jueves, 12 de junio de 2014



LA GRAN BELLEZA.

37/02(02/03/14) Exuberante film italiano de Paolo Sorrentino, tiene en su desmesura estética su gran pilar y gran riesgo, un fastuoso retrato de la decadencia, del paso del tiempo, de lo plúmbeo de la belleza, de la superficialidad, con el hilo conductor de un carismático personaje interpretado de modo majestuoso por Toni Servillo, que nos sumerge con su cinismo en un universo hipócrita y snob, poblado de variopintos personajes.

El protagonista humano es Jep GamBardella (gran Tony Servillio), al inicio lo vemos en su mastodóntica fiesta por su 65 cumpleaños, la celebra en su vivienda ático frente al Coliseo Romano. Jep es un tipo que hace 40 años escribió una novela de un gran éxito, desde entonces no ha vuelto a hacer un libro, es un  cronista social que se dedica a la vida hedonista. Cuando se entera que ha muerto un amor de su juventud entra en melancolía, haciendo inventario del sentido de la vida. En esta travesía vital crepuscular el otro gran protagonista es la hermosa Roma. Por ella Jep se relacionará con todo tipo de personajes variopintos, que sirven como un iconoclasta collage de una sociedad decadente, superficial, snob, una travesía en la que ansia encontrar la belleza pura.

Es una cinta que no te dejará indiferente o te fascinará o te repelerá, y es que navega por la difusa línea entre la maestría y lo pretencioso, salvando las distancias me recuerda mucho a “Spring Breakers”, por aquello de si se puede retratar el vacío existencial sin caer en él. El guión es del propio director napolitano y de Umberto Contarello (“Un Lugar Donde Quedarse”) que desarrollan un relato no lineal que estalla sobre la pantalla para exponernos temas tan universales como el peso de la vejez, el crepúsculo vital, las oportunidades perdidas, la belleza efímera, la lujuria, la frustración o la búsqueda de la Belleza Pura, esto es tratado por Sorrentino lúcidamente, mezclando la mordacidad, lo etéreo de nuestra alma, el humor corrosivo, acidez, con diálogos y frases brillantes, ello con un poso de amargura nostálgica, en pos de encontrar un sentido al sinsentido de la vida. Sorrentino bebe del Federico Fellini de “La Dolce Vita” sumándolo con la decadencia viscontiana, radiografía Roma y sus gentes en un mosaico desalentador, primero la proyecta radiante visualmente, jamás se ha visto más Bella, más Hermosa, más Magnética, y luego la puebla de personajes vacuos, superficiales, pedantes, narcisistas, el realizador hace un turbador coctel en el que mete la ancestral belleza romana con sus panteones, sus monumentos, sus gloriosa fuentes y los rodea de gente vacía, es la clase burguesa en fiesta perpetua, hedonistas  de profesión, intelectualoides cargantes e hipócritas de por afición. En su feroz crítica tiene cabida la religión, los empresarios corruptos, la clase alta, el arte, y es que también pretende una reflexión sobre lo como el arte es eterno y las personas somos pasajeros de este mundo, y critica el arte contemporáneo pomposo e impostado de clases resabiadas que creen tener el monopolio de lo que es Arte.

El film evoluciona de modo anárquico, enlazando realidad y ensueño, en un discurrir que se aúnan recuerdos, anhelos, y melancolía metafísica, ello en el marco de la Ciudad Eterna, el co-protagonista,  ya remarcado por su paradójico y excelso inicio, primero sobreimpresionado  vemos el leit-motive del film: <Viajar es útil, hace trabajar la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. El viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Va de la vida a la muerte. Personas, animales, ciudades y cosas, todo es inventado. Es una novela, nada más que una historia ficticia. Lo dice Littre, él no se equivoca nunca. Y además, cualquiera puede hacer otro tanto. Basta con cerrar los ojos. Está en la otra parte de la vida.> (Louis-Ferdinand Celine de “Viaje Al Fin de La vida”), y bajo los acordes del estremecedor “I Lie” de David Lang interpretado por la coral femenina Torino Vocalensemble se sucede un collage de imágenes de Roma, comenzando por un cañonazo en la murallas, sigue con hipnóticos travellings, donde la cámara parece levitar, flotamos sobre el monumento a Garibaldi, con su lema <Roma O Morte>, y más junto a personas, vemos a un tipo tumbado en un banco, en contraste con el grandioso arte, nos suspendemos sobre la Fontana Dell’Acqua Paola, bella donde un tipo en camiseta de tirantes se refresca, sobre la fuente el coro femenino en impoluto negro nos deleita, nos acercamos a un grupo de turistas nipones, una guía les asesora, un japonés se aleja para fotografiar la ciudad, nos intercalan imágenes del coro cantando, y el fotógrafo se desvanece, la guía va corriendo lo toca y no se mueve, seguimos viendo a la coral, y al fondo los turistas rodean al probable muerto, quizás por el “Síndrome de Stendhal”, y cortamos a la noche con un desgarrador grito de mujer que anuncia una fastuosa celebración nocturna en una terraza, la música cambia radicalmente con el fiestero remix “Far L’Amore” cantado por Bob Sinclair y Rafaella Carra, decenas de personas bailando en frenesí, al fondo un enorme neón de “Martini”, bellas go-gos, un tipo poco agraciado le dice a una de ellas <Te voy a follar>, mientras ella pasa, hay primeros planos enérgicos mientras la música retumba en nuestros oídos, gente vestida sofisticadamente, bailan sensualmente, volvemos al calvo obsesionado con la go-go que le dice su frase, este le dice que se largue, plano cenital en el que unos hombres mantean a una enana en éxtasis, seguimos un recorrido por esta bacanal en que no faltan las exhibicionistas, vemos a la enana tumbada en el suelo, de una tarta-coliseo sale una mujer, una vedette obesa en decadencia, dos mujeres la critican, la vedette tiene en su pecho un gran 65, la alzan y grita  <Felicidades Jep, Felicidades Roma>, y a los 10 minutos aparece el protagonista, Jep, sonriendo, fumando y saludando, y cambia la música a “Mueve La Colita” del Gato DJ, la gente baila desenfrenadamente, con las mujeres a un lado y los hombres al otro, todos en hilera, de pronto la música se ralentiza, vemos en medio de a Jep tranquilamente encendiéndose un cigarrillo, mira a cámara y habla en off < A esa pregunta tan infantil mis amigos siempre contestaban lo mismo, los coños! Yo en cambio contestaba el olor de las casas de los viejos. La pregunta era: Que es lo que más te gusta de la vida? Estaba destinado a la sensibilidad. Estaba destinado a convertirme en escritor. Estaba destinado a convertirme en Jep Gambardella>, y hay un lindo plano de lejos en que se ve el ático en pleno frenesí, a un lado el neón de Martini y sobre el oscuro horizonte brilla sobreimpresionado el título “La Grande Bellezza”, 13 minutos excelsos, llenos de contrastes, por un lado la enraizada antigüedad Monumental, y por otro la superficial modernidad, fusionadas en una ciudad compleja. Es un inicio en que nos sentimos sacudidos, descolocados, no sabemos si es una película o un documental, zozobramos en esta orgia visual fascinante, una embrujadora puerta de entrado a un espectáculo singular.

Sorrentino nos proyecta cáusticamente hacia un cuasi-documental de fauna y flora en que en esta urbe milenaria germinan toda clase de tipos frívolos, actores de una gran farsa, donde la vanidad, el narcisismo, el egocentrismo florecen en un complejo desarrollo, un ejercicio de estilo virtuoso estético, donde la cámara juega con planos de gran lirismo, dotado de un montaje vibrante provocador que pasa de la belleza pura a la plúmbea vida de estos guiñoles y viceversa, ello con una potencia visual expansiva, a veces excesiva, otras conmovedora, otras aparatosa, otras poética, pero siempre arrollando, impregnado el metraje de una extrema sensibilidad gracias a su sibarita ambientación.

La puesta en escena es Colosal, un espectáculo sensorial epicúreo, con un diseño de producción impresionante de Stefania Cella (“John Q”) paseándonos por una fulgurante Roma, sus monumentos, sus parques, sus palacios, sus fuentes, sus calles, esto embellecido por la gloriosa fotografía de Luca Bigazzi (“Romanzo Criminale” o “Il Divo”), con travellings, zooms, grúas, primeros planos, planos cenitales, slows, atrás y adelante, subjetivos, un lúcido manejo de la cámara como canalizador de emociones, tiñendo de luminosidad ocre Roma, o atrapando en inquietantes escenas a oscuras únicamente iluminado por velas paseando entre estatuas, sublime, esto trufado de un soundtrack  que te sacude alternando música trémula y la pop italiana, paralela a los contrastes de la cinta, construyendo escenas cautivadoras en las que se profundiza en la ambigua Condición Humana, y esto entrelazado por un vibrante montaje de Cristiano Travaglioli (“Il Divo”).

Toni Servillo (cuarto trabajo con Sorrentino) es el epicentro del film, el alma que da sentido a este serpenteante relato que navega entre lo onírico y lo real, icónica su imagen elegantemente vestido y dando caladas al cigarro, un dandy siempre con la frase adecuada,  una actuación majestuosa, un vividor carismático, soberbio, bañada de cinismo, sardonismo, desencanto, cansancio, melancolía, sofisticado, mente preclara, con una narración en off que envuelve la cinta en una honda nostalgia por la pérdida de algo que nunca tuvo, hombre hastiado de unas amistades pedantes a las que no duda en humillar con su pérfida lengua, ejemplo como con sibilinidad destroza a una resabiada aludiendo a Flaubert, arremete con agudeza contra la frivolidad cuando él vive de ella, un ser frío que parece insensible a lo que le rodea. Jep es el alter ego de Sorrentino, el arma que utiliza para atacar este cosmos de esta “aristocracia”, es un novelista de un solo trabajo escrito hace 40 años, “El Aparato Humano”, su éxito le persigue como una sombra de la que no puede escapar, desde entonces solo se dedica a vivir de fiesta en fiesta, de mujer en mujer, alterna con profesionales de la hipocresía, payasos de un circo donde el público no ríe, Jep/Servillo es Roma, llega a confesar paseando a orillas del Tíber que cuando llegó a la capital a los 26 años decidió ser “El Rey De La Buena Vida”, y a fe lo consiguió.

La tara que impide sea redonda es que no siempre está equilibrada la narración, el mayor tiempo sí, pero hay momentos en que al realizador se viene arriba y se pasa, se excede en el surrealismo convirtiéndose en aquello que critica, estos tramos pomposos añaden minutos que la hacen desmesurada en tiempo, siendo defecto cuando se salta la historia lineal, se introduce en el arte abstracto se indefine y se dispersa alejando al espectador.

La cinta es un reguero de momentos para el recuerdo, como el ya mencionado inicio, o cuando Jep tumbado en la cama observa el techo que se convierte en el mar, metáfora de sus anhelos de juventud, o la representación de arte post-moderno en que una actriz desnuda y con el martillo y la hoz tatuado cerca de su entrepierna se lanza contra un arco de piedra, reflejo de cómo Sorrentino se ríe de este pseudo- arte, el funeral de su amor de juventud, Jep llora, expone que todos tenemos sentimientos, incluso él los exterioriza, o la cínica labia de jep para destrozar a una mujer de “izquierdas” con un argumento lapidario, la exposición de un mural de retratos de todos los días de la vida de un tipo, o los nobles que se alquilan para saraos, o las chanzas a la Iglesia contraponiendo al Cardenal que da consejos culinarios, lo profano, enfrentado a una monja centenaria en voto de pobreza que quiere subir las escaleras vaticanas de rodillas, lo sagrado y puro, esto también se da cuando un cura y una monja mientras pasean piden una botella de champán, dardo contra esta institución. Esta la poética escena en que unos flamencos se posan sobre el ático de Jep, símbolo de la belleza de la Naturaleza esto fundido con la belleza mística de la centenaria monja que con su aliento expulsa a las aves de la terraza, estas vuelan sobre el coliseo en un crepuscular plano, y más pero el límite de caracteres, recomiendo quedarse a sus excelsos créditos finales.

Asimismo dejo aquí algunas frases brillantes: <El descubrimiento más notable que he hecho es que no puedo perder el tiempo en cosas que no me apetece hacer>, <Los verdaderos habitantes de Roma son sus turistas>, <Las raíces son importantes>, <La pobreza no se cuenta. Se vive>, <Pues la felicidad sólo es saludable para el cuerpo, pero es el dolor el que desarrolla las fuerzas del espíritu>, <Flaubert quería escribir una novela sobre la nada, puedo escribirla yo>, <Buscaba la gran Belleza, pero no la he encontrado>.



En conjunto una notable obra, inclasificable, no apta a todos los paladares, no te dejará indiferente, dotada de una “Gran Belleza”. Fuerza y honor!!!

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