LA BESTIA CIEGA.
Turbador
film de culto japonés, thriller psicológico asfixiante, no apto a todos los
paladares, angustioso, claustrofóbico, mórbido, pero que tiene un rush final
que me ha sido grotesco por la forma apresurada en que lo cuelan, lo cual hace
me sea desagradable y bajar puntuación. Dirigida por Yasuzo Masumura
(desconocido para mí, hastas que vi “red Angel” y me ganó para su causa) escrita
por Yoshio Shirasaka (“Las Olimpiadas de Tokio”), adapta la novela “Moju” de
Edogawa Rampo de 1931. "Moju", fue una anomalía en la literatura del
genio de las novelas detectivescas Edogawa, publicada en serie en 1.931, más
polémica que popular debido a su temática, ni siquiera a él le gustó. Se puede
sentir como especie de revisión enfermiza al film de William Wyler de 1965 “The
Collector”, y con ello haciendo un incisivo lienzo sobre el llamado Síndrome de
Estocolmo.
Esta es una obra
pesadillesca, esto potenciado por su escenario principal muy ‘daliniano’ por
mor de la turbadora dirección artística de Shigeo Mano (“Byôin de shinu to iu
koto”), creando un escenario surrealista en un almacén adornado por figuras de
grandes cuerpos de mujeres desnudas reclinadas, y en las paredes, multitud de
pechos, narices, piernas, orejas, ojos, labios, etc. Esto atomizado por la
climática y dramática cinematográfica de Setsuo Kobayashi (“Fuego en la llanura”),
en una función fundamental en proyectar un estado de ánimo que se va
empequeñeciendo conforme avanza el minutaje, con claroscuros, poca iluminación,
con fondos negros espectrales, en disonancia con las figuras blancas virginales
fantasmales, donde la cámara de forma inteligente abre al principio el foco en
el almacén, para conforme llegamos al final cerrar el objetivo sobre el pareja protagonista,
no hay más alrededor de ellos, que solo se ven mediante el tacto. Con
secuencias tan escabrosas como en la que al principio Aki intenta escapar de
Michio por el almacén y ella se topa con los relieves de estas figuras y partes
de cuerpo femeninas que ilumina de forma inquietante Michio.
Un bizarro juego del
gato y el ratón en versión batalla de sexos enfermiza, las dinámicas de poder,
las manipulaciones, los celos, las frustraciones sexuales, deviniendo en una
ácida exploración sobre el placer, comenzando en lo táctil, sobre hasta donde
estas dispuesto a llegar para superar etapas de este, sobre si la agonía puede
ser el éxtasis, todo llevado al extremo obsesivo, ello desarrollado por el
director en forma muy dramática visualmente, cada vez se va haciendo más oscura
y más oscura hasta cerrar el objetivo sobre sus dos protagonistas.
La joven modelo
aspirante Aki Shima (Mako Midori) es secuestrada por un misterioso hombre ciego
(Eiji Funakoshi) y llevada a su casa en un almacén con ayuda de su madre (Noriko
Sengoku), que está lleno de esculturas de partes del cuerpo humano y figuras
femeninas. El hombre ciego, Michio Sofu, es un escultor que desea utilizar a
Aki como una musa para su mayor trabajo.
Película partida en dos,
bien marcadas por un asesinato: Con los créditos tenemos un croquis de
fotografías monocromáticas, Aki aparece desnuda y atada con cadenas (bdsm), en
algunas de ellas su imagen se multiplica, crea pastiche psicodélico propio de
los años 60, expone su cuerpo al tiempo que no se ve su rostro. Empieza con el
llamemos prólogo de presentación, con la exposición de arte donde Aki ve por
primera vez a Michio. Un cartel en la pared dice la exposición se llama “Les
Fleurs du Mal”, nombre de la colección de poemas simbolistas del ‘maldito’
Charles Baudelaire, este quería encontrar la belleza en el mal, la enfermedad y
la decadencia, esto ya sirve como leit-motive para el film. Aki llega a la
exposición y se turba ante un tipo que acaricia con pasión sexual una escultura
de ella. Más tarde, agotada por un largo día de modelaje, llama a un masajista
local para venga a darle un masaje relajante en la espalda a su apartamento: "Me
gusta fuerte… si no duele, no me satisface", lo cual da pistas sobre lo
que vendrá en el rush final. Esta escena me resulta muy mal trabajada, pues el
masajista parece un depredador sexual caricaturesco en sus masajes de ‘salido’,
ridículo ella lo aguante tanto, hasta que él la narcotiza y secuestra; Y
empieza la primera parte en el surrealista local en medio de la nada. Donde hay
un incisivo thriller de supervivencia de ella frente a él y su ‘ayudante’
madre, esta primero en estado de shock ante el ‘onírico’ escenario, intenta
huir por las bravas, y luego, ante la imposibilidad de esto, utiliza sus armas
de mujer, maneja la sexualidad con picardía, ello enfrentándose a la posesiva
madre todo ello con vigor y electricidad malsana en la relación del triángulo.
Aki puede ver en el interior de Michio a través de lo que ha creado en el
exterior, haciendo mención a dos esculturas gigantes sin cabeza de mujeres
desnudas, le espeta a él: "Ahora lo entiendo! Están hechas desde la
perspectiva de un bebé!". Esto enlazado a otro comentario de ella sobre la
madre de Michio, apuntando a una relación malsana, de seseos incestuosos por
parte de ella, y por ello lo ha mantenido bajo su regazo alejado de mujeres, lo
define a él como un juguete de su madre. Hablando con ello de la alienante
relación de la madre y el retoño
Pero de modo abrupto
entramos en la parte final y todo me cruje, sucede de modo tan apresurado que me
resulta metido con calzador, como si el director le hubiesen metido prisa por
acabar y la gradualidad hubiese saltado por los aires. Complicado explicarlo
sin entrar en spoiler (donde me extenderé más), pero es otra película que entra
de modo quebrado y me es estridente, no hay naturalidad en este desarrollo, y
en modo flash entramos en un torbellino sadomaso inverosímil, con influencias
del Marqués de Sade o el ya mencionado Charles Baudelaire, adornado por una
especie de elemento sobrenatural que me hace pensar si todo no es más que una
pesadilla.
Eiji Funakoshi compone a
un Michio algo pasado de vueltas, demasiado histriónico, una cosa es que sea
ciego y otra que parezca en estado orgásmico con cada acto táctil, me resulta caricaturescamente
infantiloide, falla. Aunque tiene buenas frases como: “Quiero ser pionero en el
arte del tacto, donde sólo los ciegos puedan apreciarlo… Una nueva forma de
arte hecha por y para los ciegos”, le dice Michio a Aki; Mako Midori resulta
más compleja y humanizada en su evolución, en su modo artero de comportarse en
casi todo el film, notable composición moviéndose como una forzada maestra de
marionetas para intentar escapar. Aunque llegados al atropellado rush final
todo esto implosiona.
Spoiler:
‘La tensión se termina
cuando ella accede, tras varios infructuosos intentos de escape, y enamora a su
captor; en un principio creeríamos trata de provocar tensión entre el escultor
y su madre para aprovecharla y huir. Pero más tarde, cuando sube el termómetro
en la relación filial, hay violencia madre-hijo y el resultado es trágico, y
tras un accidente muere la madre. A partir de ese momento, el realizador saca
la trama de la situación que había construido hasta ese momento, para llevarla
al camino del poema visual con intención alegórica y moralista. En esta parte
de la película, el escultor y su amante surcan los rincones más oscuros del
alma humana. Encerrados en el almacén, se proponen experimentar todas las
sensaciones carnales posibles, comenzando con el sadomasoquismo y llegando
hasta niveles insospechables. Adentrándose en el sadomasoquismo (todo un boom
para su tiempo tuvo que ser esto), empezando por el “cúbreme de cicatrices” de
ella y llegando a esas extraordinarias mutilaciones del desenlace que
definitivamente parecen celebrar la senda erótica recorrida cual escala
ascendente de un conocimiento carnal recíproco vinculado a la privación y la
violencia autodestructiva.’ Aki en una narración ofdf sobre imágenes de su
propia desaparición: “Quienes se aventuran al borde de esos mundos, sólo pueden
esperar que los envuelva una muerte oscura y húmeda”; Aquí me llama la atención
ver a los amantes vestidos con tropa interior, esto quieras que no te hace fruncir
el ceño, esto carece de sentido alguno, pues son ciegos (ella por mor de no se
que se ha quedado invidente), y no sirve ni a modo de fetichismo, se nota es
por la censura, y resta, debería haber habido ingenio en el director para
salvar esta ‘valla’.
Todo este tramo final en
que los amantes se transforman en dos seres excitadoramente autodestructivos me
ha sido metida a empellones, no me la creo según me la cuenta. Pasamos de que Michio
viola a Aki, a que ella a renglón seguido está enamorado de él (¿?), y para
rizar el rizo ella se queda ciega, por imperativo del guion, te hace
preguntarte si todo no es más que una pesadilla fantasiosamente sexual de ella.
No hay inventiva alguna para este elemento sobrenatural. Luego pasamos a la
fase sadomasoquista, comienzan arañándose, mordiéndose, pasan a darse cortes, beberse
la sangre de uno y el otro (vampiros), luego a pincharse con cuchillos, para en
el colmo ella pedirle a él que le ampute brazos y pernas para llegar al placer
por agonía (¿?). Ello expuesto en unas tomas pretendidamente líricas cuando
vemos caer los miembros de la escultura de Aki creada por Michio a modo de
alegoría de como los hacen los de la real mujer. Al final Michio, cual moderno
Romeo se clava letalmente un cuchillo en el corazón. Todo esto, al parecer, se
hila con el placer del tacto (¿?). Esta parte me saca del buen film que veía
hasta entonces para caer en un sexplotation grimante.
‘Sobresale en este tramo del film la traslación de las herramientas del escultor como instrumental erótico y, en este mismo sentido, los originalísimos símiles visuales que Masumura establece entre las esculturas y los cuerpos.’
'La muerte de la madre de
Michio quiebra la película hacia una fantasía fetichista. Solo si se
deshacen de los últimos vestigios de la familia y de cualquier pensamiento
sobre el mundo exterior, Michio y Aki pueden continuar su viaje erótico hasta
el final de la noche. Puede parecer una caída en un cliché desacertado que Aki
se excite con su violador (y luego se enamore de él), pero esta objeción pasa
por alto varios puntos: por mucho que el proyecto artístico de Michio sea
inseparable de sus exploraciones eróticas, la excitación de Aki depende de su
ceguera, que la coloca en el mismo reino de los sentidos que Michio, cuyo
programa adopta con entusiasmo.'
Este film seguramente ha
influido a otros de temáticas similares como “El Imperio de los Sentidos” (1976),
“Zoo” (1985), “Matador” (1986), “Pacto de Amor” (1988) o “Amores que Matan”
(Boxing Helena, 1993).
Provocador y sugestivo
film, que en su último tramo me hace bajarlo de nivel, al querer retorcerse
demasiado quiebra. Gloria Ucrania!!!
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