TIEMPO DE AMAR, TIEMPO DE MORIR.
Notable
film (anti) bélico dirigido por el llamado rey del melodrama Douglas Sirk en su
penúltima obra, con guion de Orin Jannings que adapta el libro “Zeit zum Leben,
zeit zum Sterben (1954) del autor alemán Erich Maria Remarque (pseudónimo de
Erich Paul Remark, tiene un cameo como el profesor Pohlmann, que está siendo
perseguido por la Gestapo por ayudar a los judíos a escapar) ambientado en el
frente oriental y en la Alemania nazi, cuenta la historia de un joven soldado
alemán al que conceden un permiso para ver a sus padres. Remarque conoció a
Sirk en 1954 y el director persuadió al escritor para que adaptara su propia
novela a la pantalla (Remarque: "Me pareció un hombre extraordinariamente
comprensivo y capaz. Él sabía lo que quería hacer con mi libro"). Film en
el que al igual que otro gran libro llevado a la gran pantalla con gran éxito en 1930, “Sin novedad en el frente”
(ambientado en la Gran Guerra), se humaniza a los soldades teutones, se lees da
rostro y carácter lejos de la caricatura, ello en un contexto donde la guerra
los nazis la tenían perdida y retrocedían sin fin, donde los vítores de
victorias quedaban ahogados ante la fatal realidad de la inevitable derrota,
adornada con muertos y más muertos sin sentido. El propio hijo de Sirk, el
actor Klaus Detlef Sierck (1925-1944), murió en el Ucrania como soldado de la
Panzer-Grenadier-Division Großdeutschland cuando tenía 18 años, se quedó en
Alemania con su madre cuando el director se separó de su esposa partidaria ella
de los hitlerianos.
La acción dramática
tiene lugar a comienzos de la primavera de 1944, en el frente ruso de Alemania
(sin especificaciones concretas) en una unidad de infantería comandada por el
Capitán Rahe (Dieter Borsche), conformada por variopinto grupo de soldados que
van desde el psicópata nazi espía militar de la Gestapo, Steinbrenner (Bengt
Lindström), hasta un conscripto bien bisoño que no soporta el peso en su
conciencia de asesinar a civiles bajo la falsa acusación de ser “guerrilleros”,
Hirschland (Jim Hutton); y en la pequeña localidad germana de Werden (Renania
del Norte-Westfalia), durante algo más de un mes, con especial referencia a los
21 días de permiso del soldado Ernst Graeber (John Gavin), soldado con más de
dos años sin poder haber ido a casa, lleva consigo las cicatrices de la WWII en
sus carnes, con ‘reliquias’ de París y el norte de África. Se reencuentra
inesperadamente con Elizabeth (Liselotte Pulver), hija única, de 20 años, del
médico de cabecera de su familia, el Dr. Kause. En Werden, Ernst se relaciona
con su antiguo condiscípulo Oscar Binding (Thayer David), con su antiguo
maestro el profesor Polhmann (Remarque) y con los militares de la enfermería
Hermann Boettcher (Don DeFore), que también busca a su (oronda) esposa, y el
herido Reuter (Keenan Wynn) y otros.
Cinta con una gran
ambientación, haciendo creíble du dualidad de escenarios, apoyado en la
fenomenal dirección artística de Alexander Golitzen (“El Fantasma de la Ópera” o
“Spartacus”), y Alfred Sweeney (“Salomón y la Reina de Saba” o “El último atardecer”),
por un lado la vanguardia del frente oriental, los lares embarrados, el vestuario
raído, el derrotismo imperante en la tropa teutona, las conversaciones que
brotan con naturalidad, las situaciones rebosan realismo, se respira el frio
propio del lugar; por otro lado está la retaguardia de las ciudades civiles,
mostrada aquí una de ellas como el epítome de todas, urbes con decenas de
edificios derruidos, cientos de desaparecidos entre las ruinas, madres y padres
que han perdido a sus hijos, fachadas agujereadas, calles con montones de
escombros, los refugios antiaéreos, el clima de tensión que se respira entre
los ciudadanos, el miedo a los bombardeos, el temor constante, es como estar al
borde del abismo del apocalipsis, donde la muerte se respira por todos lados incluso
con desfiles funerarios en medio de bombardeos
Y en medio de todo esto
una conmovedora historia de amor, donde uno de sus defectos es que se ve venir
de lejos desde que se encuentran por vez primera, pero es un romance que cala
por la forma en que nos cala, por la ternura que fluye entre los protagonistas John
Gavin y Liselotte Pulver (escogidos adrede que no fueran conocidos para no
hacer una película con estrellas, si no para que fuera más veraz), con diálogos
y situaciones que navegan entre la frescura y lo lírico, creando un halo de
fatalismo por el modo en que el crescendo nos hace no augurar un final feliz, y
todo narrado con tremenda elegancia y fluidez narrativa, creando personajes en
pocas puntadas cargados de personalidad (La ‘cocodrilo’, el amigo del prota
ascendido, el amigo nazi de este, el profesor perseguido, el nazi, el amigo
soldado del prota que también busca a su [obesa] esposa, o el oficial chistoso
del hospital). Todo con matices, con seres con sus defectos y virtudes, exponiendo
la bipolaridad de las guerras donde los civiles viven las penurias y los arribistas
disfrutan de los privilegios (grandes mansiones, lujosos restaurantes,
prostitutas, …).
Relato donde el amor
puro convive con el averno de la Condición Humana, donde el claro mensaje es el
horror de las guerras, la deshumanización que conllevan, las miserias que
transmiten, y ello dejando una grieta para la esperanza en el amor, reflejado
en esa flor de almendro creciendo en medio de los bombardeos. Y es que Sirk
demuestra gran imaginación visual para mostrar la combinación del horror con el
lirismo, ayudado por la estupenda cinematografía de Russell Metty (“Spartacus”
o “Sed de Mal”) en Eastmancolor CinemaScope, con ejemplos como ese soldado
alemán encontrado enterrado en la nieve que descubren por la mano emergiendo en
primavera, y que al desenterrarlo parece estar llorando; o el tramo hermoso en
el Hotel Germania, con toda la opulencia lustrosa, que deriva ene l refugio hedonista
donde los refugiados tienen de amenizadora a una cantante; o las escenas de la estación
de tren donde los cristales rotos forman parte del modo de filtrar la realidad,
donde incluso la cruz de una ventana se transforma en la de un militar caído en
combate; y por supuesto su estremecedor final, con gran similitud con el de “Sin
novedad en el frente”; Y es que el crescendo dramático de la película solo podría
llevarnos a la conclusión que Sirk ofrece, calando en el espectador de forma
trémula.
Ernst asiste en su vuelta
su ciudad a los cambios sufridos en lamisma, ahora una urbe desolada por los
incesantes bombardeos aéreos, las montañas de escombros pueblan el paisaje como
antesala de la muerte, las notas para allegados anunciando a familiares que han
tenido que emigrar, la miseria se denota en detalles como las mujeres que se prostituyen
por las calles, o por el hacinamiento en hogares aun no destruidos. El
contraste es la decadencia moral en que viven las clases apegadas al poder nazi,
reflejada en ese antiguo amigo Otto Binding de Ernst que ahora es un jefe de distrito
que reside en una mansión recargada de arte, donde es anfitrión de las orgias
que prepara con meretrices para el jefe del campo de concentración cercano, el
sádico Heini (aterrador Kurt Meisel). Ernst se apega a Otto para que le ayude
en la búsqueda de sus padres, pero su honor le impedirá ir más lejos cuando se
da cuenta de quien es realmente Otto.
Un fresco sobre la Alemania
nazi en que se intenta dar una imagen del crisol de personalidades de todo tipo
que había en la nación centroeuropea, diciéndonos que sus habitantes no eran
algo monolítico y pétreo a favor de los nazis, que había contestarios, gente en
contra de Hitler, personas que ayudaban a los judíos, gentes que les
horrorizaba el régimen del terror (aunque esto es cuando la guerra estaba
perdida, habría que contrastarlo cuando en los primeros años de guerra todo
eran mieles de victoria), ejemplo es los soldados que reniegan de formar parte
del pelotón de fusilamiento de civiles.
A reseñar también los
salpiqueos de humor que sirven de alivio en medio del Averno, con ese soldado
que busca a su obesa esposa y de la que habla maravillas por sus copiosas
carnes y que desgraciadamente paras él se lleva una enrome decepción al
encontrarla; las bromas con la ‘Cocodrilo’; o el chistoso oficial Reuter (notable
Keenan Wynn), siempre con un comentario mordaz para divertir a la tropa de pacientes.
Spoiler:
Tras la emocionante
despedida en la estación e tren, donde Elizabeth lo observa tras los cristales
rotos de la estación para que él no la vea (no quería Ernst despedirla allí), Ernst
llega (tras días de búsqueda) a reencontrarse con su unidad, ya muy mermada en
bajas, soportando el rigor de los permanentes bombardeos que sufren. En uno de estos
se refugian en la vera de un rio y un soldado ve un barril de cerveza flotando
y alborozado va a cogerlo y cuando feliz lo sostiene es presa de una bomba y
muere. La desesperanza cunde entre los soldados, apresan a unos civiles a los
que encierran en un molino. Llega correspondencia, y hay carta de Elizabeth
para Ernst, cuando se dispone a abrirla llegan ordenes de tener que dejar el
lugar y seguir retrocediendo, y entonces un oficial ordena ejecutar a los civiles
encerrados, cosa que un enfervorecido nazi desea con fervor, Ernst le acompaña
para impedirlo, en medio de una trifulca dispara letalmente al psicópata, tras
lo que suelta a los civiles, y se aleja de allí leyendo al carta de su amada,
entonces uno de los civiles, con el fusil del soldado matado por Ernst le
dispara por la espalda a este, cayendo sobre el barro y la carta se posa sobre
un charco, mientras Ernst entre sus últimos estertores intenta alcanzarla con
su mano y fin. Desgarradora conclusión que nos habla de los amores que
permanecen para siempre, y sobre todo de la sinrazón de las guerras. Similar,
como he mencionado, al de “sin novedad en el frente” donde el protagonista muere
de modo futil intentando coger una flor delante de su trinchera.
Antepenúltima película
en la carrera del genial Hans Detlef Sierck alias Douglas Sirk (1897-1987),
cineasta alemán que se exilió en 1937 primero en Suiza y Países Bajos y después
en Estados Unidos por la persecución del régimen nazi hacia su segunda esposa,
la actriz judía Hilde Jary, sino también una de las grandes obras maestras del
cine antibélico, aquí más que nunca cortesía de un guión parco e inteligente de
Orin Jannings basado en la novela homónima de 1954 del célebre Erich Maria
Remarque, un conscripto germano durante la Primera Guerra Mundial que luego
volcó sus horrorosas experiencias en Sin Novedad en el Frente (Im Westen Nichts
Neues, 1929), bestseller internacional que literalmente inventó el género literario
de las memorias de veteranos de guerra e hizo explotar en popularidad sus
equivalentes en el teatro y en el séptimo arte, basta con pensar que con el
transcurso de los años sus libros fueron trasladados a la gran pantalla por
gente como James Whale, Frank Borzage, John Cromwell, André De Toth, Georg
Wilhelm Pabst y por supuesto Lewis Milestone, quien rodó Arco del Triunfo (Arch
of Triumph, 1948) y aquella famosísima Sin Novedad en el Frente (All Quiet on
the Western Front, 1930), recordado alegato pacifista narrado desde el punto de
vista de los sueños deshechos de la juventud alemana de principios del Siglo XX
a la que perteneció Remarque.
Obra muy
recomendable por su mensaje anti guerra. Gloria Ucrania!!!
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