MONSIEUR VERDOUX.


Sobrevalorado film de Charles Chaplin, no es que sea
malo, es que no es la obra maestra (en mi modesta opinión) de la que muchos
hablan, y es que en muchos de sus aspectos el paso del tiempo la ha arrugado,
dejando ver sus costuras y su desequilibrio en el tono del relato, no sabiendo a
que decantarse, si el humor negro (presentación ácida de Verodux en un idealizado
jardín mientras poda flores, ello con el humo en un horno de una de sus
víctimas) o al slapstick (proveniente del cine mudo, ejemplo las caídas, modo
de contar dinero, el modo de esconderse en la boda,...), quedando irregular en
esto, además de que su mensaje encarando en su final, con parecido a su
anterior cinta (siete años antes) “El Gran Dictador”, con un discurso
filosófico bastante discutible (por no decir vomitivo). Dirigida y
protagonizada por el propio Chaplin, siendo su segunda película hablada,
escrita por él basándose en una idea de Orson Welles, que Chaplin compró a su
amigo por $ 5.000 en 1941, la película se basa libremente en la vida de un
famoso bígamo francés y asesino llamado Henri
Désiré Landru (París, 12 de abril de 1869 - Versalles, 25 de febrero de 1922), también conocido como el "Barba Azul de Gambais", en 1963
Claude Chabrol filmaría “Landrú”, una película sobre el mismo tema. Este film llegó tras un periodo turbulento en la vida
de Chaplin, elementos perniciosos que pudo volcar en el film, y es que en los años anteriores a la realización de
este proyecto el polifacético artista fue siendo acusado de anti-americano y
comunista, ello por el pacifismo e ideas contra la pobreza y explotación
laboral que reflejaba en sus obras, sumado
a que en las varias décadas viviendo en suelo USA no había solicitado la
ciudadanía estadounidense, a esta vertiente pública conflictiva se sumó su
polémica relación (laboral y amorosa) con Joan Barry, aspirante a actriz que
Chaplin intentó en vano encumbrar como estrella de cine, y terminó con ella
acosándolo, y lo que es peor ella lo acusó de que el hijo que tenía era suyo.
Hubo un sonado y escandaloso juicio en el que tras dos análisis fue probado que
el retoño no era de él, pero a pesar de esto fue obligado a pagar una
cantidad por la manutención del niño hasta que cumpliera la mayoría de edad. Todo
esto pudo influir en el cambio radical con esta cinta, abandonando al
idealizado vagabundo para siempre, y componiendo una historia negra, de un
oscuro humor, siendo el protagonista un asesino en serie de mujeres,
justificando de un modo retorcido los crímenes, y arremetiendo de rebote contra
el desalmado capitalismo. La película fue un fracaso comercial
en los EE.UU. e incluso hubo piquetes en su contra, retirándose en poco tiempo
de los cines. Hizo sólo $ 300.000 en taquilla USA en comparación con los $
5 millones de “Luces de la ciudad” (1931). En
Europa tuvo mucha mejor acogida en Europa, ganando en total $ 1,5 millones fuera
de EE.UU.. Película víctima del Código Hays de censura, hizo cambios
sustanciales a personajes y la trama que incluyeron el cambio de un personaje
de prostituta a vagabunda y la eliminación de cualquier representación de una
pareja casada compartiendo la misma cama.
Un film ágil, que se desarrolla con fluidez, de modo
lineal, sin apenas sorpresas, componiendo atractivas viñetas, pero orgánicamente atrompicadas en su tono (ya mencionado). Es el estudio de personalidad de un
tipo complejo y contradictorio, expuesto con mordacidad, un asesino en serie
vegetariano, capaz de recoger orugas del suelo para salvarlas de ser pisadas,
mientras está incinerando en la barbacoa los restos de la última mujer matada, como
después de sus “negocios exitosos” (o sea, homicidios), vuelve con su esposa minusválida
(Mady Correll) como cariñoso
esposo, quejándose de que su hijo es cruel con los animales (tira de la cola a
un gato) y llegando a preguntarse de quien le habrá venido esa vena sádica.
Todo esto son notas de un inteligente y punzante humor negro, en lo que es una
sátira de una sociedad decadente, una crítica a una sociedad acomodada, que
guarda un hipócrita culto a las apariencias, ello con una vena misógina muy
acusada, retratando a mujeres que van de lo insoportable a lo ingenuo.

Chaplin dibuja a su Verdioux con mucha simpatía ya
desde su bucólica (y retorcida a la vez con ese humo...), nunca vemos al monstruo,
solo un tipo con carisma, don de la palabra, ingenioso, incluso tierno, nihilista
y divertido, para ello se vale del ya muy explotado cariz empático del actor, y
sobre todo sumado a que nunca vemos in situ ninguno de sus asesinatos, estos
son en elipsis o fuera de plano, ni vemos los cuerpos de sus víctimas, esto
provoca que esta parte pérfida del personaje quede oculta y por tanto parezca
menos cruento en sus maneras, siendo un artificio artero y un tanto
manipulador, pues en contraposición si vemos a las mujeres ariscas y ásperas, asimismo
son presentadas estas como esbozos sin alma por los que el espectador no llega
a sentir algo con su desaparición, debería haber su contraparte. A Verdoux le
falta dimensión dramática, aristas y matices, pues nunca lo vemos plantearse si
está bien o mal lo que hace, no tiene dilemas morales, demasiado flemático, simplemente
mata sin dolor de conciencia, sufriendo una asentimentalidad patológica.
Es un relato que no desprende carcajadas, pero si
alguna mueca de sonrisa de satisfacción, destaca en este sentido aparte de las
mencionadas dosis de humor sombrío, las interacciones de Chaplin con una
desatada potencial víctima suya, Martha Raye como la
indestructible Annabella Bonheur, manteniendo algunas escenas rebosantes de
humor slapstick propio del que más conocía el actor, con golpes, caídas,
equívocos (el tramo en que se cree envenenado Verdoux, la escena de la
barca,...), esto aderezado por una interpretación de la actriz visceral,
racial, electrizante, volcánica, siendo claramente una influencia para (décadas
posteriores) la Janice (la del mítico “Oh, my God!”) de la serie “Friends”,
sobre todo con esa estridente y aparatosa sonrisa.

En su tramo final Chaplin (a mi modesto entender) habla
a través de Verdoux, justificando sus atroces crímenes de modo trivial relativizando
su sociopatía, comparándolo con que en las guerras se mata a más gente ("Yo he matado y se me considera un asesino, pero si lo hubiera
hecho en la guerra me llamarían héroe. Si eres un criminal o no sólo depende de
las cifras"), menuda
patraña hedionda justificar sus asesinatos en un totum revolutum, por cierto (esto
de la guerra metido con calzador pues en todo el metraje nos e hace mención a
ella), que culpa tienen sus víctimas de que haya guerras? De este zafio modo
hasta los nazis podrían razonar y relativizar sus atrocidades. Se justifica
también arremetiendo contra la sociedad capitalista, la que lo despidió de un
banco, y claro a todos los que han echado del curro se han metido a asesinos de
mujeres indefensas, de lo más lógico y normal (ataque de cinismo), cuando en
realidad tras su nihilismo esconde a un enfermo sociópata-amoral con evidente
ataraxia (falta de empatía y sentimientos), pues si matara para mantener a sus
esposa e hijo, con un asesinato hubiera bastado, pero 13? Lo suyo era avaricia
y vicio genocida, pues ni tan siquiera puede escudarse (de modo nauseabundo) en
que solo mataba a ricas (como si estas no tuvieran derecho a vivir), pues su
idea (aunque luego se arrepienta) es envenenar letalmente a una vagabunda.
Chaplin interpreta a Verdoux con elegancia y sofisticación, con mucha labia, con encanto,
coquetería, pero adolece de aristas, lo que lo convierte en plano. De los
secundario solo destaca la ya mencionada Martha Raye, arrolladora
en su histrionismo desbocado, teniendo una gran química con Chaplin, al que
llega a opacar, tremenda, siendo, como bien he leído un alargamiento del rol de
Jack Jack Oakie en el gran dictador (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), fabulosa.
La puesta en escena es propia
de la austeridad del cineasta londinense, con frugalidad de medios deja que la
historia y los actores tomen protagonismo, con dirección artística de John
Beckman (“La mala semilla”), rodando en California (Big Bear Lake en San
Bernardino, Lake Arrowhead, y los interiores en los Chaplin Studios en
Hollywood), esto con la fotografía del habitual chaplinesco Roland Totheroh (“La
Quimera del Oro”), destacando los estáticos planos generales y medios, propios
del cine mudo, con suaves movimientos de cámara, con uso del zoom para
enfatizar emociones, sobresaliendo asimismo los juegos de edición de Willard
Nico (El Gran dictador”), en el modo jocoso en que cuenta los fajos de dinero,
o en las transiciones elípticas con las ruedas veloces de un tren (con la
música de Chaplin “Viajar”).
Spoiler:
La relación con la esposa que
si ama y su hijo queda en un esbozo, llegando a parecer una mera muleta en la
que asir cierta humanidad (forzada) del asesino, se debía haber explotado más y
no quedara esto en demasiado esquemático y superficial. Llegando a desaparecer estos
de modo tosco. Tampoco resulta muy verosímil el modo en que asesina al policía,
quien se puede creer que un agente investigue a alguien durante tiempo y no lo
comunique a su comisaria? Cogido con papel de fumar.
El tramo final resulta
demasiado apresurado, se produce el crack del 29, y hay una elipsis temporal, y
ya nos enteramos de sopetón que la esposa (la verdadera) y el hijo han muerto,
no sabemos de que, tiene una charla con una antigua chica a la que ayudó (no
sin antes pensar en que fuera su conejillo de indias y envenenarla), y decide
entregarse, antes provocando un enredo y caos propio del mejor Charlot. Para
desembocar todo en juicio y condena, donde no muestra remordimiento alguno, se
siente fuerte en sus retorcidas convicciones relativistas. Atacando a la política
que provoca guerras, menuda desfachatez que lo diga en un país que estaba a las
puertas de ser invadido por la Alemania nazi, quiere decir que no había que
defenderse y así no hay enfrentamiento bélico? (sin comentarios).Incluso
Chaplin se permite tratar con desdén a la religión (cristiana), colocándose al
nivel de un Dios (“Mi conflicto no es con Dios. Es con los hombres” dice
Verdoux)
Henri Landru
sería condenado el 30 de noviembre de 1921 tan sólo por once asesinatos probados, aunque la
policía calculó entre 117 y 300 el número de mujeres asesinadas por Barba Azul.
El 25 de febrero de 1922, Landru fue guillotinado en la cárcel de Versailles. En lugar de la Gran Guerra Mundial, cuando Landru cortejo y asesinó a
decenas de mujeres, en su mayoría solteras ricas privados de los hombres que
habían ido a luchar en el frente. Este contexto es crucial para el Landru, pues
sus víctimas salian de los anuncios d eperiódicos de viudas que lo eran
mayoritariamente por los muertos en combate durante el conflicto. Chaplin
establece su historia entre la década 1920 y la 30, esto para que tuviera
influencia el crack del 29, y para acercar la fecha a la latente Guerra que se
avecinaba (la WWII)
El proyecto comenzó cuando Orson Welles le propuso que interpretara al personaje de Henri Désiré Landru, famoso criminal francés, en un documental de episodios que iba a rodar
él mismo. «Me sentí interesado, pues suponía cambiar de la comedia, y un cambio
también en lo de escribir, interpretar y dirigir yo mismo, como había hecho
durante años. Así, pues, le pedí que me enseñara el guion.» Sin embargo, estos planes se
alteraron cuando Welles le pidió que también escribiera el guion. Chaplin
rechazó la oferta, pero la idea de aquel personaje permaneció en su mente.
Mientras trabajaba en el guion de Sombra y sustancia, Chaplin llamó a Welles, interesado en los derechos de la historia.
Welles le dijo que aquello era de dominio público. «Fue entonces cuando dejé Sombra y sustancia en un rincón, y me dediqué
otra vez a Monsieur Verdoux, hasta que fui violentamente interrumpido por el Gobierno».
Film bastante discutible en
su moralina, y en su irregular tono cómico-dramático, pero con algunos
momentos apreciables, muchos de ellos protagonizados por una excelente Matha
Raye. Fuerza y honor!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario