

800 BALAS.

Muy entretenida cinta
en la sexta realización de Alex de la Iglesia, un formidable homenaje al mundo
del cine y más concretamente al spagueti-western que tuvo su auge en los
cientos de rodajes en el desierto de Tabernas en Almería en la década de los 60
y los 70, siendo el buque insignia el director Sergio Leone y su trilogía del
Dólar, con el gran Clint Eastwood, además de hacer allí “Hasta que llegó su
hora” y “Agáchate maldito”, hace un enternecedor tributo a los especialistas,
dobles y figurante del cine, esos grandes olvidados, con un entrañable dibujo
de unos personajes anclados en un tiempo ya lejano del que no quieren bajarse,
sobresaliendo un Colosal Sancho Gracia. Lástima que el guión sea tan liviano,
tan deja vú, muy manido lo de que un grupo disfuncional de personas sean
acosadas por una constructora que quiere echar abajo su “paraíso”, y más
lastima aún es su último tercio, un caos inmanejable que se le va de las manos
a de la Iglesia, un esperpento cuasi-bochornoso, son como dos films en uno, los
dos primeros tercios un
buenísimos,
el último un despiporre sin pies ni cabeza.


El escenario
principal es un poblado-decorado (el “Fort
Bravo”) en medio del desierto de Tabernas en Almería, lugar donde se rodaron
decenas de spagueti-westerns en las décadas de los 60 y 70, allí sobreviven un
puñado de actores y especialistas haciendo espectáculos de western
(dramatizaciones de tiroteos) para los turistas, son un grupo de perdedores,
disfrutan de lo que hacen, destilando nostalgia por un pasado ya lejano en que
convivían con superproducciones con grandes actores, el líder es Julián
Torralba (gran Sancho Gracia), un ex-especialista, mujeriego y alcohólico que
dice haber sido doble de Clint Eastwood, con el que cuenta trabó amistad. Un
día, sin previo aviso llega hasta allí el nieto de 11 años Julián, Carlos (buen
Luis Castro), este se ha escapado de casa de su madre, Laura (correcta Carmen
Maura), para conocer a su abuelo, el niño queda fascinado por la vida bohemia
de este microcosmos de vividores, pero Laura se entera de donde está Carlos,
ella le tiene una gran tirria a su exsuegro, al que culpa de la muerte de su
marido, y tratará de destrozar su particular “paraíso”.

La idea para el film fue del guionista
Jorge Guerricaechevarría (“El día de la
bestia”, “La comunidad” o “Celda 211”), estaba en Almería buscando
localizaciones para “Fu Manchú” (film aún no realizado), asistió a un
espectáculo de pistoleros para turistas en el “Fort Bravo”, y se le ocurrió la
historia, escribiendo el guión el mismo con el director. Construyen a unos
personajes llenos de vida, muy bien trazados, muy empáticos tanto en el nivel
protagónico como en el secundario, vividores que disfrutan con poco, porque
hacen lo que les gusta, aunque cojea en la esquina de los villanos, caricaturas
planas. Se mueve muy bien por el terreno del humor fresco, con divertidos gags,
haciendo una narración fluida, trepidante, ligera, con momentos que combinan lo
conmovedor con lo disparatado sin caer en lo sensiblero, con diálogos
chisposos, cínicos, mordaces, ácidos, una visión melancólica de un microcosmos
que tantos buenos ratos nos hizo pasar, y frente a estos nostálgicos personajes
la maquinaria pragmática del capitalismo que arrasa con sus despiadados
tiburones desprovistos de cualquier atisbo de sensibilidad, y entre estos dos
mundos un niño que es el nexo de unión, que queda maravillado por estos
vividores bon-vivant borrachos, mujeriegos y pendencieros postrados en un lugar
de fantasía en el que han llegado a creerse sus papeles, el chico es el motor
que produce la catarsis, el choque de submundos entre el Capitalismo y grupo de
Marginados. Es un relato que nos habla de que la felicidad está en hacer lo que
a uno le gusta, un relato de perdedores que son felices en un microuniverso
creado a la medida de sus pequeñas aspiraciones, soñadores que anhelan un
tiempo pasado en un mundo que ya les superó, un tributo a unos periféricos del
Séptimo Arte a los que el director trata de dar dignidad, el realizador vasco
también aprovecha para lanzar algunos dardos envenenados contra el periodismo
amarillista. Pues bien todo lo bueno dicho queda para los 2 primeros tercios
cuando comienzan los “pistoleros” su disputa contra el mundo (la Guardia
Civil), defecto que tiene el director que impone en sus cintas tramos finales
caóticos, bizarros, esperpénticos, y este es buena prueba de ello, el desconcierto
cunde por doquier, el desbarajuste, la anarquía, la mínima cordura es arrasada,
parece que al maestro de ceremonias de este circo se escaparan los payasos e
hicieran cada unos por su cuenta lo que les diera la gana, con un final
calamitoso, está bien lo de loar a los perdedores pero para poder tener poder
de arraigo en el espectador se queda muy
lejos con este desconcierto en que se convierte el rush final, un puzle sin
pies ni cabeza, lo peor es que todo lo bueno, que era bastante, lo echa por la
borda con el sinsentido que nos ofrece, restándole a la postre calidad en la
balanza.

Sancho Gracia está majestuoso en su rol de vividor,
bohemio, orgulloso, soberbio, cínico, borrachín, misántropo, ha edificado un
lugar a su medida para no tener que vivir en la aburrida realidad, un
desheredado que vive de los recuerdos, Sancho le incorpora matices, aristas,
grises, dejando traslucir ternura, fragilidad, grietas, con un porte
carismático, con un habla impetuosa e Imperial fascina la fuerza que transmite,
traspasando la pantalla con su irradiante carácter de líder, Magnífico. Al
parecer su personaje se inspira libremente en el actor vallecano Aldo Sanbrell
(Alfredo Sánchez Brell), actuó en más de 300 películas, estuvo exiliado con su
familia en México, llegó estudiar arte dramático en Estocolmo, donde se operó
de alopecia, lo que le dejó una cicatriz en el rostro, a su retorno a México
llegó a jugar al fútbol en la primera división con el Puebla. En 1959 fallece
su padre y regresa a España, donde jugó en segunda división con el alcoyano y
con el rayo Vallecano, tras lo que abandonó el balompié para dedicarse a
actuar, adoptando el nombre artístico de Aldo Sanbrell, debutando en cine a lo
grande con “Atraco a las 3”, su primer western fue “3 hombres buenos” de sus
amigos los hermanos Marchent, quedando desde entonces encasillado en el
spagueti-western como eterno secundario, mayormente de villano, su primer hijo
lo tuvo con la modelo Cándioda López Cano, Alfredo Xavier Sánchez Cavaleiro, y el padrino fue nada menos que Sergio
Leone, y es que el director romano lo tendría en toda la saga del Dólar,
incluida “Hasta que llegó su hora”, alternando
con actores como
Clint
Eastwood,
Lee
van Cleef,
Gian Maria Volonte,
Eli
Wallach,
Klaus
Kinski,
Henry
Fonda,
Charles Bronson,
Claudia Cardinale o
Woody Strode, además en otras producciones
coincidió con intérpretes tan reconocidos mundialmente como
Ernest Borgnine,
Oliver Reed,
Sean Connery,
John Carradine,
Burt Reynolds,
Fernando Rey, Yul
Brynner,
Arnold
Schwarzenegger,
Raquel Welch,
James Mason,
Jack Palance,
Alain Delon,
Gina Lollobrigida,
Anthony Quinn,
Kirk Douglas u
Orson Welles, un desconocido en nuestro país pero que
probablemente sea nuestro actor más internacional con reconocimientos en Italia
y USA. El 10 de julio de 2010 falleció de infarto cerebral en Alicante, sus
cenizas fueron esparcidas en el “Fort Bravo” de Tabernas (Almería), lugar
principal del rodaje de “800 balas”.

El resto del elenco brilla sobre todo en los del poblado
del Oeste, con un Ángel de Andrés maravilloso como “Cheyenne”, exponiendo
picardía, cuasi-villano divertido, con frases cortantes, muy natural, con
acusada personalidad. Un Manuel Tallafé hilarante con su acento gaditano
queriendo ser vasco, y es los de Bilbao nacen donde quieren. Un Enrique
Fernández como “El Arrastrao” fenomenal y jocoso. El italiano Luciano Federico
como “El Enterraor”, hilarante. Un Eduardo Gómez como “El Ahorcao”
divertidísimo con esa pose de resabiao. Un buen Ramón Barea como el dueño del
poblado. Un siempre carismático Cesáreo Estébanez en un rol ya muy usado por
él, el de agente de policía. Destaca por su belleza y soplo de aire fresco
sensual Yoima Valdés, con un encanto personal que desarma, aunque su escena con
el niño descoloca un poco, chirría este momento pedofilia. Luis Castro como el
niño Carlos recibió muchas malas críticas, yo debo ser un bicho raro, pues a mí
me ha parecido una actuación refrescante, vivaraz, natural, y empática. En el
lado negativo está el confuso papel de Carmen maura, muy acartonada, también
encuentro muy desaprovechada a Terele Pavez y a Eusebio Poncela, no puedes
tenerlos en una película y darles estos indefinidos roles.


La puesta en escena resulta notable, un gran trabajo para
trasladarnos a este sub-western, con un gran trabajo en la d
irección artística de
José Luis Arrizabalaga (“
Los cronocrímenes”,
“
La comunidad” o “
El día de la bestia”) y
Biaffra (“Los cronocrimenes”, “Crimen ferpecto” o “Muertos de risa”), rodando
casi todo en Almería, la mayor parte en el poblado-decorado de “Fort Bravo” de
Tabernas, también en la misma Tabernas, en la urbe de Almería por el Paseo de
“Mi” ciudad, cuando sale Julián de los juzgados , y un poco por el océano de de invernaderos
almerienses cuando reclutan a los peones marroquíes para hacer de indios en “Fort
Bravo”, una bizarra mezcolanza, ello fotografiado con tino por Flavio
Martínez Labiano (“El día de la Bestia”, “Sin identidad” o “Non-stop”) dotando
de gran cromatismo los fotogramas, cercano el espíritu al pulp-comic, con
estupendo uso de grúas, con travellings, con tomas abiertas con marcado
homenaje al western, y esto ensalzado
por la música de Roque Baños (“Sexy
Beast”, “El Maquinista” o “Celda 21”), de reminiscencias al spaghetti-western, atractivas
partitura, arranca con versión flamenca del tema de Morricone de
"El bueno, el feo y el malo", uso de guitarras española, siendo
u gran complemento al tono trivial del
argumento.

Momentos para el recuerdo: El inicio con la vibrante
acción de la persecución de unos forajidos a una diligencia, rodada con pulso
enérgico, propia del mejor western; Como Julián enseña a unos turistas las
reliquias del pasado glorioso del poblado, con el poncho de Eastwood como
estrella, y con la fotografía superpuesta de él con Clint; Julián y troupe de pistoleros
a caballo por el centro de Almería con los transeúntes vitoreándoles cual héroes;
La fiesta salvaje en el poblado, todo un alarde de emisión de alegría de vivir
conjugado con la anarquía alcohólica; El fuera de lugar pero muy bien filmado
duelo final entre “Cheyenne” y Julián, homenajeando el realizador el estilo
Leone, donde dos amigos-enemigos se retan en un enfrentamiento final mostrado
con inercia operística, de carácter elegiaco, con trémulos primeros planos de
los ojos (marca Leone) con incluso tomas cenitales en la que cuasi-levitan los
contendientes, lástima que para llegar allí el director nos haya sumergido en
un caos narrativo que nos ha alejado fríamente de sentir algo, craso error.


La cinta la he
revisionado por varios motivos, uno es que se cumple el 50 aniversario este año
del estreno de “Por un puñado de dólares” de Sergio leone, la que se considera
fue la cinta que supuso el pistoletazo de salida para el boom del spagueti-western,
no fue el primero rodado en Tabernas, pero si el que tuvo distribución
internacional, además con tremendo éxito, también acaba de ser el Festival del
Western celebrado en Almería, por ello he visitado el “Fort Bravo”, donde se
filmó “800 balas”, por ello la he vuelto a ver. Además de este poblado-decorado
hay dos más por la zona de este desierto, otro llamado Western Leone y otro
Oasis, donde además del poblado hay un parque zoológico, todos ellos lugares en
decadencia que se mantienen más por las subvenciones derivados de motivos nostálgicos
que por lo que recaudan, y es que encima los precios por los espectáculos son
para mí abusivos, 17 euros, teniendo en cuenta que son lugares de complicado
acceso. A de la Iglesia en vez del muy ajado argumento de que unos poderosos
los quieren demoler, podría haber ideado una “Guerra” entre poblados con los
diferentes grupos de residentes. Como curiosidad Álex de la Iglesia intentó que
Clint Eastwood apareciera en el final como colofón-homenaje al spagueti-western,
pero fracasó, no llegando a hablar tan siquiera con él, lo sustituyó por un
pegote, puso a un tipo larguirucho y delgado al que oscureció el rostro y puso
la voz de Constantino Romero (actor que lo doblaba habitualmente), quedando una
cosa estridente y muy forzada.

En conjunto, en la balanza puesto lo bueno y lo malo me
da un buen film, que da rabia pensar lo que pudo ser y no fue, apuntaba alto
pero algo crónico en de la Iglesia ocurre, parece poseído en los finales por unos
duendes que lo vuelven majara. Fuerza y honor!!!