viernes, 19 de septiembre de 2014



EL GATOPARDO.


Se vogliamo che tutto rimanga come é, bisogna che tutto cambi.




El gran Luchino Visconti nos regaló en su octavo largometraje una fastuosa radiografía de la decadencia, una ampulosa y bellísima cinta basada en la homónima novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa de 1957, la única que escribió, Clásico imperecedero que hará las delicias de los que gusten del cine como Arte, como serena demostración pictórica de un tiempo que se extinguía, absténganse los incondicionales de ritmos frenéticos, aquí lo que prima es la introspección de una era que se consume, la de la aristocracia dominante, para dejar paso a la pujante burguesía, ello comandado en pantalla por un Extraordinario Burt Lancaster, Titán entre Titanes, el público le dio la espalda en taquilla, siendo un fracaso comercial de su calidad habla que le dieron la Palma de Oro en Cannes.

El escenario es la Sicilia de 1860, Garibaldi ha desembarcado en Marsala con su revolución unificadora transalpina, poniendo en jaque el status quo de la aristocracia italiana. El protagonista es el hacendado Príncipe Don Fabrizio Salina (gran Burt Lancaster), un orgulloso y altivo hombre de 45 años, vive en un mansión a las afueras de Palermo con su esposa, Maria stella (buena Rina Morelli) y su familia, este asiste con flema y estoicismo a los presuntos cambios que se avecinan, del choque entre monárquicos contra revolucionarios, su querido sobrino Tancredi Falconeri (buen Alain Delon) se une a los garibaldianos, tras el fin de la contienda, Tancredi mantiene una estrecha relación con la hija mayor del Príncipe, Concetta (buena Lucilla Morlacchi), los Salina viajan a su residencia veraniega en el Palacio de Donnafugata, allí Tancredi conoce a Angelica Sedara (hermosa Claudia Cardinale), la bella hija del alcalde, Don Calogero (estupendo Paolo Stoppa), alcalde y adalid de la vulgar burguesía dominante, a la que el príncipe deberá acostumbrarse a su pesar.

En el guión tomaron parte cinco escritores, Suso Cecchi D’Amico (“Ladrón De Bicicletas”), Pasquale Festa campanile (“Rocco y sus hermanos”), Enrico Medioli (“Erase una vez en América”), Massimo Franciosa (“Rocco y sus hermanos”) y el propio realizador, retratando con solidez y profundidad la decadencia de una clase social, algo en lo que Visconti era un genio como demostró en films como “Muerte en venecia”, “Luis II de Baviera” o “El inocente”. Todo con el telón de fondo histórico de la ocupación garibaldiana de Sicilia en 1860, el referéndum para la unión de los diferentes estados transalpinos en el Reino de Italia, hasta llegar a la victoria de Pallavicino contra Garibaldi en 1862, para asentar en el poder al Rey Victor manuel II.



El Príncipe Salina es el alter ego de el Príncipe Giulio Fabrizio Tomasi di Lampedusa, astrónomo de renombre, bisabuelo del escritor. Visconti pertenecía a la aristocracia con la que guardaba una relación de amor-odio, renegó de ella al unirse durante la WWII al partido comunista, pero en sus films denota embrujo por ella, en este caso componiendo un lienzo agridulce sobre un tiempo revolucionario, lo que se llamó Il Rissorgimento (fue una revolución más liviana que la francesa, su mayor anhelo era la unificación de pequeños estados semi-feudales y pontificios n la nación de Italia) , haciendo de El Gatopardo su alter ego, el Último noble, hombre culto y reflexivo que asiste con estoicismo a como el mundo a su alrededor cambia, para estar igual pero peor (dixit), hombre no se encuentra a gusto en el viejo mundo, pero menos en el nuevo, su némesis es Don Calogero, el símbolo de la burguesía, un tipo ordinario que solo se mueve por dinero. La cinta es un hondo drama, que nos habla del nacimiento de la clase social burguesa, a la que se pinta de modo ordinario y ruin, unos advenedizos que medran por dinero, a través del Príncipe (símbolo de la aristocracia) se nos ofrece una semblanza del ocaso de un microcosmos elitista y del comienzo de la pujanza arribista de la burguesía, una mirada nostálgica, melancólica, crepuscular, en la que se tocan además temas como la cercanía de la muerte, la juventud enfrentada a la vejez, el inexorable paso del tiempo, el sometimiento al vigor de las nuevas generaciones, visión amarga sobre el Cambio, una elegía sobre los Nuevos Tiempos, se coloca en el filo del abismo a una clase privilegiada que ve apagarse sus prebendas a favor de los astutos empresarios y comerciantes, la nueva “aristocracia”, y como los antiguos nobles deben amoldarse a la nueva era, muy a su pesar (<Nosotros éramos los gatopardos, ahora llega el tiempo de las hienas> dice el príncipe), la señal del amoldamiento es el matrimonio entre Tancredi (la aristocracia) con Angelica (la burguesia), y el mar donde se funden es el Sibarita baile final. Visconti consigue envolver en un estremecedor aura de nostalgia el film, gracias a su destreza para exponernos con un evocador lirismo visual situaciones muchas de ellas manadas de su maestría en engarzar con tono operístico solemne muchos momentos que rozan lo epicúreo.


La puesta en escena es Antología del Séptino Arte, un tsunami de belleza sensorial rara vez igualado en el cine, con un apoteósico diseño de producción de Mario Garbuglia (“Waterloo”), que protagonista a Sicilia, con palacios suntuosos, rodado en el Palazzo Gangi de Palermo, donde se produce el baile, parajes sicilianos bellísimos, con interiores rebosantes de detalles, con espejos, cortinas al viento, lienzos, tapices, flores, lámparas, ello en pos de reminiscencias pictóricas, sensación que se alcanza con la espléndida fotografía en technicolor y scope de Giusseppe Rotunno (“Amarcord”), realzando los fotogramas con epicúrea hermosura, los decorados, los lindos planos generales de la campiña siciliana, el elegante vestuario, emocionales primeros planos, elevándose a los altares en el tramo del baile, inspirándose en pintores como Eugène Delacroix (1798-1863) y William Hogarth (1697-1764), incluso hay una trémula escena con un cuadro de protagonista, “La Muerte Del Justo” de Jean-Baptiste Greuze, esto es un salón del Palazzo Ponteleone en Palermo, además para imprimir realismo Visconti minimizó el uso de luz eléctrica, sustituyéndolas por centenas de velas. Ostentoso y precioso el vestuario de Piero Tosi (“Muerte En Venecia”), acentuando la pomposidad y vacuidad de una clase social preocupada por lo vacuo. Todo esto adornado por la fascinante música del maestro Nino Rota (“El Padrino”), que adapta una melodía suya inacabada realizada durante la WWII, “Sinfonia sopra una canzone d’amore”, adapta un vals inédito de Verdi, “Vals brillante”, suma momentos de “La Traviata” (Verdi) y “Sonámbula” (Bellini), y con temas originales para el film como los evocadores “Entrada de Angélica”, “Angelica” o “Finale”, valses, mazurcas, polcas se escuchan en su metraje, música que mece la acción en el abismo elegiaco que se mueve sus protagonistas.




Todos estos elementos se funden en el probablemente escena de baile más hermosa jamás filmada, el clímax final del film, más de una cuarta parte de duración abarca, unos 50 minutos (en el libro es diferente, spoiler), donde lo viejo de la aristocracia se mezcla con lo nuevo, la burguesía, el Colosal Palacio regentado por advenedizos trepas, donde el Príncipe sentirá que el paso del tiempo le supera, un microcosmos de personajes que reflejan una nueva era, nobles, militares hipócritas, burgueses mezquinos, vanidosos, codiciosos, falsos, arrogantes, fanfarrones, un deprimente fresco social, donde la melancolía se respira en medio de tono epicúreo-operístico, destilando un aroma crepuscular, de fiesta interminable de despedida de un mundo que agoniza, rezuma alegría impostada, nostalgia por lo que se deja atrás, hay resonancias al ocaso de la vida y al advenimiento de la vejez con la cercanía de la muerte, sublime, la escena cuadrangular entre el Príncipe, Tancredi, Angélica y el cuadro “La Muerte del Justo”, estremecedora, con diálogos que te calan, donde el Príncipe sutilmente deja entrever su amor a Angélica pero es sabedor que su tiempo ha perecido, debe dejar paso a los Tancredis y Calogeros.Y por supuesto el baile en sí, coreografiado suntuosamente por Alberto Testa (experto en ópera, además de trabajar para “Romeo y Julieta” o “Jesús de Nazareth” ambas de Zeffirelli).


Burt Lancaster es el alma del film, un Coloso entre colosos, un carisma abrumador, un porte de hidalguía arrollador, con imagen singular de gran bigote, anchas cejas y patillas de chuleta se asemeja al Gatopardo del título (Gatopardo que está en el escudo nobiliario de la familia Salina), irradia majestuosidad, sabiduría, profundidad reflexiva, una de sus grandes actuaciones, grandes ententes con el sacerdote Pirrone (buen Romolo Valli), con Ciccio el ayudante de caza, con el enviado del senado Chevally, o con los prometidos Angélica y Tancredi durante el baile, divagando sobre la perecedera juventud, rodó en inglés y doblado al italiano, cosa que no me gusta, es prostituir la interpretación, Luchino Visconti tenía en mente a Laurence Olivier y al soviético Nikolai Cherkasov, para tener mayor presupuesto los productores hicieron un acuerdo para USA con la 20th Century Fox, y estos exigieron un actor reconocido estadounidense, Lancaster. Alain Delon encarna con gran ambigüedad a Tancredi, un sibilino que navega con el viento más favorable, primero con Garibaldi y luego con los monárquicos que le combaten victoriosos, un ejemplo de los nuevos tiempos como se amoldan, representa a la juventud que anhela y envidia Don Fabrizio, el sentido aventurero, la belleza que el Príncipe ve esconderse en su rostro, los ententes con Burt son luminarios, el Príncipe quisiera ser Tancredi y poder enamorar a la más guapa, Delon destila simpatía y encanto en un rol que rascando es incómodo, tiene el premio de decir la frase más famosa del film y de las más de la Historia del Cine, <Si queremos que las cosas se queden como están, se necesita que todo cambie>, alegoría oral de la condición camaleónica de los sicilianos. Claudia Cardinale inunda con su fresca belleza la pantalla, un rol lleno de ingenuidad, al que le falta hondura, pero intenta llenarlo la luz de sus ojos. Paolo Stoppa muy bueno en papel de medrante que intenta trepar en la escala social. Serge Reggiani deja huella con su empático personaje, con diálogos furibundos de ética moral con Don Fabrizio. Romolo Valli encarna con mordacidad al cura. Como curiosidad aparece un tal Mario Girotti como amigo de batallas y pretendiente frustrado de Concetta, pocos años más tarde se haría famoso en comedias de acción, siendo mítica pareja con Bud Spencer (nombre real Carlo Pedersoli).

LUCHINO VISCONTI


Momentos que combinan la carga emotiva con la belleza alegórica son legión: Su inicio marcando el talante de la familia aristócrata protagonista, la vemos rezando el rosario en la habitación de palacio, con las ventanas abiertas y el aire ablentando las cortinas, junto a ellos el servicio, y todos de rodillas, se escucha jaleo fuera y a renglón seguido llega la noticia del desembarco de Garibaldi en Sicilia, cosa que el príncipe se toma con flema e indiferencia; La apocalíptica llegada de la familia Salina a Donnafugata, tras un largo viaje por caminos terregosos llegan y los lugareños les invitan a comparecer a la Iglesia por la misa, se colocan en sus asientos de privilegiados como su posición social requiere, y Visconti realiza un crepuscular travelling, donde los aristócratas son reflejados por el tupido polvo que los cubre y con el humo de los botafumeiros como momias del pasado, muertos que aún no saben que lo están; La impresionante llegada a la recepción-cena de Angélica, la vemos en su belleza, se produce un zoom sobre Tancredi que sonríe pícaramente, otro sobre el Príncipe que estaba sonriendo y deja de hacerlo, Angélica se muerde el labio tímidamente, un hijo de Fabrizio se apaña coquetamente el lazo mirando a Angélica, efecto devastador; Las cacerías de Don Fabrizio con Ciccio (buen serge Raggiani), donde este desmenuza a la pujante burguesía, su falsa moral, y a la manipulación electoral, ello enmarcado en planos preciosos; La discusión en la cama de el príncipe con su esposa, donde la ira explota del Príncipe; Cuando Angelica y Tancredi pasean por el palacio, habitaciones y más habitaciones desamuebladas, polvorientas descuidadas, con telarañas, vestigios del pasado glorioso que se apaga; Cuando un funcionario del Piamonte, Chevalley Monterzuolo (buen Leslie French), visita al Príncipe para ofrecerle ser senador en el nuevo parlamento del Reino de Italia, en una profunda charla Fabrizio se producen las mejores frases del film <Soy un exponente de la vieja clase, fatalmente comprometido con el antiguo régimen al que me ligan vínculos de descendencia y afecto. La mía es una generación a caballo entre dos mundos, pero que ya no encaja en ninguno>, <El sueño, un largo sueño es lo que desean los sicilianos, y siempre odiaran y quienes quieran despertarlos, aunque sea para ofrecerles los más hermosos regalos>, <No creo que Calogero tenga más que yo, pero es lo bastante listo como para creérselo>, <Si los hombres honrados se retiran, el camino quedará libre para la gente sin escrúpulos, para los Sedara, y todo seguirá igual por los siglos venideros>, <Los sicilianos no quieren mejorar porque se creen perfectos. Su vanidad es más fuerte que su miseria>, <Este estado de cosas, no debía durar pero durará siempre. El “siempre” de los hombres, uno o dos siglos. Luego, quizá, todo será distinto, pero será peor>, <Nosotros fuimos los Gatopardos, los Leones. Quienes nos sustituyan serán chacales y hienas, pero todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra>; Por supuesto el ya mencionado baile, Grandioso, culminado en el vals ocaso que bailan Don Fabrizio y Angélica, especie de relevo entre el viejo y nuevo mundo; Cuando a la mañana aún sigue el baile, vemos a el Príncipe en servicio mirándose melancólicamente al espejo, y de sus ojos brota una lágrima, llora por la muerte de su juventud, por la de su era, la de ”Los Gatopardos”; O su estremecedor epílogo (spoiler).



La escena de la batalla se nota ostentosa pero falta de alma, la veo forzada, sin poder de emocionar, la ves y te deja frío, con una coreografía bélica bastante mejorable, no conoces a nadie de los que luchan por lo que te deja distante, Visconti se metye a hacer algo con lo que entiendo se siente incómodo, quizás forzado por los productores a realizar una escena de acción, y hace algo tan pomposo y hueco como indiferent5e deja al espectador, para más inri esta batalla no aparece en el libro.





Spoiler:

Tras el baile, ya de amanecer, el príncipe decide volver a palacio paseando por el pueblo, por el camino se cruza con un cura que va dar la extremaunción con un monaguillo delante sonando una campanilla, el Príncipe se arrodilla a su paso y mirando al cielo recita <Oh, estrella! Oh, fiel estrella! Cuando me darás una cita menos efímera, lejos de todo, en tu Reino de perenne seguridad?> en el último tiro de cámara lo veremos aljarse por una calle oscura, cruzándose con un gato (alegoría?). En la novela el baile es solo un bloque más, no es el final, el libro se alarga más allá de 1862, pasando por la muerte del Príncipe en 1883 y llegando a la vejez de Concetta tras la llegada del SXX, restando de este modo importancia al baile, al contrario que Visconti que la pone como punto álgido conclusivo.

En conjunto me queda una notable obra sobre el paso inexorable de los años, sobre los paulatinos cambios, que no siempre van a mejor, y con una Sublime actuación de Burt Lancaster. No le doy más puntuación porque algunos pasajes podrían haberse suprimido y hacerla algo más ágil, pero poca cosa. Fuerza y honor!!!


P.D.- La productora italiana Titanus produjo este film, también lo hizo con la épica bíblica “Sodoma Y Gomorra”, las dos fueron un tremendo fracaso taquillero que la productora desapareciera.





No hay comentarios:

Publicar un comentario