THE ACT OF KILLING. (DOC.)
La Maldad De Los
Idiotas.
Anwar Congo |
Joshua Oppenheimer |
El director
se fija en Anwar Congo, anciano de imagen tierna que se vanagloria de haber
matado a más de 1000 personas, fue uno de los fundadores de la más grande
milicia indonesia, Pemuda Pancasila (organización que tiene hasta a ministros
en el gobierno), un escuadrón de la muerte sanguinario. Llama la atención de
que en sus orígenes Anwar junto a su amigo Adi Zulkadry eran delincuentes en
Medan (Sumatra del Norte) dedicados a la reventa de entradas para el cine
americano (a las que Anwar es un aficionado, sus ídolos son John Wayne, Elvis Presley
y Al Pacino), de gran demanda, llegaron los comunistas al poder y las cintas
estadounidenses se cortaron, derivando en el cabreo de Anwar y compañía, por
supuesto lo más ‘normal’ es que si luego el entrante dictador les conmina a
eliminar a comunistas estos lo hagan encantados, autodenominándose gangsters,
palabra que ellos traducen como ‘Hombre Libre’, término con el que se trataba a
los piratas en Indonesia. También es protagonista un tipo orondo, Herman Koto,
un cuasi-Falete, un admirador de las ‘gestas’ de Anwar, un estrafalario hombre
que se deleita travistiéndose cual Carmen Miranda.
Oppenheimer
tras charlar con algunos de los genocidas y saber de su afición por el cine les
propone un retorcido juego, hacer una película sobre sus ‘hazañas’, así que
prepararan un casting para representar ante las cámaras sus barbaridades, en un
tono de serie z, con lo que los asesinos rememoraran sus matanzas, con estilo
revoltijo de géneros que estos desequilibrados más degustan, el cine negro de
gangsters y el musical, convirtiéndose el documental en una especie de
making-off de este supuesto atroz film, surcado de confesiones desgarradoras de
muchos de los que participaron, salvajes que se sienten orgullosos de su
trabajo, su fuerza actual radica en sus cruentos métodos de antaño, un hábil
descenso a un Infierno donde se da cita aquello que dejó dicho Hanna Arendt
<La banalidad del mal>, gente que convivía con el homicidio de modo
rutinario, su labor era salir a la calle, atrapar a cualquier sospechosos de
disidente, torturarlo y matarlo.
La cinta es
una galería de situaciones y de relatos pavorosos, contados de modo tan
flemático que te hace dudar si lo que ves no es un fake, y es que además de
demostrar que eran unos monstruos, perdón, que son unos monstruos, exhiben una
mente tan cortita que aterroriza pensar que un país depositará su ‘seguridad’
en manos de estos dementes, con una mentalidad pueril. Es un macabro trabajo
que te deja turbado, un deprimente retrato de la Naturaleza del Mal,
radiografía de unas personas amorales, desalmados asentimentales, Bestias con
apariencia humana, seres repulsivos, que con un humor negrísimo describen sus
‘fechorías’ como actos traviesillos que una panda de chiquillos perpetra. El
director consigue un enfoque original y desconcertante al dar libertad a las
Bestias para que ‘disfruten’ con esta película dentro de una película, se creen
unas estrellas hollywoodienses y se vienen arriba, se desinhiben, Oppenheimer
con el recurso de que se ‘desnuden’ ante la cámara con sus
‘batallitas/recreaciones’ consigue dejarnos más helados que con imágenes de
archivo, nos asquea y desconcierta la trivialidad con la que nos escupen sus
masacres, nos revuelven las tripas con tanta frialdad ‘chistosa’. El film
divaga entre el surrealismo, la astracanada y el horror.
El Monstruo con sus nietos |
La cinta está regada de momentos de gran calado emociona: Cuando Anwar y compañía cuentan como mataban tumbando a una persona amarrada en el suelo y le ponían la pata de una mesa en el cuello, ellos se sentaban en ella y cantaban para ahogar los gritos de la víctima, o cuando la cámara sigue por un mercado a los gangsters y vemos como extorsionan a los pobres tenderos chinos, los notamos aterrorizados, los vemos como héroes en un programa de televisión a Anwar y Herman, la entrevistadora los alaba, ellos gozan contando sus carnicerías como si hubieran exterminado cucarachas, y el público aplaude enfervorecido, totalmente surrealista, o el turbador momento en que uno de los actores amateurs, durante una pausa, cuenta distendidamente que pueden utilizar en el film una ‘anécdota’ que le ocurrió cuando era un niño, se llevaron a su padrastro de su casa a las 3 de la mañana uno de estos escuadrones mortales, su madre e hijos gritaban, a la mañana hallaron el cuerpo tras un barril, lo cogieron y enterraron junto a la carretera, <como una cabra>, dice entre risas estremecedoras, al darse cuenta de que pueden los oyentes no tomárselo bien, apostilla <Prometo que no os estoy criticando>, o cuando Adi da la clave <La historia la escriben los ganadores y nosotros somos los ganadores>, así que pueden hacer lo que se les antoje, solo ellos juzgan sus hediondos actos, o cuando uno de los ‘gangsters’ justifican sus crímenes, se molestan de que les digan criminales, se ríe de la Convención de Ginebra, y asevera <Ojalá me lleven al Tribunal Internacional de La Haya. Me haré famoso!>, o cuando Adi entre carcajadas cuenta como en 1966 salía con una china, cosa que no le incomodó para apuñalarlo, o cuando el vicepresidente de la nación en una reunión de Pemuda Pancasila glorifica el servicio leal que estos bárbaros con sus masacres han hecho a Indonesia, o cuando muestran como manipulan a la juventud con un film propagandístico en que ponen a los comunistas como cuasi-demonios, o cuando escenifican la quema de un poblado disidente, Anwar se sorprende, pues le resulta más espantosos de lo que él recuerda, durante este tramo vemos a un ministro de Indonesia corregir la recreación pues se muestran demasiado salvajes y se podría tener una idea distorsionada de cómo son, dantesco, o cuando intentan callar el llanto a una niñita tras una recreación, o la perturbadora escena del interrogatorio y el osito, atroz, o cuando Anwar se pregunta por qué los hijos de los asesinados no se han vengado, y en su recta final la cinta se retuerce enfermizamente vemos el final del musical en frente de la cascada, una de las víctimas de los escuadrones de la muerte felicita al travestido Herman por haberlo asesinado, alzándole los brazos en señal de triunfo, continua con Anwar viendo la grabación final en su casa, orgulloso de lo que ve llama a sus nietos para que vean con él como hace de víctima, devastador, Congo dice conmocionado <Las personas que yo torturé... sintieron lo que yo estaba sintiendo en ese momento, y se oye por única vez a Oppenheimer (sin verse) <No. Lo sintieron peor, tú estabas haciendo una película y ellos sabían que los ibas a matar>, valiente. Tras lo que Congo vuelve a la terraza de la muerte, allí parece derrumbarse psicológicamente, parece que el rodaje le ha afectado, tiene arcadas, parece ser Humano, no seré yo el que le compadezca, es un insulto a la Humanidad que seres como este tengan cabida en nuestro Mundo, lo malo es que siempre habrá maestros de marionetas que manejen en las sombras los hilos de estos Monstruos abominables.
El realizador tiene la
habilidad de dejar hacer con libertad a estas Alimañas, transmitiendo la condición
cuasi-infantil de estos Parásitos, consiguiendo una magnífica radiografía de la
maldad rutinaria, ordinaria, banal, sin remordimientos. Hecho en falta que nos
contextualicen en el tiempo y espacio de algún modo lo que vemos, se pasan de
asépticos, lo que puede llevarnos a alejarnos de que lo que vemos es real. Por
lo demás un documental muy bueno, sobre una temática siniestra abordada con
suma originalidad. Fuerza y honor!!!
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