EL PUENTE DE
LOS ESPÍAS.
Buen film del director de Ohio Steven Spielberg, una muy sugestiva oda a la integridad, a la
nobleza, a la amistad, al individualismo que hace que una persona pueda
defender sus convicciones aunque esté en contra de la mayoría. El protagonista
real de la historia, James B. Donovan escribió el relato incidente en 1964 bajo
título “Extraños en un puente: El
caso del coronel Abel y Francis Gary Powers”,
el guionista Matt Charman (”Suite francesa”) se interesó
por los sucesos tras leer nota “Una vida por delante: John F. Kennedy, 1917/63”, tras lo que se reunió con el
hijo de James B. Donovan en Nueva York, Charman presentó la historia a Dream Works que compró los derechos ello, el
co-fundador de la compañía, Steven Spielberg se interesó por el argumento y decidió
dirigirlo, reclutando a los hermanos Joel y Ethan Coen para revisar el guión original
de Charman. El nombre del film hace
referencia al puente Glienicke, conecta en Berlín el distrito Wannsee, con la capital de
Brandenburgo, Potsdam.En 1957 en Brooklyn (Nueva York) es detenido Rudolph Abel (Mark Rylance),
ciudadano de origen inglés, acusado de ser un espía de la KGB que pasa
información secreta a la Unión Soviética. Le es asignado como defensor el
abogado de especializado en conflictos de seguros James B. Donovan (Tom Hanks).
Esta situación deriva tiempo después en una negociación de intercambio de
espías en el Berlín partido en dos, Este de la RDA (comunista) y Oeste de la
RFA (pro-occidental), donde los soviéticos tienen a un aviador estadounidense
capturado de un avión espía U2, Francis Gary Powers (Austin Powell), y la RDA a un estudiante Frederic Pryor (Will Rogers) también de USA, acusado de espía
cuando intentaba pasar a su novia alemana por el Muro de Berlín.

Thriller de intriga, con tensión, con goteo de
sugerentes momentos de humor, con una esmerada delineación de personajes, con
claro aroma a cine clásico, rodado con gran elegancia, alejado del cine de
acción, con ritmo sereno, que no lento, dando tiempo para construirse los
personajes y las situaciones, en una historia que nos habla de idealismo, de
justicia, del honor, de los justo, de la vida como valor individual, ello enmarcado
en un latente clima de tensión de la
Guerra Fría, en lo que es un mirada al pasado con sentido reflexivo, sin buenos
ni malos, una introspección de carácter humanista a un conflicto que
deshumanizaba y trataba a la gente como un número, peones en un complejo
tablero de ajedrez, los servicios de inteligencia de ambos bandos son vistos
como entes carentes de la menor humanidad. Una recreación brillante de la
época, donde vivimos la paranoia escolar a los ataques nucleares, el temor a la
infiltración de comunistas, o las ansias de linchamiento al “enemigo”. Relato
en la honda de las historia del novelista inglés John Le Carré, en que las
agencias intentan deshumanizar a los espías, pero prevalece el sentido
humanista donde la vida de una persona, por insignificante que sea es
importante, relatos con conciencia donde las personas prevalecían por encima de
las luchas políticas, al igual que las obras del novelista se hace una velada
crítica a la hipocresía de las dos superpotencias, los USA y la URSS, vemos la
farsa de los dos juicios ya sentenciados ambos acusados antes de entrar al
juzgado, también se arremete contra el nulo valor que la vida humana tenía para
ambos, se refleja que el afán de recuperar a sus “espías” era algo meramente
crematístico y para no dieran información al enemigo, nada que ver con el
humanismo, incluso hay algo más en el final (spoiler) que ahonda en esto.
Spielberg centra
su relato en un hombre normal, un tipo familiar íntegro, con claras
reminiscencias al cine de Frank Capra o al Atticus Finch de “Matar a un
ruiseñor”, con unos valores éticos irrenunciables, un defensor de la
individualidad y justicia moral que emana del sentimiento estadounidense de
libertad, es la brújula moral del film, su lucha no es contra a los comunistas,
es por preservar los derechos que tienen los estadounidenses, esto frente a
gente que cree que intenta pervertirla, esto le suma el grado humanista al
emparejarlo con otro tipo, el supuesto espía soviético, otra persona de fuertes
creencias en lo que hace, persona impertérrita, lacónica, serena, tratado por
el realizador con un entrañable cariño y simpatía, no nos dejará claro si es o
no espía (aunque se supone), a nosotros se nos presenta como un ser tranquilo,
hierático, inalterable, aficionado a la pintura el otro lado de la moneda de
Donovan, y entre los dos se establece una conmovedora amistad, una gran química
que hace creíble y emocional su odisea.
No faltan toques un tanto maniqueos, que desvirtúan un
tanto el mensaje equidistante que pretende el film, reflejado en el trato
civilizado de los estadounidenses al espía soviético, frente al que someten los
rusos al piloto americano, con tortura psicológica, tirándole cubos de agua, no
dejándole dormir, o con los contrapicados en los interrogadores soviéticos para
remarcar enormidad frente a la pequeñez del prisionero americano. Tampoco me ha
gustado el modo un tanto torpón de tratar la subtrama del piloto U2 apresado, habría
sobrado con que viéramos que había un espía americano atrapado, estorba, nada
aporta lo que precede y vemos de él antes de ser capturado. Asimismo tiene el
lastre de una diáfana previsibilidad, se ve de lejos como va a acabar todo, no
hay sorpresa, todo muy lineal. Tampoco su tramo final me ha dejado satisfecho
(spoiler).
La cinta está partida
claramente en dos. En la primera se nos presentan a los dos protagonistas,
Donovan y Abel, su noble relación, el género que prima es el judicial, con la
complicada defensa del espía de Donovan, con el reflejo de una sociedad
pareaica que anhela la muerte del condenado antes del juicio Abel, con la
marginación y presiones a las que es sometido Donovan, tanto del juez, las
fuerzas de seguridad del estado, o la sociedad, se entrecruza con la subtrama
de pilotos de U2 adiestrados para espiar sobre la URSS, y se produce la
espectacular escena del derribo del avión, y aquí cambia el tono del film a
thriller de espías, el escenario torna al Berlín partido por el nefasto Muro,
allí extraoficialmente el protagonista deberá negociar un intercambio de espías
sorteando las imposiciones de unos y otros.
La puesta en escena es digna
de la maestría de Spielberg, con un sobresaliente diseño de Adam Stockhausen (“Moonrise
Kingdom”, “El Gran Hotel Budapest” o “12 años de esclavitud”), rodándose en Nueva
York, en Beale Air ForceBase, cerca de Marysville en California, en los Studios Badelsberg en Berlín, y en Postdam, en el Aeropuerto
Tempelhof, en el Puente Glienicke (el lugar real del intercambio de espías en
Berlín), y en Wroklaw en Polonia, recreando con
mimo la época, con los vehículos, los trenes, los aviones, la
decoración, las teles, los teléfonos, el vestuario, transportándonos a esta
época, por un lado el bullicio de Nueva York y por otro la desolación de un Berlín
Oriental anclado en el tiempo. Esto adornado por la fascinante fotografía del
polaco Janusz Kaminski (habitual de Spielberg, “La lista de Schindler”, “Salvar
al soldado Ryan” o “Lincoln”), en cinemascope, con tomas preciosas, jugando con
los claroscuros, con escala de grises, con los negros y blancos, con patinados
cromáticos fríos, emitiendo un Berlín sombrío y lúgubre, una extraordinaria
labor, adornada por la cálida y acogedora música de Thomas Newman (“Cadena perpetua”,
“Wall-E” o “Skyfall”), pero sin ser intrusiva, ni dejar mucha huella, de hecho
por el carácter minimalista del film no aparece la música hasta los 40 minutos,
en lo que es la segunda vez que Spielberg no trabaja con John Williams, tras “El
color púrpura”(1985), aquí el compositor
no pudo por estar embarcado en “Star Wars VII”.
Tom Hanks compone a su clásico
personaje, íntegro, honrado, valiente, justo, el clásico héroe capriano que tan
bien encarnó James Stewart, le dota de carisma, de peso, de cercanía, de mucha
empatía, una poderosa presencia, con ese ingenioso toque de que en medio de las
negociaciones este refriado otorgándole una gran naturalidad. El británico Mark
Rylance realiza una recreación del espía Abel brillante, con mesura,
tranquilidad, respetuoso, lacónico, destila humanidad, y detenta una fenomenal
química con Hanks, destilan sinceridad y lealtad, de sus momentos juntos salta
un metraje sensible, que no sensiblero. En el debe de Spielberg cabe achacar
que el resto de secundarios carecen de personalidad, no dejan huella mínima,
meros clichés sin alma.
Como he dicho su tramo final
no me ha gustado, el clímax final en el puente está muy bien planificado y
recreado, pero por su previsibilidad queda desposeído de tensión, meter con
calzador que el otro preso no se sabe si llegará a tiempo es un recurso muy
manido, sobre todo si como digo se sabe de antemano que todo va a salir bien,
me ha resultado impostada. Me ha gustado y porque no decirlo, tocado la fibra
el momento en que llega Donovan a su casa y sus hijos pasan de él, creen solo
ha estado unos días pescando, él se va a la cama, cuando los hijos ven
realmente en la tele lo que ha estado haciendo el padre, sé que es muy manipulador,
pero también efectivo. No me ha gustado por metido con calzador y dárnoslo todo
masticado el momento tren final en que la mujer que lo repudiaba antes por
defender al espía ahora, tras ver lo que ha hecho lo mira con devoción. No me
ha gustado por poco sutil, por maniqueo y propio de cine propagandista el
momento en que Donovan observa por la ventanilla del tren unos chicos saltar
alegremente unas vallas, esto en comparación con lo que vio él en Berlín cuando
dispararon a unos chicos por saltar el muro, y es que parece nos olvidamos como
atacaron a Donovan en su casa por hacer lo justo, o algo más evidente, saltar
la valla un mexicano hacia USA, esto también le puede costar la muerte.
Reflejo de la hipocresía de
las superpotencias es el recibimiento que hacen a sus “espías”, al soviético se
expone se va a defenestrar, y el estadounidense es recibido como un apestado
por haberse dejado coger vivo, aunque luego se publicite de modo patriótico su
vuelta.

Momentos recordables: Su atractivo arranque, vemos un
espejo en el que se refleja un tipo anodino de mediana edad, con gafas y serio,
el plano se va abriendo y vemos las espalda del tipo y que está pintando al
óleo su autoretrato, alegoría sobre las falsas apariencias, se abre más el
plano y vemos está solo en un triste apartamento en penumbra, suena el teléfono
y tranquilamente el tipo se levanta y lo coge, el tipo no dice nada, y nada
escuchamos del interlocutor, dejándonos intrigados, tras lo que el tipo sale al
exterior, camina con un maletín de pintura bajo el puente de Brooklyn en Nueva
York, se sube en el metro y detectamos que alguien le sigue, se baja del metro
y ya son dos los hombres que le siguen, pero entre el gentío en la estación se
les pierde, salen al exterior los perseguidores y hablan con otros, están
nerviosos y acelerados, hasta que lo ven salir de la estación, los
perseguidores los vemos en coche que pasan junto al tipo, está sentado en un
banco pintando el puente de Manhattan, cuando trastea el caballete y saca una
moneda de debajo del banco. El tipo vuelve tranquilo a su apartamento, allí coloca
sobre un caballete un cuadro del puente de Manhattan, enciende un ventilador, y
saca la moneda que coloca sobre una mesa, coge una cuchilla de afeitar y abre
la moneda, de la que saca un pequeño papel con mucho escrito que el tipo
observa con una gran lupa. Entonces varios autos para a la puerta del edificio
saliendo muchos hombres hacia el apartamento del pintor, en el que irrumpen
violentamente, el pintor está en el baño, lo vemos en calzoncillos, con
camiseta de tirantes y fumando, no se inmuta ante el asalto, solo pide le den
su dentadura, uno de los asaltantes le dice son del FBI y llamándolo coronel le
dice que lo detienen por espía, el pintor pide le dejen secar la pintura de la
paleta para no se eche a perder, le dejan y entonces coge el papelito de la
moneda, lo junta a un trapo y lo restriega a la paleta, destruyendo la prueba,
mientras los agentes buscan desesperadamente en el piso. 10 minutos casi en
silencio, solo el sonido ambiente (el bullicio de la calle, los coches, el
ruido del metro, etc) otorgando un grado misterio y tensión maravilloso, con
una excelsa coreografía y un gran manejo del tempo.

Un diálogo significativo sobre
la estoica personalidad de Rudolph Abel, que se repite, Donovan <No sé si es
consciente de su situación, señor Abel. No está nervioso?>; Abel
<Serviría de algo?>; Cuando Donovan intenta ante el
juez echar para atrás pruebas del FBI por estar ilegalmente recogidas, el juez
lo deniega rudamente, apostillando cínicamente <Gozará de una defensa
adecuada y si Dios quiere será condenado, quedando en entredicho la cacareada
imparcialidad de la justicia; Cuando un agente de la CIA reunido con Donovan intenta coaccionarlo
alegando patriotismo para que le revele lo que habla con Abel, y de este modo
vulnere el secreto profesional abogado-cliente, la respuesta de Donovan es de
las que te pone el vello de punta, poniendo en valor porque él que es de origen
irlandés, y el agente que es de origen alemán, y que es lo que los hace
estadounidenses, las reglas (La Constitución), y estas no se retuercen; Frente a la Corte Suprema Donovan <No podemos juzgar como traidor a
este hombre, se ha comportado como un verdadero soldado>; El tenso tramo en que Donovan cruza solo al lado del Berlín Oriental, y
allí es abordado por una pandilla de jóvenes, asistimos a una discusión en
alemán, buen detalle que no veamos subtítulos para sentirnos tan desconcertados
como Donovan, hasta que le roban el chaquetón, que él protagonista les entrega
ante el temor algo peor les pase; Cuando Donovan cruza del este al oeste de
Berlín en tren, y ve estupefacto como tirotean desde una torre de vigilancia a
dos tipos; Cuando el piloto Gary Powers
se sube en el avión de vuelta a USA, los agentes que le acompañan parece hacer
de lado, piensan se dejó coger y dio información a los soviéticos, el dice
lastimeramente que no ha dado información, los demás siguen haciéndole el
vacío, menos Donovan que está a su lado y le dice <No importa lo que piense
la gente, tú sabes lo que hiciste>.
 |
James B. Donovan - Tom Hanks |
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Rudolph Abel - Mark Rylance |
Aunque está basada en hechos
reales, los guionistas y Spielberg alteran y añaden licencias dramáticas
reseñables: Entre la detención de Rudolph Abel en 1957 y el intercambio de espías
en 1962 transcurren 5 años, y en el film da la impresión es mucho menos tiempo;
En la cinta se escenifica que Donovan convence al juez Byers de que no declare
a Abel a pena de muerte y la cambie por la cadena perpetua en la casa del juez
Byers, en realidad fue en audiencia pública; A Donovan nunca le atacaron en su
casa en Nueva York por defender a Abel, como tampoco le robaron el abrigo en
Berlín oriental; Tampoco vio desde el tren que cruzaba de un lado de Berlín al
otro, el tiroteo a dos personas que intentaban saltar el Muro hacia el lado
occidental, esta balacera está inspirada en el asesinato de Peter Fechter
acaecido el 17 de agosto de 1962, cuando con otro amigo, Helmut Kulbei, intentó
saltar el Muro, Helmut lo consiguió, pero Fechter fue alcanzado en la pelvis
quedando en tierra de nadie gritando de dolor, murió ante la vista de la gente
en el lado occidental, ni las fuerzas occidentales, ni las orientales lo
asistieron, muriendo desangrado una hora después; La detención de Frederick
Pryor no es como se escenifica, no fue cruzando el muro mientras se construía,
y fue acusado y declarado culpable de obtener material "confidencial";
Se da a entender que a Abel los soviéticos le van a defenestrar por haber sido
atrapado, en realidad Abel siguió trabajando para la KGB hasta su muerte en
1971 por cáncer de pulmón con 68 años, nacido en Newcastle (Reino Unido), cuyo
nombre verdadero era William Genrikovich Fisher, cuyo alias era Rudolph
Ivanovivh Abel; Donovan es reflejado como un abogado de seguros que nada tenía
que ver con el mundo de la Inteligencia y el espionaje, cuando durante la Segunda Guerra Mundial fue,
consejero general de la Oficina de Servicios Estratégicos (precursora
de la CIA), estando presente como asistente de justicia de Robert H. Jackson en
los Juicios de Núremberg, siendo el presentador de las evidencias visuales
durante el juicio.
En conjunto queda un buen film, no tanto como algunos
pregonan, Spielberg tiene bastante mejores, pero muy por encima de la media, de
esas cintas que al acabarla te sientes mejor que al empezar. Fuerza y honor!!!
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