sábado, 4 de marzo de 2023

 

Atenea


"Las revoluciones no se tratan de nimiedades, sino que brotan de nimiedades". Aristóteles.

 

Irregular thriller francés, aunque muy atractivo visualmente, te deja huella desde su impresionante inicio con uno de esos planos-secuencia que recordarás por siempre por su vigor, por su modo prodigioso de cambiar de punto de vista, por una coreografía Homérica, consiguiendo hacernos partícipes de estar allí con este comienzo de una Revolución, en vez de la toma de la Bastilla es la toma de una comisaría, espectaculares 12 minutos, que ya de por sí hacen recomendable el resto de la película. Dirige Roamin Gavras (conocido por videos musicales para artistas como Justice, M.I.A. o Kanye West; y spots publicitarios, hijo de Costa Gavras), a partir de un guion propio junto a Ladj Ly y Elias Belkeddar, dando la sensación de ser la continuación del film de Ly de 2019 “Les Miserables”, acabando esta en un impasse pre-apocalipsis, esta lo desarrolla, en lo que es una reflexión sin respuestas a la complicada situación de muchos barrios franceses que funcionan como guetos, a partir de bocetos estéticos que recuerda a obras de Hieronymus Bosch. Argumento con efluvios a las carpentianas “Asalto a la comisaría del distrito 13” y “1997: Rescate en Nueva York”, e incluso al más reciente film “‘71” (2014).

 

Expone a estos barrios como polvorines a punto de estallar, donde el racismo, la falta de oportunidades, la desigualdad, es caldo de cultivo para que en cuanto se les da una razón explotan, ejemplificando la grieta que hay en la sociedad francesa. Ello con una evolución con trepidante brío, con furia, con electricidad constante, ayudado por la sensación e contrrareloj que se emite, aconteciendo todo en un corto espacio de tiempo de un día y una noche. Un fresco enardecedor del caos palpitante en la sociedad de extrarradio. Se expande sobre un elato de hermanos enfrentados, cada uno de los tres que vemos representa un modo diferente de afrontar la vida: Abdel (Dali Benssalah) el hijo bueno, el que ha tomado el camino recto, el noble, el que intenta mediar y poner cordura, ello desde las raíces francesas, su abuelo luchó con Francia en las batallas coloniales. El actor me resulta vibrante, pero algo sobreactuado; Karim (Sami Slimane), el joven noble, chico orgulloso, con carácter de líder mesiánico, atrapado por el sentido de la venganza, se siente oprimido y quiere responder con el ojo por ojo. Ello en una actuación sensacional desplegando un aura de Mesías arrolador; Y Moktar (Ouassini Embarek), el que eligió dar la razón a los que ven en los ven como portadores del Mal. Es el actor que menos presencia tiene de los tres, me falta algo más para saber sus motivaciones, pues estas son muy pobres, deja buena impronta en su nervio y fulgor.

 

Sumergiéndonos en un clima de violencia atávica fruto de la testosterona (en la historia las mujeres son marginales o inexistentes, solo aparece la madre de los hermanos y la hermana en un funeral, sin carácter), una experiencia inmersiva con claras resonancias a tragedia griega (no es casual el ficticio nombre del barrio titular Atenas), donde el banlieue (término francés con el cual se denomina la periferia de las grandes ciudades) se erige en especie de Troya  al que los griegos/policías deben tomar. Una batalla furibunda entre los organizados policías anti disturbios (incluso con formaciones en escudo de tortuga que provienen de las legiones antiguas romanas) y las hordas de rebeldes con sus artesanales tubos para disparar, o los incendiarios cocteles molotov. Todo ello el director tiene la valentía de mostrarlo sin juzgar, sin posicionarse, haciéndonos ver las debilidades de unos y otros, el salvajismo de unos y otros, del callejón sin salida que es la situación. Da alma al otro lado, a los antidisturbios, vistos en muchas ocasiones como hordas de entes sin rostros, aquí se le da alma a través de Jérôme (Anthony Bajon), un joven antidisturbios al que se ve principiante, temeroso, retraído, hasta quedar atrapado aislado en Atenas, en un tramo aterrador internta huir, camuflarse, pero al final es descubierto.

 

En su epílogo el director quiere ser ingenioso y me resulta facilón (*spoiler), no hacía falta (más bien lo contrario), el dar esa coda facilona. Quiere poner faz al mal, dar una respuesta sencilla a un problema complejo y la caga.

 

El gran protagonista del film no son unas muy buenas actuaciones de los actores protagonizada por Dali Benssalah, Sami Slimane, Anthony Bajon, Ouassini Embarek y Alexis Manenti, todas radiantes de rabia y visceralidad, emitiendo dolor e ira. Pero el gran Tótem de la película es la cámara del DP Matias Boucard (“Jacques”), sublime en sus movimientos que desafían la gravedad, fluyendo entre los personajes, entre las multitudes, entre el belicismo, de forma apoteósica, con una galería de planos secuencia arrolladores, apabullando desde el arranque desgarrador, combinado primeros planos, subjetivos, tomas panorámicas, soberbios travellings, en lo que es una labor sibarita. Serpenteando tras la nuca de los protas, cámara en mano tras ellos, en picados, contra picados, por los angostos pasillos, por las escaleras, entre el fuego, el humo, los gases lacrimógenos, los disparos, la barbarie, todo ello para dejar exhausto al espectador que entra de lleno (como yo). Ello ayudado por la impresión de fortaleza inexpugnable que es Athens, con torres que son los edificios de apartamentos, las murallas, la plaza, creando un halo de fortín.

 

Marcando a fuego el metraje con el ya mencionado inicio que te deja impactado. Seguimos primero a un soldado francés recién regresado de servir en Mali, Abdel (Dali Benssalah), en un primer plano y de nuca en que lo vemos tenso dirigirse a ofrecer unas palabras a los periodistas allí congregados, estamos en una conferencia de prensa del departamento de policía después de la muerte de un adolescente bajo custodia (Idir, hermano pequeño de 13 años de Abdel, fallecido en el hospital, luego de que tres uniformados policías lo golpearon y lo dieron por muerto.), pide justicia, sin reclamar venganza; el objetivo levita por la sala abarrotada hacia el fondo y cambiamos de protagonista a Karim (Sami Slimane, un debut en cine es una presencia brillantemente carismática, tiene imán para la pantalla), hermano del niño muerto. De repente se convierte en una zona de guerra cuando un ejército de muchachos musulmanes inmigrantes de un barrio marginal (Atenas) sacan cocteles molotov y los lanzan creando el caos y el terror, la turba violenta saquea la estación policial (al grito de "Ahora somos la policía!"), pero dentro de la refriega bélica la cámara nos mantiene nítidos en la acción de lo que va sucediendo, con explosiones, golpes, peleas, en medio de la aparente anarquía los ‘invasores’ se mueven organizadamente hacia su meta, ello con Karim como líder ordenando los movimientos, una vez tomado el botín inician una huida en furgoneta policial épica, acompañada de motoristas rebeldes que hacen cabriolas de alegría por la misión exitosa. La cámara está dentro de la van sale afuera para una toma general y vuelve a dentro (¿?). Hasta llegar a lo que será la fortaleza del barrio de Athens, donde los reciben con vítores, hay toque genial (de humor) de un tipo que pide un cigarrito en medio de la entrada triunfal a Karim, se aposentan en el lugar. El líder da un rapapolvo a sus muchachos por comportarse como niños, y tras lo que Karim sale a la plaza y se coloca con sus ‘soldados’ sobre lo que se asemeja al filo de las murallas urbanas sobre la carretera, la cámara se eleva para hacer una toma de epopeya, con estos rebeldes gritando alborozados con bengalas en señal de triunfo, esperando armados el asedio de la policía (anti disturbios). Ello adornado en este clímax con tambores gloriosos resonando entre coros enardecedores celestiales furto de la sublime banda sonora de Gener8ion (proyecto colaborativo multidisciplinario de Gavras y el productor y compositor electrónico Benoît Heitz, también conocido como Surkin). Y es que la música ya en esta primera atronadora secuencia da muestras de la gran comunión dramática que creará con las imágenes, de melodías cuasi sacras, litúrgicas. Creando en la miscelánea una epicúrea sensación audiovisual.

 

Tiene entre sus defectos que nunca desarrolla mínimamente a sus protagonista, no tienen fondo, se expresan a través de sus actos, meros clichés, aunque lo exhiben con mucha garra; Asimismo, me falta algo más de historia, me ha resultado algo lisa, sin sorpresas. El momento de la catarsis de Abdel me ha sido grimante (**spoiler) por la forma tosca en que se produce.  

 

Spoiler:

 

**Resulta que Karim amenaza al hermano con tirarle un coctel molotov si no entrega al rehén que le ha quitado, entonces llega la policía, Karim se da la vuelta con intención de lanzarles el explosivo incendiario, como no lo suelta, la policía termina por dispararle, lo que hace que suelte la botella y con ello reviente, causando la muerte a lo bonzo de Karim. Esto es la chispa que hace que Abdel cambie de bando y tome el relevo de hermano quemado. Y me pregunto, que esperaba Abdel? Que la policía dejara que le tirara el coctel molotov? No les deja otra opción. Y tras ello, sin venir a cuento, revienta a golpes (fuera de cámara) a su hermano Moktar y nadie de los colegas de este se lo impide (¿?).

 

Rush final: Abdel, ya líder del motín, llama al comandante de policía y reitera las demandas de los alborotadores por los nombres de los policías, luego le da instrucciones a Sebastien para que ayude a los jóvenes. El comandante de policía llama una vez más, insistiendo en que los policías en el video no eran policías reales, y advierte a Abdel que la unidad táctica de la policía está siendo enviada. En una videollamada con el comandante, Abdel apunta su arma a Jerome y dispara dos veces, pero se revela que falló intencionalmente. Superado por la emoción, Abdel no intenta impedir que Jerôme abandone el edificio. Con el equipo táctico acercándose, el nivel del edificio explota con bombas improvisadas creadas por Sebastien (Alexis Manenti), matando a Abdel.

 

*En la escena final, se muestra a un hombre en una camioneta grabando la golpiza de Idir, que luego se publica en las redes sociales. Se revela que los "policías" son instigadores de extrema derecha disfrazados (ello deducido por el tatuaje de una nuca); entran en la camioneta, se internan en el bosque y queman los uniformes que habían usado, revelando que la golpiza fue un intento deliberado de incitar disturbios raciales; Ese epílogo coda me resulta muy simplista, queriendo cerrar el círculo de culpables, y esto me es muy reduccionista.

 

El film se rodó en 2021 en el suburbio parisino de Évry-Courcouronnes alrededor de 48°37′37.1″N 2°26′52.2″E.

 

Me queda un film muy atractivo audiovisualmente, aunque falto de entramado interior para elevarse más. Gloria Ucrania!!!

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