domingo, 14 de agosto de 2022

 


LA CARRERA DEL SIGLO.

 

Este Es uno de esos films que guardaba un gran recuerdo de mi niñez, y de los que no he querido estropear el mismo con una revisión, hasta ahora que por precisamente mostrárselo a mi hijo le he revisionado, y me he topado con lo que me temía una comedia donde sus aspiraciones megalómanas (12 millones de dólares de presupuesto, equivalente a 98,36 millones de dólares en 2020, para ser la más costosa comedia de la historia hasta entonces reluce en muchos aspectos, pero no en el humor) superan en muy mucho su pueril resultado final. Un fuil m de un humor tan infantil como simplista en sus ajados mecanismos. Dirige Blake Edwards, quien en los 60 estaba en la cresta de la ola de Hollywood, debido al éxito de las películas anteriores como “Breakfast at Tiffany's”, “The Pink Panther” y su secuela “A Shot in the Dark”, el presupuesto de la película comenzó en $6 millones. Mirisch Productions inicialmente financió la película para United Artists. Los crecientes costos de la película llevaron a UA a abandonar la película, y Warner Brothers se hizo cargo del proyecto. Al hacer la epopeya de megapresupuesto de 1965, el director tenía el objetivo declarado de hacer la comedia más divertida de la historia a gran escala, fabulosa y de tirarlo todo a la pantalla.

 

El guion de Edwards y Arthur A. Ross (“Brubaker”) se inspiró libremente en la carrera de Nueva York a París de 1908. El 12 de febrero de 1908, la "Carrera de autos más grande" comenzó con seis participantes, comenzando en la ciudad de Nueva York y corriendo hacia el oeste a través de tres continentes. El destino fue París, lo que la convirtió en la primera carrera automovilística alrededor del mundo. Edwards solo tomó prestados la ruta aproximada de la carrera y el período de tiempo general en su esfuerzo por hacer "la comedia más divertida de la historia". La intención e Edwards era hacer un grandioso homenaje al cine mudo, al slapstick, al estilo cómico sobre todo de los Laurel y Hardy, el mejor ejemplo de esto último es la Batalla de Tartas que se da en la película, la cacareada como más enorme en este sentido de la Historia del Cine (tramo de 4 minutos y 20 segundos con un coste de 200.000 $ [$1.720.000 de 2021] para rodar, con más de 4000 tartas de proyectiles, esto lo popularizaron los en España llamados ‘Gordo y Flaco’ en su cortometraje de 1927 “The Battle of the Century”, donde volaron en la refriega ´bélica’ más de 3000, aunque estos en un solo día de filmación, mientras en al de 1965 necesitaron 5 días de rodaje. Curiosamente en ese momento se conocía principalmente solo a través de ese clímax; primer carrete se perdió hasta década de 1970 y resto del segundo carrete se perdió hasta 2015.

 

Pero todas sus loables aspiraciones se ven socavadas por una falta de inventiva y de humor mínimamente ingenioso que parece estemos viendo los cerebros de los guionistas con molinillos del desierto pasar de lado a lado, vamos, un erial de imaginación, con situaciones tontorronas, y todo notándose acartonado y cuasi-rancio en muchas ocasiones, y es que, pese a lo que piense Edwards, en cine y por ende, en una comedia más no tiene porque ser mejor, lo principal es tener buenas ideas que hagan avanzar al trama y de vez en cuando gags divertidos. Y aquí lo que tenemos es una super producción de (unos desproporcionados) 160 minutos (!!!), con su obertura musical, su intermisión musical y su cierre musical, que aspira a ir a rebufo de ser una mezcla entre la oscarizada “La vuelta al mundo en 80 días” (1956) por lo de la carrera alrededor del mundo, y “El mundo está loco, loco, loco, loco” estrenada con gran éxito solo dos años antes, siendo una comedia alocada con mucho de toon. Pero aquí los resultados son torpones, y lo que es peor y sangrante, llega a aburrir. Baste decir que tarda tres cuartos de hora en dar comienzo la carrea titular (donde ya se presenta el tono de humor para parvulario), hasta entonces la presentación reiterativa de los personajes y sus caracteres (lo de varias veces ver al profesor Fate fracasa en el sabotaje a su rival resulta cansino, sobre todo si es con recursos tan idiotescos, valga de muestra el ridículo gag con el periscopio).

 

Para dar lustre al cartel tomó Blake a la icónica pareja de “Some like it hot” (1959), que no trabajaban juntos desde entonces, pero en esta ocasión pasan de amigos a antagonistas, Tony Curtis (aunque el director pretendía a Robert Wagner, pero el estudio no quiso por haberse divorciado hacía poco de la que iba a ser co-protagonbista, Natalie Wood) de galán y héroe como el gran Leslie y Jack Lemmon como el caricaturesco villano de la función en la piel del Profesor Fate (aunque también tiene tiempo de desdoblarse en un jocoso y muy amanerado heredero a una corona europea), teniendo un escalón por debajo a una esplendorosa Natalie Wood (no da la impresión estuviera pasando por una crisis durante la filmación, y es que justo acabar el rodaje se intentó suicidar) como Maggie Dubois, ella como interés romántico, además de servir para la lucha de sexos, y con ello lanzar diatribas en favor de la emancipación femenina (entonces ni tan siquiera le estaba permitido votar en las elecciones). Ello para unas actuaciones propias del cartoon, sin alma, lisas, donde tenemos a un Curtis paseando prestancia, elegancia y belleza masculina de adonis, pero sin alma, actuación monocorde; Lemmon está pasado de vueltas en su histrionismo galopante, desmadrado, desafío en sus ademanes, sus berrinches, sus movimientos alocados, es malo porque si, no se sabe de dónde le viene su animadversión por Leslie, simplemente por imperativo del (penoso) guion, se redobla su sobreactuación cuando debe dar vida al afeminado aristócrata; De Natalie Wood lo mejor que se puede decir es que cuando aparece saliendo del lago en ropa interior es el mejor momento del film para mí, de esas sensaciones solo a la altura de la Andress saliendo del caribe con su bikini blanco, o siendo uno de mis sueños húmedos cuando (del cielo) cae sobre los brazos del malo en corsé y lencería (arghhhh!!!), pero su actuación aun teniendo vigor, carece de personalidad propia, un cliché, eso sí, con cuerpo de pecado. Seguro que disfrutó cuando en una escena (claramente en un loft de estudio) se hace ver llega a una ciudad rusa imperial con las gentes esperándolos con antorchas en las calles, no se sabe que va a pasar y entonces, Natalie se arranca a hablar en ruso, esto no es casual, pues la actriz era hija de emigrantes rusos, de hecho, su verdadero nombre es Natalia Nikolayevna Zajarenko.

 

Pero lo importante en una comedia es el humor y de eso aquí andamos escasos (siendo benévolos), todo son situaciones arbitrarias que incluso se reiteran donde no había risas y se explayan, la sutilidad humorística es un ente inexistente en el cuantioso minutaje. Ejemplo es que el film tiene dos grandes momentos ‘épicos’ climáticos, la paródica pelea en el salón del oeste (en que mundo vive esta gente, donde se ponen a hacer fiestas a gente que está  en medio de una carrera, y se molestan si pretenden continuar la misma?), y la mencionada batalla de tartas y ambas son coreografiadas de forma plana, sin gracia, y como parece consciente de ello el director lo único que se le ocurre es alargarla, como si estirar algo sin humor lo provocara. En el tercio final se sacan de la chistera de malos magos los guionistas (ante la falta de ideas) una parodia del clásico de aventuras “El prisionero de Zenda”, concretamente de la versión estrenada en 1937 (esto se nota en el duelo a espada donde hay una toma de sus sombras como en la del 37), que al menos vale apera sacar al disparatado Lemmon en un rol que se nota disfrutar como un niño. Pero donde el sentido de road-movie se pierde por completo. Un dislate propio de la anarquía de un relato caótico. Donde su estructura episódica resulta, más acartonada que el b loque de Iceberg.

 

Es curioso que comience con Tony Curtis como el gran Leslie, en un espectáculo ante un gran público, donde es atado a una camisa de fuerza y a la vez amarrado pro los pies a un globo aerostático sin piloto que asciende a los cielos, esto para que Leslie intente desatarse y subir a los ‘mandos’ de la cesta del globo, ello en un acto propio del Gran Houdini, y ahí viene la anécdota, pues Curtis lo encarnó en “Houdini” en 1953. Por supuesto el Profesor Fate con su ayudante Max intentarán sabotear la actuación con un cañón, no que decir tiene cual es el resultado.

 

Los fastos del enorme presupuesto  brillan sobre todo en el diseño de producción de Fernando Carrere (“La Gran Evasión” o “El Guateque”), creando ampulosos escenarios en sobre todo la gótica vivienda del Profesor fate, el salón de la pelea del oeste, y en los interiores de los palacios del ficticio país centroeuropeo; también está el estupendo vestuario creado por la gran Edith Head (ganadora de 8 Oscar) para Natalie Wood y su extraordinario guardarropa; también están los vehículos de los protagonista, auténticas maravillas, el del gran Leslie por su elegancia (con una delantera que haría las delicias del Dr. Freud en lo referente a las reminiscencias fálicas) y el otro, el del Profesor Fate por su diseño aterrador, y sus delirantes gadgets (el cañón, el elevador o el difusor de humo negro); pero sin embargo a la par discurren situaciones chirriantes, como son esas penosas tomas de los autos con una pantalla detrás, o las coreografías nada atractivas de bien sean bailes, o peleas, o el tramo supuestamente en Alaska con los autos rivales en medio de la nieve y entre ellos un oso polar, donde solo faltan las luces de neón para decir que estamos en un set de la Warner rodando, es que huelo el caro piedra del iceberg; Pero tampoco es que la cinematografía de Russell Harlan (nominado al Oscar sin premio, lo fue sin éxito en seis ocasiones; con trabajos en su haber tan buenos como “Matar a un ruiseñor” o “Hatari!”) sea nada especial, sobresale por el fulgor cromático que despliega, todo un festín de colorido, así como buena en las tomas generales; El maestro Henry Mancini (“La Pantera Rosa” o “Desayuno con Diamanates”) en la música no hace un trabajo a recordar.

 

Como intérpretes de apoyo están un siempre divertido Peter Falk, que demuestra buena química con Lemmon como su ayudante Max; Keenan Wynn como el ayudante Hezekiah, aporta la sutilidad de un actor clásico secundario; Arthur O'Connell y Vivian Vance como el disfuncional matrimonio Goodbody, él Henry es director de un periódico neoyorkino (al que se apunta a ‘empujones’ el personaje de la Wood como reportera para seguir la carrera) y ella Hester, una sufragista beligerante por los derechos de la mujer que ataca a al diario de su esposa que se muestra pusilánime ante el nervio de ella. Esta es una sub trama que se mantiene durante la primera mitad, conectando la carrera con las palomas mensajeras de la reportera (fruto de ello un gag que da el tono tontorrón del film, donde el secretario del director sale a la cornisa a gran altura para coger la paloma mensajera [como si las palomas no tuvieran su lugar de aterrizaje en palomares en azoteas] y termina cayendo al vacío ante la indiferencia de su jefe, para a la siguiente escena verlo vivo [milagrosamente es poco] con una venda en la cabeza), pero que luego se abandona tras la intermisión, ello proyectando el caos del guion.

 

Todo para desembocar por lo menos en un final inesperado (spoiler*), pues todo el film me era una especie de intento del Coyote (Profesor Fate de atrapar al Correcaminos (Gran Leslie), con lo que  esto implica el final de cada una de sus aventuras. Pero esto n o puede contrapesar toda la inanidad pomposa de un film tan grande en medios como escaso en ingenio.

 

Trabajando con Warner, el nuevo agente de Curtis, Irving "Swifty" Lazar, negoció 125.000 dólares por Curtis, más que Edwards y Lemmon, que iban a recibir 100.000 dólares cada uno. Después de que Warner firmó el contrato de Curtis, Lazar razonó que Edwards y Lemmon deberían ganar 125.000 dólares, y Warner aumentó su compensación para igualar a Curtis.

 

Natalie Wood no quería hacer La gran carrera, pero Warner la convenció. Wood no estaba contenta con su carrera y su vida personal, ya que se divorció de Robert Wagner en abril de 1962. Warner le preguntó a Curtis si le daría un porcentaje de las regalías de su película a Wood como un incentivo, pero Curtis se negó. Él dijo: "No pude darle nada para que quisiera hacer la película". En lugar de más dinero, Warner le prometió a Wood que si completaba La gran carrera, podría protagonizar el drama de Gavin Lambert Inside Daisy Clover, un papel que deseaba tener. Wood estuvo de acuerdo, pensando que la filmación sería breve en la película de Edwards.

 

Muchos de los chistes visuales de The Great Race fueron costosos de crear, y los costos se dispararon a 12 millones de dólares cuando se terminó la película. Edwards, a veces con Wood a cuestas, visitó repetidamente a Warner en su oficina para pedir más dinero. Warner aprobó casi todas las solicitudes. Cuando se estrenó, fue la comedia más cara jamás filmada.

 

El rodaje terminó en noviembre de 1964. Durante los cinco meses de rodaje, la infelicidad de Wood no fue visible para el elenco y el equipo, y su caracterización de Maggie DuBois fue divertida. Su hermana Lana Wood pensó que Wood se veía más bonita que nunca, pero Lana sintió que la película "fue físicamente agotadora" para Wood. El viernes 27 de noviembre, el día después del Día de Acción de Gracias, Wood terminó el último trabajo de diálogo, luego se fue a casa y se tragó una botella de píldoras recetadas. Aturdida por las drogas, llamó a su amigo Mart Crowley, quien la llevó al hospital para recibir tratamiento de emergencia.

 

El automóvil blanco del héroe, el Leslie Special, fue construido por Warner Brothers para parecerse a un Thomas Flyer, el automóvil que ganó la carrera de Nueva York a París de 1908. Según el Petersen Automotive Museum, se construyeron cuatro "Leslie Specials". Uno de los cuatro está en el Museo del Automóvil de Tupelo en Tupelo, Mississippi, catalogado como Leslie Special Convertible de 1963. Otro de los cuatro aparece pintado de verde oscuro en la película de Warner Brothers de 1970 La balada de Cable Hogue: se puede ver la rejilla con las palabras Leslie Special, con las ruedas y los neumáticos conservando su color blanco original. Este vehículo aparece durante los últimos 30 minutos de la película con un personaje principal y tiene un papel fundamental al final de la película.

 

El auto negro del villano se llamó Hannibal Twin-8; cinco fueron construidos. Uno está en exhibición en el Museo del Automóvil Petersen, propulsado por un motor industrial Volkswagen. Otro está en el Volo Auto Museum en Volo, Illinois. Este modelo incluye un "cañón" de utilería y un generador de humo que funciona. El museo Volo describe el Hannibal Twin-8 como construido por Warner Brothers a un costo de US $ 150,000 ($ 1,289,810 en dólares de 2021), propulsado por un motor Corvair de seis cilindros con transmisión manual de tres velocidades y seis ruedas. Las cuatro ruedas traseras están propulsadas por una cadena de transmisión.

 

Pelea de pasteles: La escena de la pelea de pasteles en la panadería real se filmó durante cinco días. El primer pastel que se lanzó fue parte de un gran pastel decorado para la coronación del rey. Después de esto, se lanzaron 4.000 pasteles, la mayor cantidad de pasteles jamás filmada en una pelea de pasteles. La escena dura cuatro minutos y 20 segundos y costó US$ 200.000 ($1.720.000 en dólares de 2021) para rodar; US$18,000 ($150,000 en dólares de 202) solo por la masa. Se utilizaron coloridas tartas de crema con rellenos como frambuesa, fresa, arándano y limón. Para la continuidad entre los días de rodaje, los actores fueron fotografiados al final de cada día y luego se maquillaron a la mañana siguiente para tener la misma apariencia colorida, las mismas manchas de masa de pastel y relleno. Edwards le dijo al elenco que una pelea de pasteles en sí misma no es graciosa, por lo que para hacerla divertida crearían tensión haciendo que el héroe, vestido todo de blanco, no fuera golpeado con ningún pastel. Dijo: "La audiencia comenzará a anhelar que lo consiga". Finalmente, el héroe debía recibir un pastel en la cara en "el momento justo". El rodaje se detuvo mientras los actores se tomaban el fin de semana libre. Durante el fin de semana, los residuos del pastel se echaron a perder por todo el escenario. Cuando los actores regresaron el lunes por la mañana, el set apestaba tanto que el edificio requirió una limpieza a fondo y grandes ventiladores para sacar el aire agrio. El residuo de pastel que faltaba se recreó cuidadosamente con más pasteles y se reanudó el rodaje. Al principio, los actores se divirtieron con la tarea de la pelea de pasteles, pero finalmente el proceso se volvió tedioso y peligroso. Wood se atragantó brevemente con el relleno del pastel que golpeó su boca abierta. Lemmon exageró que lo noquearon varias veces; dijo que "un pastel que te golpea en la cara se siente como una tonelada de cemento". Al final del rodaje, cuando Edwards gritó "¡corten!", fue bombardeado con varios cientos de pasteles que los miembros del elenco habían escondido, esperando el momento. La escena de la pelea de pasteles rindió homenaje a la práctica temprana de Mack Sennett de usar un solo pastel lanzado como puntuación cómica, pero en mayor medida, fue una celebración de las peleas de pasteles de películas como Detrás de la pantalla (1916) con Charlie Chaplin; La batalla del siglo (1927) protagonizada por Stan Laurel y Oliver Hardy; y In the Sweet Pie and Pie (1941) con los tres chiflados. En su guión de La gran carrera, Edwards pidió una " Batalla del siglo".-pelea de pasteles al estilo". Aunque Edwards usó 4000 pasteles durante cinco días, muchos de estos se usaron como aderezo para la continuidad. Laurel y Hardy usaron 3000 pasteles en solo un día de rodaje, por lo que se ven más volando por el aire. Leonard Maltin comparó la pelea de pasteles de The Great Race con La batalla del siglo y determinó que el ritmo de Laurel y Hardy era muy superior, que la película más moderna sufría de una "comprensión incompleta de las bufonadas", mientras que la pelea de pasteles de 1927 sigue siendo "una de las grandes escenas en toda la comedia de la pantalla."

 

"La carrera del siglo" inspiró aquella serie de Hanna-Barbera Productions titulada "Los autos locos" (1968), de 17 episodios, con 2 carreras por cada uno, donde el villano Dick Dastardly (en España Pierre Nodoyuna), es claramente el alter ego del profesor fate, con su bigote de manubrio y su sombreo alto, conduciendo un auto negro con gadgets, con delantera con punta de perforadora, tenido de ayudante a un torpe, en este caso no es un humano como Max, es un perro con una sonrisa aguda, Patán; También se puede atisbar al remedo del Gran Leslie en Peter Perfect, un corredor caballeroso, en el Turbo Terrific; Aunque en estas carreras hay muchos más participantes de todo tipo.

 

Fue nominado a cinco Premios de la Academia, ganando el Premio de la Academia a la Mejor Edición de Sonido.

 

Spoiler:

 

Con lo de final *sorpresa me refiero, por supuesto, a que la carrera la termina ganando el profesor Fate, ello por la ‘dimisión’ a un metro de la línea de meta en la Torre Eiffel, como muestra de amor a Maggie frena y deja la victoria en bandeja a Fate. Pero este termina por despreciar la copa por sentir que Leslie se la regalado y le propone otra carrera, pero a la inversa (París-Nueva York), comenzando esta justo tras el matrimonio Maggie-Leslie, lanzando ella el ramo desde la línea de salida y cogiéndolo Max. Dan el pistoletazo de salida y Fate deja se adelante Leslie, entonces saca el cañón y dispara contra su rival, se abre el plano y vemos la Torre Eiffel caer desplomada, humor inteligente (ataque de ironía).

 

Me queda uno de esos proyectos megalómanos con pies de barro en su falta calidad en las ideas. Gloria Ucrania!!!

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