miércoles, 27 de julio de 2022

 


TIEMPO DE AMAR, TIEMPO DE MORIR.

 

Notable film (anti) bélico dirigido por el llamado rey del melodrama Douglas Sirk en su penúltima obra, con guion de Orin Jannings que adapta el libro “Zeit zum Leben, zeit zum Sterben (1954) del autor alemán Erich Maria Remarque (pseudónimo de Erich Paul Remark, tiene un cameo como el profesor Pohlmann, que está siendo perseguido por la Gestapo por ayudar a los judíos a escapar) ambientado en el frente oriental y en la Alemania nazi, cuenta la historia de un joven soldado alemán al que conceden un permiso para ver a sus padres. Remarque conoció a Sirk en 1954 y el director persuadió al escritor para que adaptara su propia novela a la pantalla (Remarque: "Me pareció un hombre extraordinariamente comprensivo y capaz. Él sabía lo que quería hacer con mi libro"). Film en el que al igual que otro gran libro llevado a la gran pantalla con gran éxito en 1930, “Sin novedad en el frente” (ambientado en la Gran Guerra), se humaniza a los soldades teutones, se lees da rostro y carácter lejos de la caricatura, ello en un contexto donde la guerra los nazis la tenían perdida y retrocedían sin fin, donde los vítores de victorias quedaban ahogados ante la fatal realidad de la inevitable derrota, adornada con muertos y más muertos sin sentido. El propio hijo de Sirk, el actor Klaus Detlef Sierck (1925-1944), murió en el Ucrania como soldado de la Panzer-Grenadier-Division Großdeutschland cuando tenía 18 años, se quedó en Alemania con su madre cuando el director se separó de su esposa partidaria ella de los hitlerianos.

 

La acción dramática tiene lugar a comienzos de la primavera de 1944, en el frente ruso de Alemania (sin especificaciones concretas) en una unidad de infantería comandada por el Capitán Rahe (Dieter Borsche), conformada por variopinto grupo de soldados que van desde el psicópata nazi espía militar de la Gestapo, Steinbrenner (Bengt Lindström), hasta un conscripto bien bisoño que no soporta el peso en su conciencia de asesinar a civiles bajo la falsa acusación de ser “guerrilleros”, Hirschland (Jim Hutton); y en la pequeña localidad germana de Werden (Renania del Norte-Westfalia), durante algo más de un mes, con especial referencia a los 21 días de permiso del soldado Ernst Graeber (John Gavin), soldado con más de dos años sin poder haber ido a casa, lleva consigo las cicatrices de la WWII en sus carnes, con ‘reliquias’ de París y el norte de África. Se reencuentra inesperadamente con Elizabeth (Liselotte Pulver), hija única, de 20 años, del médico de cabecera de su familia, el Dr. Kause. En Werden, Ernst se relaciona con su antiguo condiscípulo Oscar Binding (Thayer David), con su antiguo maestro el profesor Polhmann (Remarque) y con los militares de la enfermería Hermann Boettcher (Don DeFore), que también busca a su (oronda) esposa, y el herido Reuter (Keenan Wynn) y otros.

 

Cinta con una gran ambientación, haciendo creíble du dualidad de escenarios, apoyado en la fenomenal dirección artística de Alexander Golitzen (“El Fantasma de la Ópera” o “Spartacus”), y Alfred Sweeney (“Salomón y la Reina de Saba” o “El último atardecer”), por un lado la vanguardia del frente oriental, los lares embarrados, el vestuario raído, el derrotismo imperante en la tropa teutona, las conversaciones que brotan con naturalidad, las situaciones rebosan realismo, se respira el frio propio del lugar; por otro lado está la retaguardia de las ciudades civiles, mostrada aquí una de ellas como el epítome de todas, urbes con decenas de edificios derruidos, cientos de desaparecidos entre las ruinas, madres y padres que han perdido a sus hijos, fachadas agujereadas, calles con montones de escombros, los refugios antiaéreos, el clima de tensión que se respira entre los ciudadanos, el miedo a los bombardeos, el temor constante, es como estar al borde del abismo del apocalipsis, donde la muerte se respira por todos lados incluso con desfiles funerarios en medio de bombardeos

 

Y en medio de todo esto una conmovedora historia de amor, donde uno de sus defectos es que se ve venir de lejos desde que se encuentran por vez primera, pero es un romance que cala por la forma en que nos cala, por la ternura que fluye entre los protagonistas John Gavin y Liselotte Pulver (escogidos adrede que no fueran conocidos para no hacer una película con estrellas, si no para que fuera más veraz), con diálogos y situaciones que navegan entre la frescura y lo lírico, creando un halo de fatalismo por el modo en que el crescendo nos hace no augurar un final feliz, y todo narrado con tremenda elegancia y fluidez narrativa, creando personajes en pocas puntadas cargados de personalidad (La ‘cocodrilo’, el amigo del prota ascendido, el amigo nazi de este, el profesor perseguido, el nazi, el amigo soldado del prota que también busca a su [obesa] esposa, o el oficial chistoso del hospital). Todo con matices, con seres con sus defectos y virtudes, exponiendo la bipolaridad de las guerras donde los civiles viven las penurias y los arribistas disfrutan de los privilegios (grandes mansiones, lujosos restaurantes, prostitutas, …).

 

Relato donde el amor puro convive con el averno de la Condición Humana, donde el claro mensaje es el horror de las guerras, la deshumanización que conllevan, las miserias que transmiten, y ello dejando una grieta para la esperanza en el amor, reflejado en esa flor de almendro creciendo en medio de los bombardeos. Y es que Sirk demuestra gran imaginación visual para mostrar la combinación del horror con el lirismo, ayudado por la estupenda cinematografía de Russell Metty (“Spartacus” o “Sed de Mal”) en Eastmancolor CinemaScope, con ejemplos como ese soldado alemán encontrado enterrado en la nieve que descubren por la mano emergiendo en primavera, y que al desenterrarlo parece estar llorando; o el tramo hermoso en el Hotel Germania, con toda la opulencia lustrosa, que deriva ene l refugio hedonista donde los refugiados tienen de amenizadora a una cantante; o las escenas de la estación de tren donde los cristales rotos forman parte del modo de filtrar la realidad, donde incluso la cruz de una ventana se transforma en la de un militar caído en combate; y por supuesto su estremecedor final, con gran similitud con el de “Sin novedad en el frente”; Y es que el crescendo dramático de la película solo podría llevarnos a la conclusión que Sirk ofrece, calando en el espectador de forma trémula.

 

Ernst asiste en su vuelta su ciudad a los cambios sufridos en lamisma, ahora una urbe desolada por los incesantes bombardeos aéreos, las montañas de escombros pueblan el paisaje como antesala de la muerte, las notas para allegados anunciando a familiares que han tenido que emigrar, la miseria se denota en detalles como las mujeres que se prostituyen por las calles, o por el hacinamiento en hogares aun no destruidos. El contraste es la decadencia moral en que viven las clases apegadas al poder nazi, reflejada en ese antiguo amigo Otto Binding de Ernst que ahora es un jefe de distrito que reside en una mansión recargada de arte, donde es anfitrión de las orgias que prepara con meretrices para el jefe del campo de concentración cercano, el sádico Heini (aterrador Kurt Meisel). Ernst se apega a Otto para que le ayude en la búsqueda de sus padres, pero su honor le impedirá ir más lejos cuando se da cuenta de quien es realmente Otto.

 

Un fresco sobre la Alemania nazi en que se intenta dar una imagen del crisol de personalidades de todo tipo que había en la nación centroeuropea, diciéndonos que sus habitantes no eran algo monolítico y pétreo a favor de los nazis, que había contestarios, gente en contra de Hitler, personas que ayudaban a los judíos, gentes que les horrorizaba el régimen del terror (aunque esto es cuando la guerra estaba perdida, habría que contrastarlo cuando en los primeros años de guerra todo eran mieles de victoria), ejemplo es los soldados que reniegan de formar parte del pelotón de fusilamiento de civiles.  

 

A reseñar también los salpiqueos de humor que sirven de alivio en medio del Averno, con ese soldado que busca a su obesa esposa y de la que habla maravillas por sus copiosas carnes y que desgraciadamente paras él se lleva una enrome decepción al encontrarla; las bromas con la ‘Cocodrilo’; o el chistoso oficial Reuter (notable Keenan Wynn), siempre con un comentario mordaz para divertir a la tropa de pacientes.

 

Spoiler:

 

Tras la emocionante despedida en la estación e tren, donde Elizabeth lo observa tras los cristales rotos de la estación para que él no la vea (no quería Ernst despedirla allí), Ernst llega (tras días de búsqueda) a reencontrarse con su unidad, ya muy mermada en bajas, soportando el rigor de los permanentes bombardeos que sufren. En uno de estos se refugian en la vera de un rio y un soldado ve un barril de cerveza flotando y alborozado va a cogerlo y cuando feliz lo sostiene es presa de una bomba y muere. La desesperanza cunde entre los soldados, apresan a unos civiles a los que encierran en un molino. Llega correspondencia, y hay carta de Elizabeth para Ernst, cuando se dispone a abrirla llegan ordenes de tener que dejar el lugar y seguir retrocediendo, y entonces un oficial ordena ejecutar a los civiles encerrados, cosa que un enfervorecido nazi desea con fervor, Ernst le acompaña para impedirlo, en medio de una trifulca dispara letalmente al psicópata, tras lo que suelta a los civiles, y se aleja de allí leyendo al carta de su amada, entonces uno de los civiles, con el fusil del soldado matado por Ernst le dispara por la espalda a este, cayendo sobre el barro y la carta se posa sobre un charco, mientras Ernst entre sus últimos estertores intenta alcanzarla con su mano y fin. Desgarradora conclusión que nos habla de los amores que permanecen para siempre, y sobre todo de la sinrazón de las guerras. Similar, como he mencionado, al de “sin novedad en el frente” donde el protagonista muere de modo futil intentando coger una flor delante de su trinchera.

 El rodaje tuvo lugar en Berlín Occidental, de la que Sirk había huido más de 20 años antes, y en el área de entrenamiento del Ejército de EE. UU. en Europa en Grafenwöhr. Los interiores se rodaron en los estudios Spandau de CCC Film en Berlín. 

Antepenúltima película en la carrera del genial Hans Detlef Sierck alias Douglas Sirk (1897-1987), cineasta alemán que se exilió en 1937 primero en Suiza y Países Bajos y después en Estados Unidos por la persecución del régimen nazi hacia su segunda esposa, la actriz judía Hilde Jary, sino también una de las grandes obras maestras del cine antibélico, aquí más que nunca cortesía de un guión parco e inteligente de Orin Jannings basado en la novela homónima de 1954 del célebre Erich Maria Remarque, un conscripto germano durante la Primera Guerra Mundial que luego volcó sus horrorosas experiencias en Sin Novedad en el Frente (Im Westen Nichts Neues, 1929), bestseller internacional que literalmente inventó el género literario de las memorias de veteranos de guerra e hizo explotar en popularidad sus equivalentes en el teatro y en el séptimo arte, basta con pensar que con el transcurso de los años sus libros fueron trasladados a la gran pantalla por gente como James Whale, Frank Borzage, John Cromwell, André De Toth, Georg Wilhelm Pabst y por supuesto Lewis Milestone, quien rodó Arco del Triunfo (Arch of Triumph, 1948) y aquella famosísima Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, 1930), recordado alegato pacifista narrado desde el punto de vista de los sueños deshechos de la juventud alemana de principios del Siglo XX a la que perteneció Remarque.

 

Obra muy recomendable por su mensaje anti guerra. Gloria Ucrania!!!

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