson), con el pie de texto "buscado por traición" pegados en las paredes de los edificios cercanos (famoso anuncio con la foto de Kennedy debajo de esas palabras que apareció en un periódico de Dallas la mañana del asesinato de JFK). Tras ello hay una tortura a un negro (lo vemos ensangrentado), Jack Donovan (alter ego notorio de Lee Harvey Oswald encarnado por Ray Saunders), en la comisaría local, donde el alguacil Jefferson (plano Benito Stefanelli), lo interroga por intervenir en contra del complot para asesinar el gobernador, la novia de Donovan, Annie (correctita Norma Jordan), intenta parar la violencia y la sacan a la fuerza de la oficina, la maltratan y arrojan al suelo de la calle. Con este ágil arranque tenemos el clima en contra de la presidencia de los yankis, en clara reflejo del odio sudista contra las autoridades de Washington DC, ello en la post guerra civil ganada por el norte. Y tenemos a una ‘hidra’ operando desde dentro de las autoridades contra el poder establecido, ello con un claro substrato racista.

 

La película tiene una primera parte en la que vemos los prolegómenos al atentado fatal, primero con varios asesinatos que lo preceden de modo un tanto difuso, hay una fuga de una celda ingeniosa, hay persecuciones a caballo, una balacera sobre un puente de ferrocarril. Tenemos el idealismo purista del POTUS, su valentía al no querer claudicar a las potenciales amenazas contra su persona, y hay un discurso bastante populista sobre su política donde hace algo tan (valga la redundancia) populista como proclamar que los ricos deben pagar más impuestos (y que se acabe el hambre, el cáncer y las guerras en el mundo! Puaj!), habla de que hay pagar más a los (negros) que trabajan en las plantaciones (hablando esto de su visión igualitaria entre razas), los empresarios se quejan por que esto hará que marchen a las fábricas del norte, y le espetan al POTUS que eso es lo que quiere, enfrentamiento este que es una de las causas de lo que vendrá después. La escenificación del magnicidio de JFK filtrada por el tiempo al oeste, con la mítica Elm St. como escenario, amén de ser una recreación pasada por el enfoque de la conspiración, con tiradores no en el lugar oficial del francotirador. Con el frenesí postrero con el traslado del malherido presidente.

 

No hay lugar para el misterio, pues todo es diáfano en quien lo ha hecho, nadie juega a ser alguien que no es, sabemos que el negro es un chivo expiatorio (que además sirve paras exhibir el racismo aun imperante, que por cierto, nada tuvo que ver con el asesinato de JFK, y tampoco con el de Garfield, pero aquí todo es bueno para el convento, Totum Revolutum), y que los culpables son otros, que son peones de unos poderosos que operan en las sombras con espurias motivaciones asidas al MacGuffin de unos documentos que harían temblar la República USA. Todo ello con el telón de fondo de una posible vuelta a la Guerra Civil. Todo esto que sobre el papel puede sonar ingenioso y con calado dramático, resulta abordado de forma burda, en medio de situaciones rocambolescas, donde el simplismo más liso lo puebla todo, con comportamientos inverosímiles de los malos en sus bastos procederes. Dejando relucir que tras su escaparate original esconde una sencilla propuesta de acción, pero donde ninguna escena tiene el poder suficiente para ser recordada: Lo más parecido es la repetida escena de un sin sentido duelo de pistoleros a oscuras, alumbrado por una cerilla a modo de juego retorcido metido con calzador donde el ‘bueno’ da oportunidades una y otra vez al malo de sobrevivir (¿?); Todo para desembocar en un final que no deja huella.

 

Como curiosidad está una escena musical en un saloon de Dallas, donde vemos una gran bandera de barras y estrellas, y de las estrellas surge una cantante ataviada con un tul azul con las estrellas blancas, es Annie (la novia de Donovan encarnada por Norma Jordan), en claro simbolismo (e ingenioso) de la integración racial en USA.

 

Es de una precariedad enorme ver que todo un POTUS viaja sin apenas séquito y sin guardaespaldas, su único asistente es McDonald (especie hombre de confianza, un podríamos llamar ‘fontanero’ encarnado por un correctito Warren Vanders)

 

 y ello tenido en cuenta que entonces ya existía el Servicio Secreto, del que se habla, pero no se existen, como tampoco existe el ejército USA; Hay un traslado del ‘sospechoso’ del magnicidio que se supone es custodiado por gente de los malos, pero sin embargo tiene un enfrentamiento violento contra los malos que quieren matar al ‘sospechoso’. Pero si en realidad ambos bandos pretendían los mismo!

 

Destacar la en lo referente a la puesta en escena la música del maestro argentino Luis Bacalov, que aunque algo intrusiva, resulta exquisita en sus composiciones melancólicas.

 

Spoiler:

 

Del mayor interés resultan los testimonios de los médicos que atienden a Garfield tras el atentado. El Dr. Strells de la ciudad informa de dos heridas graves de bala en la garganta. El Dr. Huntter que acude urgentemente desde el Hospital y que al principio había ratificado el testimonio de su colega, más tarde oficialmente estimará que los proyectiles entraron por la base del cráneo. Dos opiniones completamente dispares, que reproducen aquí el debate balístico sobre el lugar real desde donde se hicieron los disparos que acabaron con la vida de Kennedy, que constituyen la base de las sospechas sobre los auténticos inductores del crimen.

 

Hay algunos paralelos menores interesantes entre la historia real y el contenido de “A Bullet for the President”. En la película, Garfield es asesinado porque un variopinto colectivo de conspiradores sureños liderados por Pinkerton (Fernando Rey) están enojados con su agenda a favor de la emancipación y los derechos civiles y quieren al vicepresidente Chester A. Arthur (José Suárez), a quien podrá controlar vía chantaje, para tomar su lugar. En realidad, Garfield estaba a favor de los derechos civiles de los afroamericanos liberados y su asesino en la vida real, Charles J. Guiteau, quería que el vicepresidente Arthur asumiera el poder porque creía que Arthur daría posiciones de poder a los miembros de la minoría del Partido Republicano, y en su mayoría Basado en los estados del sur: facción incondicional.

 

Cuando la película se estrenó a nivel nacional el 18 de diciembre de 1969, Italia ya había experimentado dos años de protestas políticas en las que los manifestantes entraron en conflicto con una fuerza policial italiana cada vez más dura. Además, el atentado de Piazza Fontana en Milán el 12 de diciembre de 1969 marcó el comienzo de los turbulentos "años de plomo" que durarían hasta principios de los años ochenta. Con el país acosado por actos terroristas y paranoia política, una ola de películas policiacas/criminales italianas de principios de la década de 1970 pronto presentaría escenarios puntiagudos que repetidamente abordaron una serie de preocupaciones públicas relacionadas con conspiraciones políticas de alto nivel, actividad terrorista, policías corruptos, el prensa partidista y su capacidad para difundir información errónea, complots golpistas de extremistas políticos y agentes del gobierno que efectuaron encubrimientos que mejor servían a sus propias agendas. A Bullet for the President presenta proféticamente todos estos elementos y temas, aunque alegóricamente transpuestos al Spaghetti West. Por lo tanto, la película parecería tener más que decir sobre Italia en el momento de su estreno que sobre la historia estadounidense o el asesinato de Kennedy. La película comienza con el brutal interrogatorio de Donovan y su posterior muerte mientras estaba bajo custodia es un punto narrativo clave de la trama. La idea de que las fuerzas del orden podrían estar maltratando a quienes arrestaron fue un tema candente en Italia en 1969 y se convirtió en un punto de atención especial tras la muerte bajo custodia del principal sospechoso del atentado con bomba en Piazza Fontana el 15 de diciembre de 1969. Además, la narrativa de A Bullet for the President gira en torno a alusiones precisamente al tipo de teorías de conspiración política que pronto envolverían las investigaciones sobre el atentado de Piazza Fontana y otros actos terroristas. De hecho, se creía popularmente que los patrocinadores que ocupaban cargos oficiales poderosos estaban protegiendo a algunos de los terroristas de Italia usando su influencia para asegurarse de que sus ataques terroristas fueran culpados por sus oponentes políticos e ideológicos; Hay referencias a la importancia del periodismo como elemento altavoz de ‘verdades’, tanto en un sentido de la pureza y en el otro de la corrupción. En 1967 los periodistas de investigación habían revelado que un golpe planeado por el general Giovanni de Lorenzo había sido frustrado pero encubierto por el estado en 1964. Finalmente se dictaminó que el golpe planeado por De Lorenzo había sido motivado por el deseo de salvaguardar la democracia italiana, pero los rumores relacionados a más complots golpistas planeados por partidos políticamente más extremistas que circularon por toda Italia a fines de la década de 1960 y principios de la de 1970; La lucha fratricida que se manifiesta en los escenarios de la guerra civil se había vivido en Italia en varias ocasiones en el pasado del país y estaba presente en el momento contemporáneo en que la derecha política y la izquierda política estaban literalmente en guerra unos contra otros en el las calles del país.

 

Me queda una película interesante, sobre todo por su idea de origen, que luego suelo es capaz de desarrollar en modo acción, sin capacidad de ser de reflexión alguna al dártelo todo masticado. Gloria Ucrania!!!

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