TAMBIÉN LA LLUVIA.
Sobrevalorado film (a mi
modesto entender) esta quinta realización de Icíar Bollaín (primera no escrito
por ella), un buenista y condescendiente relato en el que la realizadora vuelca
un sentimiento de culpa sobre la colonización colombina, un complaciente
ejercicio que cae en los lugares comunes de las izquierdas que intentan
reescribir la historia a su torticero modo, con una visión cerrada y sectaria,
sin apenas abrir el foco y quedándose en la superficie, cual turista occidental
que viaja a una zona pobre y se compadece de estas penurias, les da una limosna
(o sea esta película) y luego vuelve a
su cómoda existencia sin volver a pensar en estos “desheredados”, los colonizadores eran unos sanguinarios codiciosos en contraposición con la figura
del buen salvaje, faltan complejidades y sobran obviedades, faltan matices y
restan los simplismos. Escrito por la pareja de la directora, guionista
habitual de Ken Loach, Paul Laverty (“El viento que agita la cebada” o “Yo,
Daniel Blake”), mezclando hechos reales como la llamada Guerra del Agua
acaecida en la tercera ciudad de Bolivia, Cochabamba, con ficticios, el rodaje
de una producción extranjera sobre la controvertida figura de Cristóbal Colón,
y entre los dos Bollaín remarca, subraya y remastica paralelismo entre la
situación de hace más de 500 años y el presente, creando un sugerente juego de
vasos comunicantes ce cuasi-metaficción. Ha sido el proyecto más ambicioso,
rodando en Bolivia (lugar de los hechos), en la selva del Chapare y en ciudad de Cochabamba, contando 4.000 extras en total, de ellos
cerca de 300 indígenas, un equipo de 130 personas y más de 70 localizaciones,
casi todas ellas exteriores. Además de tener unas cuantas muy buenas
interpretaciones fruto un notable elenco: Luis Tosar, Gael García Bernal, el
nativo Juan Carlos Aduviri, Karra Elejalde, Raúl Arévalo o Carlos Santos.
El escenario es Bolivia,
hasta allí ha ido a rodar el productor cinematográfico Costa (Luis Tosar),
Sebastián (Gael García Bernal, joven e idealista será el director. Producción que
tratará sobre la llegada de los primeros españoles a América con Colón a la
cabeza, poniendo acento en la brutalidad de su empresa y en el coraje de varios
miembros de la Iglesia que se enfrentaron a esta violencia. Estando allí
estalla en la ciudad la llamada Guerra del Agua (abril de
2000), debido a que una multinacional se ha hecho con el abastecimiento de agua
y ha subida desproporcionadamente la factura del suministro, haciendo que los
que más sufren este incremento, los más pobres, mayormente los indígenas, se
rebelan en revueltas contra el poder. Esto llega a que la producción se vea
afectada, en principio porque uno de los actores principales, Daniel (Juan
Carlos Aduviri) es uno de los líderes manifestantes. Tendrán importancia en el
argumento Antón (Karra Elejalde), el actor que hace de Colón; Alberto (Carlos
Santos, el actor que hace de Bartolomé de las Casas; Juan (Raúl Arévalo), actor
que hace del monje Montesinos.
Es un film bastante
previsible, tratando varios temas a modo de primero EGB, cuatro trazos sin
profundidad alguna, para hablarnos de los Imperialismos, de la codicia
inherente al ser humano, de las diferencias sociales, del racismo, del
“genocidio” colombino, del espíritu combativo de los oprimidos, y de cómo todo
esto (según la realizadora) no varía con el tiempo. En cuanto se presentan los
personajes mínimamente ya sabremos hacia donde irán. Posee un chirriante
arranque, con ese casting multitudinario representando el modo “desalmado” en
que los occidentales tratan a los indígenas, muy tramposo esto, pues también
ocurre con cualquier producción que necesitan extras, da igual la raza, género
o religión, sin ir más lejos hace poco asistí al casting para Dothrakis de
“Juego de Tronos”, la gente tuvo que dejarse barba tupida y cabello largo,
cientos de estos que aceptaron las reglas quedaron fuera porque a todos no se
podían aceptar, ley de oferta y demanda, querer amontonarlo todo en
discriminaciones sociales me resulta muy artero.


Luego sigue la que brillante
escena del ensayo en un jardín de Antón haciendo de Colón, esto sí es un alarde
de imaginación e inventiva puesta al servicio de una extraordinaria actuación,
que por su fuerza nos hace ver esa playa a la que llega el “descubridor”. Luego
la trama se trifurca, por un lado lo que se cuece tras las cámaras entre los
actores y equipo de rodaje, las dudas de los actores con sus roles, el modo de
analizar su comportamiento, como Antón (Elejalde) pide más matices para su rol
de Colón, la llegada de la cruz en helicóptero (plagio-homenaje a la felliniana
“La Dolce Vita”), los miedos y dudas ante la situación social que se cierne a
su alrededor. Esto bien mostrado, haciendo empatizar con esta gente, la
trastienda de un rodaje; Por otro lado están algunas escenas enteras del
“ficticio” film que se graba (esto con paralelismos contemporáneos), de una
gran fuerza visual y dramática, el expolio, con el impuesto del oro (en el
presente el agua), las torturas (en la represión policial), la rebelión de los
indígenas (las revueltas contra las subidas del agua), o el genocidio indígena
(esto pienso que bastante discutible), a esto se enfrenta la Iglesia por cara
de Bartolomé de las Casas cual Don Quijote. Con esta subtrama me queda la
sensación de que la película ficticia hubiera estado mejor que la filmada, pues
los escenarios bellos selváticos sumados al sugestivo poderío sensorial y lo
que desprende hacen de esta historia no rodada algo cautivador. Me ha gustado
ver como las personalidades de los actores se confrontan con las de sus roles
en el film colombino, como la valentía de los mojes queda socavada por su
verdadero carácter, al contrario de Antón y su Colón; Y está la subtrama de las
revueltas indígenas en la Guerra del Agua , esto tratado de modo liviano, muy
trivial, no rascan y se quedan en el telediario, apenas sabremos nada del
porque de la “Guerra”, mucho más compleja de lo que esbozan en la cinta, teniendo
a cultivadores de coca de por medio, con probables narcotraficantes
azuzándolos, con un emergente líder político haciéndose un nombre en medio del
caos, Evo Morales, con una onda expansiva enorme, que hizo que varios
colectivos del país se unieran a la rebelión con otras demandas que anda tenían
que ver con la subida del agua. No casa bien este sector con los otros, la relación Costa (el
productor) y con Daniel (líder indígena) se nota forzada, metida con calzador,
orgánicamente chirriante, no me creo la transformación del occidental, un
pragmático materialista-capitalista (qué horror!), apenas un par de ententes y
ya queda embelesado por este, y sus dilemas morales laminados, como no me creo
el idealismo del indígena, este un hipócrita que lucha contra una
multinacional, cuando trabaja para otra en el rodaje.

La cinta sufre de arritmia,
pues tiene momentos buenos (los mencionados del rodaje, o la recepción en el
ayuntamiento donde queda patente la demagogia occidental), pero el tufillo a
políticamente correcto es una sombra que lo cubre todo, la ambigüedad no tiene
cabida, la homilía progresista-buenista-izquierdista-expiadora occidental me queda plúmbea por adolecer de aristas y
una buena introspección. La analogía de que pasan los siglos pero el expolio
Imperialista continúa me resulta simplista, pues vuelvo a lo mismo, esto es un
mundo global y las grandes multinacionales se mueven por interese económicos (qué
horror!), y van donde sus beneficios puedan ser mayores por que los costes de
producción sean menores, en España pasó con (por ejemplo) con la Seat o Citroën.
Cayendo en varios momentos en tópicos mil. Es una típica obra que pretende
despertar conciencias, hacernos ver que los occidentales “semos” muy malos, muy
avarientos y capitalistas que pisoteamos al que sea para estyar arriba,
darwinismo puro y duro, como si la América pre-colombina hubiera sido un
paraíso, y es que sí Hernán Cortes o Pizarro fueron unos conquistadores con
unos centenares de soldados fue porque los lugareños se unían a los españoles
para combatir a los tiranos que los gobernaban) un sentimiento de culpa
arraigado en muchos, que no digo que no se hicieran tropelías por los
colonizadores, lo que señalo es que lo que había no era el reino de la
felicidad, es por ello que la cinta naufraga en abrir el foco y no ser tan
parcial. Todo esto repercute en que la emoción se note artificiosa y nada
sutil, no provocando al espectador (por lo menso en mí) frialdad.
Luis Tosar cumple con un rol
bastante liso, se ve venir su advenimiento buenista. Gael García Bernal da un
rendimiento un tanto plano, sin hondura y mostrándose un tanto acartonado.
Karra Elejalde es el que está mejor, con una interpretación rebosante de raza,
de naturalidad, de humanidad, de sentimiento, e incluso de cierto nihilismo
ante lo que ve. Juan Carlos Aduviri a
pesar de los halagos que ha tenido me resulta un rol poco trabajado, un cliché
plúmbeo, pero paradójicamente cuando estaba haciendo de Atuey en el rodaje es
cuando más emociones me ha trasladado. Raúl Arévalo queda simplemente correcto.
Carlos santos salva su labor precisamente en los momentos del rodaje haciendo
de Ba<rtlomé de las Casas, muy sentida su meta-actuación.
La puesta en escena resulta
notable, con un brillante diseño de producción de Juan Pedro Gaspar (“Green
Zone” o “Blackthorne”), exhibiendo con tino la dualidad urbana deprimente de
Cochabamba en contraste con la belleza salvaje de la selva donde se rueda la
cinta colombina, recreando con veracidad las revueltas indígenas, esto realzado
por la hermosa fotografía de Alex catalán (“La isla Mínima” o “Un día
perfecto”), sabiendo moverse en la dicotomía de lares, por un lado la filmación
ficticia, con tramos de estupenda beldad en medio de la jungla, con un patinado
en fuertes verdes, y por otro lo urbanita donde predomina lo terroso y seco. La
música es obra de Alberto Iglesias (“Hable con ella” o “El jardinero fiel”)
aporta melodías que acompañan pero no marcan.
Por cierto para ver el juego
de cajas chinas de demagogia que es en realidad ir a la brillante crítica e FA
de Malinowski, reproduzco parte de su mordaz y vitriólica exposición:

Carlos Tena en un
artículo denunció que "También la Lluvia" es una copia de la película
"Para recibir el canto de los pájaros" del director boliviano Jorge
Sanjinés. Preguntada por el presunto plagio por un periodista del diario
boliviano La Razón, Itziar Bollaín respondió que le habían hablado de la
película de Sanjinés, pero que su equipo de producción no había podido
conseguirla. Qué incompetencia! Los asesores de Itziar y ella misma no saben
utilizar el youtube. Qué menosprecio al director de cine boliviano más
reconocido de la historia del país, además de un ejemplo vivo de acompañamiento
de las luchas de los pueblos indígenas; Carlos Tena nos viene a decir: Que
falsa consciencia Itziar que se apropia del guión de un autor boliviano, con
los medios técnicos y económicos occidentales! Nos hace reflexionar sobre si
esa actitud no será también colonial, lejos de tomar consciencia de los
privilegios derivados de su nacionalidad, clase social y formación profesional,
utiliza su posición en la estructura social para enriquecerse y colgarse
medallas inmerecidas; Días después de la publicación del artículo de Carlos
Tena, el filósofo boliviano Andrés Laguna denuncia que Tena robó algunas citas
suyas, sin reconocer su autoría. Andrés Laguna: “Curiosamente, casi todos los
medios bolivianos a la hora de hablar de También la lluvia, la cinta de Iciar
Bollaín que acaba de estrenarse en nuestras salas, mencionan un artículo de
Carlos Tena, que se publicó el 21 de enero en su blog y el 22 en la página
kaosenlared.net, así como en rebelión.org. Titulado “También la Lluvia: Coincidencia
o plagio?”, el texto señala con imprecisión, algunas similitudes entre También
la lluvia y Para recibir el canto de los pájaros, además, baraja la posibilidad
de un robo intelectual y creativo. Lo que llama poderosamente mi atención es
que la difundidísima nota de Carlos Tena, en gran medida, está construida a
partir de párrafos que extrajo de un artículo mío y de algunos otros que se
publicaron en El País a propósito del estreno de la obra de Bollaín en España.
Llama más mi atención que lo que se extrajo, no se hizo en forma de cita. Es
decir, el artículo en el que Tena se yergue como el gran defensor de los
directores menos conocidos, de los cines periféricos, en el gran detector de
plagios y de robos creativos, es justamente un plagio. [Dixit Malinowski]
En conjunto me queda una
estimable propuesta con un desarrollo que adolece de zonas grises, y sobra de
mirada de turista occidental acomplejado. Fuerza y honor!!!