RASHOMON.

El nipón Akira Kurosawa
alcanzó una de las cimas del Séptimo Arte con esta Obra Maestra, un drama con
sugestivas dosis de fantasía (muy bien engarzada) que le dio a conocer en todo
el mundo a él y a Toshiro Mifune, un clásico embestido de un lirismo
exacerbado, donde la complejidad de la Naturaleza Humana queda deconstruida de
modo mordaz e incisivo. Uno de los films más revolucionarios e influenciantes
que ha dado el cine, con un majestuoso juegos de flash-back (incluso alguno,
cual matrioskas, dentro de otros flash-back) en que la verdad se convierte en
algo difuso y flexible, donde los miedos, inseguridades, debilidades de los
humanos quedaran retorcidas de modo perverso a la vez que poético. El
fascinante guión del propio realizador junto a Shinobu Hashimoto (“Vivir” o
“Los 7 Samuráis”), se basa en dos historias distintas escritas en 1915 por Ryūnosuke Akutagawa, “La puerta de Rashômon" de la que se toma tanto la puerta, su atmósfera, la discusión
moral y el esquema argumental; La segunda se titula "En el bosque", de la que toma la historia el entorno físico, la mujer violada
y el marido asesinado, y a grandes rasgos la estructura en que se narra
conjugando versiones, ambientando la cinta en el siglo XII, narra la violación
de una mujer y el asesinato de un samurái a través de cuatro testimonios: el
del (supuesto) asesino del samurái, el de la esposa del samurái, el del samurái
mismo (a través de una médium) y de un leñador que fue testigo del hecho.
Kurosawa con estos mimbres realiza una introspección brillante en el
relativismo de la Verdad, siguiendo aquella máxima de que es una mentira por
descubrir, cada testigo narra de modo distinto lo acaecido, todos queriendo
proteger su honor (su modo de entenderlo), debiendo ser el espectador el que
elija cual es la buena, o quizás es una miscelánea de todas ellas. La
genialidad del director se denota en como un relato que se repite matizado una
y otra vez consigue atrapar en sus malsanas redes, con una economía de medios
notoria logra magnetizarnos, apenas tres escenarios cuasi-teatrales: Un
luminoso bosque; Un patio donde se producen las declaraciones de los testigos
en plano subjetivo (con lo que el espectador se convierte en juez mismo); Y por supuesto la deteriorada puerta Rashomon
que da nombre al film, esta se convierte mediante un juego de espejos figurado
en una metáfora contextual, pues la misma en su esplendor era el símbolo del
poderío del Imperio, pero que en su visión cuasi-derruida es la imagen de una
nación (y del alma de sus personas) derrumbada, y es que hay que Japón acaba de
ser derrotada en la WWII, y estaba ocupada militarmente por USA.
Rashomon ha
pasado a ser parte del vocabulario general (en el idioma inglés pertenece a su
diccionario), ello para definir la intención de describir un evento que se
interpreta de diferentes maneras por varias personas. La impronta de la
estructura de la película se nota en multitud de realizadores posteriores como
Kubrick (“Atraco perfecto”, 1956), Tarantino (“Pulp Fiction”, 1994), Singer,
(“Sospechosos habituales”, 1995), Zwick (“En honor a la verdad”, 1996), Nolan
(“Memento”, 2000), o McTiernan (“Basic”, 2003), o por poner un ejemplo más reciente está en la
serie “Trece razones” (2017), hay muchísimos más.
En USA se adaptó al género de western, crédito otorgado a Kurosawa y bajo el nombre de The Outrage, realizada en 1964 con Paul Newman, Claire Bloom y Edward G. Robinson. En 1951 recibió el galardón del Óscar a la mejor película extranjera. El nombre de la película se
refiere a la enorme, antigua puerta de la ciudad "moderna entre el día de Kyoto y Nara " (construida en el año 789),
en el extremo del Suzaka Avenue hacia el sur. El
término efecto Rashomon se refiere a situaciones del
mundo real en el que múltiples testimonios de testigos de un evento contienen
información contradictoria. Rashomon fue la primera película japonesa que iba
al festival de Venecia, ganó el León de Oro,
venciendo a las 28 películas más que había, entre ellas “Un tranvía llamado
deseo” (Elia Kazan) y “El gran carnaval” (Billy Wilder).
Estamos en el Japón medieval,
un leñador Kikori (Takashi
Shimura ) y un sacerdote Tabi
Hoshi (Minoru
Chiaki ) se sienta bajo la puerta de kioto, Rashomon, para
resguardarse del fuerte aguacero. Un plebeyo (Kichijiro Ueda) se une a ellos y
ellos le dicen que han sido testigos de una historia perturbadora, que le
relatan. El leñador afirma que
encontró el cuerpo de un samurái (Masayuki Mori) asesinado tres días antes en
la búsqueda de madera en el bosque; al
descubrir el cuerpo huyó presa del pánico para notificar a las autoridades. El cura dice que vio al samurái con su
esposa viajar el mismo día en que ocurrió el asesinato. Ambos hombres fueron citados a declarar
en la corte, donde se reunieron con el bandido capturado Tajomaru (Toshiro Mifune), que se atribuyó la
responsabilidad por la muerte de los samuráis y violar a su esposa (Machiko
Kyo).
Kurosawa radiografía el alma
humana, disecciona su corrompido corazón, confronta la difusa verdad frente a
“nuestra verdad”, expone la condición de los humanos en un universo sombrío
poblado por personajes egoístas, mentirosos, envidiosos, cobardes, lujuriosos,
contradictorios, hipócritas, vanidosos, bravucones, frágiles, y sobre todo de
desesperados, un microcosmos cerrado y a la vez atomizable a cualquier mundo y
en cualquier momento, donde prima lo gris, lo ambiguo, lo complejo, las
subcapas de lectura, personajes maravillosamente construidos, con aristas,
matizados, defectuosos, muy humanos en sus debilidades mundanas, odian, desean,
engañan, matan, roban, dudan,... Relato opresivo donde los tres protagonistas
en sus testimonios buscan dignidad, redención, honor, pero todas las versiones
se retuercen sobre la supuesta verdad, esta se oculta siendo maleable e inescrutable, donde hasta
los muertos buscan la salvación, quizás mintiendo (o no). Una historia embestida
de una honda tristeza, de desencanto, de pesimismo, pero que sabe en su epílogo soltar un canto de esperanza en la
humanidad, un hálito de Fe en el futuro.
En su melancólico lienzo
Kurosawa no está preocupado en el misterio o el realismo; ejemplo el tramo
esotérico-místico de la narración del muerto por voz de una médium, esto
narrado con enorme fuerza espiritual, con la médium en primer plano, con la voz
cambiándole a la del hombre, su pose histriónica, el fantasmagórico maquillaje
de su rostro, el modo en su vestimenta blanca ondea por el viento (alegoría de
la puerta a otros mundos) y todo envuelto por una música enfatizante
(extraordinario). Enfoca su narración como una fábula
moral, donde las actuaciones devienen en cierto estilo Noh (teatro japonés)
emparentado su histrionismo gestual con el cine mudo, esto remarcado en la
enorme visualidad silente del relato, con momentos que son puro deleite mágico
mudo, ejemplo el flash-back del inicio en que el leñador se adentra en el
bosque encontrando en su camino pistas de un suceso, el modo en que es rodado
es un prodigio de reminiscencias oníricas en silencio; Tampoco busca culpables
o víctimas, el metraje se atiene a desentrañar las miserias y patetismo de los
humanos puestos en situaciones extremas, de cómo cada persona puede deformar
los hechos en pos de “su verdad”, esta es un ente extraño manipulable y
moldeable al antojo del que la cuente.
Lo que más resplandece y por
lo que ha pasado a la posterioridad es por la estructura narrativa en base a
una serie de flash-back manejados de modo catarquico, cada uno de los cuatro
son una versión de los hechos desde el punto de vista subjetivo y acomodado
(para sus intereses) del que lo relata
en el que al final solo quedan claras dos cosas; que hubo una violación
y que un hombre murió (asesinado o por suicidio); el resto queda difuso entre
medias verdades y muchas mentiras, el modo alterado en que se van relatando
provocan en el espectador la reflexión y la zozobra, quedando (al menos a mi)
que la primera víctima de un suceso es la Verdad, no existe la absoluta, más
bien existen realidades paralelas a cada persona, tantas Verdades como
individuos que la cuenten, las motivaciones, deseos o anhelos hacen de la
susodicha Verdad algo manipulable.
No solo los protagonistas del
crimen destapan su contorsionable personalidad autoprotector (en sus
testimonios), también los que debaten bajo la puerta (Rashomon) destilan corriente
de pensamiento: El leñador es un tipo humilde que ha chocado con algo que no
comprende, le angustia la capacidad de los humanos para su endogamia personal,
por su egoísmo, intenta encontrar respuestas y solo haya desolación y amargura;
El monje es el ejemplo de no cejar en la búsqueda de la fe, en hallar una
rendija de esperanza en el ser humano, intenta reconciliarse de alguna forma
con la perversa naturaleza de los hombres (y mujeres); El bandido es el ejemplo
de la pérdida de la fe, la amoralidad frente a los principios morales, el don
de la supervivencia ante todo, es el mal que todos de algún modo llevamos
dentro.
Toshiro Mifune está sublime, radiante en un rol que
explota con brío, rabia, e incluso conjugando vis simpática con su rol
aterrador, una fuerza desatada de la naturaleza, un volcán impetuoso que
despliega un lenguaje físico formidable, con esa sonrisa pícara marca de la
casa, arrollador en su poderío carismático; Machiko Kyo encarna con un
despliegue emocional atronador a la mujer violada, mostrándose en cada versión
de modo distinto y en todas derrochando autenticidad y pasión, rol complejo en
su ambivalencia psicológica, excelente actuación; Masayuki Mori como el muerto,
sin apenas palabras (solo las que adopta la médium) compone a otro ser ambiguo
dependiendo de las versiones, noble, honorable, cobarde, pasivo, fenomenal en
la pelea final contra el bandido de un realismo glorioso, despojados los dos de
valentía y arrojo; Takashi Shimura es el narrador del relato, el leñador, actor
fetiche de Kurosawa, dota a su personaje de mucha sensibilidad, de temor, de
hastío, su versión de los hechos no tiene por qué ser al real, pues ha dejado
entrever cierta debilidad al ser el ladrón de la daga en el bosque.

La puesta en escena resulta
gloriosa, clase magistral de cómo economizar medios no es sinónimo de
empobrecer, saber aprovechar lo que tienes, tres escenarios (Puerta Rashomon,
Patio del juicio y Bosque), con un memorable diseño de producción de Takashi
Matsuyama (“Vivir” o “Los 7 Samurais”), con la grandiosa Puerta Rashomon como
estrella alegórica de un Imperio antes pudiente y hoy decadente (símbolo
derruido del alma humana), la producción tuvo bastantes problemas para
encontrar una puerta lo suficientemente majestuosa, buscaron por todo el país,
ninguna se asemejaba a la real, que había sido destruida hacía tiempo, y debido
a la meticulosidad de Kurosawa, tuvieron que construir un (impresionante)
decorado para esa parte, como reseñable ese bucólico bosque en el que acaecen
los sucesos. Como en el cine de Kurosawa los elementos de las fuerza de la
climatología sirven para subrayar estados de ánimo, ello para acentuar
emociones intensas, aquí por un lado está la copiosa lluvia sobre la puerta
Rashomon es manejada como recurso dramático remarcando la inquietud. Todos esto
exaltado por la excelsa fotografía en glorioso b/n de Kazuo Miyagawa (“El
intendente Sansho” o “Yoyimbo”), dotando de un lirismo estético a muchos tramos
sibarita, movimientos suaves de cámara, planos picados y contrapicados, mucha
cámara en mano que otorga dimnamismo, travellings de aproximación, iluminación
cuidada con mimo cuasi-onírico, espectacular el modo en que se refleja el
bosque pareciendo en un lugar anclado en el vacío existencial, lugar donde los
árboles parece oprimir, dejan apenas pasar los rayos de sol, esta luz dio
problemas, solucionado mediante colocación de espejos para captar los rayos que
escapaban entre árboles, jugando con los claroscuros, con ultraexpresivos
primeros planos, con vibrantes tomas subjetivas (que nos meten en la acción),
esto realzado en las escenas de las declaraciones en el juicio hechas a cámara.
El score es obra de Fumio Hayasaka (“Vivir” o “Los 7 Samurais”), creando un halo de desasosiego con sus
acordes, turbador la variación sobre el “Bolero de Ravel” que ya genera intensidad
en la incursión curiosa del leñador en el bosque, melodías que acompañan de
modo epicúreo a las imágenes exudando sensaciones encontradas.
Spoiler:
Las diferentes 4 versiones: El
salteador Tajomaru cuenta la historia, para ello no duda en hacer ver que la
mujer se dejó fornicar por sus dotes seductoras, por la vergüenza ella pide al
bandolero que mate a su marido, hay un duelo entre los dos, enfrentamiento
hábil y ágil en el que termina Tajomaru matando al noble, con lo que el
narrador se enorgullece de ser un villano desalmado y amoral, agrandando su
figura de bandido valiente y atractivo; La mujer se coloca como la víctima
doble, por un lado de una vil (si alguna no lo es) violación, y luego víctima
del desprecio de su marido, que ella no puede soportar y termina apuñalándolo, ella
víctima del machismo imperante en la sociedad (de siempre); El muerto (por voz
de la médium) se coloca como un mártir, primero del villano que viola a su
mujer ante sus ojos y luego de la perversidad pérfida de su esposa que quiere
irse con el violador, no sin antes hacer que lo maten, terminando el noble
suicidándose por la deshonra, mostrándose a si mismo como Honorable,
prefiriendo el sepukku antes que la vergüenza; El leñador parece con un punto
de vista objetivo e imparcial (pero no lo es tanto por su latrocinio del puñal
de la mujer), está la violación, el marido tras esto insta a la mujer a que
suicide, pero en un acto de supervivencia manipula a los ella para que se batan
en duelo, produciéndose un duelo patético y pusilánime, donde queda constancia
de la cobardía y torpeza de uno y otro, terminando con un golpe de fortuna Tajomaru
con el noble, huyendo de la escena la mujer. En esta última todos quedan Mal,
todos con bordes.
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Akira Kurosawa |
El espléndido epílogo dando
relieve aún mayor al metraje: Los tres que esperanza escampe bajo la puerta
oyen el llanto de un bebe, unos padres lo han abandonado, el vagabundo le roba
las ropas al pequeño en acto deleznable que no hace más que confirmarla perfidia
humana, entonces el leñador pide al monje que sostiene al bebe que se lo de,
este en principio reniega ante el temor a que sea más vejado, pero el leñador
dice que se lo llevará a su casa cuidarlo como un hijo más, pues tiene seis
hijos y donde comen seis, comerán siete, esto hace que el monje vuelva a creer
que la raza humana puede tener esperanza.
Simplemente uno de los mejores
films de la Historia. Fuerza y honor!!!
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