LA GRAN BELLEZA.
37/02(02/03/14)
Exuberante film italiano de Paolo Sorrentino, tiene en su desmesura estética su
gran pilar y gran riesgo, un fastuoso retrato de la decadencia, del paso del
tiempo, de lo plúmbeo de la belleza, de la superficialidad, con el hilo
conductor de un carismático personaje interpretado de modo majestuoso por Toni
Servillo, que nos sumerge con su cinismo en un universo hipócrita y snob,
poblado de variopintos personajes.
El
protagonista humano es Jep GamBardella (gran Tony Servillio), al inicio lo
vemos en su mastodóntica fiesta por su 65 cumpleaños, la celebra en su vivienda
ático frente al Coliseo Romano. Jep es un tipo que hace 40 años escribió una
novela de un gran éxito, desde entonces no ha vuelto a hacer un libro, es un cronista social que se dedica a la vida
hedonista. Cuando se entera que ha muerto un amor de su juventud entra en
melancolía, haciendo inventario del sentido de la vida. En esta travesía vital
crepuscular el otro gran protagonista es la hermosa Roma. Por ella Jep se
relacionará con todo tipo de personajes variopintos, que sirven como un
iconoclasta collage de una sociedad decadente, superficial, snob, una travesía
en la que ansia encontrar la belleza pura.
Es una
cinta que no te dejará indiferente o te fascinará o te repelerá, y es que
navega por la difusa línea entre la maestría y lo pretencioso, salvando las
distancias me recuerda mucho a “Spring Breakers”, por aquello de si se puede
retratar el vacío existencial sin caer en él. El guión es del propio director napolitano
y de Umberto Contarello (“Un Lugar Donde Quedarse”) que desarrollan un relato
no lineal que estalla sobre la pantalla para exponernos temas tan universales
como el peso de la vejez, el crepúsculo vital, las oportunidades perdidas, la
belleza efímera, la lujuria, la frustración o la búsqueda de la Belleza Pura, esto
es tratado por Sorrentino lúcidamente, mezclando la mordacidad, lo etéreo de
nuestra alma, el humor corrosivo, acidez, con diálogos y frases brillantes,
ello con un poso de amargura nostálgica, en pos de encontrar un sentido al
sinsentido de la vida. Sorrentino bebe del Federico Fellini de “La Dolce Vita”
sumándolo con la decadencia viscontiana, radiografía Roma y sus gentes en un
mosaico desalentador, primero la proyecta radiante visualmente, jamás se ha
visto más Bella, más Hermosa, más Magnética, y luego la puebla de personajes
vacuos, superficiales, pedantes, narcisistas, el realizador hace un turbador
coctel en el que mete la ancestral belleza romana con sus panteones, sus monumentos,
sus gloriosa fuentes y los rodea de gente vacía, es la clase burguesa en fiesta
perpetua, hedonistas de profesión,
intelectualoides cargantes e hipócritas de por afición. En su feroz crítica
tiene cabida la religión, los empresarios corruptos, la clase alta, el arte, y
es que también pretende una reflexión sobre lo como el arte es eterno y las
personas somos pasajeros de este mundo, y critica el arte contemporáneo pomposo
e impostado de clases resabiadas que creen tener el monopolio de lo que es
Arte.
El film
evoluciona de modo anárquico, enlazando realidad y ensueño, en un discurrir que
se aúnan recuerdos, anhelos, y melancolía metafísica, ello en el marco de la
Ciudad Eterna, el co-protagonista, ya
remarcado por su paradójico y excelso inicio, primero sobreimpresionado vemos el leit-motive del film: <Viajar es
útil, hace trabajar la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. El
viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Va de la vida a la
muerte. Personas, animales, ciudades y cosas, todo es inventado. Es una novela,
nada más que una historia ficticia. Lo dice Littre, él no se equivoca nunca. Y
además, cualquiera puede hacer otro tanto. Basta con cerrar los ojos. Está en
la otra parte de la vida.> (Louis-Ferdinand Celine de “Viaje Al Fin de La
vida”), y bajo los acordes del estremecedor “I Lie” de David Lang interpretado
por la coral femenina Torino Vocalensemble se sucede un collage de imágenes de
Roma, comenzando por un cañonazo en la murallas, sigue con hipnóticos travellings,
donde la cámara parece levitar, flotamos sobre el monumento a Garibaldi, con su
lema <Roma O Morte>, y más junto a personas, vemos a un tipo tumbado en
un banco, en contraste con el grandioso arte, nos suspendemos sobre la Fontana
Dell’Acqua Paola, bella donde un tipo en camiseta de tirantes se refresca,
sobre la fuente el coro femenino en impoluto negro nos deleita, nos acercamos a
un grupo de turistas nipones, una guía les asesora, un japonés se aleja para
fotografiar la ciudad, nos intercalan imágenes del coro cantando, y el
fotógrafo se desvanece, la guía va corriendo lo toca y no se mueve, seguimos
viendo a la coral, y al fondo los turistas rodean al probable muerto, quizás
por el “Síndrome de Stendhal”, y cortamos a la noche con un desgarrador grito
de mujer que anuncia una fastuosa celebración nocturna en una terraza, la
música cambia radicalmente con el fiestero remix “Far L’Amore” cantado por Bob
Sinclair y Rafaella Carra, decenas de personas bailando en frenesí, al fondo un
enorme neón de “Martini”, bellas go-gos, un tipo poco agraciado le dice a una
de ellas <Te voy a follar>, mientras ella pasa, hay primeros planos
enérgicos mientras la música retumba en nuestros oídos, gente vestida
sofisticadamente, bailan sensualmente, volvemos al calvo obsesionado con la
go-go que le dice su frase, este le dice que se largue, plano cenital en el que
unos hombres mantean a una enana en éxtasis, seguimos un recorrido por esta
bacanal en que no faltan las exhibicionistas, vemos a la enana tumbada en el
suelo, de una tarta-coliseo sale una mujer, una vedette obesa en decadencia,
dos mujeres la critican, la vedette tiene en su pecho un gran 65, la alzan y
grita <Felicidades Jep, Felicidades
Roma>, y a los 10 minutos aparece el protagonista, Jep, sonriendo, fumando y
saludando, y cambia la música a “Mueve La Colita” del Gato DJ, la gente baila
desenfrenadamente, con las mujeres a un lado y los hombres al otro, todos en
hilera, de pronto la música se ralentiza, vemos en medio de a Jep
tranquilamente encendiéndose un cigarrillo, mira a cámara y habla en off < A
esa pregunta tan infantil mis amigos siempre contestaban lo mismo, los coños!
Yo en cambio contestaba el olor de las casas de los viejos. La pregunta era:
Que es lo que más te gusta de la vida? Estaba destinado a la sensibilidad.
Estaba destinado a convertirme en escritor. Estaba destinado a convertirme en
Jep Gambardella>, y hay un lindo plano de lejos en que se ve el ático en
pleno frenesí, a un lado el neón de Martini y sobre el oscuro horizonte brilla
sobreimpresionado el título “La Grande Bellezza”, 13 minutos excelsos, llenos
de contrastes, por un lado la enraizada antigüedad Monumental, y por otro la
superficial modernidad, fusionadas en una ciudad compleja. Es un inicio en que
nos sentimos sacudidos, descolocados, no sabemos si es una película o un
documental, zozobramos en esta orgia visual fascinante, una embrujadora puerta
de entrado a un espectáculo singular.
Sorrentino nos proyecta cáusticamente
hacia un cuasi-documental de fauna y flora en que en esta urbe milenaria
germinan toda clase de tipos frívolos, actores de una gran farsa, donde la
vanidad, el narcisismo, el egocentrismo florecen en un complejo desarrollo, un
ejercicio de estilo virtuoso estético, donde la cámara juega con planos de gran
lirismo, dotado de un montaje vibrante provocador que pasa de la belleza pura a
la plúmbea vida de estos guiñoles y viceversa, ello con una potencia visual
expansiva, a veces excesiva, otras conmovedora, otras aparatosa, otras poética,
pero siempre arrollando, impregnado el metraje de una extrema sensibilidad
gracias a su sibarita ambientación.
La puesta en escena es
Colosal, un espectáculo sensorial epicúreo, con un diseño de producción
impresionante de Stefania Cella (“John Q”) paseándonos por una fulgurante Roma,
sus monumentos, sus parques, sus palacios, sus fuentes, sus calles, esto
embellecido por la gloriosa fotografía de Luca Bigazzi (“Romanzo Criminale” o
“Il Divo”), con travellings, zooms, grúas, primeros planos, planos cenitales,
slows, atrás y adelante, subjetivos, un lúcido manejo de la cámara como
canalizador de emociones, tiñendo de luminosidad ocre Roma, o atrapando en
inquietantes escenas a oscuras únicamente iluminado por velas paseando entre
estatuas, sublime, esto trufado de un soundtrack que te sacude alternando música trémula y la
pop italiana, paralela a los contrastes de la cinta, construyendo escenas
cautivadoras en las que se profundiza en la ambigua Condición Humana, y esto
entrelazado por un vibrante montaje de Cristiano Travaglioli (“Il Divo”).
Toni Servillo (cuarto
trabajo con Sorrentino) es el epicentro del film, el alma que da sentido a este
serpenteante relato que navega entre lo onírico y lo real, icónica su imagen
elegantemente vestido y dando caladas al cigarro, un dandy siempre con la frase
adecuada, una actuación majestuosa, un
vividor carismático, soberbio, bañada de cinismo, sardonismo, desencanto,
cansancio, melancolía, sofisticado, mente preclara, con una narración en off
que envuelve la cinta en una honda nostalgia por la pérdida de algo que nunca
tuvo, hombre hastiado de unas amistades pedantes a las que no duda en humillar
con su pérfida lengua, ejemplo como con sibilinidad destroza a una resabiada
aludiendo a Flaubert, arremete con agudeza contra la frivolidad cuando él vive
de ella, un ser frío que parece insensible a lo que le rodea. Jep es el alter
ego de Sorrentino, el arma que utiliza para atacar este cosmos de esta
“aristocracia”, es un novelista de un solo trabajo escrito hace 40 años, “El
Aparato Humano”, su éxito le persigue como una sombra de la que no puede
escapar, desde entonces solo se dedica a vivir de fiesta en fiesta, de mujer en
mujer, alterna con profesionales de la hipocresía, payasos de un circo donde el
público no ríe, Jep/Servillo es Roma, llega a confesar paseando a orillas del
Tíber que cuando llegó a la capital a los 26 años decidió ser “El Rey De La
Buena Vida”, y a fe lo consiguió.
La tara que impide sea
redonda es que no siempre está equilibrada la narración, el mayor tiempo sí,
pero hay momentos en que al realizador se viene arriba y se pasa, se excede en
el surrealismo convirtiéndose en aquello que critica, estos tramos pomposos
añaden minutos que la hacen desmesurada en tiempo, siendo defecto cuando se
salta la historia lineal, se introduce en el arte abstracto se indefine y se dispersa
alejando al espectador.
La cinta es un reguero de
momentos para el recuerdo, como el ya mencionado inicio, o cuando Jep tumbado
en la cama observa el techo que se convierte en el mar, metáfora de sus anhelos
de juventud, o la representación de arte post-moderno en que una actriz desnuda
y con el martillo y la hoz tatuado cerca de su entrepierna se lanza contra un
arco de piedra, reflejo de cómo Sorrentino se ríe de este pseudo- arte, el
funeral de su amor de juventud, Jep llora, expone que todos tenemos
sentimientos, incluso él los exterioriza, o la cínica labia de jep para
destrozar a una mujer de “izquierdas” con un argumento lapidario, la exposición
de un mural de retratos de todos los días de la vida de un tipo, o los nobles
que se alquilan para saraos, o las chanzas a la Iglesia contraponiendo al Cardenal
que da consejos culinarios, lo profano, enfrentado a una monja centenaria en
voto de pobreza que quiere subir las escaleras vaticanas de rodillas, lo
sagrado y puro, esto también se da cuando un cura y una monja mientras pasean
piden una botella de champán, dardo contra esta institución. Esta la poética
escena en que unos flamencos se posan sobre el ático de Jep, símbolo de la
belleza de la Naturaleza esto fundido con la belleza mística de la centenaria
monja que con su aliento expulsa a las aves de la terraza, estas vuelan sobre
el coliseo en un crepuscular plano, y más pero el límite de caracteres,
recomiendo quedarse a sus excelsos créditos finales.
Asimismo dejo aquí algunas
frases brillantes: <El descubrimiento más notable que he hecho es que no
puedo perder el tiempo en cosas que no me apetece hacer>, <Los verdaderos habitantes de Roma son sus
turistas>, <Las raíces son importantes>, <La pobreza
no se cuenta. Se vive>, <Pues la felicidad sólo es
saludable para el cuerpo, pero es el dolor el que desarrolla las fuerzas del
espíritu>, <Flaubert quería escribir una novela sobre la nada, puedo
escribirla yo>, <Buscaba la gran Belleza, pero no la he encontrado>.


En conjunto
una notable obra, inclasificable, no apta a todos los paladares, no te dejará
indiferente, dotada de una “Gran Belleza”. Fuerza y honor!!!
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